La geografía económica está redefiniéndose a través del financiamiento de infraestructuras compartidas entre países
“En Sudamérica ya no necesitamos grandes decisiones sino decisiones operativas”, destacó Andrés Aráuz, miembro del directorio ejecutivo del Banco del Sur. Esta institución está lista para funcionar.
Redacción Economía, miércoles, 27 enero 2016.- En 2015, el Fondo Monetario Internacional aceptó al renminbi chino en el conjunto de las monedas utilizables para reserva internacional. También se creó el ‘Nuevo Banco de Desarrollo del Brics’ (NBD Brics).
Estos hechos representaron “las mayores transformaciones al sistema económico y financiero internacional ocurridas en los últimos 50 años”, señaló Andrés Aráuz, el representante ecuatoriano en el directorio ejecutivo del Banco del Sur.
Además de concitar la atención de académicos y empresarios latinoamericanos, los cambios actualmente en curso han renovado el interés de los decisores políticos en Estados Unidos y Europa por la captación y localización de inversiones para el desarrollo.
El Congreso estadounidense monitorea las tendencias.
En diciembre de 2015, en Estados Unidos, el Servicio de Investigación Parlamentaria (CRS por sus siglas en inglés) publicó un informe sobre los Bancos de Desarrollo Multilaterales (BDM).
En forma inmediata, las motivaciones para ese trabajo parecerían estar relacionadas con las finanzas públicas domésticas. Además de que debe supervisar a esas instituciones y aprobar las contribuciones de fondos, el Congreso requiere precautelar que los directores ejecutivos estadounidenses que participan en la banca multilateral promuevan ciertas políticas y, según indica el CRS, sugerirles “cómo votar en determinados asuntos”.
Al margen de considerar esas tareas rutinarias, el informe del CRS deja entrever otras razones más estratégicas, entre las cuales se encuentra el asunto de la efectividad de los BDM. Y ello en razón de que, dentro y fuera de Estados Unidos, se cuestiona si la asistencia de las instituciones multilaterales tradicionales es adecuada para alcanzar resultados de desarrollo o si su tarea consiste simplemente en “sacar el dinero fuera de la puerta”.
Por otra parte, además de referirse a las críticas a la transparencia, representatividad y ausencia de una clara división del trabajo entre instituciones multilaterales, el informe menciona que se encuentran en juego también los intereses comerciales de Estados Unidos, es decir, “billones de dólares en contratos anuales que emergen de los proyectos financiados por los BDM”.
En suma, en el informe preparado para apoyar el debate legislativo se trasluce la preocupación estadounidense por el “cambiante paisaje” del multilateralismo generado por nuevas propuestas de cooperación.
China cambia los parámetros del financiamiento para el desarrollo
A diferencia de lo que suele suceder en América Latina, la conformación de nuevas instituciones para la cooperación regional no es necesariamente un proceso largo y tortuoso en otras latitudes del mundo.
En Beijing, el 16 de enero se realizó la reunión inaugural de la Junta de Gobernadores del Banco Asiático de Infraestructura e Inversión (BAII). Culminó así un esfuerzo de negociaciones que apenas comenzó en octubre de 2013, cuando el presidente Xi Jinping lanzó la iniciativa, y que prosiguió en julio de 2015 con la firma del Convenio Constitutivo.
En este documento se estableció como funciones del BAII la promoción de la inversión pública y privada en infraestructura y sectores productivos para el desarrollo regional y, también, la utilización de sus recursos para complementar al capital privado cuando este no se encuentre disponible en condiciones y términos razonables.
Entre los firmantes y miembros fundadores del Banco Asiático se encuentran Australia, Austria, Bangladesh, Brasil, Egipto, Finlandia, Francia, Georgia, Alemania, Islandia, India, Indonesia, Irán, Israel, Italia, Corea del Sur, los Países Bajos, Nueva Zelanda, Noruega, Portugal, Rusia, Arabia Saudita, Singapur, Suecia, Suiza, los Emiratos Árabes Unidos y el Reino Unido.
