Buenos Aires, 12 de enero de 2015.- La crisis financiera iniciada en Estados Unidos en 2008 a partir del manejo irresponsable de las hipotecas subprime, contagiada al resto del mundo por mecanismos monetarios y comerciales, impactó en las economías emergentes cuando en 2013 la Reserva Federal redujo la inyección de liquidez en el mercado financiero. El efecto inmediato fue una salida de capitales especulativos desde los países emergentes hacia los países centrales. Se estima que durante 2013 se fue un billón 360 mil millones de dólares, mientras que para 2014 se calcula un billón 348 mil millones. Este proceso refleja la vulnerabilidad de las economías emergentes frente a las decisiones económico-financieras tomadas en el Norte, y plantea la necesidad de crear instituciones financieras cuyos objetivos y decisiones sean acordes con las realidades de nuestras economías.
Asimismo, el proceso de industrialización de China y la renovada presencia geopolítica de Rusia dan lugar a un nuevo escenario mundial en donde las semiperiferias –en términos de Immanuel Wallenstein– encuentran una oportunidad de romper con el statu quo de atraso y dependencia. En medio de este contexto internacional y regional, aparece una nueva concepción acerca de la posibilidad de crear y desarrollar instituciones políticas, sociales y económicas que respondan a las necesidades de los países latino-americanos. Ejemplo de ello son la UNASUR, la CELAC, el fortalecimiento del MERCOSUR, y en materia financiera la creación del Banco del Sur y del Banco de Desarrollo de los BRICS.
El Banco del Sur es un proyecto cuya idea data de 2003, pero iniciado formalmente en 2009, al firmarse el convenio constitutivo. Se trata de un banco de fomento y desarrollo, por medio del cual los países integrantes podrán obtener créditos para llevar a cabo proyectos de inversión que de otra forma deberían tener como prestamistas al Fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial o al Banco Interamericano de Desarrollo, bancos con sede en Washington y representantes de la ortodoxia económica. La creación de una entidad monetaria de América del Sur permitiría a esos países una mayor autonomía económica y financiera en relación con las clásicas instituciones internacionales que forman, conforman y reproducen las recetas económicas del mainstream neoliberal.
Dicho proyecto fue iniciado por siete países, entre los cuales se encuentran Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Uruguay y Venezuela, quedando abierta la posibilidad de la incorporación de los demás países de la UNASUR.
En su momento, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, teniendo en cuenta la gran proporción de reservas monetarias que los países sudamericanos tienen en los bancos norteamericanos, europeos o multilaterales, aconsejó transferirlas al Banco del Sur para fortalecer la independencia financiera de este subcontinente y profundizar la integración regional: “Fíjense qué paradoja. Nosotros enviamos nuestras reservas al Norte y ellos nos dan crédito con nuestras propias reservas”. Por su parte, el entonces ministro de Hacienda de Brasil, Guido Mantega, resaltó: “El banco reforzará la reducción de nuestra vulnerabilidad, ayudará a robustecer a los países sudamericanos, nos dará mayor autonomía financiera y nos colocará en condiciones de enfrentar mejor las crisis internacionales”.
Por otro lado, nace el flamante Banco de Desarrollo de los BRICS (grupo integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, que aglutina un 40 por ciento de la población, 26 de la superficie terrestre, 27 de la producción y 21 del PIB mundial), que contará con un capital inicial de 100 mil millones de dólares, y todos los miembros tendrán el mismo poder de voto, siguiendo la misma lógica democrática del Banco del Sur. Los aportes de los socios tienen en cuenta las posibilidades económicas de cada uno de ellos, de esta forma Rusia, India y Brasil proporcionarán 18.000 millones de dólares cada uno; Sudáfrica aportará 5000 millones, y China, 41.000 millones. El objetivo principal será establecer una alternativa a las instituciones multilaterales existentes como fuente de financiamiento para el desarrollo de los países en desarrollo. Se estima que en las futuras décadas este banco supere al Banco Mundial en stock de préstamos, transformándose claramente en un potencial actor decisivo en las riendas de la economía mundial.
En la VI Cumbre de los BRICS llevada a cabo en Brasilia en junio pasado se produjo la inclusión de los países de la UNASUR. Esta integración puede ser leída como un nuevo capítulo de aquel camino de independencia política y económica iniciado por los países sudamericanos al rechazar el proyecto norteamericano del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata en 2005. Si bien el proyecto del Banco del Sur no tuvo los avances constitutivos que prometía cuando Néstor Kirchner, Lula da Silva y Hugo Chávez estaban en la presidencia de sus respectivos países, en la reunión llevada a cabo a fines de julio en Buenos Aires la entidad dio un paso importante con la designación de sus directores ejecutivos y en avances en la definición de la operatoria del mismo. Adicionalmente, mediante un comunicado oficial se señaló la importancia de cooperar en las relaciones con el Banco de Desarrollo de los BRICS.
A este acercamiento hacia una operatoria mancomunada entre los BRICS y los países sudamericanos se suma la reciente gira del presidente chino Xi Jinping por Argentina, Brasil, Venezuela y Cuba, concretando numerosos acuerdos de inversiones del gigante asiático en diversas ramas productivas.
Por lo tanto, en tiempos en que los fondos especulativos a nivel mundial y el mercado financiero internacional muestran su poder de veto ante los intentos de independencia y autonomía económica y financiera por parte de los países subdesarrollados, resulta de vital importancia proteger y hacer madurar estos procesos emancipatorios de entidades bancarias regionales que respondan a los objetivos de desarrollo económico y acelerar la puesta en funcionamiento para que se constituyan en una sólida alternativa a la recurrente necesidad de financiamiento externo de los organismos multilaterales a la hora de concretar obras de infraestructura o de otro tipo que requieran grandes desembolsos, tal como ha sucedido con Ecuador recientemente.
De todas formas, ambos proyectos tienen desafíos que afrontar. Por un lado, vemos que la mayoría de los países tanto de América del Sur como de los BRICS depende de la demanda china de sus productos y servicios, esto hace que los obstáculos que tenga la industrialización del país asiático impacten de lleno en el bienestar económico de estos países. Por lo tanto uno de los desafíos de estos bancos será desprender el comportamiento económico de estos países de los vaivenes de la economía china, desarticulando los mecanismos de trasmisión en los mercados comerciales y de capitales. Sumado a lo anterior, observamos que todos estos países poseen comportamientos cíclicos similares, de esta forma las nuevas entidades monetarias deberán funcionar como fondos anticíclicos sin comprometer sus resultados financieros en tiempos recesivos o de crisis.
Por último, cabe aclarar que si estos bancos buscan erigirse como reales alternativas a la banca omnipotente internacional, deberán demostrar que son capaces de financiar en la periferia y la semiperiferia proyectos de desarrollo a largo plazo sin interferir ni condicionar la soberanía económica, política y social de estos países.