Quito, 27 de enero.- La próxima cumbre de presidentes plantea la interrogante de si la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), tendrá la capacidad de combinar todas las energías superpuestas en la región, dándoles un sentido homogéneo, considerando sus similitudes y diferencias, sus cambios y adaptaciones, en un escenario donde conviven procesos con medio siglo de vida como la Comunidad Andina (CAN), y otros como la propia CELAC, con apenas dos años de vida.
Si bien en el comienzo de la segunda década del siglo 21, América Latina y el Caribe se presentan ante el mundo con una intensidad de relaciones entre sus estados superior a la alcanzada en cualquier momento de sus 200 años de vida independiente, la muerte del líder bolivariano Hugo Chávez (sumada a la anterior desaparición del expresidente argentino Néstor Kirchner), parece haber dejado al proceso integrador regional sin su principal locomotora.
Más allá (o más acá) de la declamación sobre el legado de los Libertadores, el sistema integrador regional no pasa por su mejor momento, con el desmantelamiento de la CAN, el éxito de la derecha paraguaya en frustrar las esperanzas de que la presidencia pro témpore en manos –por primera vez- de Venezuela marcara los caminos de un renovación del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), las enormes dificultades de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) en consensuar la designación de un secretario general, y la ofensiva conservadora con formatos de integración dependientes como la Alianza del Pacífico, como ejemplos.
Lo cierto es que el lanzamiento de la CELAC da cuenta de un profundo cambio en la región, que se permite buscar su propia agenda y orientar su destino, sin copiar otros modelos de integración. La economía de los 33 países de la CELAC constituye la tercera más grande y potente a nivel mundial con 6,06 billones de dólares y su producto interno bruto (PIB) en 2012 creció en un 3,1%.
En la última década se concretó en la región una ampliación de los objetivos de lo meramente comercial a propuestas de orden cultural, productivo, social y ambiental. MERCOSUR, ALADI, CAN y SICA dan cuenta de esta nueva realidad, mientras que UNASUR y CELAC se muestran como una propuesta en otro nivel, que incluye a las anteriores. Sólo la ALBA plantea un modelo distinto de comercio, basado en la solidaridad, reciprocidad y transferencia, pero se trata también de un esquema lanzado con la idea de ser combinado con otros procesos de integración de la región.
Si bien en los procesos regionales de integración se observa una fuerte y constante presencia del componente intergubernamental y del peso decisivo de las figuras presidenciales a la hora de definir las políticas, con la regla (no siempre efectiva) del consenso, débiles institucionalidades que no parecen afectadas por las diferencias ideológicas sino por trabas burocráticas, alejadas de las necesidades, parecen trabar la potencialidades de los procesos.
Para estos proyectos que trascienden las posibilidades nacionales y subregionales es imprescindible afirmar el proyecto de la CELAC, buscando coincidencias, coordinando los esfuerzos de los diferentes organismos subregionales y actualizando y renovando la arquitectura institucional –un poco errática– que se viene construyendo en América Latina y el Caribe hace ya más de 50 años.
Se trata de espacios vigentes, que compiten en un permanente juego de diferenciación y complementación, pero que trabajan todos en la construcción de nuevas relaciones e identidades –andina, centroamericana, caribeña, suramericana-, todas ellas superiores a las identidades nacionales y englobadas en el planteo de un subcontinente unido, en democracia, paz e igualdad.
América Latina y el Caribe, el tercer mayor productor de energía eléctrica y el entorno de mayor diversidad biológica del planeta, alberga casi la mitad de los bosques tropicales del mundo, el 23% de las áreas forestadas, más del 30% de toda el agua dulce disponible y aproximadamente, el 40% del total de recursos hídricos renovables. Allí, estados de la región como Ecuador, Venezuela y Bolivia han recuperado el control de sectores estratégicos, y destinan esos ingresos a áreas como la educación, la salud y la alimentación.
Lo previsto para La Habana
El documento central a firmar en la cumbre que se celebrará en el edificio Pabexpo, recinto ferial del Palacio de Convenciones de La Habana, el 28 y 29 de enero, sucederá al de 73 puntos suscrito en Santiago de Chile en enero de 2013, el cual fijó el rumbo para la integración política, económica, social y cultural de la región, acorde con su tiempo.
