El sector agrícola mundial recibe cada año un total de 540.000 millones de dólares en ayudas, una cantidad que representa el 15% de la producción agrícola global. Un nuevo informe de tres agencias especializadas del sistema de la ONU encontró que de esa suma, 470.000 millones, o el 87%, distorsiona los precios y es perjudicial para el medio ambiente, la sociedad y la salud.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) publicaron este martes el estudio “Una oportunidad multimillonaria: La readaptación del apoyo agrícola para transformar los sistemas alimentarios”, en el que abogan por redirigir esos fondos a iniciativas que contribuyan al logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y de las metas del Decenio sobre la Restauración de los Ecosistemas. Según el documento, para 2030 los apoyos a la agricultura se triplicarían para llegar a los 1759 billones de dólares.
Deterioro climático y ambiental
El texto recuerda la agricultura es uno de los principales aceleradores del cambio climático a través de las emisiones de gases de efecto invernadero de diferentes fuentes como el estiércol en los pastizales, los fertilizantes sintéticos, el cultivo de arroz, la quema de residuos de cultivos y el cambio de uso de la tierra.
Las industrias cárnica y láctea, que reciben mucho apoyo en los países de renta alta, son responsables del 14,5% de las emisiones mundiales, mientras que en los países de bajos ingresos gran parte de las ayudas recaen en el uso de pesticidas y fertilizantes, así como en la práctica del monocultivo de cereales, sin incentivos para diversificar la producción hacia alimentos más nutritivos.
Grandes empresas y pequeños agricultores
Las agencias de la ONU subrayaron que el actual apoyo a los productores agrícolas consiste principalmente en incentivos de precios, como aranceles de importación y subsidios a la exportación o subsidios fiscales vinculados a la producción de una materia o insumo específico.
“Pero esos esquemas son ineficientes, distorsionan los precios de los alimentos, dañan la salud de las personas, degradan el medio ambiente y, a menudo, no son equitativos, pues colocan a las grandes empresas agrícolas por delante de los pequeños agricultores, una gran parte de los cuales son mujeres”, apuntaron.
Agregaron que, por otro lado, los productores agrícolas son especialmente vulnerables a los impactos de la crisis climática en forma de calor extremo, aumento del nivel del mar, sequía, inundaciones y plagas como las langostas.
Productos poco saludables
Entre los hallazgos más destacados, el documento afirma que los productos no saludables, como el azúcar, reciben las mayores partidas presupuestales en todo el mundo pese sus conocidos efectos negativos para la salud. Sostiene también que estas políticas desalientan la producción de alimentos más saludables y nutritivos, como frutas y verduras.
En un apartado sobre el estado de la alimentación mundial, el informe señala que en 2020, unos 811 millones de personas sufrían hambre crónica y que el 30% de la población del planeta, unos 2370 millones, no tenía acceso a una alimentación adecuada. Además, unos 3000 millones de personas no podían pagar una dieta saludable.
El lado positivo
Para remediar esta situación, el estudio pugna por redirigir las ayudas agrícolas y considera que, bien canalizados, esos apoyos ayudarían a acabar con la pobreza, erradicar el hambre, lograr la seguridad alimentaria, mejorar la nutrición, promover la agricultura sostenible, fomentar el consumo y la producción sostenibles, mitigar la crisis climática, restaurar la naturaleza, limitar la contaminación y reducir las desigualdades.
Añade que, si bien la mayor parte de la ayuda agrícola en la actualidad tiene efectos negativos, alrededor de 110.000 millones de dólares contribuyen a la infraestructura, la investigación y el desarrollo, y benefician el sector de la alimentación y la agricultura en general, por lo que llama a aumentar las asignaciones a esas áreas.
Los autores del estudio indican que las ayudas mal aplicadas pueden obstaculizar el desarrollo de un mercado sostenible, desencadenar shocks de precios a escala global e incentivar la producción de productos que generen grandes emisiones, además de reducir la disponibilidad y asequibilidad de alimentos más nutritivos, sobre todo para los consumidores más pobres.
Buenas prácticas y recomendaciones
Entre las subvenciones menos “distorsionantes”, el documento menciona las que no están vinculadas a la producción de un cultivo específico y las transferencias fiscales para la prestación de servicios. Este tipo de apoyos no influyen en el tipo o volumen de la producción agrícola, lo que permite decisiones que son más eficientes, recalca.
El director general de la FAO, Qu Dongyu, consideró que las revelaciones del informe, publicado en vísperas de la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de las Naciones Unidas, “es una llamada de atención para que los gobiernos de todo el mundo reconsideren los planes de apoyo agrícola con el fin de adecuarlos al propósito de transformar los sistemas agroalimentarios y contribuir a mejorar la nutrición, la producción, el medio ambiente y la vida”.
Si los países continúan con los mismos modelos de apoyo, la triple crisis económica, ambiental y sanitaria empeorará en detrimento del bienestar de la humanidad, advirtió.
Las agencias de las Naciones Unidas reconocieron que no existe una estrategia única para reorientar las ayudas a los productores agrícolas, aunque sí emitieron seis recomendaciones:
- medir el apoyo otorgado
- comprender sus impactos positivos y negativos
- identificar opciones de reorientación de las ayudas
- pronosticar sus impactos
- perfeccionar la estrategia propuesta y detallar su plan de implementación
- dar seguimiento a la estrategia implementada