Acuerdo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc). Cese al fuego de los guerrilleros. Cese al fuego del Estado colombiano. Parecen títulos de los capítulos iniciales del libro “La Colombia del posconflicto”.
Pero… ¿cómo influye esta nueva página de la historia colombiana en Venezuela?
Los analistas tienen diversas lecturas según la posición y la disciplina en la cual militen o trabajen. Sin embargo, la mayoría coincide en que el momento histórico debe leerse como positivo, pues cualquier avance hacia la paz abre puertas para el desarrollo económico y la convivencia política.
Viendo el intercambio comercial, los expertos señalan que la reducción de la violencia es un estímulo para el desarrollo de las actividades y para el flujo de los productos entre ambas naciones.
También se llama la atención sobre los peligros intrínsecos en todo proceso de pacificación con los “renegados” que probablemente busquen migrar a países vecinos.
Entre las bondades que tiene este proceso, destaca la generación de un ambiente que favorece las actividades económicas.
“Sin duda es un paso relevante, no solo para Colombia sino para Venezuela. Se genera una expectativa positiva, porque se avecina mayor seguridad ciudadana, lo que redundará en la posibilidad de mayor tránsito de mercancía entre las naciones. Este es el momento para acompañar este proceso con la apertura de la frontera”, sentencia Moisés Bittán, experto en economía empresarial de la Ucab y expresidente de Cámara Venezolano Colombiana.
Ante la preocupación de que este proceso pueda significar la migración de mano de obra calificada, Bittán señala que la situación podría redundar en un mayor flujo de venezolanos hacia Colombia, porque la regularización de la vida civil la haga “un lugar más atractivo y sea una opción para que algunos colombianos puedan plantearse regresar”.
Sin embargo, percibe que lo beneficioso del nuevo escenario está en que “permitirá una movilidad mayor de lado y lado”, lo que haría más dinámico el intercambio de productos, bienes y servicios, si esto es respaldado con políticas económicas adecuadas.
Por su parte la internacionalista Giovanna De Michelle sostiene que mucha de la mano de obra colombiana que vive en el país “ya tiene demasiadas raíces en Venezuela” por lo cual ve “difícil un regreso masivo”.
No obstante, alerta sobre un riesgo que debe valorar Venezuela, vinculado con que Colombia se hace más atractiva para la inversión, pues en medio de la guerra “ha sabido atraer capital internacional y este escenario será mejor para ellos. Eso puede aumentar las presiones a nivel interno de Venezuela. Hará evidentes las debilidades de nuestra economía”, advierte De Michelle.
Cadenas integradas. Gustavo Márquez, ex embajador de Venezuela en Colombia, señala que el gobierno de Santos debe ser cuidadoso, porque el conflicto generaba empleos y actividades que mantenían estructuras dentro del tejido social colombiano.
Respecto a su relación con Venezuela indica que “el desarrollo de relaciones bilaterales y cadenas productivas integradas sería beneficioso para ambos países”.
Considera vital una política “clara y sincera” de combate al contrabando y el narcotráfico por parte de las dos naciones, puesto que estas actividades, han sustituido e impedido el desarrollo de la economía real en la región fronteriza, atentando contra la industria y el aparato económico de ambas naciones.
“Hay que armonizar asuntos macroeconómicos como la determinación del tipo de cambio en la frontera por las decisiones tomadas en el Banco Central de Colombia”, alerta Márquez.
Cuestión de inversión. Algunas fuentes indican que el conflicto colombiano costaba al país, alrededor de 4% de su PIB .
Con el acuerdo de paz se requerirán inversiones para atender la nueva situación que Moisés Bittán considera parte del reto; es decir, generar “mayor productividad de los recursos que antes iban a seguridad y defensa, con programas sociales de reinserción. Menos armas y más escuelas”.
Agrega que “deberá crearse una política de subsidios para absorber a esta gente y ver como se inserta en el aparato productivo”.
La región y los peligros. Coincidiendo en que el acuerdo de paz con las Farc, es uno de los hechos más relevantes en Colombia y la región en los últimos años, Giovanna De Michelle levanta un alerta. “Esto no significa la paz absoluta. Están el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y los paramilitares. Los países vecinos deben estar muy atentos y prepararse. Hay algunas de las células de las Farc que no estaban de acuerdo con el proceso y hasta ahora, no sabemos qué pasó con ellos. Puede que hayan grupos que no se pacifiquen. O decidan buscar otros escenarios”, sostiene la internacionalista.
Agrega que sería “ilusorio pensar” que factores de la guerrilla “con apoyo recibido del narcotráfico dejen el negocio”. Sostiene que los políticos han dibujado la salida del conflicto político y militar, pero advierte que allí se ha presentado una convivencia con otros elementos como el narcotráfico y la delincuencia organizada, que no están muy claros y los negociadores no tienen una respuesta para ello.
Sobre ese punto, también llama la atención Moisés Bittán quien sostiene que las Fuerzas Armadas de los vecinos de Colombia, deben actuar con cautela porque es un proceso que no basta con decretarlo, “hay que ejercerlo”.
Advierte que “debe atacarse el origen delictivo de los fondos de financiamiento. Todo lo que pueda estar vinculado con la extorsión, secuestros y contrabando debe ser atacado. Los vecinos deben ser cuidadosos en el desenvolvimiento de este proceso. Las operaciones ilícitas pueden mutar, migrar hacia las vecindades”.
Por su parte Gustavo Márquez, alerta que hay un sector opositor a los acuerdos de paz “y las fuerzas de Uribe jugarán a que siga porque la guerra también les genera ganancias. “El cuadro político no cambia. Está el paramilitarismo y esos sectores en Venezuela han tenido sus expresiones. Capriles y López han respaldado la política de la guerra de Uribe”.
Agrega que “los desempleados de la guerra pueden tener un desplazamiento hacia Venezuela” y se necesitan medidas para que el conflicto no se traslade.
“Detrás de estas intenciones está el imperialismo. Debe haber un mayor control territorial que ayude a garantizar el pleno servicio de la soberanía”.
Finalmente señala que “Colombia toma medidas de control. Nosotros debemos hacerlo. Debe darse una política de Estado y homologar los controles. Garantizar la reciprocidad y simetrías en el tratamiento”.