Este martes se celebra la VII Cumbre de la CELAC en el Hotel Sheraton de Buenos Aires, en la que Argentina terminará con su bienio de presidencia y le cederá ese lugar a San Vicente y las Granadinas. La región, sin embargo, atraviesa un período tan cargado de hitos políticos que este dato es solo una formalidad.
La crisis humanitaria y democrática del Perú; el regreso de Lula a la presidencia del país mas grande de la región y la reincorporación de Venezuela al concierto político latinoamericano son tres de los temas que Matías Capeluto, director de la Casa Patria Grande, ha estado trabajando en profundidad desde su espacio, que depende directamente de la presidencia.
Desde su oficina de la señorial mansión de Carlos Pellegrini y Juncal, donde alguna vez funcionó el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas, Capeluto explica cuáles han sido sus funciones y cómo cree que éstas pueden incidir en la nueva política latinoamericana, que está por nacer.
-¿Qué es exactamente la Casa Patria Grande, Matías?
-Es la única experiencia en América Latina de un espacio gubernamental que se encarga de la relación entre los pueblos latinoamericanos. De esto no hay réplicas, pero sí avances. Fue creada por Cristina en 2011 en este edificio, que había sido asignado para Néstor Kirchner como Secretario General de Unasur. Entonces, como último legado de Néstor, Cristina interpretó que se necesitaba un lugar que trabajara en unir a los pueblos latinoamericanos con un fuerte énfasis en la juventud. Durante el macrismo se eliminó, pero en 2019 la pudimos recuperar con la misma idea y funciones. Es decir, es un espacio que está dentro de Presidencia Argentina articulando con Cancillería, pero también con partidos políticos, universidades, movimientos sociales y organizaciones de derechos humanos de toda América Latina.
Nosotros decidimos enfocar el trabajo en la integración de las juventudes, porque notamos que las nuevas generaciones interpretan la forma de hacer política de una forma muy distinta. Para ellos es mucho más natural encontrarse entre jóvenes de México, Uruguay o Chile de lo que era hace 10 años. Yo siempre digo que Bizarrap ha hecho más por la integración regional que muchas cancillerías, porque va abriendo espacios culturales con artistas de distintos países, lo que facilita el intercambio y crea audiencias comunes.
-Y si tuvieras que explicarnos tres hitos de lo que fue el trabajo en 2022, ¿Cuáles serían?
-Creo que la presencia de referentes latinoamericanos que vinieron a dejar su mensaje acá, como Rafael Correa de Ecuador; Manuela Dávila de Brasil; Luis Redondo de Honduras, e infinidad de personajes que pasaron por acá, lanzando libros, debatiendo escenarios y dialogando con las juventudes.
Otro hito es el programa Latir, que es un programa para juventudes con el que hicimos el festejo del Día de las Juventudes en Tecnópolis con dos días de un festival de arte digital.
Y lo tercero, por su importancia y dejando de lado muchas otras labores que emprendimos, creo que fue el trabajo con las comunidades brasileñas en Argentina para aportar el regreso de un proceso democrático en Brasil.
-Cuando llegué acá venías corriendo y ahora te veo muy pendiente del celular, me comentaste que la CELAC te tiene con muchísimo trabajo... ¿Qué expectativas tienes de este encuentro?
-Así es. La historia de la CELAC es la de un mecanismo creado en febrero de 2010 en Playa del Carmen, en México. UNASUR tenía 24 mesas de trabajo sectoriales de países sudamericanos, por entonces, pero faltaba más coordinación con el Caribe y México. Entonces se creó este espacio de articulación política frente a otros actores como la Unión Europea, Estados Unidos o China. Lamentablemente, desde 2015 empezó un período de parálisis que tuvo que ver con el ascenso de fuerzas a las que no le interesaba la unión de América Latina. No hablo solo de intereses extranjeros, sino de ciertos liderazgos que entendían que debíamos fracturarnos más.
Gracias a la iniciativa de Andrés Manuel López Obrador se retoma su actividad en 2020 y este martes llega a su gran hito: una gran cumbre en la que volvemos a vernos todos, con el regreso de Brasil- porque Bolsonaro sacó a Brasil de CELAC- y el regreso de Venezuela. Y creo que va a ser muy intenso, sobre todo por la iniciativa que tiene Lula de potenciar la integración.
-Hoy el principal problema en este ámbito es que tenemos más de 20 organismos de integración regional. Algunos funcionan muy bien, otros son simbólicos y otros son solo siglas. Tenemos que aplicar inteligencia en esto. América Latina siempre trabajó con consensos. Pero en este momento, el escenario internacional hace que lograr consensos sea muy difícil. Y no podemos paralizar el trabajo por eso. Entonces, como dice Mujica en su forma simple de explicar las cosas, si un país se enoja debe irse y volver cuando se le pase el enojo. Mientras tanto, debe seguir existiendo la integración política y económica. La CELAC, en este sentido, sirve solo en el primer sentido: como una cancillería política de la región para acordar posicionamientos en común.
