MONTERREY, NUEVO LEÓN — La migración masiva de más de 15 mil haitianos a través de Centroamérica hasta la frontera de Texas fue el resultado de un esfuerzo bien organizado por grupos de contrabando de personas facilitado a través de las redes sociales, y por las autoridades mexicanas que miraron hacia otro lado o simplemente se vieron desbordadas, según múltiples fuentes, incluyendo funcionarios de los gobiernos estadounidense y mexicano.
El Dallas Morning News entrevistó a más de una docena de funcionarios de alto nivel de ambos lados de la frontera, ex funcionarios de ambos países, veteranos expertos en seguridad entre Estados Unidos y México, activistas de los derechos humanos y haitianos que viajaron desde el estado más sureño de Chiapas hasta Monterrey, al norte de México.
Muchos de los entrevistados cuestionaron que la llegada de miles de migrantes a Del Río fuera realmente una sorpresa. Algunos dijeron que su llegada parecía más bien un esfuerzo coordinado para aliviar el abrumador número de migrantes atascados en la frontera sur de México.
Los contrabandistas utilizaron más de 200 autobuses, camiones, taxis e incluso un transbordador para trasladar a los haitianos en México hasta la frontera con Texas. Las cifras se dispararon en los días que coincidieron con la mayor fiesta nacional de México: el Día de la Independencia.
“Es difícil ver cómo se produjo esta operación sin que las autoridades lo supieran o los tomara desprevenidos”, añadió. “Eso para mí es evidente”.
En Chiapas, el estado mexicano más meridional, el veterano defensor de los derechos de los inmigrantes Rubén Figueroa y otros documentaron en video partes del viaje de los haitianos. El movimiento, dijo Figueroa, “parecía extraño, ya que días antes no se había permitido a los migrantes subir a los autobuses, ni siquiera moverse más allá de la ciudad de Tapachula”, dijo, refiriéndose a la ciudad en la frontera mexicana con Guatemala, y “de repente todo el mundo se va, y en masa. Esto no ocurre sin la complicidad de las autoridades gubernamentales”.
Un funcionario mexicano de alto nivel negó con vehemencia que la operación contara con la aprobación tácita del gobierno mexicano, calificando las acusaciones de “falsas y ridículas”. Describió la situación en su frontera sur con Guatemala como un “punto de ruptura” debido a la continua llegada de migrantes. El funcionario, con conocimiento de inteligencia interna, habló bajo condición de anonimato porque no estaba autorizado a comentar públicamente.
El funcionario no quiso descartar “la corrupción entre algunas autoridades” y añadió que México había advertido a sus homólogos estadounidenses de la abrumadora cantidad de migrantes, la mayoría de ellos haitianos, que se acumulaban en su frontera sur.
Roberto Velasco, responsable de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México para América del Norte, dijo que la migración masiva es un recordatorio de porqué “Estados Unidos, México y otros países de la región tienen que estar unidos para abordar el problema de la migración”.
“Necesitamos un enfoque sofisticado para un problema muy complejo”, dijo Velasco en una entrevista en la Ciudad de México. “Lo que no va a ocurrir es que México resuelva el problema por arte de magia”.
El movimiento, comparado con un efecto hormiga, comenzó lentamente, poco a poco, un lento goteo que explotó. El 2 de septiembre, se contaron 57 haitianos bajo el puente internacional que une Del Río con Ciudad Acuña, México. Para el 12 de septiembre, las cifras aumentaron a 1,507, y luego subieron rápidamente a más de 10,500 para el 16 de septiembre, el Día de la Independencia de México.
Para el 18 de septiembre, más de 15 mil migrantes estaban acampando bajo el puente, después de vadear el Río Bravo. Ese día, México inició una operación para detener el flujo de personas que se dirigían a la zona, acordonando el estado de Coahuila con puestos de control atendidos por autoridades locales, estatales y federales, incluidas las fuerzas militares.
La migración fue un tema importante el viernes, ya que México fue el anfitrión de conversaciones de alto nivel sobre seguridad con funcionarios estadounidenses, entre ellos el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken; el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, y el Procurador General, Merrick Garland.
Ambos gobiernos acordaron renovar la Iniciativa Mérida, un programa de ayuda estadounidense de tres mil millones de dólares que ha sido la piedra angular de la cooperación en materia de seguridad entre Estados Unidos y México. Se puso en marcha con los gobiernos de George W. Bush y su homólogo mexicano, Felipe Calderón, el viejo archienemigo de López Obrador.
