LA HABANA – La reapertura de los servicios consulares de Estados Unidos en Cuba, que se asegura que se produciría en breve, ayudaría a descongestionar la entrega de visados para los procesos de reunificación familiar impactados por el deterioro de las relaciones diplomáticas entre ambos países.
La decisión evitaría que miles de cubanas y cubanos sean víctimas de fraudes, extorsiones y traficantes.
Medios acreditados ante la Casa Blanca anticiparon el martes 1 que el gobierno del presidente estadounidense Joe Biden anunciaría el jueves 3 un incremento del personal de la embajada de Washington ante La Habana, aunque se desconocen aún los alcances de la medida para lo nexos bilaterales.
Washington suspendió los servicios consulares en La Habana en 2017, tras informarse públicamente sobre los aún sin esclarecer incidentes de salud reportados por el personal diplomático de ese país.
La administración de Donald Trump (2017-2021) redujo el tiempo de validez de las visas y la obligatoriedad de que los cubanos las solicitaran en la embajada estadounidense en Georgetown, Guyana, un proceso que dilata y encarece las gestiones, además de no ofrecer seguridad de recibirlas.
Mediante los acuerdos migratorios de 1995, Washington se comprometió a otorgar un mínimo de 20 000 visas anuales para facilitar una emigración legal, segura y ordenada desde este país caribeño, del que lo separan 90 millas náuticas -unos 167 kilómetros- del estrecho de la Florida.
“Éramos casi 300 personas por el desierto, incluidos niños. Al cruzar la frontera nos disgregamos. Escuchaba los gritos de personas que quedaban detrás, pero si regresabas a ayudar, te podías perder”: Víctor Duarte.
Se estima que desde 2018 se otorgaron unas 4000 visas para inmigrantes cubanos anualmente, un incentivo para la migración irregular, argumentó en una comparecencia televisiva el 20 de enero Johana Tablada, subdirectora de la Dirección General de Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Exteriores.
La Oficina del Censo de Estados Unidos registró en 2019 alrededor de 1 360 000 personas de origen cubano, lo que las convierte en el tercer grupo poblacional de origen hispano más grande en esa nación.
Datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de ese propio año mostraron que la diáspora cubana ascendía a más de 1,5 millones de personas en 120 países.
El flujo migratorio desde Cuba parece en aumento desde la reapertura de las fronteras en noviembre, en medio de la profundización de la crisis económica de tres décadas agudizada por la pandemia, junto con el fortalecimiento del embargo estadounidense que data de 1962.
Datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos indican que en cuatro meses del año fiscal 2022 –del 1 de octubre al 31 de enero-, fueron detenidos 30 763 cubanos en el cruce ilegal hacia el país.
De mantenerse esa tendencia, para septiembre la cifra sobrepasará las 39.303 personas de la isla contabilizadas en el año fiscal 2021.
En virtud de acuerdos migratorios, del 1 de enero al 25 de febrero fueron repatriados desde México, Estados Unidos y Bahamas 785 migrantes en condición irregular, equivalente a casi la mitad de los 1536 cubanos retornados el pasado año, según información oficial.
De acuerdo con el Ministerio del Interior de Cuba un porcentaje significativo de quienes migran parten hacia naciones latinoamericanas con la documentación requerida, y luego se embarcan en rutas terrestres, aéreas o marítimas para alcanzar Estados Unidos.
Tras la eliminación del requisito de visado en noviembre, Nicaragua devino un destino atractivo para los cubanos que compran productos y los revenden en la isla, o como punto para viajar hacia el norte.
El Consulado General de Colombia en La Habana anunció el 11 de febrero que por el momento no tramitaría más visas de tránsito, ante el volumen de solicitudes; y poco después Costa Rica exigió a los cubanos disponer de un permiso para pasar por el país hacia otros destinos.
Aunque trasladarse en busca de mejoras es un fenómeno global, en el caso cubano tal tendencia está matizada por una percepción de que las reformas iniciadas en 2011 siguen sin propiciar el anhelado despegue económico, apuntan sociólogos preguntados por IPS.
“No veo avances sustanciales. Siento un techo que no me permite aspirar a más. Con mi salario debo debatirme entre alimentarme o comprar un par de zapatos, no ya hacerme de una vivienda propia”, explicó a IPS la historiadora Sonia Socorro, de 28 años, residente en La Habana aspirante a una beca de maestría en una universidad latinoamericana.
