Agroindustria capacita y mejora la vida de población en Paraguay
01 de abril de 2016
Fuente:
Inter Press Service
VILLETA, Paraguay, (IPS) - “Trabajé en muchas empresas, de construcción, de fertilizantes, químicas, pero ninguna tan buena como esta”, empezó por decir Dario Cardozo, operador de recepción en el Complejo Agroindustrial Angostura SA (CAIASA).
El tratamiento de los dueños y gerentes, “gente bien preparada”, el sueldo mejor y el ambiente laboral son las ventajas destacadas por ese obrero de 32 años y dos hijos, un veterano entre los jóvenes que comparten el control de los camiones que llegan del interior paraguayo cargados de soja para la producción de soja y harina.
“Somos la cara de CAIASA”, dijo a IPS para definir su función a la entrada del complejo, el mayor procesador de soja del Paraguay. Promover la descarga rápida de 500 camiones por día en la época de cosecha es una tarea clave, porque “para los camioneros es oro el tiempo”.
Contratado por la empresa luego del inicio de operaciones en 2013 en la localidad de Angostura, pudo construir su casa en un barrio nuevo de Villeta, el municipio donde está el parque industrial donde se instaló la planta procesadora, a orillas del río Paraguay. La vivienda es modesta, con sus paredes aún sin revoque o pintura, pero un gran paso para su familia, asegura.
“Antes vivíamos con mi suegro que falleció”, informó Lourdes Ramírez, mujer de Cardozo, contenta por el seguro de salud y otros beneficios ofrecidos por CAIASA. “El autobús trae mi marido hasta la avenida doble”, a algunos centenares de metros, “pero cuando llueve lo traen directamente a la casa”, acotó delante de su residencia.
“Mis ventas aumentaron, hay más plata (dinero) en la ciudad en los últimos años, solo en esa cuadra viven tres empleados de CAIASA”, resumió a IPS la comerciante Marina Cáceres, dueña del Supermercado La Carapegueña 2, cuya sede principal, “de mi suegro”, está a la entrada de la ciudad.
Villeta, a 45 kilómetros de Asunción, sigue siendo mayormente un municipio rural. De sus estimados 40.000 habitantes, la mitad aún vive en el campo, según detalló a IPS el intendente (alcalde) Teodosio Gómez.
Pero la llegada de decenas de industrias, con inversiones de 800 millones de dólares en los últimos cinco años, está cambiando el paisaje y nivel de vida de este municipio del oriental departamento de Central.
Además de CAIASA, producto de la asociación de dos gigantes de la agroindustria mundial, la corporación estadounidense Bunge y el grupo francés Louis Dreyfus, otra compañía transnacional, la estadounidense ADM, también instaló su planta agroindustrial en el municipio, atractivo por ubicarse en un punto del río Paraguay con profundidad para acoger las grandes barcazas, con capacidad superior a 2.000 toneladas.
El resultado es “un índice mínimo de desocupación y de violencia”, aseguró el intendente. Además de empleos directos, las industrias generaron mercado para variados servicios y alimentos de producción local.
La urbe, fundada en 1714 en torno a un puerto fluvial, para el embarque principalmente de naranjas, es hoy el centro de una economía diversificada, con ganadería, pequeños agricultores y la reciente vocación de hacerse “capital industrial del Paraguay”, con la consecuente proliferación de puertos, celebró Gómez.
Está en formación, asimismo, una mano de obra local calificada, en los niveles de obreros, técnicos y gerentes para las industrias.
Megumi Kosaka, ingeniera química de 28 años, se está capacitando hace 15 meses para estar en condiciones de asumir la conducción de cualquier sector de CAIASA, desde la recepción de la soja, su análisis de calidad, la caldera y el tratamiento del agua al procesamiento que produce harina, aceite y pellets (aglomerado) de cáscara.
Todo eso “en teoría y en la práctica”, sustituyendo a veces al jefe de un sector durante días o semanas por su ausencia. “Para mi es espectacular, veo todas las operaciones, aprendo todo, tengo la oportunidad de trabajar con variados profesionales”, reconoció a IPS.
