Madrid, 4 de marzo de 2015.- La relación entre la Unión Europea y la CELAC va a vivir en 2015 un momento decisivo con motivo de la cumbre de Bruselas. Una coyuntura clave para que el vínculo transatlántico salga de su actual parálisis y consiga reactivarse.
En esa coyuntura llega un importante documento elaborado por José Antonio Sanahuja, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense, para la Fundación Eulac destinado a reflexionar sobre los caminos por los que debería ir el relanzamiento de la relación entre la Unión Europea y la CELAC.
La Fundación ha impulsado todo un amplio proceso de consultas y reflexión con muchos actores del que ha surgido este “paper” elaborado por el profesor Sanahuja.
El informe, “La UE y CELAC: Revitalización de una asociación estratégica” ya puede consultarse en la web de la Fundación. Infolatam ha entrevistado al autor del texto quien es Investigador en el Instituto Complutense de Estudios Internacionales (ICEI).
P-.¿En qué contexto nace este documento?
R-. En el de que la II Cumbre UE-CELAC (Bruselas, 2015) no puede estar marcada por el continuismo y debiera abordar una agenda estratégica centrada en los cambios globales y en los problemas que afectan a las respectivas sociedades, y mejorar su eficacia, a fin de recuperar su legitimidad ante la ciudadanía. Ello implicaría recuperar la agenda social afrontando temáticas relevantes para ambas regiones; debatir el impacto y significación del reajuste de poder y de los nuevos alineamientos geopolíticos de los que son partícipes ambas regiones y concertar posiciones ante los imperativos de la agenda multilateral: objetivos post-2015, cambio climático, y problema mundial de las drogas.
P-. ¿Estamos ante un final de ciclo del vínculo UE-CELAC?
R-. América Latina y el Caribe mantienen en el plano interregional unas relaciones sin parangón con otras regiones; han alcanzado resultados notables en cuanto a diálogo político, cooperación al desarrollo y un buen número de Acuerdos de Asociación a partir de un modelo interregional que aún no se ha completado, ya que hay acuerdos todavía pendientes. Sin embargo, ese ciclo parece ya agotado: sus objetivos de largo plazo, en gran medida, se han alcanzado, y ya no parecen proporcionar un sentido de propósito, una “narrativa” y una perspectiva de resultados movilizadora y con alcance estratégico para la relación UE-América Latina y el Caribe.
P-. Parece como si Europa hubiera dejado de ser prioritaria para América latina y viceversa.
R-. Los procesos de cambio de poder en el sistema internacional, el reequilibrio de la relación birregional y las transformaciones que experimenta el regionalismo europeo y latinoamericano reclaman una amplia renovación de las relaciones entre la UE y América Latina y el Caribe. Varios son los procesos de cambio que interpelan a ambas regiones y a su relación:
a) El “malestar en la democracia” que por distintas razones atraviesan ambas regiones, que no surge en torno a la noción de democracia en sí, pero más bien en torno a los mecanismos, alcance y contenido del concepto de democracia.
b) Los cambios en el sistema internacional y los nuevos alineamientos geopolíticos en los que participan ambas regiones, en un contexto de conformación de nuevas alianzas de países emergentes y en el que las negociaciones de los denominados acuerdos “mega-regionales” acentúan las tensiones que pesan sobre el multilateralismo.
c) Los retos a la cooperación birregional que surgen de la agenda de la gobernanza global del desarrollo, que reclaman una cooperación más estratégica, que sin descuidar las políticas de cooperación a los países de menor renta, permita que las dos regiones, dejando atrás los tradicionales esquemas Norte-Sur, puedan contribuir juntas a alcanzar las nuevas metas y objetivos globales del desarrollo sostenible.
P-. ¿Ha caído la relación en la burocratización y en la inercia?
R-. La relación birregional sigue siendo deseable y necesaria. Sin embargo, se requiere de una mayor inversión de capital político a través de un diálogo reforzado de alto nivel, centrado en una agenda más limitada y selectiva de asuntos y/o objetivos de carácter verdaderamente estratégico, que permitan “repolitizar” la relación birregional. Esa agenda “estratégica” debe centrarse en asuntos “existenciales” más allá de ambas regiones y que afecten a su proyección internacional. Ello supone separar la agenda de la Cumbre, más selectiva y estratégica, de la agenda birregional, más amplia y convencional. Las Cumbres han de centrarse en la construcción de consensos “fuertes” en un número reducido de cuestiones clave, en vez de diluirse en el “mínimo común denominador” que suele alcanzarse en los muchos temas de la agenda birregional.
En resumen, Sanahuja recomienda que los temas sociales ocupen la parte medular de la relación, lo cual relegitimaría las cumbres reconectándola con preocupaciones sociales. Todo ello acompañado por un ejercicio de repolitización porque “o ponemos capital político o el ejercicio no merece la pena”.