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Inclusión financiera: bajó la nota en la percepción social argentina
Buenos Aires, 14 de mayo, (LaNación).-La inclusión financiera, entendida como acceso y uso efectivo del sistema financiero formal, ha adquirido un rol prioritario en la política pública. En nuestro país, declaraciones como "solo uno de cada dos argentinos tiene una cuenta bancaria" o "solo uno de cada cuatro titulares utiliza su tarjeta de débito/crédito" (entre otras) han ayudado a posicionar el tópico tanto en la sociedad civil como en la clase política.
Pero ¿de dónde provienen estos datos tan alarmantes sobre el acceso y el uso de los servicios financieros desde la perspectiva de los individuos?
Surgen del Global Findex del Banco Mundial, lanzado en 2011 y repetido en 2014. Basada en los resultados de entrevistas representativas y en la recopilación de cientos de indicadores en más de 140 países, es la base de información más completa para conocer cómo los adultos interactúan con el sistema financiero. De allí se extrae casi todo lo que se conoce sobre el acceso al sistema financiero y su uso real. Porque, si bien puede haber muchas cuentas o productos colocados en una economía, si su población no los reconoce o informa no utilizarlos, no podemos hablar de una inclusión financiera efectiva.
El pasado 19 de abril, el Banco Mundial difundió el nuevo Global Findex 2017. A continuación analizaremos cinco aspectos claves que se extraen para la Argentina.
En primera instancia, se encuentra el hecho de que el 51,3% de los adultos en la Argentina declara no tener una cuenta en una institución financiera a 2017; esto incluye a aproximadamente 16,87 millones de individuos. Ese guarismo ha desmejorado marginalmente desde 2014 (cuando había sido del 49,8%), pero principalmente es motivo de alarma el hecho de que eso se deba a una drástica contracción en el acceso a estos servicios de la población que está en los deciles más bajos, es decir, los más pobres. Preocupa, especialmente, cuando la Argentina fue el país que más los bancarizó en el período de 2011 a 2014.
Si bien la encuesta refleja la "percepción" de la población (cuántos son quienes afirman "saberse" poseedores de cuenta), observar la variación entre los años 2014 y 2017 es algo que no pierde relevancia, pues la inclusión financiera según la definición tanto del Banco Mundial como de otras entidades, es el "acceso y uso efectivo de servicios financieros".
Si se mira el 40% de los adultos de menores ingresos, en 2011 solo el 19,7% tenía acceso a una cuenta. Y en 2014, el 44,6% sí tenía, con lo cual se habían superado las tasas de crecimiento promedio del mundo. El ratio se contrajo al 38,1% para 2017, aunque en el resto de la población (el 60% de mayores ingresos) el acceso creció al 55,8% (del 42,1% en 2011 y 53,9% de 2014). Mientras que la región (del 58,9% al 57,2%) y el mundo (del 45,4% al 39,5%) supo contraerlos de 2014 a 2017, los no bancarizados entre los más pobres crecieron del 55,4% al 61,9% en la Argentina. En otras palabras, la brecha entre ricos y pobres con acceso a servicios financieros, que supo ser del 22,4% en 2011, se redujo drásticamente hasta el 9,3% en 2014, y se incrementó a casi al doble en 2017, cuando pasó al 17,7%.
En segundo lugar, al indagar sobre los motivos por los que no se posee una cuenta en alguna institución financiera (con la posibilidad de dar múltiples respuestas), en la Argentina se esgrimen en abrumadora mayoría razones económicas y formales. Un 59,1% declaró no tener fondos suficientes; un 42,8%, que los servicios financieros son demasiado caros, y un 29,9% dijo no poseer la documentación necesaria. Es revelador destacar cómo la gratuidad para el acceso a ciertas cuentas y servicios financieros, junto con la disminución de los requisitos, no habrían sido asimiladas por gran parte de la población para mediados de 2017.
El listado continúa con un 25,4% que dice no tener cuenta por no confiar en las instituciones financieras, un 23% que sostiene que otro miembro de la familia ya posee un cuenta, y un 11,2% que comenta encontrarse lejos de las instituciones financieras. Debe destacarse que solo el 2,6% de los encuestados que no tiene una cuenta reporta como única razón el hecho de no tener necesidad. Esto implica que, de trabajar en las barreras mencionadas anteriormente, la mitad de la población argentina estaría dispuesta a ingresar al sistema financiero.
En tercer término, otro dato desfavorable corresponde al uso activo de las cuentas bancarias. Mientras que en 2014 el porcentaje que reportó uno o más movimientos en sus cuentas (retiros en efectivo o electrónicos) durante el último año fue del 92,1%, para 2017 el guarismo se redujo al 80,8%. Así, entre la escasa mitad de los argentinos que declara tener cuenta en institución financiera (el 48,7%), casi un 20% no la utiliza en absoluto.
En cuarto lugar, el acceso y el uso de tarjetas de débito y crédito también se han reducido. Mientras que en 2014 un 44% declaraba tener una tarjeta de débito, y un 25,4%, haberla utilizado en el último año, en 2017 los guarismos se redujeron al 41,4% y al 21,6%, respectivamente. En tarjetas de crédito se pasó de un acceso del 26,6% al 24% y en cuanto al uso, la tasa bajó del 23,9% al 21%. Pasamos del "uno de cada cuatro" a estar más próximos al "uno de cada cinco utiliza su tarjeta de débito/crédito".
Un último dato muy relevante: los que reportan haber ahorrado dinero en un banco u otro tipo de institución financiera en el último año pasaron de ser el 4,1% en 2014 al 7,2% en 2017, muy lejos todavía de la media para América Latina (12.6%) y del mundo (26,7%). Pero más alarmante aún es que el porcentaje de encuestados en la Argentina que declara haber ahorrado por cualquier motivo en el último año (formal y/o informalmente) creció del 23,1% en 2014 al 30,3%. Esto implica que la brecha de ahorro informal/formal más que se duplicó, pasando del 10,1% al 23,1%. Los argentinos han incrementado su hábito de ahorro, pero principalmente por fuera del sistema financiero formal.
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