Desde julio del 2014, la empresa estatal eléctrica de Uruguay, UTE, tiene en circulación 30 camionetas 100 por ciento eléctricas. Tras la positiva experiencia en diferentes terrenos del país, este mes de noviembre duplicó esa flota de camionetas y sumó dos automóviles. Crédito: Verónica Firme/IPS
MONTEVIDEO, (IPS) - Uruguay pretende alcanzar la neutralidad en carbono para 2030, y para ello transforma su matriz energética, ya mayoritariamente renovable, con el impulso de fuentes limpias no convencionales y una estrategia que combina desde asociaciones público privadas hasta nuevas inversiones.
“Este país cerró 2014 con 55 por ciento de energías renovables en su matriz global, cuando el promedio mundial es de apenas 12 por ciento”, destacó el presidente del Sistema Nacional de Respuesta al Cambio Climático, Ramón Méndez, durante un encuentro sobre el sector.
Además, 94 por ciento de la generación eléctrica provino de fuentes renovables, acotó, en un país que solo es responsable de 0,06 por ciento de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, causantes del recalentamiento planetario.
La transformación energética comenzó durante el anterior gobierno del actual presidente, Tabaré Vázquez (2005-2010), aunque el país no partía de cero en fuentes renovables, explicó en entrevista con IPS el físico Gonzalo Abal, del Laboratorio de Energía Solar de la Universidad de la República del Uruguay.
Uruguay ya tenía un fuerte componente renovable, gracias a la fuente hidroeléctrica, pero esta es una alternativa vulnerable, por supeditarse a los vaivenes climáticos.
Tradicionalmente, el país dependió de cuatro antiguas centrales hidroeléctricas, tres sobre el río Negro, construidas entre los años 30 y 70, y una más sobre el río Uruguay, compartida con Argentina, de la década de los 70.
Además, dos vetustas plantas térmicas a fueloil han operado como respaldo cuando por falta de agua se reducía o paralizaba la generación hidroeléctrica, la última vez en 2004.
Este país del Cono Sur americano, con 3,3 millones de personas, ha explotado totalmente la fuente hidroeléctrica, al menos la de gran potencial, y por eso comenzó a apostar por la fuente eólica y luego la biomasa, que son las dos donde más ha avanzado, según datos aportados por los especialistas y documentos consultados.
La transformación energética requirió de un marco legal, que incluyó la autorización a los clientes conectados a la red de baja tensión de generar electricidad de origen renovable –eólica, solar, biomasa o mini hidráulica– con una potencia no mayor a 150 kilovatios.
También se aprobaron varias iniciativas como la Política Energética 2005 – 2030, y el Plan Nacional de Eficiencia Energética 2015-2024, aprobado el 3 de agosto.
El Plan aspira a reducir el consumo de energía en todos los sectores, pero en particular en el residencial y de transporte, que serán responsables de 75 por ciento de la disminución total acumulada para 2024.
Además, se modificó la Ley de Promoción de Inversiones, para incentivar a que los proyectos incluyan al menos cinco por ciento de la inversión en energía renovable, a cambio de la reducción tributaria, mediante un indicador de producción más limpia.
Uruguay posee 16 parques eólicos de mediano y gran potencial, como este del norteño departamento de Tacuarembó. El país cuenta ya una potencia eólica instalada de 670 megavatios y con una cantidad similar en construcción, con lo que 30 por ciento de su demanda eléctrica se abastecerá con la fuerza del viento a fines de 2016. Crédito: Ana Libisch/IPS
La estatal Administración Nacional de Usinas y Trasmisiones Eléctricas (UTE) es responsable de la generación, la trasmisión, la distribución y la comercialización de energía eléctrica para 1,2 millones de clientes distribuidos en los 176.215 kilómetros cuadrados del territorio uruguayo.
La empresa estatal monopoliza la distribución energética, pero no la generación, en la que participa el sector privado, lo que implicó la dificultad de sumar el área a los objetivos de la estrategia energética.
Al final de 2014, Uruguay contaba con una potencia total instalada de 3.719 megavatios, incluyendo los generadores conectados al Sistema Interconectado Nacional y otros autónomos y de autoproducción, según datos del Ministerio de Industria, Energía y Minería.
Las grandes plantas de celulosa están generando su propia energía a partir de la biomasa y vendiendo su excedente a la UTE. El problema de esta fuente es que al quemarse libera CO2, uno de los principales gases de efecto invernadero. Y si bien existe la tecnología para que las emisiones sean totalmente limpias, en Uruguay la situación todavía es mixta. “Hay instalaciones muy nuevas que funcionan de forma muy limpia y hay instalaciones viejas y obsoletas que queman la biomasa con todo el humo que genera”, explicó Gonzalo Abal.
