Brindar apoyo a los pequeños y medianos agricultores latinoamericanos y caribeños, fue el motor de un proyecto de cooperación impulsado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, siglas en inglés) y China, con el propósito de promover la inclusión social y económica de las comunidades ubicadas fuera de los centros urbanos, dijo Eve Crowley, representante regional adjunta de la FAO.
El plan, denominado «Cooperación Sur-Sur: Transformación digital e innovación en la agricultura», se trató de un piloto que entrega respaldo financiero y técnico para el diseño y desarrollo de propuestas digitales, basado en la experiencia china, en Argentina, Barbados, Chile, Costa Rica, Guyana, Jamaica, México, Panamá, Surinam, Trinidad y Tobago, y Uruguay.
«Fue muy significativo para la FAO, porque era una de las iniciativas de transformación inclusiva más importantes. El objetivo era la mejora de la calidad y los medios de vida en zonas rurales, y la transformación digital inclusiva en los países de la Comunidad de los Estados Latinoamericanos y Caribeños», dijo Crowley en entrevista con Xinhua.
El proyecto llamado también «Respuesta y recuperación al impacto de la COVID-19 en los medios de vida rurales y los sistemas alimentarios en los países de la Celac, a través de la Cooperación Sur-Sur», nació tras dimensionar el golpe que la pandemia generó en las localidades rurales de la región, que arrastraban una brecha digital que quedó en evidencia y se profundizó con la crisis sanitaria, al igual que la pobreza.
«Durante la pandemia, todo el mundo se dio cuenta que sin una conectividad las brechas ya existentes van aumentando. Esto pasó para grupos de personas, comunidades y territorios. Particularmente en zonas rurales es donde vemos las mayores brechas», explicó Crowley, también representante de la FAO en Chile.
En 2023, la ONU registró 181 millones de personas sumidas en la pobreza en la región, de las cuales 70 millones sufren la pobreza extrema. Esto significa que no cuentan con ingresos suficientes para cubrir necesidades vitales, como alimentación, agua potable, vivienda, salud, educación y acceso a la información.
En cuanto a la conectividad, el Instituto Interamericano de Cooperación Para la Agricultura (IICA) reportó que aproximadamente 72 millones de habitantes rurales de Latinoamérica y el Caribe no cuentan con un acceso a Internet que cumpla con estándares mínimos de calidad en 26 países, lo que equivale a un 43,3 por ciento de la población total rural, a diferencia del 79 por ciento que sí cuenta con Internet en las ciudades.
«Esas brechas afectan todas las dimensiones del desarrollo sostenible, todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible se van frenando sin acceso a la conectividad. Entonces, si queremos lograr una transformación real en la calidad de vida de las personas más dejadas atrás, no lo podemos hacer sin una transformación rural digital, y es esto, precisamente, en lo que el proyecto estaba enfocado», señaló la funcionaria.
Los ejes principales de esta idea, implementada a partir de 2022, fueron agilizar la conectividad en zonas rurales donde no existía infraestructura para ello, además de entregar acceso a herramientas digitales para la producción agrícola y de otros bienes, junto con capacitar desde cero a las personas para generar habilidades digitales para la vida.
Esto se desarrolló considerando los esfuerzos en marcha de los Gobiernos, con un enfoque inclusivo para asegurar la participación de las mujeres, jóvenes y pueblos indígenas. Otro punto clave fue la colaboración de China con asesoría técnica y como anfitrión para la visita de diversos países a la nación asiática, para aprender de su experiencia de incorporación de herramientas digitales en la ruralidad.
El proyecto en su totalidad «tuvo un impacto positivo en los aspectos agrícolas y productivos, así como en la parte comercial, la venta y otras dimensiones sociales, como minimizar los tiempos asociados a trámites administrativos, actividades colectivas y otros», afirmó Crowley.
Si bien, indicó, es temprano para abordar todos los efectos positivos que la transformación digital haya tenido en las comunidades, se pueden destacar aspectos transversales, como el apoyo al capital social, a la producción agrícola con la entrada a nuevos y mayores mercados, y la posibilidad de realizar todo tipo de diligencias en línea.
«En Uruguay, ocupaban la conectividad y digitalización rural para apoyar sus actividades recreativas, y ahora lo están tratando de aplicar para tener acceso a medicina a distancia (…) En Guyana y México, usan drones para monitorear los cultivos y otras herramientas digitales que permitieron una eficiencia mayor en riego y siembra», detalló la entrevistada.
Otro ejemplo es lo ocurrido en Panamá, donde se enseñó a jóvenes de una comunidad indígena a instalar equipos tecnológicos y resolver sus propios problemas técnicos, para no tener que recurrir a una ayuda externa, muchas veces inexistente en dichos lugares.
Tal como ha manifestado la ONU, los territorios rurales de la región son los que más sufren los efectos del cambio climático, que ha desencadenado grandes sequías, erosión de suelos que afectan la producción de alimentos y olas de calor y frío que perjudican a los cultivos.
«Estos problemas son difíciles para cualquier agricultor que está produciendo alimentos, pero en un contexto de pequeños agricultores y agricultura familiar campesina es aún más grave, porque faltan los recursos mínimos para poder enfrentar estas dificultades», sostuvo Crowley.
En esa línea, añadió que tener acceso a conectividad les permite acudir a asistencia técnica en línea e información crucial para el desarrollo de su trabajo, «que puede ser fundamental para tener soluciones precisas para sus necesidades», concluyó.