Una mejor comprensión sobre el comportamiento humano puede conducir a mejores políticas públicas. Por ende, los hacedores de políticas deben enfocarse más sobre lo que influye en la toma de decisiones de las personas y no tanto en cómo supuestamente deberían actuar estas[1], y para ello, entender y diferenciar entre el pensamiento intuitivo (automático) y el pensamiento reflexivo (racional)[2] es fundamental.
La economía del comportamiento se centra en demostrar que las personas no siempre son seres racionales y actúan con base en diferentes sesgos, como el exceso de confianza, la aversión a la perdida y el sesgo del presente, entre otros. De esta forma, esta rama de la economía incorpora ideas de otras ciencias sociales, en especial de la psicología, para enriquecer el modelo económico clásico.
La Oficina del Gabinete y el Instituto para el Gobierno del Reino Unido, a través de su informe Mindspace: influencing behaviour through public policy, afirman que las autoridades que se enfrentan a retos políticos como la delincuencia, la obesidad, la sostenibilidad medioambiental o la inoculación de la población, cuentan con un conjunto de herramientas potencialmente útiles mediante los enfoques conductuales. La aplicación de estas herramientas puede conducir a formas poco costosas y dolorosas de «empujar» a los ciudadanos hacia nuevas formas de actuar y de pensar[3].
La economía del comportamiento tiene una gama bastante amplia para su aplicación y a pesar de que ya se ha aplicado con buenos resultados en algunos ámbitos, su potencial es mucho mayor. Para aprovechar ese potencial, se debe aprender sobre lo que influye en el comportamiento de las personas. Bajo esta premisa, alrededor del mundo se han establecido centros de investigaciones, líneas y equipos de trabajo e instituciones cuyos objetivos se han centrado en resolver problemas de política pública empleando las herramientas de la economía del comportamiento, tales como el Grupo de Economía del Comportamiento del Banco Interamericano de Desarrollo (BID); la Unidad de Integración Mente, Comportamiento y Desarrollo (eMBeD) del Banco Mundial; el Behavioral Government Lab en conjunto con MineduLAB del Ministerio de Educación del Perú; el Instituto Mexicano de Economía del Comportamiento (IMEC) y The Behavioural Insights Team, entre otros.
Bajo este contexto, en 2021 se llevó a cabo el primer “Taller sobre instrumentos de política pública basados en la economía del comportamiento”, en el cual se abordó la parte conceptual, se presentaron casos exitosos de la aplicación de la economía del comportamiento en la región y se dio a conocer algunos estudios efectuados para reforzar los esfuerzos de comunicación de los gobiernos durante la pandemia por COVID-19.
La segunda edición del Taller será un espacio para mostrar buenas prácticas en torno a esta temática; así como, será un vehículo para capacitar a funcionarios públicos de la región sobre las bondades de la economía del comportamiento y sus herramientas, como vía para lograr mejores políticas públicas, en especial en las acciones llevadas a cabo contra la corrupción.
[1] OECD (2019), Tools and Ethics for Applied Behavioural Insights: The BASIC Toolkit, OECD Publishing, Paris, https://doi.org/10.1787/9ea76a8f-en.
[2] Thaler, Richard H. y Sustein, Cass R. (2008), Nudge: improving decisions about health, wealth, and happiness. Yale University Press. New Haven & London
[3] Cabinete Office and Institute for Government (2010), Mindspace: influencing behaviour through public policy, https://www.bi.team/publications/mindspace/