El problema de la energía eólica y la solar es que no son programables. “Es un problema en la red eléctrica, que es un sistema de suma cero: la energía que se genera en un momento dado tiene que ser igual a la energía que se consume en ese momento”, y debe complementarse con una fuente que se pueda programar como es la hidroeléctrica, siempre que no haya sequía, agregó.
La potencia estuvo compuesta por 1.538 megavatios de origen hidráulico, 1.696 megavatios térmicos (combustibles fósiles y biomasa), 481 megavatios de origen eólico y cuatro megavatios de generadores solares fotovoltaicos, detalla el Balance Energético Nacional de 2014.
Considerando la potencia instalada por fuente, 66 por ciento correspondió a la energía renovable (hidráulica, biomasa, eólica y solar), mientras que el restante 34 por ciento constituyó energía no renovable (gasóleo, fueloil y gas natural).
En la economía, hubo un cambio estructural en la matriz de consumo energético a partir de 2008, que se mantuvo igual los últimos siete años. El sector industrial es el que más consume (39 por ciento), seguido del transporte (29 por ciento), residencial (19 por ciento), comercio y servicios (ocho por ciento) y por último el agro, la pesca y la minería (cinco por ciento).
Entre 2007 y 2014, la industria desplazó al transporte al segundo lugar y produjo el incremento del consumo de biomasa. Las empresas de pulpa de celulosa fueron decisivas en ello, porque gracias a esa fuente se volvieron autosuficientes en más de 90 por ciento, dentro de la transformación iniciada en 2005.
En este país, “el cambio importante se dio en la eólica; allí es donde se hicieron necesarios los cambios y se enfrentaron desafíos”, aseguró a IPS el especialista Gerardo Honty, del Centro Latino Americano de Ecología Social.
La energía eólica está en pleno desarrollo y “estamos cerca de un gigavatio (1.000 megavatios) de capacidad instalada, estamos en cronograma con lo previsto”, destacó Abal a su vez.
En cuanto a la energía solar fotovoltaica, “tenemos una planta ya operativa de 50 megavatios, son 100 hectáreas de paneles solares, y se empezó a desplegar una segunda de 50 megavatios con capitales europeos”, detalló este académico.
“Las demás plantas, unas 15, son más pequeñas, del orden de entre uno y cinco megavatios, y están distribuidas en el norte del país”, añadió Abal.
Uruguay diversifica la canasta de fuentes de energía, pero también puede “agrandar el tamaño de la red geográfica, si tú te interconectas con Argentina y el sur de Brasil, la probabilidad de tener un evento atmosférico que te deje sin generación eólica en toda esa área, en toda la pampa húmeda, es muy baja”, explicó el físico.
El Sistema Interconectado Nacional cuenta con interconexiones con Argentina (2.000 megavatios) y con Brasil (70 megavatios y en ampliación a 500 megavatios), esta última demorada debido a que la generación tiene frecuencias diferentes en cada red, y hay que establecer un sistema de conversión para superar el problema.
En Uruguay, “el problema no es el sector eléctrico sino los motores de combustión que no pueden ser abastecidos con las (fuentes) renovables mencionadas”, puntualizó Honty.
El desafío futuro está en el transporte y en especial en el público.
La Intendencia (alcaldía) Municipal de Montevideo evalúa la alternativa de vehículos eléctricos autónomos por su eficiencia energética, porque asegura cero emisiones contaminantes y reduce al mínimo la contaminación sonora, indicó el economista Gonzalo Márquez, del departamento de Movilidad, en un foro sobre energía.
Pero todavía no hay un cronograma previsto, comentó a IPS, porque hay dificultades a resolver como los costos de la unidad, el mantenimiento, la autonomía de la batería y el subsidio que tiene el transporte público, “un costo oculto que asume la sociedad”.
Uruguay apuesta a que para cuando termine la transformación en el sector energético, las emisiones contaminantes serán de entre 20 a 40 veces menores al promedio mundial, proyectó Méndez, el máximo responsable gubernamental de la respuesta al cambio climático.
Además, este país pretende ser neutral en carbono para 2030. Eso significa que “estamos planteando para ese año que lo que capturemos de CO2 (dióxido de carbono) sea mayor a lo que emitamos en toda nuestra economía”, subrayó.