La inmigración vuelve a acaparar los titulares en Estados Unidos. Los gobernadores republicanos de los estados del sur enviaron a decenas de migrantes a algunos bastiones demócratas del norte, como Washington, Nueva York y Massachusetts. El argumento de los republicanos es que los estados liberales con opiniones progresistas sobre la migración deberían asumir buena parte de la carga económica y política que conlleva la atención de esas personas.
El miércoles de la semana pasada, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, envió a alrededor de 50 migrantes a la isla de Martha’s Vineyard, en Massachusetts, como parte de un programa de 12 millones de dólares diseñado para transportar a inmigrantes indocumentados a las llamadas “ciudades santuario”.
Trabajé con un grupo de reporteros en Estados Unidos y Venezuela para reportar las reacciones en América Latina al polémico traslado. Algunas personas —líderes políticos, activistas, gente de a pie y otras— condenaron a los gobernadores republicanos por utilizar a los migrantes como peones políticos.
“La migración no es un arma para la política”, dijo Karmen Ramírez Boscán, congresista colombiana.
Mis colegas en Venezuela hablaron con las familias de los migrantes que han emprendido el viaje hacia el norte, muchos de ellos por la peligrosa ruta del Tapón del Darién. Conversar con ellos da un panorama de la terrible situación en el país que ha hecho que tantas personas decidan arriesgarse a emprender esa odisea.
“Los venezolanos estamos sufriendo mucho como para que nos traten de esa manera”, dijo una mujer cuya hija partió recientemente desde Maracaibo, en el occidente de Venezuela, hacia Estados Unidos.