Durante el último año, bajo la presidencia cubana, han tenido lugar varias reuniones sectoriales a nivel ministerial con agendas centradas en las prioridades de la región, además del acercamiento a estados y bloques regionales de otros continentes como Rusia, China, Japón, Corea del Sur y el Consejo de Cooperación de los Países Árabes del Golfo.
Entre los importantes encuentros de 2013 figuran uno de los ministros de Cultura, realizado en Paramaribo, Surinam, en marzo último, y el primer foro de ministros de Educación, que tuvo por sede a La Habana en abril. La lucha contra el analfabetismo, la formación de personal docente, la calidad de la educación básica, la atención a la primera infancia, los indígenas y los afrodescendientes ocuparon importantes espacios en los debates.
La capital ecuatoriana, Quito, también fue ese mes escenario de un encuentro sobre medio ambiente y desarrollo sostenible, y recientemente acogió a los ministros de Finanzas, quienes conciliaron las propuestas que en esa materia presentarán los mandatarios ahora en La Habana, con medidas orientadas a prevenir los efectos de la crisis económica y financiera internacional sobre las economías de la región, e ideas sobre una arquitectura regional acorde a las particularidades y necesidades de América Latina y el Caribe.
Asimismo, se desarrollaron reuniones sectoriales en materia de erradicación de la pobreza, salud, cultura, reducción del analfabetismo, desarme nuclear, migración, cooperación, ciencia y tecnología, gestión de riesgos y desastres naturales, energía, agricultura familiar, empleo juvenil y preferencias arancelarias.
Concertar posiciones comunes para impulsar planes sociales contra el hambre y la pobreza, teniendo como norte la soberanía alimentaria y una integración con piso social de justicia, igualdad y equidad, figuran entre los temas más importantes de la Cumbre habanera. Otros temas previstos son los de la descolonización y la defensa de la región, además de la superación de conflictos que subsisten entre varios países.
Además, los Estados presentarán sus planes de acción para paliar y solucionar las deudas sociales del continente. Hace un año en la Cumbre de Santiago de Chile los mandatarios se comprometieron a promover la seguridad alimentaria y apoyar iniciativas internacionales como el Desafío Mundial Hambre Cero y América Latina y el Caribe sin Hambre 2025.
La dura tarea de la construcción
Construir la CELAC como una comunidad que integra a distintas subregiones y países -México, Centroamérica, el Caribe y Sudamérica- y como un actor imprescindible en un mundo configurado por bloques, haciendo compatibles y asociables los distintos proyectos y la diversidad de enfoques tanto en lo que se refiere al modelo interno de las naciones como a su grado y forma de inserción en la economía Internacional, es una labor histórica que está y estará plagada de vallas, y donde será necesario apelar a altas dosis de voluntad política, pero también de creatividad, imaginación y perseverancia.
La decisión de conformar un espacio común latinoamericano-caribeño para catapultar un sustantivo aumento de los intercambios y el comercio entre sus integrantes, delinear políticas comunes que lleven a mejores infraestructuras, incentivar políticas productivas -industriales y tecnológicas- compartidas y complementarias, así como planes educativos, sociales, ambientales y culturales comunes, sería la demostración necesaria de que no se trata sólo de utopía, sino el trazado de una ruta que confirme que es posible comenzar a desarrollar políticas públicas regionales.
El paisaje de esta reinvención latinoamericano-caribeña está marcado por la declinación de una Europa sumida en una persistente crisis, la abrupta caída de la credibilidad de Estados Unidos, los sorprendentes cambios político-económicos chinos y la supervivencia de un sistema económico mundial generador de desigualdades e inequidades.
Esta reinvención implica obligadamente una nueva redefinición de su lugar en el mundo, en el que abandone su lugar como “patio trasero” de Estados Unidos. Un nuevo rol internacional en el que tiene como herramientas medulares, la construcción de foros y entidades regionales sin presencia de Washington –MERCOSUR, UNASUR, ALBA y CELAC– y la diversificación de las relaciones económicas, comerciales y tecnológicas con naciones que, en otras zonas del planeta, hacen contrapeso geopolítico a Washington, como China, Rusia e Irán.
