En el mundo 14 por ciento de los alimentos se pierden antes de llegar a los expendios y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estrenó una nueva plataforma para ayudar a reducir ese daño y el desperdicio por parte de los consumidores.
La plataforma presenta vía internet información sobre mediciones, reducción, políticas, alianzas, medidas y ejemplos de modelos satisfactorios aplicados para reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos en todo el mundo.
Ya en el mundo pasan hambre 690 millones de personas y, si las tendencias de los últimos años no se revierten, en 2030 podrían ser 840 millones, según la FAO.
“Desperdiciar alimentos significa desperdiciar recursos naturales escasos, incrementar los efectos del cambio climático y perder la oportunidad de alimentar a una población creciente en el futuro”, expresó el Director General de la FAO, Qu Dongyu.
Un área fundamental es la pérdida, es decir la disminución en la cantidad o calidad de los alimentos como resultado de las decisiones y acciones de los proveedores en la cadena alimentaria, excluyendo a los minoristas, proveedores de servicios de alimentos y consumidores finales.
Ese 14 por ciento que se pierde globalmente tiene un valor anual de 400 000 millones de dólares, según la FAO, y además se asocia con emisiones de gases de efecto invernadero equivalentes a 1,56 gigatoneladas de dióxido de carbono (CO2).
Los alimentos se pierden cuando se estropean o se derraman antes de llegar como producto final o la etapa de venta al por menor. Por ejemplo, los productos lácteos, la carne y el pescado pueden estropearse durante su travesía debido a inadecuados servicios de transporte refrigerado y de almacenamiento en frío.
Las pérdidas son mayores en los países del Sur en desarrollo: 20,7 por ciento en Asia meridional y central, 14 por ciento en África subsahariana y 11,6 por ciento en América Latina y el Caribe, versus 5,8 por ciento en países más desarrollados como Australia y Nueva Zelandia.
Las principales pérdidas afectan a raíces, tubérculos y cultivos oleaginosos (25 por ciento), frutas y hortalizas (22), productos cárnicos y de origen animal (12), y también cereales y legumbres (8,6 por ciento).
La pérdida y el desperdicio “son una señal de las dificultades de los sistemas alimentarios. Además, los alimentos nutritivos son los más perecederos y, por ende, los más vulnerables. No solo se pierden, sino que se menoscaba la nutrición”, dijo Lawrence Haddad, de la Alianza Mundial para la Mejora de la Nutrición.
El desperdicio se refiere a la disminución en la cantidad o calidad de los alimentos como resultado de las decisiones y acciones de los minoristas, proveedores de servicios alimentarios, como los restaurantes, y los consumidores.
La FAO reconoce la medición del desperdicio como una cuestión compleja, pero destaca que los alimentos que no llegan a consumirse implican desperdiciar recursos como la mano de obra, la tierra, el agua, el suelo y las semillas, transporte, almacenaje, y aumentar en vano las emisiones de gases de efecto invernadero.
Las innovaciones tecnológicas son bien vistas para ahorrar alimentos y enfrentar los impactos ambientales. Por ejemplo, en Kenia y Tanzania instalaciones de enfriamiento de leche utilizando energía solar evitan pérdidas del producto sin agregar ninguna emisión de gases de efecto invernadero.
La FAO insta a encontrar soluciones tecnológicas para la gestión poscosecha, envasado de alimentos más apropiados, hábitos de consumo más adecuados, políticas gubernamentales destinadas a reducir el despilfarro de alimentos, y redistribuir los excedentes inocuos a personas necesitadas a través de bancos de alimentos.