Los efectos provocados por la COVID-19 se han hecho sentir en la totalidad del sector cultural del Caribe. Los artistas han tenido que recurrir a toda su creatividad para idear nuevas propuestas, pero tanto creadores como público han encontrado alternativas para continuar conectados pese a la gravedad de la actual crisis.
Para la cantante y compositora cubana Eme Alfonso el 2020 prometía ser un año de gloria. Había trabajado duro en 2019 para preparar lo que debía ser un tiempo de recoger el fruto de meses de esfuerzo.
“¡Iba a hacer muchos conciertos en vivo, muchas giras, muchos festivales! Así de un día para otro, después invertir tanto tiempo y esfuerzo llegó la COVID-19. Nada de conciertos nada de giras, nada de viajes, cero trabajo. No tenía un plan B.”
Alfonso, quien es una de las voces abanderadas de la World Music en Cuba, sintió que los efectos trascendían el plano estrictamente profesional. “Fue duro entender lo que estaba pasando, que iba a durar mucho más tiempo de lo que se imaginaba y que era mucho más serio de lo que se pensaba…”
Como para Eme, la llegada de la COVID significó un golpe para artistas de todo el mundo. El impacto en la producción, distribución y consumo de los bienes culturales ha tenido efectos en la economía creativa y ha revelado el verdadero valor de la cultura para la humanidad.
“…la gente necesita la cultura ahora más que nunca. La cultura nos hace resilientes, nos da esperanza, nos recuerda que no estamos solos”, afirmaba en abril de este año, Ernesto Ottone, subdirector general de cultura de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
Pero los efectos de la Covid-19 sobre la cultura trascienden el valor simbólico. Por citar dos ejemplos, las pérdidas en la industria cinematográfica registradas hasta mayo ascendían a 10.000 millones de dólares estadounidenses; mientras que el impacto en el sector turístico no es menor, pues el 40% de los ingresos del turismo en el mundo corresponden al turismo cultural, según cifras publicadas en el semanario Cultura y COVID-19 de la UNESCO.
La pandemia causada por la enfermedad sacude también las bases de la cultura. En la República Dominicana, la muerte de Jesús Minier, uno de los principales portadores de las tradiciones de la Cofradía del Espíritu Santo de los Congos de Villa Mella hizo sonar las alertas sobre la pérdida física de ancianos de grupos originarios y cofradías, a causa de la enfermedad.
Los efectos han alcanzado toda la pirámide de producción cultural y para enfrentar la crisis los artistas han acudido a su arsenal de resiliencia y creatividad.
Los meses de confinamiento han mostrado el poder de la cultura para sanar y calmar ansiedades. Creadores y público han encontrado alternativas para continuar conectados aun medio de esta situación
A mediados de julio, los seguidores en redes sociales del Festival Havana World Music (HWM) fueron partícipes, desde sus casas, de la VI edición del concurso musical Primera Base dedicado a artistas emergentes, que auspicia ese Festival, creado y organizado por Eme Alfonso.
Días después, la mundialmente conocida cantante cubana Daymée Arocena dedicaba su show radial mensual en Worldwide FM a las bandas y DJs triunfadores del concurso.
La cooperación entre artistas a través de plataformas online ha sido, precisamente, una de las formas encontradas para reinventar la creación y circulación de la producción artística.
Al intervenir en una reunión online de Ministros de Cultura, convocada por la UNESCO en abril de este año, el titular cubano aseguró que "asistimos a un verdadero renacimiento de la creación y la participación solidaria", al referirse a esas redes de cooperación que han emergido. Destacó los conciertos online, los recitales de poesía vía internet y las donaciones de libros a hospitales y centros de aislamiento, entre otras iniciativas desplegadas para suplir la necesidad de acceso a la creación artística y asegurar la vitalidad de la cultura.
El pasado 15 de abril la UNESCO lanzó el movimiento ResiliArt, una serie de debates en línea que han convocado a profesionales del sector cultural en todo el mundo para reflexionar sobre las respuestas que han emergido para mantener la cultura viva, de manera sostenible durante la actual crisis sanitaria.
“El impacto del COVID-19 sobre toda la cadena de valor cultural será duradero en la economía creativa -- afirma la UNESCO – y el movimiento ResiliArt tiene como objetivo garantizar que las conversaciones, el intercambio de datos y los esfuerzos de sensibilización continúen más allá de la pandemia”.
En línea con ese propósito, la Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe de la UNESCO, con sede en La Habana, organizó el primer debate de ese tipo en el Caribe. En alianza con el Programa Transcultura: Integrando a Cuba, el Caribe y la Unión Europea, mediante la Cultura y la Creatividad, finaciado por la Unión Europea, el debate ResiliArt-Transcultura convocó a diez artistas de la región caribeña, entre los que estaban los cubanos Eme Alfonso y Yosvany Terry.
Tras la búsqueda de alternativas para un mundo impactado por la COVID-19, los artistas propusieron que las respuestas implementadas por los países tengan en cuenta la aplicación generalizada de la Recomendación de la UNESCO de 1980 sobre la condición del artista, un documento que insta a los estados miembros a crear políticas y estrategias para que los artistas “puedan trabajar, crear y organizarse fructíferamente en un entorno propicio”.
Meses después de ese primer encuentro virtual, un debate entre artistas dominicanos y haitianos, organizado de conjunto con la Oficina de la UNESCO en Puerto Príncipe, en el Marco del Decenio Internacional para los Afrodescendientes, mostró que algunas de las iniciativas resilientes desarrolladas, como la creación de teatros verdes nacida ante la necesidad de actuar fuera de recintos cerrados, pueden formar parte del futuro de la cultura.
Los debates ResiliArt en todo el mundo han expuesto que hoy, como nunca antes, es imprescindible proteger y salvaguardar la diversidad de las expresiones culturales, con el apoyo de gobiernos, las organizaciones de la sociedad civil y el sector privado, con medidas adaptadas a cada contexto, para la configuración de la nueva normalidad en un mundo post-COVID-19.
Para Eme, el futuro de la creación pasará, necesariamente, por esas redes que han nacido y se han consolidado durante el confinamiento. Para la realización de conciertos habrá un regreso a espacios menos masivos, más íntimos. El mañana estará marcado por una conexión más cercana entre ella y sus seguidores, con mensajes de ida y vuelta, que alimenten la creación y la vida, con el indiscutible poder sanador de la cultura.