La propuesta de Pepe es interesante, pero debe integrarse a lo que ya existe. Porque no sirve seguir creando organismos cuando ya hay más de 20.
-Ustedes cooperaron en la articulación de una propuesta de CELAC Social, que son los requerimientos de política exterior que hace un largo listado de movimientos sociales, sindicatos y partidos y que será presentada mañana ¿Cómo encaja esto en una política exterior que se hace con otras reglas?
-Si algo aprendimos de la marea rosa- con Chávez, Evo, Correa, Lula, Cristina y Fidel- es que la integración regional es demasiado importante para dejársela solo a las cancillerías y esperar a que ciertos liderazgos la ejecuten. Este momento, al que nosotros llamamos de Unasur 2.0, es el de integrar a los pueblos. Cuando Unasur se rompió por iniciativa de Macri, Piñera y Lenin Moreno, entre otros, no hubo quien la defendiera, simplemente porque no estaban integrados los pueblos a ese proceso. Me parece que las cancillerías deben dejar de tenerle miedo a los pueblos organizados.
¿Cómo se hace esto? Vamos a tener el lunes un encuentro que se denomina CELAC Social, en que se van a reunir movimientos sociales, sindicatos y partidos políticos que van a expresarse de manera pública a favor de la integración regional. Eso está muy bien, pero tampoco alcanza.
Lo que necesitamos son mesas de trabajo entre los partidos políticos, los sindicatos, los movimientos sociales y cada uno de los organismos para avanzar con estrategias comunes. Porque hoy el desafío que tenemos en América Latina es defender la democracia. Lo vimos muy visiblemente en Brasilia. La defensa de la democracia no la pueden hacer solo los líderes, tienen que hacerla los pueblos. No alcanza con etiquetar como fascistas a quienes vienen a atentar contra la democracia. Por supuesto que movilizados por medios de comunicación y cierta derecha organizada que apuesta por estos procesos de descomposición. Entonces, es de manera integrada desde donde tenemos que discutir nuestras instituciones que fueron creadas, en su mayoría, en el Siglo XIX copiando un modelo y aplicándolo de la misma manera para Panamá, Argentina o Perú.
El desafío que tenemos en América Latina es defender la democracia: lo vimos muy visiblemente en Brasilia. La defensa de la democracia no la pueden hacer solo los líderes, tienen que hacerla los pueblos.
-¿Pero eso no te crea otro problema institucional al superponer posiciones a la de organismos que hoy fijan la posición de Estado? El documento de la CELAC Social, por ejemplo, contradice la posición de Estado frente a la Guerra entre Ucrania y Rusia.
.El posicionamiento común es que América Latina debe ser una zona de paz y que se deben hacer esfuerzos por frenar esta guerra. Ahí no hay disensos. Luego tenemos a Lula pidiendo expresamente a Rusia que cese las operaciones en Ucrania y tenemos otros países – Cuba o Venezuela- que no tienen esa posición. Tenemos muchos matices entre países e internamente dentro de los países. Esto lo tenemos que discutir y debemos acercar posiciones para avanzar de forma común.
¿Qué papel cumplirá Lula en todo esto?
-Él tiene una estatura moral muy respetable, por todo el proceso que pasó en los últimos años, y tiene una experiencia política importante.
Esta es su primera visita de Estado, que va a ser de dos días. Lo primero es que va a firmar un acta-acuerdo entre Argentina y Brasil en varios sectores, con reuniones bimestrales para revisar los avances. Nosotros tenemos elecciones en octubre, por lo que debemos avanzar mucho y muy rápido.
Creo que no tenemos que pensar en retomar lo que pasaba en 2013, cuando no existía WhatsApp y el precio de los commodities era otro. Tenemos desafíos como la construcción del gasoducto de Vaca Muerta, que buscaremos integrarlo hacia San Pablo, lo que puede modificar sustancialmente las economías de ambos países, proveyendo energía para sus industrias y divisas para nuestras reservas.
Se viene pensando si podemos tener una moneda común, si vuelve en Banco Central, si podemos modificar el comercio binacional para no tener que pasar por el dólar.
Lo que viene Lula a cambiar es la disposición de Brasil, como país más grande de Sudamérica, para colaborar y solucionar los problemas entre todos. Se va a firmar un acta-acuerdo entre Argentina y Brasil en varios sectores. Nosotros tenemos elecciones en octubre, por lo que debemos avanzar mucho y muy rápido.
-En Estados Unidos viven 40 millones de mexicanos que son la segunda fuente de divisas de ese país ¿Cuándo hablamos de integración latinoamericana, se piensa en una integración así, poblacional, entre los países del sur?
