Alejandra Márquez es venezolana y camina en las calles adoquinadas de Buenos Aires, Argentina, con una ligera sensación de déjà vu. En los supermercados, plazas, bancos y parques se habla de la crisis en la nación del sur: devaluación del peso, disminución de fondos públicos, aumentos de precios y tensión política.
Los desacuerdos entre el presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Fernández, que derivan en un enfrentamiento por el poder, se acentúan mientras la economía empeora y los índices de desempleo alcanzan el 7 % y van aumentando, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec).
La incertidumbre recorre avenidas y rincones de la capital de Argentina y los venezolanos escuchan las noticias locales con recelo. El ambiente de tirantez política e inestabilidad económica en el país austral no es ajeno a estos inmigrantes que huyeron de Venezuela en busca de mejores horizontes.
Los datos de la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes, conocida como RV4, señalan que por lo menos 6.133.473 de venezolanos han abandonado su país de origen a causa de una grave crisis humanitaria. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) indica que en Argentina hay 173.200.
Márquez extraña las azules playas de Aragua, el estado del centro-norte de Venezuela donde nació en 1994, pero ha aprendido a querer el alegre barrio porteño al que se mudó en 2018. Ese año, con 600 dólares en el bolsillo y una carrera universitaria a medias, consiguió instalarse en la ciudad argentina mientras buscaba trabajo. Lo encontró en un restaurante del centro, donde los negocios abrían las puertas a miles de turistas.
En 2020 el panorama cambió: algunos comerciantes se fueron a la quiebra, los turistas desaparecieron y Alejandra fue despedida tras la ola de COVID-19 que hasta el 5 de julio de 2022 dejó 9.394.326 contagios y 129.109 muertes en Argentina. Luego de una cuarentena que parecía interminable, la población se dio de bruces con una inflación imposible de ignorar: la segunda más alta de Latinoamérica, solo superada por Venezuela.
La consultora ECO GO registró 63,1% de inflación en Argentina en los últimos 12 meses: los costos de alimentos subieron 69,5% en solo un año. Alejandra obtuvo dos empleos, como mesera y barista, para poder pagar un modesto alquiler y una lista corta de mercado.
Los susurros a media voz sobre la crisis crecieron hasta convertirse en airadas discusiones en las aceras, en menos de 365 días. El vecino de Márquez, Marcos, le dijo en mayo que ya no podría irse de vacaciones a San Carlos de Bariloche, en la Patagonia, porque el dinero se le había acabado llenando la despensa.
«La comida, la comida y el colegio de mis hijos es para lo que me alcanza ahora. Que desgracia», le gritó el joven argentino desde la ventana, mientras regaba las plantas.
«Parece la escena de una película que ya viste. Ese murmullo, ese rumor de que las cosas van para peor; eso lo escuché yo hace ocho años en Caracas, cuando empezó la crisis nuestra. El dólar sube de sorpresa, los precios cambian de una semana a otra y la gente anda a la expectativa. Eso te devuelve al pasado y llega un momento en el que dices: ‘Dios, no otra vez’. Pero me gusta creer que es solo un pensamiento pesimista», explica Márquez a Efecto Cocuyo.
Una de las más largas recesiones económicas en la historia de Venezuela comenzó en 2013, producto de la caída de los precios del petróleo y las restricciones del control de cambio de la moneda, además de otros motivos relacionados a la corrupción y ataques a la propiedad privada. El éxodo de connacionales inició en 2014 por la crisis, pero se agudizó ente 2017 y 2019.
«Llegué en Argentina en 2019, cuando el dólar estaba más o menos en 40 pesos. Ha cambiado bastante: han aumentado servicios, transporte y productos. En ese momento, 300 dólares eran 12 mil pesos. Hoy el dólar está en 250 pesos. Pero la gente sigue comprando, aunque se quejan, uno los oye. El argentino siempre se ha quejado mucho», cuenta Lisbeth Rondón, proveniente del oriente de Venezuela, quien vive en Buenos Aires y es ingeniero en sistemas.
El sábado 2 de julio, el entonces ministro de Economía argentino, Martín Guzmán, renunció a su cargo, después de que el kirchnerismo lo acusara de endurecer la situación económica, a raíz de que en marzo se anunciara un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), para refinanciar los 45.000 millones de dólares que Argentina debe. Los medios locales informan que una ola de compras nerviosas se ha desatado desde entonces.
Mientras tanto, el sueldo mínimo se ubica en 45.540 pesos (unos 341 dólares según la cotización oficial del segundo viernes de julio de 2022). Para el 21 de junio de 2022, el valor de la canasta básica en la nación suramericana era de 99.677 pesos.