En estos años, el destino de América Latina se debate entre la decisión de cada gobierno de firmar Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos y Europa o la de privilegiar los procesos de integración regional.
Carlos Chacho Álvarez, secretario general de ALADI, advierte que continúan siendo muchos y muy fuertes los intereses de quienes apuestan a la fragmentación, al statu quo, a propagandizar y fomentar proyectos que, en cambio de considerarlos como agregativos, tienden a sectorizar o confrontar debilitando las posibilidades de avanzar en la convergencia y la integración, en clara referencia al remake de la fracasada ALCA, la Alianza del Pacífico.
China, por ejemplo, se convirtió en la mayor potencia exportadora del mundo, con gran competitividad, y la segunda mayor potencia importadora del planeta, con una extraordinaria demanda de productos primarios, agrícolas y mineros.
Las políticas europeas, chinas y estadounidenses, presionan la desindustrialización de las economías latinoamericanas y caribeñas debido a los precios baratos de las mercancías con valor agregado, y la presión por materias primas han desestimulado las inversiones industriales ligeras y estimulado las inversiones mineras en todos los países de la región.
Repensar (los organismos de) la integración
La realidad de esta segunda década del siglo XXI es muy diferente a la época de la fundación de la Comunidad Andina de Naciones o del MERCOSUR. La naturaleza de muchos de los actuales gobiernos de la región es opuesta a los que fundaron aquellos organismos, abriendo nuevas posibilidades para un proyecto de integración no dominado por el dios-mercado y por las trasnacionales de los mega-conglomerados trasnacionales.
La zozobra del ALCA en el 2005 confirma ese cambio de proyectos de integración para la región, pero a la vez evidencia que aún falta mucho por recorrer para construir una unión amplia, abarcadora y profunda. Hoy, en los diferentes espacios de integración existe un consenso sobre la necesidad de reinstitucionalizarlos, de acuerdo a las necesidades de los grupos y de la región hacia la integración productiva pero también política. Un documento-encuesta realizado por un grupo de debate sobre el pensamiento estratégico y que ha circulado entre las cancillerías, señala:
-Es necesario profundizar la coordinación a nivel presidencial en la definición de parámetros, metas, objetivos, planes, políticas y programas generales para la integración. En muchos de los espacios de integración las decisiones quedan en manos de burócratas y diplomáticos, muchas veces divorciados del pensamiento político de sus presidentes.
-Las actuales institucionalidades de los distintos organismos, que impiden una participación amplia de los diferentes actores que debe tener el proceso, son una rémora para avanzar en el camino de una integración profunda, amplia y multidimensional.
-Hasta ahora se ha garantizado el libre tránsito de las mercancías. ¿Cuáles son los requisitos y plazos para que los derechos sociales, laborales y civiles sean universalizados y cada ciudadano latinoamericano-caribeño pueda vivir, transitar, estudiar, trabajar y domiciliarse en cualquier país del territorio comunitario?
-Hay que garantizar nuevos tipos de democracia, como los que se están construyendo, reiventando, en nuestra región, para garantizar la participación democrática en la integración. ¿Cuál puede ser el papel de un parlamento comunitario en el proceso de deliberación pública y cómo puede coexistir la democracia representativa con mecanismos de democracia directa?
-Si no se desarrollan estrategias de desarrollo comunitario que combine la complementariedad económica, los sistemas locales de producción, las cadenas productivas donde participe también la economía solidaria, el conocimiento, la innovación científica y tecnológica, estaremos condenados a ser territorios de transacciones comerciales de empresas transnacionales de pocos sectores económicos.
Por ejemplo, MERCOSUR tiene un flujo de comercio básicamente transnacional. De hecho el 67% del comercio del MERCOSUR es del sector automotriz, siendo un sector de transferencia intensiva de capital hacía sus casas matrices (en el 2011 transfirió 6,8 millones de dólares a EEUU y Europa).
-Es imprescindible la protección de las economías nacionales y la coordinación de políticas regionales antes la realidad insoslayable de la crisis económica mundial. ¿Cuáles son los obstáculos para viabilizar instrumentos económicos y financieros para el desarrollo (la llamada nueva arquitectura financiera), como el Banco del Sur, un banco de desarrollo, un fondo de reservas comunitario, el comercio en monedas locales?
