Las dificultades de los migrantes para trabajar, desplazarse y enviar dinero a sus familias, por la crisis desatada con la pandemia del Covid-19, hará que 33 millones de personas más padezcan hambre para finales de 2021, de acuerdo con un informe divulgado por dos agencias de las Naciones Unidas.
Las remesas de los 164 millones de trabajadores migrantes que hay en el mundo sostienen o ayudan a subsistir a unos 800 millones de personas en sus países de origen, señaló el informe del Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la Organización Internacional de las Migraciones (OIM).
En un contexto en el que el hambre crónica afectaba en 2019 a 690 millones de los 7800 millones de habitantes del planeta, la caída en las remesas incrementa la pobreza y el hambre en millones de familias, que utilizan esos ingresos principalmente en alimentos, salud y otros gastos del hogar, se indicó.
La mayoría de los trabajadores migrantes del mundo se encuentran en el sector informal, por lo general en trabajos poco calificados y remunerados con dinero en efectivo en la agricultura, la construcción o los servicios, y se ven afectados de manera desproporcionada por la pandemia.
Por ejemplo, la mitad de los migrantes centroamericanos que participaron en un estudio de la OIM dijeron que habían perdido sus trabajos, y 82 por ciento dijo que debieron reducir la cantidad de remesas que normalmente envían porque no tenían suficientes ingresos.
El informe recordó que según el Banco Mundial los flujos de remesas a los países de ingreso mediano y bajo, que alcanzaron un tope de 548 000 millones de dólares en 2019, caerán a 508 000 millones en 2020 y a 470 000 millones de dólares en 2021, para completar un descenso de 14 por ciento.
En el llamado corredor seco centroamericano, que cubre buena parte de El Salvador, Guatemala, Honduras, y Nicaragua, 78 por ciento de las familias dependen de remesas de familiares, y en Honduras más de 60 por ciento de encuestados dijeron a la OIM que temen no tener dinero para adquirir alimentos.
Junto con la caída de las remesas, la crisis de la Covid-19 incide en el desplazamiento de las personas, bien sea empujándolas a migrar para encontrar un trabajo o forzando a los migrantes a retornar a sus países de origen.
El informe cita el caso de Venezuela, muchos de cuyos millones de migrantes en América del Sur son “afectados por cierres de fronteras, restricciones de actividad económica y falta de acceso a la salud y seguridad social. Además, los ataques de xenofobia y otras expresiones de discriminación han aumentado con la pandemia”.
Unos 120 000 venezolanos regresaron a su país hasta octubre al perder medios de subsistencia en los países de acogida. Según estudios de agencias de la ONU, la inseguridad alimentaria afecta a 9,3 millones de habitantes de Venezuela y a 1,2 millones de los nacionales de ese país que han migrado.
El hambre, especialmente cuando se combina con un conflicto, es un factor crítico que impulsa a las personas a moverse. Nueve de cada diez de las peores crisis alimentarias del mundo se producen en países con el mayor número de desplazados internos, recordó el estudio.
Citó el caso del Medio Oriente, origen de 22 millones de desplazados, de los cuales más de 13 millones de Siria, con 6,6 millones dentro de su país y 6,7 millones de migrantes, 3,6 millones en Yemen y 2,3 millones de refugiados de Afganistán.
En África occidental, la combinación de conflictos armados y hambre producto de condiciones climáticas y desplome de la economía hizo que en 2019 el número total de migrantes y refugiados internacionales llegase a 11,4 millones, 38 por ciento de los 30,2 millones de migrantes del África subsahariana.
Causas semejantes tienen en inseguridad alimentaria aguda a 24 millones de personas en África oriental y la covid puede hacer que esa cifra pase de 41 millones.
La primera recomendación de OIM-PMA a los gobiernos es garantizar que los migrantes que enfrentan graves dificultades tengan asistencia para satisfacer sus necesidades alimentarias y otras esenciales, y brindar asistencia a los desplazados y a sus comunidades anfitrionas.
Luego, reconocer las contribuciones positivas de los migrantes y la diáspora, promover su inclusión en los sistemas de protección social y facilitar el flujo de remesas, el acceso a la justicia, y contrarrestar la xenofobia, la estigmatización y la discriminación hacia personas en movimiento a raíz de la covid.