Madrid, 12 de marzo de 2015.- El rápido crecimiento de la economía latinoamericana y de su comercio exterior en los últimos años es innegable. Sin embargo, la brecha entre América Latina y las naciones más ricas y dinámicas parece aumentar año tras año, en lo que a infraestructuras y servicios logísticos se refiere. Sin buena logística y unas infraestructuras adecuadas con las que reducir los costes del transporte, las ventajas competitivas de la economía latinoamericana se evaporan.
Dada la situación, parece lógico afirmar que el futuro crecimiento y el desarrollo económico de los países latinoamericanos pasa por la inversión en infraestructuras. Invertir en infraestructuras es invertir en el desarrollo de un país –especialmente si hablamos de América Latina–. Aunque esta aserción pudiera resultar osada, lo cierto es que la inversión en infraestructura tiene efectos largamente demostrados en relación con la competitividad y el crecimiento económico, así como la reducción de la pobreza gracias a que permite aprovechar las oportunidades que ofrecen el crecimiento económico y el comercio internacional.
Aunque diversos estudios dan muestra de un profundo esfuerzo por parte de los países de América Latina para invertir en infraestructuras, este no parece ser suficiente para aumentar el PIB potencial en el medio plazo.
Por ello, resulta fundamental entender que la región no sólo debe incrementar la inversión en infraestructuras, sino que debe hacerlo de una forma más eficiente. Es decir, incrementar el presupuesto dedicado a las infraestructuras sería una acción en vano si no viene acompañada de una mejora en la planificación y una visión estratégica a largo plazo, apostando por la transparencia y la búsqueda de la auténtica competitividad.
En este sentido, las inversiones han de estar encaminadas a cubrir aquellos espacios que más atención requieren. Esto es, por ejemplo, el tratamiento de aguas, saneamientos y transportes, así como áreas menos desarrolladas en relación con sectores como el de las telecomunicaciones, la energía eléctrica, telefonía móvil y los puertos.
Así, la mejora de carreteras urge de manera especial, dado el crecimiento del volumen de exportaciones. El transporte por carretera es el modo predominante en los flujos internos pero la red de carreteras de América Latina tiene un bajo desempeño. Tener empresas muy eficientes que produzcan bienes a precios bajos puede resultar inútil si pierden sus ventajas competitivas en las ineficiencias en el desplazamiento de esos bienes dentro del país.
En definitiva, la región debe cambiar el curso en cuanto a la forma en que administra la logística de las cargas, a fin de reforzar su integración con el mundo y seguir creciendo.
La mejora de las infraestructuras se presenta como un reto que los países de América Latina han de ver como una oportunidad.
Invertir en infraestructuras es apostar por el desarrollo económico y social, puesto que, no sólo la calidad de vida se ve mejorada, sino que aumentan la inclusión social y las oportunidades para las comunidades aisladas, la economía y la competitividad de las empresas crece, al compás de un proceso en el que la integración del espacio nacional y el espacio regional aumentan.