A su vez, el BAII podrá financiar a entidades, empresas o agencias de sus países miembros, a agencias regionales o internacionales para el desarrollo económico y a receptores externos a la región si estos contribuyen al desarrollo de Asia.
El Banco inicia con un capital de $ 100 billones repartidos en 1 millón de acciones con un valor a la par de $ 100 mil. Ese acervo será dividido en un 20% de acciones desembolsadas y 80% de acciones exigibles. Para incrementar su capital se efectuará emisión de bonos.
Su Junta de Directores tendrá 12 miembros, 9 electos por los miembros regionales y 3 por los miembros no regionales. Cada país tendrá un poder de voto que será la suma de los “votos básicos” que constituyen el 12% del total de votos y que se distribuyen de manera igualitaria para cada miembro; los ‘votos accionarios’ que le otorgan un voto a cada miembro por cada acción aportada al capital social y 600 votos para cada miembro fundador.
Según la información proporcionada en la página web del BAII, las funciones operativas, la composición del capital y la estructura de gobernanza responden a un interés inherente a la fundación del Banco Asiático: aprovechar “las lecciones de la experiencia de los BDM existentes y del sector privado”.
Los nuevos arreglos financieros buscan apoyar al sector real.
En el ámbito político estadounidense, las acciones emprendidas por China suelen ser apreciadas como la antesala para el debilitamiento paulatino de la influencia del Banco Mundial. Suceda o no así, el nuevo regionalismo financiero tiene otras motivaciones económicas más pragmáticas.
Según el estudio sobre “Los bancos multilaterales de desarrollo en el siglo XXI”, publicado por el Overseas Development Institute en noviembre de 2015, el atractivo de las nuevas tendencias de cooperación regional radicaría en la posibilidad de financiar aquellas infraestructuras necesarias para el desarrollo económico a largo plazo.
Los nuevos arreglos institucionales apoyados por China tienen precisamente esa orientación. Al respecto, en mayo de 2015, la iniciativa ‘Un cinturón, un camino’ permitió apreciar que ese país está interesado en conectar al Asia con Oriente Medio, África y Europa mediante infraestructuras para producción, logística, transporte, telecomunicaciones y fibra óptica.
Por su parte, los países en desarrollo buscan préstamos con condiciones que tomen en cuenta efectivamente las prioridades que emergen de sus propios requerimientos. Hasta el momento, sin embargo, las instituciones de Bretton Woods no han logrado asumir a plenitud esa demanda latente de sus clientes.
El Banco del Sur espera su capitalización para operar.
Exceptuando Brasil, la mayoría de países sudamericanos perdió la oportunidad de participar como miembros fundadores en el BAII y en el NBD BRICS. No obstante, sí quedan abiertas opciones viables.
Desde hace casi una década se propuso una arquitectura financiera sudamericana basada en un banco para inversiones regionales, un fondo común de reservas y un sistema de compensación de pagos. Entre sus propósitos se encontraba lograr mayor eficiencia, reducir costos de transacción y minimizar las fuentes de riesgo externo. Esta propuesta ha sido trabajada y está lista.
Al respecto, durante el foro “Acciones financieras regionales para enfrentar la crisis económica latinoamericana”, realizado en Flacso el pasado lunes, Verónica Artola, subgerente de Programación y Regulación del Banco Central del Ecuador, presentó un detallado resumen de todos los estudios técnicos existentes que permitirían el funcionamiento del Banco del Sur.
Por su parte, Andrés Aráuz destacó que financiar grandes proyectos de inversión “es la alternativa para desencadenar nuevos procesos de producción, articular las necesidades de los países sudamericanos, relanzar las esperanzas de crecimiento y generar condiciones de certidumbre en Sudamérica para los próximos años”.
Aráuz añadió que el “Fondo del Su”’ es “un fideicomiso a través del cual, si lográsemos atraer solo el 5% de las reservas internacionales que los países sudamericanos tienen depositados fuera de su región, tendríamos $ 50 mil millones en el corto plazo”.