El Acuerdo Económico y Comercial Global (CETA, por sus siglas en inglés) de la UE-Canadá está considerado como una prueba de la capacidad de Europa para forjar futuros acuerdos comerciales y como un contrapeso al esperado proteccionismo del nuevo presidente estadounidense, Donald Trump.
"Es más que un simple tratado de libre comercio con Canadá. Es una declaración sobre cómo nos relacionamos con el resto del mundo", dijo Sorin Moisa, coordinador del CETA para el grupo parlamentario de centroizquierda S&D, cuyos miembros se han dividido por el pacto.
"Queremos moldear el mundo, no retirarnos de él, y sobre todo después de Trump", dijo a Reuters en una entrevista.
El CETA necesita todavía la aprobación del Parlamento Europeo para entrar en vigor y los eurodiputados en la comisión de comercio internacional votaron 25-15 a favor de hacerlo. El pleno del Parlamento debe dar su veredicto a mediados de febrero.
En un debate realizado el lunes, los miembros de la comisión que respaldaban el acuerdo advirtieron repetidas veces de la amenaza de un mayor proteccionismo bajo el Gobierno de Trump, que retiró a Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) y planea renegociar el Tratado de Libre Comercio con Canadá y México.
La comisaria europea de Comercio, Cecilia Malmstrom, dijo a los eurodiputados que Canadá era un socio bienvenido en momentos inciertos y difíciles.
"Tenemos un amigo y aliado importante que parece estar al menos en parte desvinculándose de la escena internacional, que promueve menos comercio, más proteccionismo", dijo Malmstrom en referencia a Estados Unidos.