Su preferencia, sin embargo, es el área de producción. “Las maquinas varían mucho en operación, son seres vivos, que con pequeñas acciones nuestras producen algo distinto, en términos de calidad del subproducto”, explicó.
“Si secamos demasiado, la soja se rompe, no genera todo el aceite posible, hay que conocer la medida exacta de la humedad, es interesante ver los cambios, qué rinde más”, detalló.
Hija de inmigrantes japoneses, Kosaka ya trabajó antes en una pequeña planta aceitera. “En una grande como CAIASA me pagan un sueldo mejor para aprender más, después devolveré lo aprendido”, subrayó.
Su sueño, a largo plazo, es “llevar una fábrica a la Colonia Iguazú, donde viven sus padres y 200 familias japonesas”, en el sureste de Paraguay, cerca de la frontera con Brasil. Allí cultivan soja pero sin procesarla, como 90 por ciento de los productores paraguayos de la oleaginosa.
Una molienda generaría empleos calificados y la posibilidad de permanencia de los jóvenes que estudian. Hoy, sin trabajo adecuado, “ellos se van”, lamentó la ingeniera.
“El tema de los recursos humanos es vital en Paraguay y CAIASA adoptó la buena decisión de capacitar a su gente, un proceso lento”, sostuvo Julio Fleck, jefe de Producción de CAIASA, que se encargó de seleccionar y entrenar los obreros y técnicos en una plantilla de 200 personas.
Se reunieron operarios de otras ramas, gente del comercio y algunos mecánicos o electricistas locales. “Los enviamos a Argentina para la capacitación”, recordó Fleck, que acompañó la construcción de todo el complejo desde 2012.
“Vengo de una escuela distinta”, dijo a IPS, en referencia al trabajo anterior en la Cooperativa Colonias Unidas, en el sur de Paraguay, dedicada a la agricultura diversificada y con una pequeña fábrica aceitera de variadas materias primas.
En CAIASA consiguió el “foco” que buscaba, “la industria grande donde profundizar el conocimiento”, alcanzando el máximo de productividad. “Lo bueno en CAIASA es la oportunidad de mejoras en una industria moderna, nueva, con mucha automatización. Pero exige definir prioridades entre los muchos frentes a atender”, advirtió.
Una prioridad fue el combustible de la caldera. El hecho de que los pellets de cáscara, un subproducto de la soja, carecieran de demanda suficiente en Paraguay y tuvieran deficiencias de calidad para su exportación, ayudó a elegirlo como combustible, ya que se descartaba el uso de fuentes fósiles.
Pero el exceso de ceniza generada en su quema afectaba la productividad de la caldera, al encarecer el mantenimiento, por eso también se siguieron usando las astillas de madera, una opción inicial y sustentable, ya que los proveedores tienen la certificación de que no practican la deforestación.
El desafío es como mejorar la productividad de la caldera con esos dos insumos, admitió Fleck, un ingeniero químico de 44 años obsesionado por la competitividad. La logística, por ejemplo, afecta la soja paraguaya y sus derivados en la competencia con la vecina Argentina, más cercana a los mercados importadores.
Los camioneros, que constituyen los trabajadores más numerosos entre los vinculados a CAIASA, reconocen que esa agroindustria les propició una mejor remuneración, aunque eso no sucede ahora, cuando los precios de la soja cayeron mucho en el mercado internacional.
“Antes yo ganaba entre ocho y nueve millones de guaraníes (de 1.400 a 1.580 dólares) al mes, ahora solo 3.500 (615 dólares)”, se quejó Mario Ortellano, en el estacionamiento de CAIASA, mientras esperaba a descargar la soja transportada.
Pero su alternativa, a los 41 años y 13 de camionero, es volver a su tierra, Villa Rica, a 160 kilómetros de Asunción, y al trabajo de operador de máquinas y montacargas, ganando solo el salario mínimo, equivalente a 315 dólares.