“El hambre ha vuelto y no por fuerza del destino ni por naturaleza ni por voluntad divina. El regreso del hambre es un crimen, el más grave de todos los cometidos contra el pueblo brasileño. El hambre es hija de la desigualdad, que es madre de los grandes males que retrasan el desarrollo de Brasil”, estas fueron las palabras de Luiz Inácio Lula da Silva durante su discurso de investidura, el 1 de enero de 2023.
Por eso, al inicio de su tercer mandato prometió combatir todas las formas de desigualdad en ese país Latinoamericano.
Quince meses después, Brasil registra un cambio significativo en las estadísticas oficiales que miden el hambre: el número de personas en situación de inseguridad alimentaria y nutricional grave cayó de 33,1 millones en 2022 a 8,7 millones en 2023, pasando de 15,5% de la población total al 4,1%. Se trata de una reducción de 11,4 puntos porcentuales.
Las cifras son de la encuesta del IBGE, que fue realizada en 2023 en colaboración con el Ministerio de Desarrollo y Asistencia Social, Familia y Lucha contra el Hambre (MDA); y se basó en una metodología parecida a la que fue aplicada en 2022 por la Red Brasileña de Investigación sobre Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional (Red Penssan).
Es el segundo mejor resultado de toda la serie histórica, según el ministro Wellington Dias (MDA), que calificó el dato de “récord”. “En 2023 sacamos de esta situación a 24,4 millones de personas, que ahora desayunarán, almorzarán y cenarán todos los días", afirmó y al mismo tiempo destacó el esfuerzo del Gobierno federal en retomar políticas públicas para reducir el hambre y la pobreza.
Por su parte, la secretaria extraordinaria de la Lucha contra la Pobreza y el Hambre de este ministerio, Valéria Burity, ha recordado que, en un período relativamente corto, las políticas públicas de lucha contra el hambre y la pobreza han demostrado su eficacia.
Aun así, 64,2 millones de personas siguen viviendo en hogares clasificados con algún grado de inseguridad alimentaria leve, moderada o grave, lo que equivale al 27,6% del total.
Dicho de otra forma, el hambre bajó en 2023, pero sigue afectando a uno de cada tres domicilios, lo que revela un problema estructural.
La recuperación del mercado laboral y la ampliación de los programas sociales son algunos factores que explican esta mejora en los resultados, según André Martins, analista del IBGE.
El desempleo se sitúa en 7,8% en 2023, la tasa más baja desde 2014. Además, la caída de los precios de los alimentos el año pasado también ha influido significativamente. La inflación de este segmento pasó de casi el 12% al 1% en 2023, alcanzado el mejor nivel de los últimos tres años.
Los indicadores del hambre, un tema en el radar del Partido de los Trabajadores
No es la primera vez que mejoran los indicadores del hambre durante la gestión del Partido de los Trabajadores, fundado por de Lula en 1980. Hace exactamente 10 años, con Dilma Rousseff en el Gobierno, Brasil consiguió salir del Mapa del Hambre de las Naciones Unidas. Sin embargo, en 2022 volvió a entrar en este ranking.
Cabe destacar que a lo largo de los años han cambiado los parámetros de la ONU que miden el hambre y que, con los indicadores actuales, es probable que en 2024 Brasil no saliera de este mapa. La pandemia del Covid-19 y la crisis económica que siguió contribuyeron a empeorar la situación, a pesar de las ayudas sociales lanzadas durante el mandato del expresidente Jair Bolsonaro.
Hace un año, el especialista en pobreza y desigualdad Marcelo Neri, economista de la Fundación Getúlio Vargas, analizó el panorama para el programa Enlace Cono Sur de France 24.
En junio de 2023 dijo: “En los últimos años, los Gobiernos fueron reduciendo los programas de merienda escolar, de adquisición de alimentos, de agricultura familiar. Una serie de programas enfocados a la seguridad alimentaria fueron desmontados. Entonces se creó un desequilibrio: mientras que la pobreza era combatida con programas como la Bolsa Familia, la inseguridad alimentaria aumentó, aunque se hicieran estos esfuerzos”.
El desafío de la lucha contra el hambre en Brasil
Esta semana, Neri se mostró bastante más optimista con respecto a la situación actual: “En la Fundación Getúlio Vargas también realizamos una encuesta, que reveló que la extrema pobreza se encuentra en el nivel histórico más bajo, alcanzando el 8,31% de la población. En 2022 era 9,6%. Lo mismo vale para la pobreza, que bajó 4,5 puntos. Sin embargo, a pesar de estos datos, la desigualdad en Brasil sigue siendo muy alta en comparación con otros países del mundo, aunque también está en su nivel más bajo”.
Este economista destaca que en el último año se ha producido una mayor distribución de la renta debido a la mejora del mercado del trabajo y el aumento del salario mínimo, que durante el Gobierno de Lula ha subido un 6,97%, pasando de 1.320 reales (258 dólares) a 1.412 reales (276 dólares).
“También hay que destacar el aumento de la Bolsa Familia, tanto en su valor absoluto como en el número de beneficiarios, y la mejora de los programas de previdencia social y de merienda escolar”, añadió Neri.
Otros datos macroeconómicos del Gobierno Lula
El PIB de Brasil creció un 3% en 2023. Además, los tipos de interés han pasado del 13,75% al actual 10,75%, un elemento que estimula el endeudamiento de los empresarios y de la población en general. Finalmente, el Senado ha aprobado la exoneración de impuestos a las personas que ganan hasta dos salarios mínimos (552 dólares). Esta medida puede afectar a 11 millones de trabajadores y garantiza la progresividad fiscal.
Además, el compromiso principal del presidente Lula, la lucha contra el hambre, será reforzado por las instituciones brasileñas. El IBGE comenzará a investigar cada año la seguridad alimentaria en Brasil en vez de dejar intervalos de hasta cinco años entre una encuesta y otra.
El hambre también será una de las prioridades durante la cumbre del G20, que se celebrará en Río de Janeiro los próximos 18 y 19 de noviembre. El Gobierno de izquierda pretende lanzar mundialmente una Alianza contra el hambre y la pobreza. Además, quiere impulsar la reforma de instituciones internacionales como el FMI y el Banco Mundial, con la mirada puesta en la financiación de los países más pobres, ofreciendo tipos de interés más accesibles y menos contrapartidas. El fin último, según Lula, es garantizar que todos los ciudadanos del mundo puedan comer bien y vivir con dignidad.