La Habana, 23 de julio de 2015.- La XLVIII cumbre del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), efectuada en Brasilia, marcó el traspaso de la presidencia pro témpore del organismo de Brasil a Paraguay y sentó las bases para una futura expansión comercial.
Entre sus principales resultados, además de la adhesión de Bolivia al bloque, se destacó la decisión de trabajar para aunar posiciones entre las naciones miembros con vistas a materializar un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea (UE).
En ese sentido, el presidente de Paraguay, Horacio Cartes, afirmó en su discurso en el cónclave que durante el mandato de su país, la negociación de un acuerdo entre ambos grupos será una prioridad.
La posición marcada por Cartes no es nueva dentro del MERCOSUR ni exclusiva de Asunción, sino que también ha sido defendida por Uruguay y más recientemente Brasil.
Responde a necesidades objetivas de expansión comercial del bloque integracionista, cuyos volúmenes de comercio entre sus países miembros, a pesar de haberse elevado de cinco mil 100 millones de dólares en 1991 a 58 mil 200 millones en 2012, se han visto estancados.
Las causas de ese estancamiento radican en los daños recibidos por las economías nacionales, producto de la recesión económica internacional, el lento ritmo de crecimiento de los principales mercados del orbe, y la consecuente disminución en las demandas de las exportaciones suramericanas.
De ahí que para el MERCOSUR, la concreción de acuerdos encaminados a ampliar sus mercados constituya un mecanismo beneficioso, de impulso a sus economías.
Un ejemplo ilustrativo es el de Uruguay, considerado por analistas económicos como uno de los socios menores del bloque, junto a Paraguay.
Las exportaciones de Montevideo a sus vecinos del MERCOSUR en 2000 ocupaban un 46 por ciento de su balanza comercial, mientras que actualmente se han reducido al 21 por ciento.
Esto ha llevado al país a instar al resto de miembros a eliminar trabas en el comercio entre ellos, como las barreras arancelarias, y a flexibilizar la aplicación de las normas internas de la agrupación, de forma tal que cada país pueda afrontar la crisis atendiendo a sus necesidades económicas y comerciales.
Dicha postura fue también compartida en la cumbre por Paraguay y Brasil.
En su intervención, la presidenta Dilma Rousseff llamó a sus homólogos a trabajar de conjunto para consolidar la unión aduanera del bloque y captar nuevas ofertas de mercado como las que podría ofrecer la comunidad europea.
Sin embargo, a pesar de la voluntad política mayoritaria en el MERCOSUR, un tratado de libre comercio con la UE se muestra como un anhelo harto complejo, que ya va por más de tres lustros de existencia, opinan los especialistas.
Desde 1999, los dos grupos económicos manifestaron el interés mutuo por estrechar lazos comerciales, pero al día de hoy aún no se concreta una propuesta que instrumente los intereses de todas las partes involucradas.
Las negociaciones, interrumpidas en 2004 sin acuerdo alguno, no fueron retomadas hasta 2010.
En ese año, las proyecciones económicas estimaban que el comercio exterior entre ambos grupos equivalía al comercio del bloque europeo con los restantes países latinoamericanos.
La UE está definida como el primer socio comercial histórico del MERCOSUR y su mayor inversionista.
Al respecto, se estima que el comercio exterior actual de la agrupación suramericana con Europa asciende a 68 mil millones de dólares entre importaciones y exportaciones, por lo que según expertos la rúbrica del tratado constituiría una oportunidad conveniente para incrementar esos índices.
En días previos a la reunión de los mandatarios del MERCOSUR en Brasilia, el 17 de julio, el jefe de la delegación de la UE en Argentina, Alfonso Diez, aseveró que el acuerdo transcontinental sería el punto de partida para impulsar nuevas inversiones en los países del mercado común sudamericano.
No obstante, reconoció que su materialización es complicada, dado que las propuestas de ambas partes deben ser relevantes y satisfacer las demandas e intereses de cada una.
El director del organismo europeo para las Américas, Christian Leffler, había defendido con anterioridad la idea de alcanzar el convenio, argumentando su beneficio para las dos regiones.
De igual forma, Leffler reafirmó que la intención europea es avanzar con todos los países del MERCOSUR en conjunto, con lo cual desestimó las negociaciones bilaterales extra MERCOSUR que querían impulsar los países más ansiosos por el acuerdo, como Uruguay, Paraguay y Brasil.
Así, para la concreción del acuerdo, Argentina debe sumar sus criterios a la propuesta que el bloque hará a la UE.
Buenos Aires se había mantenido como partidario de obrar más pausadamente. Su legítimo modelo de gestión económica, signado actualmente por una política de sustitución de importaciones, demandaba alcanzar el libre comercio y la liberalización de aranceles de forma escalonada.
Sin embargo, en la cumbre de Brasilia el gobierno de la presidenta Cristina Fernández expresó su voluntad de incorporarse al proceso.
De esta manera, participará junto al resto de miembros fundadores en la reunión que el 14 y 15 de agosto se sostendrá en Asunción para iniciar la conformación de la propuesta que el bloque sudamericano extenderá a su homólogo europeo en el último trimestre del presente año.
Estos nuevos bríos, desprendidos de la reciente cumbre, indican que el MERCOSUR podría cerrar en el próximo bienio su mayor acuerdo comercial en sus 24 años de historia.
No obstante, analistas económicos como el exsecretario de Industria argentino, Dante Sica, coinciden en afirmar que el libre comercio no es una panacea que relance las economías por sí solo.
En declaraciones a la prensa, Sica explicó que el libre comercio no garantiza que las economías nacionales reciban más inversiones o que el comercio explote.
Es importante porque te hace un poco más competitivo, pero no asegura la mejora en el bienestar de la población, argumentó.
Hoy el MERCOSUR constituye la quinta economía del mundo y representa más del 70 por ciento de la población y del producto interno bruto (PIB) de América Latina.
Desde su creación, sus políticas se distancian de las emprendidas por otras alianzas económicas de corte neoliberal al propiciar espacios comunes de generación de oportunidades comerciales y de inversiones, a través de la integración competitiva de sus miembros al mercado internacional.
El MERCOSUR por tanto deberá asumir el reto y los potenciales beneficios del libre comercio como respuesta a sus necesidades económicas, con la divisa de no violentar sus principios fundacionales y responder al bienestar social de los pueblos que lo integran.