La redistribución como tratamiento para la desigualdad: ¿Es la cura peor que la enfermedad?

11 de marzo de 2014
Fuente: Tomado de la Web del FMI
Washington, 11 de marzo.- El aumento de la desigualdad de ingresos ocupa un lugar preponderante en el temario de la política económica mundial, reflejando no solo el temor a sus perniciosos efectos sociales y políticos, (incluidas las dudas sobre la compatibilidad de una desigualdad extrema con la gobernabilidad democrática), sino también sus repercusiones económicas.

Aunque seguramente se necesitan incentivos positivos para recompensar el trabajo y la innovación, es probable que el exceso de desigualdad debilite el crecimiento, por ejemplo al obstaculizar el acceso a la salud y la educación, provocar inestabilidad política y económica que a su vez reducen la inversión, y frustrar el consenso social necesario para efectuar ajustes ante shocks importantes.

Como es lógico, los economistas han venido tratando de entender mejor los vínculos entre el aumento de la desigualdad y la fragilidad del crecimiento económico. Entre otros relatos recientes, se observa cómo la desigualdad agudizó el ciclo de apalancamiento financiero y sembró las semillas de la crisis; o cómo los factores de economía política, especialmente la influencia de los ricos, permitieron que los excesos en el sector financiero crecieran fuertemente antes de la crisis.

Sin embargo, ¿qué papel le toca jugar a la política económica, y en particular a la redistribución fiscal, para promover la igualdad? La sabiduría convencional parecería sugerir que la redistribución sería en sí misma perjudicial para el crecimiento, pero no se puede descartar la posibilidad de que lo estimule al engendrar más igualdad. Analizando la experiencia del pasado, observamos escasos indicios de que los esfuerzos habituales por redistribuir hayan tenido, en promedio, un efecto negativo en el crecimiento. Además, a la concomitante reducción de la desigualdad, parece haberle seguido un crecimiento más rápido y duradero.

Desenredar los efectos de la desigualdad y la redistribución en el crecimiento

En un trabajo anterior, documentamos una robusta relación de mediano plazo entre igualdad y sostenibilidad del crecimiento. Sin embargo, no tuvimos mucho que decir sobre si esta relación justifica los esfuerzos por redistribuir.

En efecto, muchos sostienen que la redistribución perjudica el crecimiento e incluso que los esfuerzos de redistribución dirigidos a solucionar una desigualdad pronunciada son el origen de la correlación entre la desigualdad y el bajo crecimiento. Si esto fuera así, entonces los impuestos y las transferencias pueden ser precisamente el remedio equivocado: la cura quizá sea peor que la propia enfermedad.

Los estudios sobre este tema siguen siendo polémicos. Varios trabajos señalan que algunas políticas redistributivas, como por ejemplo, las inversiones públicas en infraestructura, el gasto en salud y educación y las prestaciones de seguridad social, pueden favorecer tanto el crecimiento como la igualdad. Otros son más favorables a la existencia de una disyuntiva fundamental entre redistribución y crecimiento, como sostuvo Okun (1975) al referirse a las “pérdidas” de eficiencia que acompañan los esfuerzos por reducir la desigualdad.

En un nuevo trabajo, preguntamos qué información ofrecen los datos históricos sobre la relación entre desigualdad, redistribución y crecimiento. En particular, ¿qué pruebas hay de los efectos macroeconómicos de las políticas redistributivas, tanto directamente en el crecimiento como indirectamente ya que reducen la desigualdad, lo que a su vez afecta al crecimiento?

Para aclarar estas relaciones, utilizamos una nueva serie de datos de varios países que distingue minuciosamente la desigualdad neta (después de impuestos y transferencias) de la desigualdad de mercado (antes de impuestos y transferencias) y nos permite calcular las transferencias redistributivas con respecto a una gran cantidad de países a lo largo del tiempo. La serie de datos abarca tanto a países avanzados como en desarrollo. Analizamos el comportamiento del crecimiento promedio durante períodos de cinco años así como la sostenibilidad y la duración del crecimiento.

Nuestras principales interrogantes son empíricas. ¿Cuán importante es la “importante disyuntiva”? ¿Cómo se compara el efecto directo (y negativo, a juicio de Okun) de la redistribución con su efecto indirecto y aparentemente positivo mediante la reducción de la desigualdad?

Algunos resultados sorprendentes sobre los vínculos entre la redistribución, la desigualdad y el crecimiento.

En primer lugar, seguimos constatando que la desigualdad es un factor determinante robusto y poderoso tanto del ritmo del crecimiento de mediano plazo como de la duración del mismo, incluso si la cuantía de las transferencias redistributivas se mantiene constante. Por consiguiente, seguiría siendo un error centrarse en el crecimiento y dejar que la desigualdad se resuelva sola, aunque más no fuera porque el crecimiento consiguiente puede ser bajo e insostenible. La desigualdad y el crecimiento insostenible pueden ser dos caras de la misma moneda.

En segundo lugar, sorprendentemente, los datos históricos que usamos en nuestro estudio ofrecen pocos indicios de los efectos negativos de la redistribución fiscal en el crecimiento. La redistribución promedio y la concomitante reducción de la desigualdad parecen estar firmemente vinculadas a un crecimiento superior y más duradero. Observamos algunas señales ambiguas con respecto a que redistribuciones muy cuantiosas puedan tener efectos negativos directos en la duración del crecimiento, a tal punto que el efecto global en el crecimiento, incluido el efecto positivo resultante de una reducción de la desigualdad, sea a grandes rasgos nulo.

Salvedades

Estas observaciones pueden indicar que, de hecho, los países que han llevado a cabo políticas redistributivas las han formulado de forma razonablemente eficiente. Sin embargo, esto no significa por supuesto que los países que deseen reforzar la función redistributiva de la política fiscal no debieran prestar atención al aspecto de la eficiencia. Esto importa especialmente en el caso de países cuya gestión de gobierno y capacidad administrativa son deficientes, donde es fundamental crear instrumentos tributarios y de gasto que permitan a los gobiernos llevar a cabo una redistribución eficiente. Un trabajo del FMI, de próxima aparición, ahondará en estos aspectos fiscales.

Naturalmente, también debemos ser cautelosos para extraer corolarios definitivos en materia de política económica únicamente en base a análisis de regresión de varios países. En base a la historia y los principios fundamentales sabemos que, después de cierto punto, la redistribución tendrá un efecto destructivo en el crecimiento y que, si supera cierta medida, la igualdad extrema tampoco puede propiciar el crecimiento. Además, es difícil establecer una relación causal con plena seguridad. También sabemos que los diferentes tipos de políticas pueden tener diferentes efectos en diferentes países en diferentes momentos.

Balance final

La conclusión que surge de los datos históricos macroeconómicos utilizados en este análisis es que, en promedio, en diferentes países y a lo largo del tiempo, las medidas de redistribución habitualmente adoptadas por los gobiernos no parecen haber producido malos resultados en materia de crecimiento. Asimismo, independientemente de las consideraciones éticas, políticas o más generales en materia social, la igualdad consiguiente parece haber contribuido a apuntalar un crecimiento más rápido y duradero.

En pocas palabras, encontramos pocos indicios de una “gran disyuntiva” entre redistribución y crecimiento. Por consiguiente, en muchos casos, parece improbable que la inacción ante situaciones de fuerte desigualdad esté justificada.