No deben esperarse cambios en las políticas en varias naciones para atraer migración calificada y de profesionales desde países del Sur en desarrollo, advirtió el investigador cubano Antonio Aja en el artículo “Migración internacional, la covid-19 y la migración de Cuba”, publicado en 2020.
El también director del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana (Cedem), sostuvo que el gobierno debe resolver la contradicción de disponer de un capital humano altamente desarrollado, y la falta de condiciones para absorberlo a plenitud y satisfacer las necesidades y expectativas de esos sectores profesionales, como consecuencia del nivel de desarrollo en el país.
La Encuesta Nacional de Migraciones publicada en enero de 2019, mostró que 75 % de los cubanos que residen temporalmente en el exterior y 88 % de quienes lo hacen de manera permanente, tienen entre 15 y 49 años.
Los flujos migratorios también revelan las vulnerabilidades de las personas en situación de movilidad humana.
El cubano Víctor Duarte, originario de Madruga, un municipio de la provincia de Mayabeque, a 60 kilómetros al sureste de La Habana, vendió todas sus pertenencias y partió hacia México cuando en noviembre reanudaron las operaciones en los aeropuertos cubanos, interrumpidas durante casi todo 2021 por la pandemia.
“Pagué 1700 dólares para que me llevaran hasta la frontera con Estados Unidos, a personas dedicadas a eso”, contó este contador a IPS desde la ciudad de Miami, en el estado de Florida.
“Éramos casi 300 personas por el desierto, incluidos niños. Al cruzar la frontera nos disgregamos. Escuchaba los gritos de personas que quedaban detrás, pero si regresabas a ayudar, te podías perder”, relató Duarte.
Explicó que tras entregarse a la patrulla fronteriza en Yuma, en el sureño estado de Arizona, durmió dos noches, “a la intemperie en el primer centro de detención, porque estaba repleto de personas de Haití, Colombia, Guatemala, Honduras y de Cuba. Luego me trasladaron al centro correccional La Palma, del propio estado”.
Duarte, de 43 años, permaneció 26 días “en una celda de dos por tres metros, con un venezolano. Salíamos una hora al día a bañarnos y llamar por teléfono a la familia. Vi personas que se tiraban contra la puerta de la celda porque no aguantaban el encierro”.
En la medianoche del 27 de diciembre, “esposado de pies y manos, me montaron en un bus. Después de cuatro horas llegamos a un aeropuerto, desde donde me trasladaron con unas 180 personas hasta Pensilvania”, en el noreste, agregó.
Amistades de Duarte lo ayudaron luego a llegar hasta Miami y buscar un abogado para la solicitud de asilo, dado que algunas disposiciones estadounidenses garantizan a los cubanos un camino más expedito para fijar la residencia.
El gobierno de La Habana considera la Ley de Ajuste Cubano, que data de 1966, un estímulo para la emigración ilegal, pues permite a los cubanos ser elegibles para obtener la residencia permanente tras un año y un día en territorio estadounidense.
Pero el gobierno cubano sí logró lo que consideraba más urticante: la derogación de la política pies secos/pies mojados, que garantizaba la residencia a los nacionales de este país, con tan solo tocar suelo estadounidense. Lo hizo Barack Obama en enero de 2017, en vísperas de dejar la presidencia (2009-2017).
A diferencia de Duarte, otros migrantes nunca llegan a su destino y permanecen en los países de tránsito en condiciones de hacinamiento o víctimas de violencias.
Un informe del Centro para la Democracia en las Américas (CDA), alertó el martes 1 de marzo sobre el número sin precedentes de personas que marchan a través de la selva del Darién, en la frontera de Colombia con Panamá, rumbo a Estados Unidos, un viaje que consideró “plagado de violencia y penurias, incluidos robos, violencia sexual y muerte”.
Advirtió que solo en 2021, unos 140 000 migrantes ingresaron a Panamá por el istmo de Darién, en su mayoría de Haití, Cuba, Bangladesh, Senegal, Ghana, Uzbekistán y Venezuela.
En general, 36 % son mujeres y 22 % niñas y niños, de los cuales 75 % tienen menos de cinco años, destacó el texto de la oenegé con sede en Washington.
El CDA subrayó que refugiados y migrantes necesitan asistencia médica y servicios humanitarios por los países que transitan, e instó a los gobiernos de la región a alinearse en torno a un objetivo común de promover una migración segura, ordenada y regular.