Esa es la idea que compartió el politólogo brasileño Paulo Speller, secretario general de la Organización de Estados Iberoamericanos, en entrevista con El Colombiano. El ente que dirige hoy se enfoca en consolidar la colaboración entre naciones en desarrollo, para garantizar el progreso en términos de ciencia, educación y cultura.
Speller respondió sobre el papel que juega su organización en la búsqueda de desarrollo regional.
¿Cómo calificaría la actualidad de la cooperación iberoamericana?
“Está mal. La tendencia en Latinoamérica y el Caribe es buscar la cooperación solo hacia el norte. Se busca a EE. UU, A Europa, a algunos países asiáticos, pero la verdad es que hay muy poca cooperación sur-sur y entre nosotros. Queremos por lo general ir a París, a Londres, Nueva York, Tokio, pero no queremos ir a Ciudad de México, a Sao Paulo, a Buenos Aires, a Medellín.
No obstante, lo que sí tenemos son excelentes universidades. No tenemos tantas como en el norte, pero en general sí contamos con centros de excelencia en formación de posgrado e investigación. En ese sentido fomentamos la cooperación sur-sur.
Hay varios ejemplos de eso: un primer proyecto de movilidad e intercambio de estudiantes de pregrado. La idea es tener programas de movilidad como hay en otras regiones, para que los estudiantes puedan estar en otro país durante uno o más semestres. Con la actualidad de internacionalización, es útil conocer distintas culturas.
Otro es el de laboratorios iberoamericanos. Con esto nos referimos a que hay varios, y no pocos, laboratorios en Iberoamérica, y concretamente en Latinoamérica, que tienen referencia internacional y son equivalentes a lo que hay en el norte. Pero no los conocemos, porque la tendencia de estos proyectos es que tienen intercambios y convenios con países del norte y no con la región. Por ejemplo el telescopio del desierto de Atacama —Atacama Large Millimeter/submillimeter Array, (Alma)— , en Chile, el mejor sitio del planeta para observar el espacio, no tiene siquiera un convenio con alguna institución latinoamericana. Tiene con Europa, con Japón, etc., pero queda en deuda regionalmente. Por eso nuestra labor es identificar cuáles son esos laboratorios aislados de A.L., y después integrar programas de movilidad y posgrados para dar mayor acceso a la educación, ya sea a estudiantes, docentes o investigadores”.
Además de la educación, ¿qué otras áreas ven ayuda de la OEI hoy?
“Nuestra organización se enfoca en promover la educación, ciencia y la cultura, y en todos esos asuntos desarrollamos proyectos. Aprovecho para decir que a fines de 2016 se va a realizar la cumbre de jefes de Estado de la OEI acá en Colombia. Las reuniones preparatorias de ministros de Educación y de Cultura serán acá también. En cuanto a cultura, nosotros propondremos un enfoque similar al de ciencia y educación. Queremos conocer qué experiencias exitosas se han dado en la región. De ahí elegiremos casos emblemáticos para mostrarles a los ministros cuáles podrían implementar en sus países. A partir de esto prevemos brindar espacios para contactos bilaterales. Somos conscientes de que la tendencia es buscar intercambios solo con el norte y queremos revertir eso”.
¿Qué papel están jugando España y Portugal en OEI?
“La OEI se funda en 1949, antes que cualquier organismo iberoamericano. Ya llevamos 66 años de existencia, e históricamente Madrid jugó un papel muy activo. La Secretaría General está en dicha ciudad. Tuvimos y tenemos un apoyo importante del gobierno español para nuestra consolidación. Es notable la ayuda que nos brinda la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid). España también tiene una presencia muy fuerte en cuanto a programas de formación de maestros, en especial para educación primaria.
Portugal, en cambio, no lo vemos tan involucrado como quisiéramos. Su presencia es más tímida. Tenemos 17 oficinas en el mundo, y en Lisboa ninguna. Ahora estamos preparando la sede allí para lograr un mayor compromiso”.
¿Cómo ve la situación política y económica en su país, es transitoria la situación?
“Cuando asumí como secretario general en enero de 2015, me puse como tarea visitar las 17 oficinas en todos los países. La impresión que yo tengo es que la crisis económica nos afecta a todos en la región, y no solo a Brasil. La dependencia de combustibles fósiles, y la baja de sus precios afectó en asuntos como la devaluación, la baja demanda en China, y la ralentización de su economía. Todo eso se refleja también en el disputado panorama político de Brasil.
Allá la crisis coincidió con las elecciones de 2014, muy reñidas, con la búsqueda de continuidad del proyecto del PT que empezó con Lula en el 2003, y que ni con él ni con Dilma fue aceptado por la oposición. Dichos sectores aprovecharon la coyuntura de la crisis para echarle la culpa a la presidenta, olvidando el entorno regional y mundial.
Aparte de eso está el problema de la credibilidad tras casos de corrupción, y otra vez los sectores opositores los ponen como si fuera algo nuevo, cuando se trata de un problema histórico. En cualquier caso, esa combinación de factores profundiza la crisis”.
En 2008, la crisis golpeaba al norte, mientras que A.L. crecía notablemente. ¿Eso se debió a que la región desarrolló elementos propios para seguir su marcha?
“Sí, pero hay una cuestión que todavía nos define: la desigualdad. Hay una concentración de la riqueza muy fuerte, y que debe suscitar esfuerzos para vencerla. Si bien es cierto que crecimos en la región, comparativamente con otras, eso lo realizamos con base en mucho atraso. Se debe es acelerar un proceso de superación de desigualdades, algo en lo que aportarían mucho la ciencia y la educación”.