El momento de la migración masiva ha suscitado preguntas sobre si Estados Unidos fue presionado durante las negociaciones para el nuevo acuerdo de seguridad.
“Me parece interesante el momento en que se produjo el gran flujo migratorio. Fue la tormenta perfecta”, dijo Arturo Fontes, un ex agente del FBI que pasó su carrera en la frontera y en México y es el fundador de Fontes International Solutions, una empresa de consultoría de seguridad con contactos de alto nivel en todo México. “Es la forma que tiene México de decir: ‘Nosotros también tenemos influencia’. ¿Dónde estaba la inteligencia compartida entre ambos países?”
Fontes ha sido crítico con lo que llama una “ruptura de la cooperación” con las agencias policiales de Estados Unidos bajo la administración de López Obrador.
Un funcionario de las fuerzas del orden estadounidenses que no estaba autorizado a hablar públicamente cuestionó “por qué México tardó tanto en reaccionar” entre el 15 y el 18 de septiembre, cuando las imágenes de miles de haitianos bajo el puente internacional dieron la vuelta al mundo.
Aunque López Obrador ha criticado lo que llama demasiada intromisión de Estados Unidos en México, Velasco ha dicho que ambos gobiernos “hablan todo el tiempo”.
El programa de ayuda de Mérida fue una respuesta conjunta a los retos de seguridad de México e incluía la “estrategia Kingpin”, que exigía acabar con los principales y poderosos líderes de los cárteles. Pero funcionarios mexicanos frustrados, entre ellos Velasco y el secretario de Relaciones Exteriores Marcelo Ebrard, dijeron que esos esfuerzos han resultado inútiles porque los principales líderes de los cárteles son reemplazados rápidamente, generando docenas de organizaciones criminales más pequeñas y violentas que ahora aterrorizan a grandes franjas de México. El acuerdo no ha logrado reducir la violencia y el contrabando de armas en México, ni el flujo récord de drogas, como el fentanilo, de México a Estados Unidos.
Roberta Jacobson, ex embajadora de Estados Unidos en México y ex secretaria de Estado adjunta para Asuntos del Hemisferio Occidental, no está de acuerdo con que el pacto se haya centrado únicamente en la lucha contra el crimen organizado. Escribió en el último número de The Dialogue, una publicación sobre América Latina:
“El verdadero objetivo de la Iniciativa Mérida era ser un proceso, una forma de desarrollar una cultura de cooperación en materia de seguridad entre México y Estados Unidos”, escribió Jacobson, embajadora en México durante las administraciones de Obama y Trump y, más recientemente, asesora en la administración de Biden.
Andrew Selee, presidente del Migration Policy Institute, esperaba que las reuniones del viernes estuvieran dominadas por el tema de la migración, subrayando la sensibilidad del asunto para la administración de Biden. En los últimos años, incluso durante las administraciones de Obama y Trump, la migración ha cambiado significativamente la dinámica de la relación bilateral, proporcionando a México una influencia muy necesaria sobre su poderoso y voluble vecino del norte.
Por ejemplo, bajo la amenaza de un arancel impuesto por el presidente Donald J. Trump en 2019, México desplegó unos 15 mil soldados y la Guardia Nacional para frenar el flujo de migrantes que se dirigían a Estados Unidos.
“Cada vez que hay un aumento en la frontera que crea visibilidad política sobre la inmigración no autorizada, Estados Unidos recurre al gobierno mexicano para tratar de controlarlo”, dijo Selee. “Cuanto más tenga que depender Estados Unidos de México para contener la migración, más se reduce la agenda entre los dos países a ese único tema”.
El viernes, López Obrador se reunió con la delegación estadounidense y volvió a presionar al gobierno de Biden para que aumente la inversión en los países latinoamericanos en un esfuerzo por frenar la migración.
Se cree que más de 80 mil migrantes se dirigen de Sudamérica a Estados Unidos a través de México. La mayoría son haitianos que huyen de las consecuencias políticas, sociales y económicas de la pandemia y de una creciente reacción de países como Brasil y Chile que los acogieron temporalmente después de que muchos huyeran de Haití tras el terremoto de 2010.
