BEIJING, (Xinhua) - La XVI Cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) concluyó la semana pasada en la capital uzbeka de Taskent, en la cual los líderes participantes reiteraron la importancia de la cooperación de seguridad y económica como la lanza y el escudo contra el terrorismo.
Dadas las amargas memorias sobre el terrorismo, varios países latinoamericanos también son conscientes de la importancia de la lanza y el escudo, pero a la región le falta una plataforma antiterrorista común como lo hacen los Estados miembros de la OCS.
QUINCE AÑOS DE LA OCS
El presidente de China, Xi Jinping, presentó en la cumbre una propuesta de cinco puntos en la que desatacó las prioridades dadas a la seguridad y al desarrollo económico de la región.
Según el mandatario chino, la OCS debe priorizar la seguridad y consolidar esta base de la organización y, al mismo tiempo, expandir la cooperación práctica y ampliar el camino del desarrollo mediante la alineación de la Iniciativa de la Franja y la Ruta y las estrategias de desarrollo de los otros miembros.
En 2013, Xi propuso la participación de los Estados miembros de la OCS en la Iniciativa de la Franja Económica de la Ruta de la Seda con el objetivo de impulsar la cooperación económica a través de la interconexión de las infraestructuras y las estratégicas del desarrollo económico.
En la Declaración de Taskent, los líderes reiteraron su apoyo a la Iniciativa de la Franja Económica de la Ruta de la Seda y prometieron convertirla en una de las herramientas para facilitar la cooperación económica regional.
Este año se cumple el 15 aniversario del establecimiento de la OCS, fundada en 2001 con la meta primordial de promover la seguridad regional y la lucha contra el terrorismo.
Entre los miembros de pleno derecho de la OCS figuran China, Kazajistán, Kirguizistán, Rusia, Tayikistán y Uzbekistán, mientras que Afganistán, Bielorrusia, la India, Irán, Mongolia y Pakistán son observadores, en tanto Armenia, Azerbaiyán, Camboya, Nepal, Sri Lanka y Turquía son socios de diálogo.
Durante los últimos 15 años, los Estados miembros de la OCS han mantenido un estrecho contacto y un apoyo mutuo en la lucha contra el terrorismo, el separatismo, el extremismo, el narcotráfico y el comercio ilegal de armas, y se han frustrado más de 500 conspiraciones terroristas en la región.
En virtud del Espíritu de Shanghai, caracterizado por la confianza y el beneficio mutuos, la igualdad, la consulta, el respeto de la diversidad cultural y la búsqueda del desarrollo común, los Estados miembros también han estrechado una dinámica cooperación económica, a fin de erradicar la pobreza como una importante causa del terrorismo.
En el recién publicado "Libro Amarillo de la OCS 2016", los investigadores chinos exhortaron a los miembros de la OCS a fortalecer activamente la cooperación económica multilateral, la cual podrá aumentar el empleo, elevar el nivel de vida de la población, contribuir a resolver los problemas económicos y sociales, así como a conducir a eliminar de raíz el terrorismo.
EXPERIENCIA PERUANA
Durante las últimas décadas del siglo pasado, América Latina fue la región más sacudida por los atentados terroristas en el mundo.
De acuerdo con la Base de Datos Global del Terrorismo, desarrollada por la Universidad de Maryland, Estados Unidos, la cifra de atentados terroristas sucedidos en América Latina entre 1970 y 1999 llegó a 26.966, equivalente a un 38.7 por ciento de los 69.706 casos registrados en todo el mundo.
Una gran parte de los incidentes terroristas fueron perpetrados por guerrillas o grupos paramilitares que intentaron conseguir el poder en sus respectivos países por la vía violenta, y en el caso particular de Perú destacaron agrupaciones como Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA).
En julio de 1992, Sendero Luminoso protagonizó el atentado de Miraflores con coches bomba que causó la muerte de 25 personas y dejó más de 200 heridos, iniciando una serie de ataques contra el gobierno peruano que duraron una semana y se cobraron la vida de 40 civiles.
En diciembre de 1996, el MRTA ocupó la residencia del embajador de Japón en Perú y tomó como rehenes a cientos de diplomáticos, funcionarios y oficiales militares de alto rango, originando la crisis de rehenes que duró 125 días.
Estos son solamente dos casos individuales. Según la estimación de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Perú, unas 70.000 personas murieron o desaparecieron en los actos violentos cometidos por Sendero Luminoso y el MRTA, en su mayoría campesinos.
Afortunadamente, la situación de seguridad del país andino empezó a mejorar desde el año 2000, gracias a las intensas y constantes ofensivas militares que terminaron con la detención de los fundadores y líderes de estos grupos terroristas.
Por otro lado, el rápido crecimiento económico y los continuos empeños en erradicar la pobreza en las zonas rurales dificultaron el reclutamiento de los grupos terroristas que siempre abusaron de la desesperanza de los jóvenes campesinos.
LA LANZA Y EL ESCUDO
La experiencia peruana demuestra al mundo la lanza y el escudo para luchar contra el terrorismo: la firme ofensiva contra los grupos terroristas y la eliminación de la pobreza.
Como indica el economista peruano Hernando De Soto en su famoso libro "El otro sendero: la respuesta económica al terrorismo", la oportunidad económica y las esperanzas que ella inspira son otra arma fuerte contra el terrorismo.
Sin embargo, los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos ha transformado la lucha antiterrorista, que reclama de una lanza más larga y un escudo más amplio para adaptarse a los desafíos del terrorismo internacional.
En concreto, la lucha antiterrorista ha dejado de ser una causa de un país individual, como sucedía en Perú hace tres décadas, y se requiere de la cooperación y la colaboración de todos los países involucrados, tales como el intercambio de información, ejercicios militares conjuntos y asistencias económicas a los países en vías de desarrollo.
En este caso, la OCS es un buen ejemplo. Los países miembros han realizado más de 10 ejercicios conjuntos de entrenamiento antiterrorista y mantenido la coordinación regular entre departamentos de inteligencia, además de interconectar las estrategias del desarrollo económico a fin de conseguir la prosperidad común.
La reciente masacre de Orlando, Estados Unidos, cuya mayoría de víctimas fatales fueron caribeños, alertó que América Latina no vive al margen del terrorismo internacional y que nadie está seguro si el terrorismo sobrevive y se extiende a nivel global.
Además, la confabulación de los grupos antigubernamentales y los narcotraficantes, la infiltración de los grupos extremistas islámicos en la región y el estancamiento de la reducción de la pobreza debido a la recesión económica podrían suscitar la reaparición de los actos terroristas en los países más vulnerables.
En medio de estos nuevos retos, América Latina y el Caribe no necesitan 33 lanzas y 33 escudos separados, sino una lanza acoplada y un escudo unido para toda la región. Eso es lo que la OCS transmite a América Latina y el mundo.