Washington, 28 de agosto de 2015.- La crisis financiera mundial representó el primer shock externo importante que los países de América Latina pudieron contrarrestar con una respuesta de política fiscal fuerte, utilizando las protecciones financieras que acumularon en la década anterior. Actualmente, más de seis años después, la mayoría de los países de la región no recuperaron totalmente los márgenes de maniobra, a pesar de atravesar un período de considerables ingresos provenientes de las materias primas y un crecimiento relativamente sólido. Entonces, si llegara una nueva crisis, ¿qué tan preparada está América Latina?
Un estudio reciente arroja luz sobre esta pregunta analizando el espacio fiscal y las vulnerabilidades en los seis países más grandes de América Latina: Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y Uruguay. Si bien mostramos que, a nivel general, las perspectivas de deuda actuales en general son manejables, la reversión incompleta del estímulo fiscal aplicado durante la crisis redujo el espacio fiscal (la capacidad del presupuesto del gobierno para suministrar recursos para un fin determinado sin poner en riesgo la sostenibilidad de su posición financiera o la estabilidad de la economía) para hacer frente a fases descendentes futuras.
Erosión del espacio fiscal
La deuda pública, en la mayoría de los países, se mantiene por encima de los niveles previos a la crisis, los saldos primarios (sin incluir los pagos y la recaudación de intereses) se deterioraron, y, a pesar de que las condiciones financieras mundiales siguen siendo favorables, la diferencia entre las tasas de interés y el crecimiento del PIB es mayor que antes. Así, si bien en 2008 todos esos países generaban saldos fiscales que reducían la deuda, en 2015 ocurre lo contrario. Esto acentúa las vulnerabilidades a posibles shocks y presiones de gasto.
Por ejemplo, si el crecimiento del PIB se ubicara un 0,5 por ciento por debajo del pronóstico actual o si el precio de las materias primas disminuyera a los niveles 2004–05, los coeficientes de deuda pública aumentarían un 4 por ciento del PIB en promedio en 2020, respecto de las perspectivas actuales. No obstante, el impacto variaría de manera sustancial entre países; los que ya tienen una deuda pública más grande (Brasil y Uruguay) y/o los que son más sensibles a shocks relacionados con las materias primas (Perú y Colombia) serían los más afectados.
No obstante, es posible que las decisiones de políticas a futuro sean más importantes que los shocks económicos. La deuda pública podría aumentar al 9 por ciento del PIB en promedio hacia 2020 si se mantiene el ritmo actual del crecimiento del gasto. Sin embargo, podría disminuir al 7 por ciento del PIB si, por ejemplo, los saldos primarios estructurales volvieran a los niveles observados en 2007.
Riesgos fiscales
Sin embargo, los problemas macroeconómicos y las decisiones de políticas no son los únicos factores de riesgo pertinentes. La materialización de los riesgos fiscales relacionados, por ejemplo, con los desastres naturales y con las garantías a empresas públicas y el sector financiero tiene el potencial de erosionar seriamente las reservas fiscales, que ya son escasas. Una mejora en la medición de esas contingencias y la preparación de informes al respecto es, por ende, fundamental para evaluar la vulnerabilidad de las posiciones fiscales actuales en esos seis países. A futuro, es probable que aumenten las presiones de gasto a medida que aumentan los niveles de ingreso, lo cual incrementa la demanda de servicios públicos. También se espera que las tendencias demográficas ejerzan presión sobre el gasto relacionado con el envejecimiento de la población, sobre todo en servicios de atención de la salud.
¿Hay espacio para hacer ajustes?
En relación con esos riesgos, existe una justificación clara para recomponer las reservas fiscales en estos seis países de América Latina. No obstante, la flexibilidad para ajustar la política fiscal varía rápidamente entre países. Brasil y Uruguay tienen coeficientes de recaudación especialmente altos, es decir, son los países con menos espacio para elevar los impuestos. El gasto “rígido” (salarios públicos, pensiones y asistencia social) también es elevado en estos países, mientras que el considerable grado de ingresos “reservados” de Brasil contribuye a la dificultad del ajuste. Colombia también tiene la dificultad de un nivel de gasto rígido elevado, pero se beneficia de una presión tributaria más baja y un nivel de deuda pública menor. El ajuste es más flexible en México, Chile y Perú, teniendo en cuenta sus coeficientes impositivos relativamente bajos y el menor nivel de ingresos reservados y rigideces del gasto, aunque esos países también están más expuestos a una mayor volatilidad relacionada con el precio de las materias primas.
Aunque es difícil evaluar el nivel adecuado de reservas fiscales a futuro, la experiencia de la crisis financiera mundial resalta el valor de acumular márgenes amplios. Ya se están aplicando algunos ajustes. La resiliencia duradera exige una mejora de las posiciones fiscales a corto plazo y también un fortalecimiento de los marcos fiscales, lo que incluye evaluaciones de riesgo más integrales y la eliminación de los obstáculos estructurales para el ajuste.