CAF: Necesitamos más mujeres líderes
15 de septiembre de 2016
Fuente:
htpps://www.caf.org/
Que las mujeres ocupen cargos directivos en el sector público y en el privado y asuman roles de liderazgo debería estar entre las prioridades de las políticas públicas orientadas hacia la equidad de género a nivel económico, social, político y cultural. ¿Por qué? La razón es simple: las figuras en posición de liderazgo tienen un tremendo poder transformador de las dinámicas sociales y la realidad. Ellas canalizan desde voces desoídas hasta el funcionamiento de una empresa, familia o cualquier tipo de organización.
La importancia de dirigir la mirada al liderazgo radica en que quienes lo ejercen movilizan recursos, gestionan poder, inspiran a individuos y masas, y pueden propiciar cambios sustanciales en las condiciones de vida de la sociedad. También en las relaciones de género.
De todos modos, el acceso de las mujeres a los espacios de toma decisiones y al ejercicio del liderazgo no es una tarea fácil. La forma en que se organiza la sociedad, la división sexual del trabajo o los roles y estereotipos de género, constituyen barreras para que las mujeres ocupen el mismo número de posiciones de poder que los hombres.
De hecho, según el The Global Gender Gap Report 2015, la brecha de género en la participación política y económica es significativamente mayor que las existentes en el ámbito de la salud y la educación. A nivel global, el margen de diferencia entre hombres y mujeres en la participación política se ha cerrado en un 23%, mientras que en la economía un 59%; en la salud un 96%, y en la educación un 95%.
Adicionalmente, el Informe Sobre Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo señala que la probabilidad de que las mujeres ocupen altos cargos directivos en la administración pública es menor en relación con los hombres. La realidad muestra que la participación de las mujeres en los parlamentos es de 22%, en las Cortes Supremas de 26% y en cargos ministeriales del 18%.
En América Latina, las mujeres ocupan sólo una cuarta parte de los cargos públicos de los poderes estatales (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), mientras que en países como Finlandia, Islandia, Holanda y Suecia su representación parlamentaria asciende al 40%, una cifra que se acerca bastante a la paridad.
De todas formas, aunque queda mucho por recorrer, la región pasó de tener una representación femenina en parlamentos de apenas un 9% en 1990 al 26% en 2014, en una muestra de que se está avanzando en la dirección correcta. El país más destacado es Bolivia, donde las mujeres componen el 47,2% de los miembros del senado y un no despreciable 53,1% de los integrantes de la cámara baja, siendo el tercer país del mundo en alcanzar la paridad política en dicho estamento. Otro caso similar en la región es el porcentaje de concejalas electas, que aumentó 12 puntos en 14 años.
Teniendo en cuenta que las mujeres tienen un potencial inmenso para dinamizar la economía de los países, es necesario apostar por su empoderamiento económico. En este sentido, desde CAF -Banco de Desarrollo de América Latina-, estamos impulsando iniciativas que generen cambios en la vida de las mujeres y potencien sus capacidades de liderazgo como agentes de cambio social, económico y político. Las líneas de acción se enfocan en la promoción y creación de más productos para aumentar la alfabetización financiera entre las mujeres y en la creación de programas de emprendimiento para fomentar que tengan ingresos propios.
De cara al futuro, sabemos que en el mundo se han desarrollado medidas efectivas que tienen un impacto directo en la equidad de género y en la mayor representación de las mujeres en las posiciones de liderazgo de la sociedad. Entre las más destacadas están establecer cuotas de participación en espacios de toma decisiones tanto en lo político como en lo económico; generar sistemas de financiación dirigidos a la formación política de mujeres, para garantizar su capacidad al asumir roles de liderazgo; o impulsar reglamentaciones orientadas a que los partidos políticos incluyan la paridad de género en sus estructuras orgánicas internas.
Estas medidas son sólo algunas de las muchas necesarias para lograr sociedades más paritarias en las que la igualdad de género no sea una tendencia, sino una opción obligada para el desarrollo integral de los países.
Este blog se publicó simultáneamente en Planeta Futuro/El País