El economista Andrés Rebolledo, actual secretario ejecutivo de la Organización Latinoamericana de Energía (Olade) y ex ministro de Energía de Chile en el período 2016-2018, destacó la estrategia que ha implementado Uruguay para transformar su matriz energética y señaló al país como uno de los líderes latinoamericanos en impulsar la transición hacia el objetivo de alcanzar la carbono neutralidad en el año 2050.
En el marco de la VIII Semana de la Energía que Olade celebrará en Montevideo del 6 al 10 de noviembre, Rebolledo dialogó con El País sobre la agenda energético-climática mundial, la oportunidad que tiene América Latina en el desarrollo energético global y la visión que ha tenido Uruguay para posicionarse como uno de los protagonistas. Lo que sigue es un resumen de la entrevista que Rebolledo dio a El País:
—El objetivo marcado a nivel mundial es alcanzar la carbono neutralidad en el año 2050. ¿Lo ve viable en una región tan diversa como América Latina?
—Precisamente porque es diversa uno puede imaginarse y plantearse un objetivo como este. Siempre es un objetivo político y lo que hacen esas metas es movilizar las acciones requeridas, los cambios legislativos, procesos de inversión, entre otros, de manera tal de transitar hacia ese objetivo. Algunos países ya han planteado esto legalmente y lo han incorporado en su marco regulatorio. En otros, todavía siguen siendo planteos más bien de carácter político, como un objetivo. Lo que me parece claro en la región es que existe un compromiso de caminar hacia eso.
—¿Cuáles son los factores que lo llevan a ser optimista respecto al cumplimiento de ese objetivo?
—Desde la mirada mundial, hay dos sellos que nos marcan como región y que contribuyen a ser optimistas en el cumplimiento de ese objetivo. Uno es la diversidad de recursos energéticos, tenemos agua, viento, geotérmica, de todo. Y lo segundo, es que además tenemos países que son muy complementarios energéticamente entre ellos. Por lo tanto, si a partir de esa complementariedad avanzamos en una integración económica y energética, va a ser más fácil alcanzar la carbono neutralidad.
EL ROL PROTAGÓNICO DE URUGUAY
—¿Cómo evalúa la estrategia que viene llevando adelante Uruguay en términos de transición energética?
—Lo primero a destacar de manera muy principal es el hecho de que en Uruguay esto sea una política de Estado. Ese es un asunto muy central que no necesariamente se encuentra en otros países con otros temas. Esa perspectiva transversal que permite trascender gobiernos de distintos signos políticos, respecto a una visión coherente en cuanto a la transformación del sector energético y eso se da de manera nítida en Uruguay, eso hay que destacarlo. Sin dudas, si uno quiere sacar lecciones globales desde el punto de vista de dónde están los casos de éxito, uno de los elementos centrales es este: lograr construir una visión de Estado. Esto también sucedió en Chile por ejemplo. Esa visión de darle permanencia a las políticas, porque además, en materia energética, muchas de las decisiones de inversión son de mediano y largo plazo entonces trascienden períodos de gobierno específicos, entonces ese es un asunto fundamental y Uruguay ha dado un ejemplo en eso con la transición energética.
Por otra parte, Uruguay ha tenido una transformación muy importante en lo que refiere a la incorporación de energías renovables, la eólica como protagonista pero también otras, sumado al hecho de que Uruguay ya tiene conexión con Argentina en materia hidroeléctrica desde hace ya tiempo. Con esto quiero decir que el país tiene una característica particular en términos de su matriz energética que le permite avanzar en electrificar otros sectores. Esos ya son desafíos mayores porque son otras tecnologías, con otros precios pero puede pasar eventualmente a la economía del hidrógeno. Este es un asunto que hoy en día los países y las empresas están tomando positivamente, entendiendo que probablemente va a ser uno de los energéticos protagónicos. Digo uno de los protagónicos, porque puede competir con otros en materia de movilidad, como con el litio por ejemplo. En hidrógeno verde creo que Uruguay ha sido protagonista y ha tenido un liderazgo interesante en la región.
—¿Cómo evalúa el estado actual de esa integración energética en América Latina?
—Hay avances importantes desde hace algunos años. Se debería hacer una descripción de esta integración en al menos tres aspectos. Uno, en lo que refiere a la infraestructura de los mercados eléctricos, ahí hay integración en los países de América Latina. Lo que sucede es que estas integraciones básicamente son a nivel subregional o entre dos países, por eso el desafío global y principal en todo esto es avanzar en una integración regional. En segundo lugar, en el mercado gasífero también hay alguna integración, sobre todo en torno al Cono Sur, Argentina ahora con Vaca Muerta se plantea objetivos ambiciosos en ese sentido, por ejemplo. Y un tercer ámbito de integración, y probablemente sea este donde se requiere avanzar más, son las normas, la armonización y la convergencia de regulaciones. Eso básicamente quiere decir que sea coherente lo que armamos regulatoriamente en un país en materia de electromovilidad, de hidrógeno verde, por ejemplo, con otro país, de forma tal que estos sean mercados que se desarrollen no solo localmente si no también regionalmente.
—Teniendo en cuenta las diferentes matrices energéticas de los países latinoamericanos, su heterogeneidad en cuanto a los recursos energéticos que poseen y sus necesidades económicas dispares, ¿cómo se logra priorizar una mirada de integración energética regional por encima de los intereses nacionales de cada uno?
—Es un desafío. Hay países que son todavía importantes productores de petróleo, otros de gas natural y otros a los que simplemente la naturaleza no les proveyó esos recursos. En consecuencia, la economía política de uno y otro son muy distintas. Si uno mira América Latina en materia de energía eléctrica particularmente, en promedio la región es 60% renovable, pero hay 11 países que tienen más del 60%, incluso algunos de ellos tienen el 100% de energías renovables. Desde el punto de vista de la transformación del sector eléctrico hay países que han avanzado de manera importante, como Chile, Uruguay, Costa Rica o Paraguay. Entonces nuestra realidad energética diversa, la gran riqueza y la potencialidad que tiene América Latina para proveer de minerales críticos a la transición energética, creo que ha llevado a que en los últimos años estemos siendo crecientemente atractivos frente al mundo. Por eso tenemos una oportunidad como región para poder aprovechar esas potencialidades.
El asunto central es que esto lo podemos desarrollar individualmente como país o lo podemos hacer colectivamente como región y por tanto, aprovechar estas oportunidades dando un valor agregado a las cadenas de producción de estos sectores, inclusive generando algún grado de industrialización asociado a inversión extranjera que pueda venir de cualquier otro país, de Europa, de Estados Unidos, de China, en eso hay que ser pragmáticos. Estos son temas que si bien necesariamente se conducen en función de prioridades nacionales, tienen un espacio de cooperación y colaboración regional indudable. Creo que los países también toman conciencia cada vez más, de que en estos nuevos desarrollos energéticos, los mercados son el mundo, por lo que existe un espacio importante para cooperar y no competir.
BRECHAS SOCIALES COMO FRENO DEL DESARROLLO
Según Rebolledo, uno de los principales desafíos que enfrenta América Latina en el desarrollo de sus mercados energéticos es la brecha social que aún se mantiene en sus países. “Está todo concatenado, no es independiente tu brecha social respecto a tu competitividad como país. No se puede ser sistémicamente más competitivo si tenés una brecha social permanente. Si tengo una sociedad más cohesionada, voy a ser más atractivo y poder generar proyectos de inversión locales y extranjeros”, indicó.