«No invasores, no destructores, no usurpadores, sino trabajadores bien dispuestos, instrumentos para «conocer mejor el mundo y la belleza de su diversidad», portadores de «dinámicas revitalizantes y animadores de celebraciones vibrantes» en el caso de los católicos.
Este es el nuevo y urgente llamamiento para cambiar el enfoque y la percepción de los «hermanos» migrantes, el que hace el Papa en su Mensaje para la 108ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, que se celebrará el próximo 25 de septiembre. Sin embargo, en el caso de México, el asunto va a la inversa.
Silenciosamente, efectivamente, el Gobierno de México ha ido construyendo un muro militar en ambas fronteras para contener a los migrantes que vienen de todos lados del mundo y que tratan de introducirse al país desde Guatemala para llegar a Estados Unidos.
El acuerdo es entre los gobiernos de México y Estados Unidos. El primer país ha movilizado cerca de 28,000 efectivos, principalmente de la Guardia Nacional para contener – en las dos fronteras – el flujo migratorio.
Según una investigación publicada por el periódico Reforma, «el despliegue de fuerzas federales en México, para contener el paso de migrantes hacia Estados Unidos se ha incrementado en un 294 por ciento en los 19 meses de la administración de (Joe) Biden».
Se trata de soldados, marinos y guardias nacionales patrullando las fronteras mexicanas y en lugares del interior por donde pasan los migrantes. El resultado de este doble muro es que en 2021 fueron «asegurados» 34.786 migrantes en la frontera norte, 96,93 por ciento más que en 2019.
Pero donde mayor impacto tiene esta estrategia es en la frontera sur. En 2021 fueron detenidos («asegurados» en el lenguaje oficial mexicano) 237.277 migrantes, un aumento de 272 por ciento con respecto a 2019, «en la era de Trump», como señala el periódico mexicano.
Sin embargo, tras una década de decremento en lo que respecta a migración mexicana a Estados Unidos (incluso llegó a ser el grupo menos numeroso con respecto a la migración asiática o centroamericana al país del Norte) ha vuelto a ser la más numerosa.
«Para el caso de los mexicanos, los programas de entrega directa de recursos del actual gobierno a la población, con los cuales se evitaría la migración, no han tenido efecto alguno; y día con día aumenta el número de los migrantes», escribió en su columna de Animal Político el analista Rubén Aguilar.
El mismo columnista añade que desde 2021, «los mexicanos arrestados superan al total de los centroamericanos». Según datos de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos (Border Patrol), en 2017 la detención mensual de migrantes mexicanos era, en promedio, de 20.000 personas al mes: ahora es de 80.000.
«Los especialistas mexicanos y estadounidenses en el tema coinciden en señalar que el fenómeno de la creciente migración tiene que ver con dos realidades: que la economía mexicana no crece, que deriva en falta de empleo, y que aumentan los niveles de violencia», dice Aguilar.
La situación se torna cada vez más complicada, puesto que el “muro fronterizo” de las fuerzas armadas mexicanas contiene a migrantes extranjeros y el muro propuesto por Estados Unidos contiene a migrantes mexicanos. Y en ambos casos, los flujos de seres humanos desesperados y dispuestos a todo con tal de llegar a «la tierra de la gran promesa» aumentan.
Una señal del por qué se emigra a Estados Unidos desde Centroamérica, el Caribe, Sudamérica y, por supuesto, de México, es el trabajo. Y la posibilidad de poder ayudar a las familias que se han quedado en sus hogares, con la esperanza puesta en las remesas que desde Estados Unidos envían quienes logran cruzar y colocarse «del otro lado».
Es el caso de México, «el crecimiento de las remesas es expresión de la crisis económica interna. En los primeros cinco meses de 2022 llegaron 23, 508 millones de dólares; un aumento del 17.25 por ciento con relación al año anterior, según el Banco de México», subraya Aguilar.
Y termina diciendo lo siguiente: «El aumento de la migración mexicana preocupa a la administración del presidente Biden. Ya no son solo los centroamericanos o cubanos cuya detención está a cargo de las autoridades mexicanas. Se pregunta ¿qué hacer? ¿Cuál debe ser la nueva política?».
Si se hiciera caso al llamado del Papa, otra sería la realidad de miles de personas que hoy tratan de cruzar México a costa de perder la dignidad de «hermanos».