La organización mundial de migraciones (OIM) presentó el informe anual sobre la realidad migratoria del planeta (2021). No son pocos los aprendizajes que podemos sacar de este excelente informe que nos actualiza sobre esta realidad tan compleja. América Latina y el Caribe no está ajena a esta realidad y los flujos migratorio se han convertido en un tema prioritario para los gobiernos debido a sus implicaciones humanas, sociales y económicas. El informe nos señala, por ejemplo, que la mayoría de los ciudadanos siguen viviendo en los países en que nacieron —solo una de cada 30 personas emigra-. Por supuesto, con los respectivos matices entre regiones y países. La cifra aproximada (2020) de migrantes se refiere a un equivalente al 3,6% de la población mundial. https://worldmigrationreport.iom.int/
Por otra parte, el tema de las remesas se constituye un aliciente fundamental para muchas familias de emigrantes y además contribuye al crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de los países receptores. Por ejemplo, el informe señala un aumento importante de las remesas pasando de126.000 millones de dólares en el año 2000 a 702.000 millones en el año 2020. Un crecimiento considerable.
En cuanto a la receptividad migratoria, el informe confirma que Europa y Asia acogieron en 2020 a alrededor de 87 millones y 86 millones de migrantes internacionales, respectivamente, lo que suma el 61% de la población mundial total de emigrantes; América del Norte, casi 59 millones de migrantes internacionales, equivalentes al 21% de la población mundial de migrantes; África, con 9%; América Latina y el Caribe, con 5%, y Oceanía, con el 3%. Con relación al tamaño de la población de cada región, en 2020 tenían las proporciones más altas de migrantes internacionales Oceanía, América del Norte y Europa, con 22%,16% y 12% de la población total, respectivamente. La proporción de migrantes internacionales era relativamente pequeña en Asia y África (1,8% y 1,9%, respectivamente) y en América Latina y el Caribe (2,3%).
Un tema que trata el informe de la OIM es el que se refiere a la relación entre posibilidad de migrar en función del acceso a visados. Se concluye que definitivamente el origen del país facilita los accesos a las visas sumado a los niveles de capacitación profesional de los aspirantes. El informe utiliza la nomenclatura de “lotería del nacimiento”, lo que indica efectivamente que no hay una carga distribuida equitativamente para la aceptación de solicitudes migratorias, especialmente de los principales receptores de emigración en el mundo. Esta última idea la confirma cuando señala que, “el Índice de Pasaportes Henley (se basa en datos proporcionados por la Autoridad de Transporte Aéreo Internacional (IATA) y cubre 199 pasaportes y 227 destinos de viaje) demuestra que la capacidad de una persona de entrar en un país con relativa facilidad está determinada por su nacionalidad. El acceso a visados también refleja de manera amplia la posición y las relaciones de un país dentro de la comunidad internacional, así como su grado de estabilidad, seguridad y prosperidad con respecto a otros países.”
¿Cómo podemos percibir esta realidad migratoria en nuestra región? América Latina no es ajena al proceso, muchos de nuestros países originan migración y muchos son receptores de emigrantes. Los flujos son diversos y con motivos disimiles. Los que se van buscan oportunidades, los que se reciben requieren adaptarse a los flujos humanos y requieren apoyo internacional. La ayuda no está a la altura de la que vemos en otras regiones. La inversión hacia el emigrante de nuestra región sigue estando entre los más bajos. Sin embargo, también podemos ver esfuerzos extraordinarios de muchos países por regularizar la carga humana y aprovechar el potencial que significa la migración segura, ordenada y bajo esquemas de absorción sin discriminación.
No podemos olvidar que en el centro de esta realidad están personas, con su propia realidad y aspiraciones. Por eso me gusta insistir en lo importante que es una narrativa en favor de los emigrantes. A veces, nos expresamos del emigrante y los calificamos con cierta ligereza. Los que se fueron, los que llegaron de otras partes, los que dejaron atrás su país. Los que huyeron y se fueron corriendo. Los que quitan trabajos, los desadaptados, los apátridas y los que abandonan a sus familias, los que se dejaron derrotar y los que no tuvieron capacidad para luchar por lo que les arrebatan, y otras expresiones que encierran xenofobia o poca sensibilidad por el otro. Claro que hay un término más formal internacionalmente reconocido. En fin, son tantas visiones como se quiera escuchar. Todos en nuestra esencia tenemos el gen de la emigración.
Recordemos este poema de Rupi Kaur: “No tienen ni idea de lo que significa/ perder tu hogar bajo el riesgo de/ nunca encontrar tu hogar otra vez/ tener toda tu vida/ dividida entre dos naciones/ y convertirse en el puente entre dos países”. Dura realidad del que se va. Golpea todos los cimientos. Los propios, los de su familia y los de su país. Unos se adaptan, otros nunca lo hacen. Algunos comienzan un camino sin estar seguros de adónde quieren llegar. Apuestan por que los nos quedamos los ayuden y no desdibujemos los buenos recuerdos del país que dejaron atrás.
*Director de Relaciones para la Integración y Cooperación del SELA