-La historia de las migraciones en América Latina es de migraciones forzosas, de gente a la que no le alcanza para subsistir y busca oportunidades más allá de sus fronteras. O de perseguidos políticos que escapan. Nos falta mucho aún. Nosotros en Argentina tenemos una disposición distinta a todo el resto del continente porque somos un pueblo constituido por migrantes. No vivimos el fenómeno como sucede en el norte de Chile o lo que pasa en el Tapón del Darién (selva entre Colombia y Panamá), con corrientes migratorias de gente que agarra su mochila y está dispuesta a caminar por semanas para llegar a Estados Unidos. Tenemos que estudiar bien estos flujos, que son internacionales y tratarlos de manera conjunta.
Lo que sucede con México también pasa con Ecuador, donde hay más de un millón de personas en Estados Unidos para mantener a su familia. Me parece muy doloroso para las familias. El proceso progresista anterior logró que muchas familias pudieran volver y reunificarse, pero el retroceso de los últimos años produjo una nueva expulsión: tenemos que volver a crear condiciones para que los latinoamericanos se queden en sus países.
-A propósito de México, he leído que desde la elección del BID se han enfriado las relaciones ¿Qué hay de cierto en eso?
-No la veo, de ninguna forma. Creo que hay una operación para instalar un quiebre a partir de lo del BID. Pero creo que la buena relación entre Alberto Fernández y Andrés Manuel López Obrador se va a poner en valor con el tiempo. Los avances en integración económica han avanzado muchísimo a niveles que antes no pasaban. Sin ellos dos, no estaríamos ahora acá. En el futuro se analizará la importancia que tuvo esa coordinación política para denunciar la persecución judicial contra Lula o la rápida recuperación de la democracia en Bolivia.
La buena relación entre Alberto Fernández y Andrés Manuel López Obrador se va a poner en valor con el tiempo. Sin ellos dos, no estaríamos ahora acá.
López Obrador fue clave en el rescate de Evo Morales, con una misión humanitaria que fue de película. Ahora, sin embargo, no pudo hacer lo mismo con Pedro Castillo ¿Cómo abordará la CELAC la situación de Perú, donde ya van más de 54 muertos en un mes?
-Perú nos preocupa y duele mucho. Lo que se está viendo respecto a las manifestaciones es una América Latina que nadie quiere ver. El mensaje de casi todos los países es que el país debe volver a tomar las riendas de la democracia. Además de una representación oficial,van a venir ex ministros de Pedro Castillo a la CELAC Social. Me parece importante entender queno podemos interveniry que debe ser el propio pueblo peruano el que resuelva su crisis.
Ahora bien, hay que aprender de la experiencia. Cuando en Venezuela pasaba algo parecido,la región optó por aislar a ese país con un bloqueo económico y un bloqueo político. No hay que llegar a esas instancias. En América Latina no podemos aislar a nadie, ni a Venezuela, ni a Perú, ni a nadie.Hay que acompañar a los países en crisis para que encuentren sus propias soluciones democráticas. Vamos a estar alerta de que no se pierda la senda democrática, que hoy está en peligro.
Como militante, además, te digo que debe cesar la represión porque no soluciona nada y solo añade gravedad al problema.
-Ya que mencionaste a Venezuela, que ha sido el foco principal de la oposición por estos días, te pregunto cómo lo ves en términos políticos
-La visita de Maduro es una buena noticia para América Latina. No por la figura de Maduro, sino porque Venezuela ha estado demasiado bloqueado. Que puedan volver a sentarse en una mesa de diálogo, nos permitirá acompañar a ese pueblo a resolver sus problemas sin que sigan sufriendo las consecuencias del bloqueo. Existen mesas internas, con ayuda del gobierno de Noruega y de México, de la Unión Europea y a las que se suman los países latinoamericanos.Seguramente Venezuela irá a un proceso electoral que legitime la democracia en ese país y que vuelva a insertar al país en el concierto internacional. Estos años vimos de todo y no mejoraron las cosas: tenemos que aceptar que Nicolás Maduro es el representante de ese pueblo y conversar con él.
La visita de Maduro es una buena noticia para América Latina. No por la figura de Maduro, sino porque Venezuela ha estado demasiado bloqueado
-Hay 6 millones de exiliados venezolanos. De ellos, cerca de 200 mil están acá en Argentina ¿Esta casa está abierta para ellos también?
-Por supuesto. En esta casa hemos trabajado varios temas con migrantes venezolanos. El último proceso de migraciones venezolanas fue muy particular porque tiene que ver con el exilio. Hay distintas visiones de lo que provoca esa situación.Lo que todos quisiéramos, y por eso debemos bajar las tensiones, es que Venezuela vuelva a encontrarse en un abrazo. Los que se fueron, los que se quedaron, y todo el resto de los latinoamericanos con ellos. Necesitamos que Venezuela vuelva a tener un consenso democrático dentro de su país para que se puedan reencontrar. Para eso, hay que levantar todos los bloqueos y acompañar ese proceso.