Gobiernos, medios y expertos de todo el mundo tienen sus ojos puestos en las secuelas de la pandemia, la guerra en Ucrania, el alza constante de la inflación y los múltiples problemas políticos que enfrentan numerosas naciones, pero hay otro asunto que a amenaza con provocar una crisis mayor que todas esas: el hambre. Solo en Sudamérica el número de personas que padecen de este mal se duplicó entre 2015 y 2021, en una tendencia que se repite a nivel global, y no parece que las cosas vayan a mejorar este año.
“Arrastramos un problema que viene desde hace muchos años. Un escenario de hambre que hasta el 2014 o 2015 iba en descenso, pero después cambió la tendencia”, dice Mario Lubetkin, representante regional para América Latina y el Caribe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), quien conversó con El Mercurio sobre la situación del hambre a nivel global y, especialmente, en la región donde la situación de varios países es preocupante.
—Sabemos que el problema del hambre ha empeorado en los últimos años. ¿Cómo lo ha afectado el actual contexto de crisis inflacionaria y la guerra en Ucrania?
—Que todos los factores están ayudando a empeorar el problema, eso no se discute. Tú no puedes ver el tema del hambre simplemente como un tema de un plato de comida. El tema del hambre hoy va a la estabilidad económica y social. Nosotros arrastramos un problema que viene hace muchos años, de un escenario de hambre que hasta el 2014 o 2015, iba en descenso y después cambió la tendencia. A esa tendencia negativa se le agregan dos factores: el post covid y la guerra. Nadie puede decir que ya podemos sacar las conclusiones de cuál será el resultado de alguno de esos dos, pero hoy podemos decir, sin duda, que los efectos del post covid están dando números que siguen agravando el problema. En 2021 en América Latina había 56,5 millones de personas que pasan hambre y 828 millones a nivel global. Según nuestras proyecciones, en 2022 la cifra podría haber aumentado en 650.000 o 700.000. Hay una tendencia imparable. Con la guerra ocurre lo mismo. Hoy no se puede sacar la conclusión de cuál será el efecto para América Latina y el Caribe, pero se pueden mirar elementos potenciales. Por ejemplo, que 85% de los fertilizantes que importamos lo hacemos desde aquella zona de guerra y eso provoca un encarecimiento de los precios. Sin duda, hay una tendencia negativa. Sin duda que si no hay un proceso de transformación y de cambio, las zonas de riesgo en relación al hambre van a ser muy severas para los próximos años.
—¿Podríamos decir que estamos ante la peor crisis alimentaria en décadas?
—Yo diría que estamos ante la conciencia de la crisis más severa, porque son demasiados elementos que marcan áreas de peligro en relación a la seguridad alimentaria. Hasta el 2018 o 2019 había una inseguridad alimentaria muy severa, pero expresada sobre todo en las políticas de desequilibrio social, que en América Latina es muy fuerte, pero no se combinaba con una situación que no existió en los últimos 100 años como el covid, que interrumpió la cadena de producción alimentaria, y menos de una guerra de este tipo. Por eso, podemos hablar de una situación muy severa, quizás la más severa. También hay un aspecto que se diferencia de otras fases, que es que no se puede aislar la crisis alimentaria de la crisis energética, de la crisis climática o de la crisis económica. Y eso cambia completamente la forma de análisis de estos temas. En 2014 o 2015 se podía decir «tenemos que garantizar un plato de comida para las personas». Hoy, ese plato de comida no se resuelve, ni se garantiza si no se afronta el conjunto de aspectos.
—¿Qué particularidades tiene América Latina en relación a esta situación?
—Una cosa que yo estoy notando en América Latina es la búsqueda de los gobernantes, no importa el signo político, de tratar de encontrar soluciones. Y yo creo que en este periodo se están afrontando soluciones, quizás parciales. Y aparte, partiendo de la base que una persona o un país solo de esta situación no sale. Por eso, tiene que haber integración de América Latina y el Caribe para garantizar la seguridad alimentaria.
