Los costos humanos y económicos se subestiman hasta en un 60%
MARRAKECH.- El impacto de los desastres naturales graves equivale a una pérdida de USD 520 000 millones en el consumo mundial y empujan a unos 26 millones de personas a la pobreza cada año, según se indica en un nuevo informe del Banco Mundial y el Fondo Mundial para la Reducción de los Desastres y la Recuperación (GFDRR).
“Las conmociones climáticas de gran envergadura ponen en peligro décadas de avances en la lucha contra la pobreza”, dijo Jim Yong Kim, presidente del Grupo Banco Mundial. “Las tormentas, las inundaciones y las sequías tienen graves consecuencias humanas y económicas, y a menudo son los pobres quienes pagan el precio más alto. Generar resiliencia frente a los desastres no es solo un objetivo razonable desde el punto de vista económico, es también un imperativo moral”.
En el informe, titulado Unbreakable: Building the Resilience of the Poor in the Face of Natural Disasters (Irrompible: Generar resiliencia en los pobres frente a los desastres naturales), se advierte que los impactos humanos y económicos de los fenómenos meteorológicos extremos sobre la pobreza son mucho más devastadores de lo que se pensaba.
En los 117 países estudiados, se ha observado que el efecto sobre el bienestar (medido en términos del consumo perdido) es mayor que las pérdidas en activos. En vista de que las pérdidas provocadas por los desastres afectan de manera desproporcionada a los pobres, cuya capacidad para hacer frente a estas situaciones es limitada, en el informe se estima que el impacto sobre el bienestar en estos países equivale a pérdidas en el consumo del orden de los USD 520 000 millones al año. Esta cifra supera todas las demás estimaciones en hasta un 60 %.
Con la Vigesimosegunda Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CP22) en pleno desarrollo, las conclusiones del informe ponen de relieve la urgencia de adoptar políticas con un planteamiento inteligente respecto del clima que protejan mejor a los más vulnerables. Por lo general, los pobres están más expuestos a los peligros naturales, pierden una proporción mayor de su riqueza en estas situaciones y a menudo no pueden recurrir al apoyo de familiares, amigos, sistemas financieros ni Gobiernos.
En el informe se utiliza un nuevo método para medir los daños provocados por desastres, con el que se tiene en cuenta la disparidad de la carga que dichos fenómenos representan para los pobres. El ciclón Nargis, que azotó Myanmar en 2008, por ejemplo, forzó a casi la mitad de los agricultores pobres del país a vender activos, entre ellos tierras, para aligerar la carga de la deuda provocada por el ciclón. Las consecuencias económicas y sociales de Nargis se harán sentir durante generaciones enteras.
En el informe se evalúan, por primera vez, los beneficios de iniciativas implementadas en los países estudiados para generar resiliencia. Entre ellas se incluyen los sistemas de alerta temprana, la mejora en el acceso a servicios bancarios personales, las pólizas de seguros y los sistemas de protección social (como las transferencias de efectivo y los programas de obras públicas), elementos que podrían ayudar a las personas a responder más adecuadamente ante las crisis y a recuperarse. En el informe se señala que estas medidas combinadas permitirían a los países y las comunidades ahorrar USD 100 000 millones al año y reducir en un 20 % el impacto total de los desastres sobre el bienestar.
“Como consecuencia del cambio climático, los países enfrentan un número creciente de crisis inesperadas”, afirmó Stephane Hallegatte, economista principal de GFDRR, quien dirigió el proceso de elaboración del informe. “Los pobres necesitan protección social y financiera frente a los desastres que no pueden evitarse. Con la adopción de políticas sobre riesgos de eficacia comprobada, tenemos la oportunidad de impedir que millones de personas caigan en la pobreza”.
Los esfuerzos por generar mayor resiliencia entre los pobres ya están ganando terreno, según se muestra en el informe. Por ejemplo, a través del sistema de protección social de Kenya se proporcionaron recursos adicionales a los agricultores en situación de vulnerabilidad mucho antes de la sequía de 2015, lo que los ayudó a estar preparados y a mitigar los impactos. Asimismo, en Pakistán, después de las inundaciones sin precedentes de 2010, el Gobierno creó un programa de respuesta rápida con donaciones en efectivo que respaldó los esfuerzos de recuperación de cerca de 8 millones de personas y permitió que muchos de ellos evitaran un destino casi seguro de pobreza.
Es fundamental generar resiliencia para alcanzar los objetivos del Grupo Banco Mundial de poner fin a la pobreza mundial e impulsar la prosperidad compartida.