Pedro Castillo, un profesor de escuela rural de 51 años cuya existencia era desconocida hasta hace unas semanas por millones de sus compatriotas, asumirá este miércoles como nuevo presidente de Perú, en una ceremonia que coincide además con el bicentenario del nacimiento del país como República independiente.
Castillo, del partido de izquierda Perú Libre (PL), jurará ante la nueva presidenta del Congreso, la dirigente de centroderecha Maricarmen Alva, en lo que podría ser el primer cara a cara en un quinquenio de choques con un Legislativo en el que el oficialismo es minoría.
El discurso inaugural del mandatario es esperado con expectación, pues se supone que lo usará para definir aspectos básicos de lo que será su Gobierno, esperado con entusiasmo por algunos sectores, con incertidumbre por otros y con fuerte rechazo por grupos de derecha radical que aseguran que se ha puesto en marcha un plan para que Perú sea tomado por el "comunismo".
A la ceremonia de posesión asistirán el rey Felipe VI de España y los presidentes de Argentina, Alberto Fernández; Bolivia, Luis Arce; Chile, Sebastián Piñera, y Ecuador, Guillermo Lasso, así como el ex presidente boliviano Evo Morales, entre otros invitados. Y un día después Castillo hará jurará, esta vez de manera simbólica, en el departamento andino de Ayacucho, donde se peleó la batalla definitiva de la independencia.
Será un acto de gran significado: Castillo, andino quechuahablante, tiene fuerte apoyo en los departamentos de los Andes, en los que logró contundentes triunfos en los comicios. En cambio, Lima, la capital, sede del poder político y donde vive casi un tercio de los peruanos, le es hostil. Esa ciudad, que apostó mayoritariamente por la candidata de derecha Keiko Fujimori, fue el escenario de una intensa campaña de desprestigio en que se agitó el fantasma del "comunismo".
En un hecho inusual, el nuevo presidente, que se impuso a Fujimori por 44.000 votos (8.836.388 contra 8.792.117), fue proclamado oficialmente apenas la semana pasada, pues la autoridad electoral tuvo que resolver impugnaciones del sector derrotado, que, sin presentar pruebas, aseguraba –y asegura- que hubo "fraude".
Esos alegatos han tensionado aún más las relaciones entre los dos bandos, al punto que analistas no descartan que se intente sacar del poder al gobernante, como ya ocurrió en el último período con Pedro Pablo Kuczynski, Martín Vizcarra y Manuel Merino, cercados por un Poder Legislativo adverso en los dos primeros casos y expulsado por una fuerte reacción popular en el último.
Esa tardanza, a la vez, ha ocasionado que pase el tiempo sin que Castillo defina claramente posiciones. Por ejemplo, aún no está claro si se mantendrá fiel al programa original radical de PL que le permitió avanzar a segunda vuelta o hará caso a los consejos más moderados de sus nuevos acompañantes en el ballotage.