Las diminutas bolitas de resina con las que se elaboran productos más grandes, como las botellas plásticas, son recios enemigos de la vida marina y potencialmente de los seres humanos, comprueban cada día organizaciones de trabajo ecologista como la mexicana Menos Plástico es Fantástico.
Se trata de “plásticos de menos de cinco milímetros de diámetro, que aparecen en muchas playas y como no es un tema tan conocido no se toma muy en cuenta”, señaló Ana Antillanca, fundadora de la organización, a enviados de la ONU que destacaron el pasado Día Mundial de los Océanos.
“Nosotros vivimos al frente del mar, nuestra vida está aquí, y todos los días lamentablemente, aunque limpiemos, aparece de nuevo basura de plástico”, deplora Antillanca, chilena radicada hace 13 años en la playa Mahahual, en el estado de Quintana Roo, a orillas del Caribe en el extremo sureste mexicano.
Los plásticos llegan por la actividad en la zona, atractiva para el turismo por sus paradisíacas playas, pero también traídos desde lejos por las corrientes marinas.
Solo en Punta Herradura, área de Mahahual utilizada para el desove por tortugas marinas, la organización de Antillanca ha recogido tres toneladas de plásticos desde 2019 y comprobado la presencia masiva de las tan mínimas como tóxicas bolitas.
“Trabajamos para lograr en 2020 la anidación libre de plástico”, afirmó.
Conocidas como pellets o nurdles, las pequeñísimas esferas “pueden confundirse con huevos de pescado o de otros animales marinos, y las toman como alimentos los peces, las tortugas o las aves”, señaló Antillanca.
Son tóxicos, pues contienen micropoluyentes orgánicos como como policlorados bifenilos (PCB), dicloro-difenildicloroetileno (DDE) y nonilfeno. Además, absorben contaminantes del agua de mar circundante, lo que afecta a medida que se consumen y acumulan las toxinas en animales y en humanos.
Roberto Cerda, fundador de la oenegé Restore Coral, también del Caribe mexicano, atribuye responsabilidad a los fabricantes, pues “es un plástico de preproducción, solamente lo posee una persona que fabrica plástico”, mediante el fundido de las bolitas de resina para elaborar productos más grandes.
Además, los nurdles son un insumo barato para la industria del plástico, recordó un estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), y por su poco tamaño y peso pueden perderse en los traslados por camiones, buques o trenes, y viajar con el viento, en la ropa de las personas o por los desagües.
De los microplásticos que llegan a los océanos, 35 por ciento se originan en el lavado de textiles sintéticos, según el PNUMA.
El estudio calculó que entre ocho y 13 millones de toneladas de plástico son descargadas en el mar cada año, lo que equivale aproximadamente a un camión cargado de basura entrando al océano cada minuto.
El grupo de Antillanca también apunta a la responsabilidad de los consumidores “hacia una transición para una vida libre de plástico. Podemos decir que hay que dejar de consumirlo, y la industria deberá hacer el cambio”, según la activista.
Una iniciativa tomada fue convocar artistas para que hagan intervenciones con residuos de plástico y los conviertan en obras de arte, que se suma a un festival y un museo interactivo sobre el plástico en sus playas, para sensibilizar a los municipios de la región sobre la materia.
Cerda planteó otra cuestión, que interroga a las autoridades: “Por más que sacamos el plástico ¿a dónde lo llevamos? En Quintana Roo no hay una infraestructura eficiente de manejo de desperdicios”, según dijo.
Deploró que como la proyectada vía férrea Tren Maya “puede aportar otros cinco millones de turistas a una región que ya recibe 15 millones, hasta ahora la decisión (de las autoridades) ha sido establecer un nuevo vertedero de desechos a cielo abierto”, en área cercanas a Mahahual.
En el mundo la producción y uso de microplásticos, granulados, polvos y abrasivos, ha aumentado sin cesar desde mediados del siglo XX y alcanzó 320 millones de toneladas en 2015.
Se ha comprobado su ingesta por más de 220 especies marina.