—La situación es claramente compleja y empezó a empeorar hace algunos años ¿Qué pasó?, porque me imagino que no todo es culpa de la pandemia
—Primero, esta región tenía desequilibrios sociales bien importantes antes del covid. Segundo, no siempre los gobiernos de turno afrontaron correctamente las políticas que había que tomar en relación a los fenómenos que iban a acontecer. Tercero, iba habiendo un proceso de transformación económica muy importante. Cuarto, son las guerras porque, si bien no estaba la guerra de Ucrania, había muchas otras. Además, hay realidades que empujan para abajo las estadísticas, como Haití que tiene 82,5% (de inseguridad alimentaria). Pero esa realidad de países con grandes atrasos y vulnerabilidades lo tenemos desde antes. El problema es que ahora se han acelerado.
—Además de Haití ¿Cuáles son los países que les preocupan más en la región?
—Por una razón o por otra, hay varios. Yo no quisiera hablar de uno en particular, quisiera ser muy cuidadoso. Lo que aquí está claro es que el escenario Haití es el más complejo. Después hay países con mayor fragilidad económica, que va por Centroamérica. Dentro de las propuestas de soluciones que planteamos en el momento más dramático del covid estaba la creación de un fondo financiero en el que pusimos los 62 países más vulnerables del mundo que debían ser asistidos, y dentro de eso pusimos a varios del Caribe y de Centroamérica.
—O sea ¿los que más le preocupan están en esa zona y no en Sudamérica?
—No quisiera ser categórico.
—Se lo pregunto porque en Sudamérica hay países grandes con problemas en esa materia. Por ejemplo, hay informes que dicen que Brasil tiene 33 millones de personas que pasan hambre, mientras que en Argentina el nivel de pobreza ya superó 40%.
—Eso sin duda. El presidente (brasileño) Lula (da Silva), habló de 33 millones de personas que pasan hambre y 100 millones de personas en línea de pobreza. Nosotros tenemos ahí una diferencia estadística, pues nos da 27% de personas que pasan hambre. Vayamos al caso de Lula. Según los estudios, cuando él sale al menos 27 millones de personas salen de situación de hambre. Luego, en 2014, la FAO retiró a Brasil del mapa de países con hambre. Pero el Presidente Lula empezó a impulsar esa política en 2002 y solo se alcanzó en 2014. Estamos hablando de un juego de números, y este juego de números te dice que se necesitan años para cualquier solución. Que es posible, pero que cuando se baja la guardia, el tema reaparece inmediatamente.
—¿Cómo ven la situación en Chile en relación a este tema?
—Las tendencias no son diferentes: aquí no está eliminada el hambre, aquí no está eliminada la pobreza, pero tampoco es un país líder en hambre ni en pobreza. Lo que está claro es que ningún país ha encontrado la fórmula mágica para afrontar y resolver estos problemas. Por eso tengo mucha esperanza que en la Celac puedan generarse mecanismos sinérgicos que mejoren los atrasos en uno u otro aspecto que uno u otro país no ha resuelto. Sin duda Chile -como lo tendrá que hacer Brasil, Argentina o México- tendrá que pensar sus políticas y escuchar de otros gobiernos y escuchar respaldo de técnicos para, al final, decidir su política local.
—Como usted dice, hoy el problema del hambre es multisectorial, con diversas crisis políticas y económicas afectándolo. ¿Eso hace que sea más difícil hoy atacar el problema que hace 20 años atrás?
—Quizás hace 20 años no tuvimos la madurez de hacer un análisis de este tipo. Lo que sí está claro es que si tenemos la conciencia y tenemos los instrumentos, no va a ser más complicado. Yo he hablado con varios ministros de Economía y Relaciones Exteriores (de América Latina) y les veo a todos ellos una sensibilidad muy fuerte de entender que este es un capítulo que tienen que tomar en consideración.
Uno de los aspectos clave para enfrentar el problema del hambre, según Lubetkin, es el de la calidad de la comida que, si no se considera, puede llevar a problemas a largo plazo que afecten a toda la sociedad.
“Uno de los aspectos que siempre pesó aquí (en América Latina) fue el desequilibrio social que pesa en los problemas de garantizar una mínima seguridad alimentaria y, también, de garantizar la calidad alimentaria”, dijo, junto con plantear que el precio de esos alimentos saludables es otro gran tema en la región.
“En América Latina alrededor de 24% de la población tiene sobrepeso o es obesa y el 7,5% de los menores de cinco años tiene sobrepeso”, aseguró y destacó que eso será un problema a largo plazo para los sistemas de salud de cada país.