El coronavirus ha puesto de rodillas a los países con mejores sistemas sanitarios y va a ser peor en aquellos donde la sanidad privada juega un papel muy importante, explica María Neira, especialista de la agencia de la ONU encargada de velar por la salud pública mundial. La doctora asegura que tras la pandemia los países van a tener que dedicar al menos el doble del porcentaje del PIB que ahora destinan a la sanidad.
La doctora María Neira es la directora del Programa de Salud Pública y Medio Ambiente de la Organización Mundial de la Salud y una convencida defensora de la sanidad pública universal.
En una entrevista con Noticias ONU, explica las debilidades y desigualdades que la pandemia del coronavirus COVID-19 ha dejado al descubierto. También comenta las principales lecciones sobre las que tenemos que reflexionar, entre ellas que la inversión en sanidad nunca es motivo de arrepentimiento.
Desde hacía tiempo, la Organización Mundial de la Salud advertía de la posibilidad de una pandemia como la que estamos viviendo. Sin embargo, pese a esos avisos, el COVID-19 nos ha puesto delante de una realidad: la de que nuestros sistemas sanitarios no están preparados para hacer frente a este desafío.
¿Por qué esa falta de preparación incluso en los países más ricos del planeta?
Es una pregunta sobre la que tendremos que reflexionar mucho y espero que saquemos muchas lecciones también después de esta crisis tan excepcional, tan sin precedentes y tan histórica.
Es cierto que hemos tenido muchas llamadas de atención sobre salud pública. Hemos tenido el SARS, hemos tenido el H1N1, donde se reaccionó, se alertó y se avanzó mucho con el Reglamento Sanitario Internacional y hay que reconocer que eso fue un gran paso adelante.
Pero, después creo que volvimos a perder un poco esa sensación de inminencia, esa sensación de vulnerabilidad y otra vez volvimos a nuestra vida, y se
prepararon ciertos países para un cierto tipo de emergencias, pero nunca la preparación fue al nivel de poder responder a una pandemia como la que tenemos ahora.
Sobre todo, algo que todos hemos olvidado es que la inversión en salud pública y en sistemas sanitarios es una inversión de la que no hay que arrepentirse, pase lo que pase, haya o no haya una epidemia, haya o no haya una alerta, siempre va a ser una inversión sin arrepentimiento, siempre va a ser una inversión rentable. Y creo que la inversión en prevención primaria, en prepararse para que no haya los factores de riesgo que tenemos alrededor de nosotros, tendría que ser también una prioridad absoluta. Veremos, después de esto, si efectivamente hemos aprendido las lecciones y reforzamos nuestros sistemas sanitarios y los blindamos lo más posible.
[Equipamiento médico de la Organización Panamericana de la Salud sale desde unos almacenes del Programa Mundial de Alimentos en Panamá a países de la región]
¿La pandemia también ha puesto de relieve la gran desigualdad en los sistemas sanitarios?
Irónicamente, si se me permite la expresión, esta pandemia está poniendo de rodillas a los países a los que se considera que tienen los sistemas sanitarios más fuertes y apreciados, como lo países europeos, los países ricos, y ahora ya se está desplazándose el epicentro a Estados Unidos… Son países que ahora mismo están sintiendo la pandemia de forma muy dura en sus sistemas sanitarios (…) En los países del hemisferio sur y en países con sistemas sanitarios mucho más débiles, ahí vamos a ver efectivamente el impacto mucho mayor.
Con lo cual va a haber que reflexionar sobre qué porcentaje del PIB de un país tiene que destinarse a su sistema sanitario y a dar protección a la salud de sus ciudadanos, y a dónde va la prioridad de los presupuestos en cada país.
Van a notarse muchísimo las desigualdades sobre todo en esos países donde no hay una cobertura sanitaria universal, donde la salud privada juega un papel muy importante; ahí se va a notar de forma brutal sin ninguna duda.
¿Cuánto haría falta invertir en el capítulo de sanidad para tener una cobertura de salud universal?
Esa es una pregunta que nunca hay que hacerle a un convencido de la salud pública universal, porque nunca va a encontrar ese límite, ese porcentaje adecuado, y siempre va a apuntar a un número muy, muy alto. Pero si es cierto que, incluso en aquellos países en los que el gasto en sanidad es aceptable en este momento o en los que tienen un sistema sanitario entre los mejores del mundo, incluso aunque doblaran el porcentaje de su PIB para invertir en salud, todavía esa inversión ni siquiera sería probablemente la adecuada.
Como digo, de todas maneras, sería una inversión sin ningún tipo de remordimiento. Son inversiones que funcionan. Invertir en educación y en salud siempre tienen un retorno positivo, siempre. Y, además, muy importante: de 1 a 10 por lo menos (por cada dólar de inversión se recuperan diez). Por lo tanto, es fundamental que al menos los países doblen el porcentaje del PIB que ahora dedican a su salud. Algunos países van a tener que hacer mucho más que eso, porque tienen un porcentaje importante de la población que no tienen ningún tipo de cobertura sanitaria.
¿Qué se puede hacer para convencer a los Estados de que adopten la cobertura sanitaria universal?
Aparte del argumento de la equidad, aparte del argumento de que es una buena inversión, aparte del argumento de que la cobertura sanitaria es un derecho universal, hay otro argumento para los países a los que no les convenzan esos argumentos que es muy poderoso: el argumento económico.
Un país que no da cobertura sanitaria universal puede encontrarse con grandísimas dificultades económicas, en el desarrollo económico, en el éxito económico y creo que esta pandemia nos lo va a demostrar. Si realmente va a haber un porcentaje de ciudadanos que no tiene acceso, desde el punto de vista económico, si ese es el argumento que más peso político tienen algunos gobernantes, van a ver que el no invertir en sanidad tiene una incidencia muy negativa en la economía y en el desarrollo socioeconómico del país. Creo que ese sería el último argumento, pero desde luego puede que en algunos países sea el más fuerte y el que más convenza.
¿Qué mensaje de esperanza nos da para sobrellevar esta pandemia?
Primero de todo, decirle a la gente que vamos a salir de esta y vamos a salir bien y que las sociedades están demostrando que quieren proteger a sus mayores, que no hay duda sobre eso. Una sociedad que no protege a sus mayores, es una sociedad que necesita replantearse toda su ética y las bases de su civilización y de su progreso. Ese sería un mensaje, que vamos a salir sin ninguna duda.
Luego, efectivamente, intentar pensar que estamos viviendo un momento histórico y qué podemos sacar de este momento histórico en términos de qué vamos a aprender, qué vamos a hacer mejor, cómo va a reforzar los lazos con nuestras familias y cómo vamos a valorar lo positivo.
Todo esto tiene una parte muy fea, feísima, dolorosísima, económicamente tremenda, demoledora para muchísima gente, con consecuencias socioeconómicas que van a durar mucho tiempo, pero si somos capaces de adaptarnos, y dicen que la inteligencia es la capacidad de adaptarse, si somos una sociedad inteligente, cohesionada y solidaria, intentaremos dejar atrás lo antes posible la parte mala de todo esto, que la tiene, y quedarnos solo con la buena.