“El movimiento comienza desde el país de origen, en este caso quizá Brasil, Chile, Colombia, y es apoyado por una serie de actores que facilitan el viaje, desde actores informales a formales, desde contrabandistas a corporaciones como compañías de autobuses a autoridades gubernamentales corruptas”, dijo Guadalupe Correa-Cabrera, una experta en seguridad de la George Mason University que ha estudiado el movimiento de migrantes desde Sudamérica y el Caribe hacia Estados Unidos-México. “A veces los coyotes organizan todo el viaje, pero a menudo el migrante tiene que negociar de país en país. Piensa en una corporación masiva que está muy descentralizada”.
Mientras miles de migrantes se dirigen a Tapachula, en la frontera con Guatemala, Arturo Vizcarra, que supervisa las operaciones de migración en la región fronteriza para la Coalición por los Derechos Humanos de los Inmigrantes, conocida como CHIRLA, dijo que no está preocupado por las cifras. Teme al “nacionalismo tóxico, la persecución basada en la raza y la nacionalidad” que se está acumulando en México contra los migrantes, especialmente los haitianos. Se pregunta si las tensiones provocaron su repentina migración hacia el norte.
“Fue extraño ver el racismo que se estaba acumulando en Tapachula, y fue muy extraño cómo los autobuses de repente estaban trasladando a toda esta gente”, dijo, añadiendo que muchas protestas y refriegas con los funcionarios de inmigración que se hicieron virales en redes sociales durante los intentos fallidos de formar caravanas habían precedido al éxodo. “Es extraño, porque estas personas llevaban meses intentando moverse y de repente ocurrió”.
Los haitianos, añadió, están “atrapados en una tierra de nadie” entre México y Estados Unidos, un país que en los últimos años ha estado devolviendo a sus migrantes a México y todos sus peligros.
“Lo más aterrador es que la gente no está dispuesta a enfrentar el racismo por lo que es”, dijo Vizcarra. “Esto deja a los haitianos sin buenas opciones, cero buenas opciones”.
Cuando los miles de haitianos cruzaron la frontera con Texas, poniendo a la pequeña ciudad fronteriza de Del Río en el punto de mira mundial, su presencia obligó a cerrar un puente internacional y provocó preocupación entre los funcionarios de ambos lados de la frontera de que hubiera más cruces masivos.
“Nunca he visto nada parecido, pero va a volver a ocurrir, aquí en Del Río, en el Valle del Río Grande, en El Paso, en Arizona o en California”, advirtió el alguacil del Condado Val Verde, Joe Frank Martínez. “Este fue un movimiento bien orquestado y hay miles más que vienen de Sudamérica mientras hablamos”.
Entre los que se dirigían a Ciudad Acuña estaban John Brevil, su esposa y su hijo pequeño. Viajaron desde Chile. Durante el viaje conocieron a Esther Pierre Louie. Ella había llegado desde Brasil. Todos salieron de Tapachula alrededor del 12 de septiembre, cuando se corrió la voz a través de un grupo de chat de WhatsApp de que se había abierto un nuevo paso para escapar de Chiapas. Dijeron que se sintieron afortunados, como si hubieran sido especialmente seleccionados entre miles.
La parte más dura del viaje fue llegar de Chiapas a Veracruz, un trayecto que, según Brevil, se sintió a veces como una misión “clandestina” en la que los haitianos zigzagueaban por algunos puestos de control de inmigración en “autobuses informales” con conductores que parecían estar “escoltados” por “autoridades desconocidas”.
“Me sentí muy emocionado y no dejaba de repetir la palabra ‘Acuña’”, dijo Louie.
Pero cuanto más se acercaba el grupo a la frontera, más disminuía la esperanza. De repente, había “cientos de haitianos” por todas partes, todos dirigiéndose a Ciudad Acuña, dijo. “Sentí que me habían mentido. Enterré la cara entre las manos y me puse a llorar”.
Brevil miró alrededor del autobús y vio que muchos de los hombres y mujeres también lloraban de repente.
“Volteé hacia mi esposa y le dije: ‘No lo vamos a lograr. Hay demasiados haitianos bajo el puente’”, le dijo mientras ella también empezaba a llorar porque no podrían reunirse con su familia en la Florida. “La migración se salió de control”.
En lugar de Ciudad Acuña, el grupo se dirigió a Monterrey, donde decidieron solicitar asilo en México.