Con un cuarto de las exportaciones agrícolas mundiales, América Latina se posiciona como líder global en la lucha contra la inseguridad alimentaria, mientras organismos internacionales buscan impulsar una transición justa en sistemas alimentarios.
La humanidad se enfrenta a desafíos sin precedentes en materia de seguridad alimentaria. Las crecientes demandas de alimentos, impulsadas por el aumento de la población mundial, contrastan con las amenazas del cambio climático y las interrupciones en las cadenas de suministro. Estas tensiones han evidenciado la urgente necesidad de un enfoque global coordinado para garantizar el acceso a alimentos. América Latina puede ser parte de la solución.
En este escenario crítico, la región latinoamericana se perfila como un pilar fundamental en la lucha contra la escasez alimentaria, gracias a su potencial agrícola, sus recursos naturales y su posición estratégica en el comercio internacional.
Álvaro Lario, presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), un organismo dependiente de las Naciones Unidas, explica que Latinoamérica cuenta con algunas peculiaridades para hacer frente a esta situación. Por ejemplo, recuerda que hay “ecosistemas que cuentan con protección ante la subida de las aguas” o que, en los últimos años, se han adelantado proyectos de reforestación que ayudan “a los pequeños agricultores a seguir recibiendo ingresos”, entre otras cosas.
Impulsos de la economía local
El máximo responsable de FIDA, que acaba de participar en la 29ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático (COP29, por sus siglas en inglés), recuerda que esta cumbre no sólo se han abordado “los diferentes tipos de soluciones”, sino también “cuestiones sobre financiación”, especialmente en aquellos países más vulnerables, entre los que se encontrarían algunos de la región.
“Tenemos que ver cómo podemos hacer una transición justa para que las personas también se beneficien tanto de la transición energética como de la transición de los sistemas alimentarios para que sean más inclusivos, más resilientes y más sostenibles”, comenta Lario, consciente de que para su organización “es muy importante que, en la Cumbre del Clima, se hable precisamente de la financiación, porque muchas de las personas que viven en zonas rurales, ese (terreno) es su medio de vida”.
Por eso, insiste en que, “si se acaba ese medio de vida, evidentemente se ven forzados a buscar otras soluciones”, entre las que estarían las migraciones forzadas.
“No siempre es fácil encontrar acceso a un trabajo en una ciudad o a cambiar de país”, recalca.
También considera que “hay que intentar potenciar la producción local” con el objetivo de que “las personas reciban un ingreso justo”.
Una crisis alimentaria global en evolución
Las cifras, advierte, son alarmantes. En 2022, casi 900 millones de personas sufrían inseguridad alimentaria severa y las proyecciones no son alentadoras. Según estimaciones de las Naciones Unidas, la población mundial alcanzará los 10.000 millones de habitantes para 2050 y para satisfacer esta creciente demanda, la producción global de alimentos deberá aumentar en un 60 %.
Sin embargo, garantizar alimentos en cantidades suficientes podría ser muy difícil en un tiempo relativamente corto.
El cambio climático se ha convertido en un obstáculo insoslayable. La reducción de tierras cultivables y los fenómenos climáticos extremos han disminuido significativamente la capacidad de producción agrícola. De hecho, se espera que, debido a las alteraciones climáticas, la producción mundial de alimentos crezca 8 % menos de lo previsto, y los rendimientos de frutas y verduras podrían reducirse hasta en 6 %.
Estos impactos agravan un problema ya existente: la lucha por equilibrar la oferta y la demanda de alimentos nutritivos en un planeta con recursos cada vez más limitados.
América Latina: una potencia agrícola global
En medio de esta crisis, América Latina destaca como una de las regiones con mayor potencial para enfrentar los desafíos alimentarios del futuro. Actualmente, la región representa aproximadamente el 25 % de las exportaciones globales de productos agrícolas y pesqueros, consolidándose como una superpotencia agroindustrial. En comparación, Asia, otra región agrícola clave, exporta apenas el 6 % de su producción total.
La abundancia de recursos naturales es uno de los principales factores que favorecen a América Latina: con sólo el 15 % de la superficie terrestre del planeta, la región recibe el 29 % de las precipitaciones globales y cuenta con el 33 % de los recursos renovables mundiales, almacenando además el 40 % del agua dulce del mundo.
Estos datos, junto con una mano de obra de más de 300 millones de personas, posicionan a América Latina como un proveedor clave en un mundo que demanda alimentos nutritivos y en cantidades crecientes.
De acuerdo con estimaciones basadas en el crecimiento histórico de la región, para 2050, América Latina podría suministrar entre dos y tres de cada cinco frutas y verduras a nivel mundial. México, por ejemplo, ya exporta más del 60 % de su producción agrícola a Estados Unidos, convirtiéndose en un socio estratégico para una de las economías más grandes del mundo.
Un factor clave en la posición estratégica de América Latina es su neutralidad geopolítica. A diferencia de otras regiones, la mayoría de los países latinoamericanos no están vinculados exclusivamente a una potencia global, lo que les permite mantener relaciones comerciales diversificadas.
Esto les otorga una ventaja significativa en un mundo cada vez más fragmentado por conflictos y disputas comerciales. Según el investigador Mauricio Cárdenas, América Latina es "un socio seguro y fiable, sin interés ni capacidad para iniciar guerras internacionales".
Además de FIDA, otros organismos internacionales, como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco de Desarrollo de América Latina o la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL, en inglés), también lideran iniciativas de financiación y desarrollo para impulsar proyectos que permitan paliar los efectos del cambio climático e impulsar la economía.
“Uno de los pilares es el de la productividad, se trata de abordar en cómo mejoramos la productividad de estos países, cómo mejoramos la infraestructura de manera sostenible en estos países, cómo mejoramos los flujos comerciales de estos países y cómo atraemos inversiones”, afirma, por su parte, Tomás Bermúdez, gerente de Centroamérica, México, Panamá, República Dominicana y Haití en el BID.