«La verdad, si se asemeja un poco a Venezuela en ciertos puntos como el alza de precios. En Argentina hay un dicho: el país está cuatro años bien y seis mal. Es como una cadena», dice Lisbeth. La población está acostumbrada al declive financiero desde mediados del siglo pasado. A partir de 1980 y hasta el momento, el gobierno ha logrado suspender un total de cinco veces los pagos de su deuda externa.
Por otro lado, el dólar paralelo equivale a 273 pesos argentinos el 8 de julio mientras que un día antes se situaba en a 247 para la compra y 257 para la venta. La periodista Mar Centenera escribió para El País que aumentaron de forma significativa las compras de electrodomésticos y aparatos electrónicos.
«El motivo es que parte de la clase media argentina adquiere este tipo de bienes como forma de microahorro. La otra es recurrir a la moneda refugio, el dólar», apunta.
«El porcentaje que me queda de mi sueldo es nada. Pero anteriormente el sueldo que tenía me restaban 10.000 pesos y con eso podía resolver. Pero ahorita tienes que tener por lo menos un sueldo de 300.000 pesos y yo no llego ni a la cuarta parte de eso», expresó Rondón, que está por dar a luz.
Algunos productos y alimentos, como la leche o las verduras, han subido de precio. En los abastos y supermercados ancianos se quejan a viva voz de lo poco que les alcanza el dinero. Varios venezolanos inician planes de huida pero otros recién llegados prefieren quedarse a probar suerte. Es el caso de Tibisay Soto, una enfermera caraqueña que migró en abril desde Perú hasta Buenos Aires, con sus tres hijos.
«Estuve cuatro años en Perú, pero no tuve estabilidad laboral para nada. No fue una experiencia agradable. Aquí en Argentina hay otra cultura y otro trato: hay menos xenofobia. Yo vivo con mis hijos y todos trabajamos, por lo que se nos hace mas desahogado porque entre todos pagamos alquiler y comida. Pero individual, es más difícil», explicó Soto. Trabaja como cuidadora, un oficio por el que pagan 30.000 pesos mensuales aproximados.
A la inestabilidad de la economía se le suma el descontento de los argentinos hacia el gobierno. De acuerdo con la encuesta de opinión pública realizada por la Universidad de San Andrés en marzo, Cristina Fernández Kirchner obtuvo un 64 % de opiniones negativas mientras que Alberto Fernández, quien ejerce la presidencia desde 2019, sumó un 56 % de malas valoraciones.
«No hay colas o desabastecimiento en Argentina. No hay que agarrar un número para comprar un pan o comprar un producto a la vez. Todavía no he visto eso», señala Soto. Escucha con curiosidad a los argentinos que exclaman que el país se ha venido abajo mientras compran en las tiendas.
Tibisay se muestra escéptica ante los argumentos de aquellos que aseguran que Argentina terminará igual que Venezuela.
«Para una persona sola es bien difícil estar aquí. Pero decir que el país se va a poner como Venezuela, no creo. La gente está a punto de estallar. Hay muchos argentinos donde yo trabajo que dicen que si tiene que suceder algo que se revuelva el país para que todo se acomode», comenta.
Luisver Fernández, chef de profesión, tiene una opinión diferente: los murmullos que se convirtieron en gritos descontentos lo aturden, siente miedo a la inestabilidad e intenta dejar la capital este año.
«Siento que hay cosas que escucho aquí que ya he escuchado antes. En Tucupita y en Caracas, donde viví en Venezuela. No es que Argentina esté igualita, para nada. Pero no quiero quedarme a descubrir si va a terminar igual. Prefiero irme, creo que a Uruguay, donde tengo un primo que me puede recibir», puntualiza.
Esthefany Gavidia, que fotografía su paso en suelo argentino, tiene planes de tomar un avión a otro destino. Llegó a Buenos Aires en 2018, cuando el dólar estaba a 25 pesos. Actualmente es comunicadora audiovisual y planea irse en 2023.
«Yo quiero conseguir un país en el que yo me sienta cómoda de establecerme. En Argentina se ve una decadencia en las calles. Cuando yo llegué se veía una Buenos Aires muy limpia. Ahora ves las calles más sucias y hay más vandalismo», narra la joven de 25 años.
Los medios locales informan que en 2020 y 2021 el Ministerio Público recibió 96.120 y 96.957 expedientes por robos, respectivamente.
En las vitrinas no hay huellas de escasez y Esthefany piensa que, aunque oiga a los argentinos quejarse a todas horas, en todos lados, la crisis aún no alcanza un punto crítico.
«Cuando llegué fue más complicado, porque estuve en trabajos que pagan muy poquito. Pero fue progresivo. Desde que yo llegué, la meta fue conseguir un trabajo que me pagara en dólares porque ya se veía venir esta situación actual. Uno como venezolano se da más cuenta», indica.