-¿Cuáles son los requerimientos y plazos para que la región se erija en un territorio libre de hambre, analfabetismo, indigencia y miseria?
Quizá la cumbre de La Habana pueda dar respuestas.
El norte sigue insistiendo
La Cumbre de la CELAC coincide con el lanzamiento de las negociaciones para la firma de un TLC-Acuerdo de Inversiones, entre EEUU y la Unión Europea, vía la construcción de un Mercado Común Trasatlántico, por lo cual tendremos los dos modelos de desarrollo en despliegue de sus fuerzas.
Los objetivos de esta negociación EEUU-UE son los de reactivar las economías de EEUU y UE, frenando su desgaste frente a los países emergentes; contrarrestar el crecimiento global que está teniendo Asia, China y Brasil; convertirse en un aliciente para el impulso del libre comercio mundial, activando negociaciones como el acuerdo entre MERCOSUR y la UE o las negociaciones para la liberalización del comercio mundial de la Ronda de Doha y que se llevan en el ámbito de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Asimismo, la construcción de este Mercado Común Trasatlántico puede perjudicar las economías de los países latinoamericanos que tienen acuerdos de libre comercio con EEUU y UE, tales como México, Perú, Chile, Panamá, Colombia, CARICOM o SICA.
Los sectores que son los responsables por los inmensos retrocesos (recesiones, concentración de renta, exclusión social) se aprovechan de las actuales dificultades en el ritmo de crecimiento y los desequilibrios en las cuentas públicas de algunos países –señala Emir Sader- para tratar que se retroceda a políticas de aquel periodo, cuando de lo que se trata es de hacer las correcciones de ruta y seguir avanzando por el sendero de las políticas que permitieron que países del continente consigan resistir a la más profunda y prolongada recesión del capitalismo en ocho décadas.
Lo cierto es que será difícil continuar resistiendo a las presiones recesivas internas y externas, añade, dentro del margen de acción de cada uno de nuestros países aisladamente, aún con las formas de colaboración y apoyo actuales de los procesos de integración. Será preciso dar un salto decisivo en los procesos de integración latinoamericana, para elaborar proyectos de desarrollo económico, tecnológico, financiero, físico y energético, de infraestructura, de cadenas productivas, de formas político institucionales de integración, de medioambiente, culturales, de integración social y laboral, educacional, de salud pública, entre tantas otras esferas de integración.
El reto es concreto: este es el momento del reimpulso y profundización de los procesos de integración regional, de coprotagonizar un cambio de paradigma frente a un modelo civilizatorio en decadencia y en crisis.
Los cimientos de la CELAC fueron echados, a iniciativa del presidente venezolano Hugo Chávez, en la Cumbre de la unidad de América Latina y el Caribe en la Playa del Carmen, en Quintana Roo, México. Luego, su constitución ocurrió en Caracas los días 2 y 3 de diciembre de 2011, como otro paso en la liberación definitiva de la dependencia económica de Estados Unidos, en base a la “solidaridad, cooperación, complementariedad y concertación política” de los 33 miembros, teniendo en cuenta las asimetrías económicas.
La Presidencia Pro Tempore es el órgano de apoyo institucional, técnico y administrativo de la CELAC y ésta es asistida por una troika ampliada compuesta por el Estado que ostenta la Presidencia, por el que le precedió en esa responsabilidad y por el que lo sucederá, más el que ejerce la presidencia pro tempore de la Comunidad deI Caribe (CARICOM). Hoy integran la troika Cuba, Chile, Costa Rica y Haití.
En La Habana, Cuba entregará la posta a Costa Rica, país que celebrará elecciones presidenciales el 2 de febrero (con pronóstico incierto), en el marco de un descontento ciudadano acentuado en los últimos cuatro años con la administración neoliberal de Laura Chinchilla, incapaz de solventar el desempleo, el crecimiento de la brecha entre ricos y pobres, la corrupción y el deterioro de los servicios públicos. Y es Ecuador el estado que tomará su lugar en la troika a partir de la cita habanera, en espera de asumir la presidencia en 2015.