Migración climática en el Corredor Seco Centroamericano
27 de septiembre de 2022
Fuente:
https://revistafal.com/
Una colaboración de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales
La realidad muestra escenarios cada vez más adversos en términos climáticos, y esto representa desafíos crecientes para enfrentar los efectos derivados, principalmente, del calentamiento global. Los estragos provocados por el cambio climático son cada vez más evidentes, sobre todo en aquellas regiones que son más vulnerables en lo económico y menos estables en lo social. Esto por la dificultad que representa hacer frente a las vicisitudes que emanan del mismo y su incapacidad para recuperarse ante las pérdidas materiales, que pueden ser devastadoras.
Se observa con mayor frecuencia que las condiciones meteorológicas empujan las migraciones climáticas en diferentes regiones del planeta. Una de ellas es el Corredor Seco Centroamericano (CSC), que se extiende desde el litoral del Pacífico de Guatemala hasta el norte de Costa Rica. Ahí, sus habitantes abandonan sus hogares como una estrategia de supervivencia ante las sequías, la disminución de la productividad agrícola, la inseguridad alimentaria y el desempleo generalizado, principalmente en las comunidades rurales.
En 2018, las sequías en la región provocaron la pérdida de más de 280 000 hectáreas de frijol y maíz en El Salvador, Guatemala y Honduras, con una afectación directa sobre la seguridad alimentaria de más de 2 millones de personas. Generalmente, el calentamiento global no suele mencionarse como un factor de expulsión de la migración en Centroamérica, ya que la relación directa de la migración tiende observarse a partir de factores económicos. No obstante, existe un vínculo entre el cambio climático, la inseguridad alimentaria y la migración en los países más afectados del CSC.
Contexto del Corredor
El CSC es una región que abarca territorio de Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, y que se caracteriza por condiciones climáticas extremas que convierten a sus habitantes en personas altamente vulnerables. En el CSC habitan alrededor de 11 millones de individuos que constantemente se enfrentan a desastres naturales.
Tradicionalmente, la región ha sufrido la presencia de huracanes, terremotos y precipitaciones intensas. Sin embargo, el cambio climático ha profundizado los efectos adversos que se derivan del calentamiento global, como las sequías, que se traducen en erosión de los suelos, pérdida de cosechas y escasez de alimentos.
Como consecuencia del cambio climático, las estaciones en la región son menos predecibles, las lluvias son más abundantes en periodos más cortos y las sequías se extienden por mayor tiempo. Además, existen fenómenos climáticos como el efecto Foehn, El Niño y La Niña, que han impactado negativamente en la generación de sequías.
El CSC se caracteriza por albergar regiones de bosques húmedos tropicales con gran biodiversidad. No obstante, los ecosistemas han sido severamente afectados por el aumento de las temperaturas que derivan en sequía y escasez de agua. Por lo que, de acuerdo con los expertos, en los próximos años el acceso al agua será cada vez más difícil y esto producirá un cambio sustancial en los ecosistemas y en la biodiversidad.
Migración climática
Con mayor frecuencia, los países son vulnerables al cambio climático. Sin embargo, en aquellos con peores condiciones de pobreza, la adaptación y el desplazamiento interno son más desafiantes que en los países ricos, por lo que, quienes viven en ambientes vulnerables, buscan refugio en espacios que trascienden sus fronteras nacionales. Se espera un aumento considerable de la migración climática en los próximos años, principalmente, si no logran alcanzarse los objetivos adquiridos en el Acuerdo de París sobre cambio climático.
A pesar de que la migración climática es una realidad que ya se observa en diferentes regiones del planeta, la literatura que la acompaña aún es escasa. Los estudios tradicionales de la migración explican que los factores de atracción y expulsión tienden a vincularse con aspectos económicos, políticos y sociales, por lo que el aspecto ambiental se ha quedado como un fenómeno poco analizado, lo que lleva a que no exista un consenso sobre cómo abordar la temática.
El principal problema que enfrenta el estudio de la migración climática es que su análisis no puede observarse en una relación de causa y efecto, pues la migración no se produce directamente como consecuencia del cambio climático, sino por los efectos derivados del mismo. Es decir, los individuos no emigran a causa de las sequías, sino por la falta de alimentos y la pérdida de ingresos económicos que ello provoca. Es importante considerar que, cuando las personas se ven imposibilitadas a adaptarse a una nueva realidad o a continuar con su estilo de vida anterior como efecto colateral del cambio climático y deben migrar, se trata de una migración climática.
La dificultad en el análisis de la migración climática se encuentra en la existencia de los múltiples factores que la acompañan y que no siempre se distinguen de manera sencilla. En el caso particular del CSC, además de las adversidades climáticas, existe un número considerable de personas vulnerables en el sentido económico y social. Por lo general, se atribuyen las dificultades económicas y la violencia como los principales factores de expulsión de la región cuando, en ocasiones, el verdadero origen de la migración puede derivarse de un aspecto ambiental.
Por lo anterior, resulta pertinente robustecer las reflexiones académicas que permitan distinguir a los migrantes o a los refugiados climáticos, con el propósito de estudiar de manera más profunda sus patrones de movimiento. Asimismo, se requiere de un marco normativo capaz de proteger este tipo de migraciones que, con el paso de los años, serán cada vez más frecuentes y numerosas.
Reflexiones finales
Los patrones migratorios cambian según el entorno social, político y económico existente. Sin embargo, el siglo XXI ha sido testigo de nuevas dinámicas debido a inéditos impulsores, como el cambio climático y el calentamiento global, cuyas implicaciones son cada vez más profundas.
Si bien es imposible predecir el futuro climático del planeta, es fundamental comenzar a actuar en las zonas más vulnerables en términos ambientales, como el CSC y desarrollar políticas públicas encaminadas a prevenir escenarios desfavorables. Si el crecimiento demográfico de la región continúa con la misma tendencia, al igual que la degradación ambiental, en menos de 3 décadas se convertirá en una región inhabitable, con millones de desplazados y refugiados cuyas necesidades no serán atendidas adecuadamente.
Las sequías, los huracanes y la inseguridad alimentaria seguirán desencadenando la migración como factores de expulsión de la migración, junto con la pobreza y la inseguridad en Centroamérica, lo que llevará al aumento de migrantes en la región. Las detenciones en las fronteras se agravarán en la medida en que los tomadores de decisiones no encuentren políticas adecuadas para mejorar la situación de estas personas, que cada año se vuelven más vulnerables.