Ciudad de México, 10 de enero.- La Federación de las Indias Occidentales, una ambiciosa unión política de las colonias británicas y los protectorados en el Caribe, se derrumbó hace más de medio siglo en medio de intensas disputas. Sin embargo, una crisis económica de proporciones sin precedentes podría obligar a los antiguos miembros a unirse nuevamente.
La magnitud de los problemas varía. Trinidad y Tobago, por ejemplo, es próspera gracias a las exportaciones de gas natural. Pero muchos de los países de habla inglesa del Caribe se han desplomado en los últimos años debido a la caída del turismo, el colapso de las industrias del banano y del azúcar, y por la deuda incurrida por los gastos excesivos de sus gobiernos.
Muchos economistas, funcionarios internacionales y hasta políticos locales admiten que parte de la solución se encuentra en una unión más estrecha y que esto inevitablemente implica cierta pérdida de soberanía, un tema delicado para países que hasta hace poco tiempo estaban bajo el yugo colonial.
“Ésta va a ser la conversación principal de la comunidad internacional con respecto a la región en los próximos cinco a 10 años, en gran parte debido a lo que parecen ser escenarios fiscalmente insostenibles,” dice Mia Mottley, líder del Partido Laborista de la oposición en Barbados. “El Caribe tendrá que tomar decisiones”.
Han habido algunos avances hacia una mayor integración en los años transcurridos desde la debacle de la Federación de las Indias Occidentales. Un puñado de los antiguos miembros de la Federación –Barbados, Jamaica, Trinidad y Guyana costera– formaron la Comunidad del Caribe o CARICOM en 1973 para profundizar la Asociación de Libre Comercio del Caribe que surgió de las cenizas de la federación.
CARICOM desde entonces ha crecido para incluir la mayor parte de las islas anglófonas: Belice, Surinam de habla holandesa, y la francófona Haití. En 2001 los miembros anunciaron planes para trabajar hacia un solo mercado y una sola economía para el bloque. Los políticos locales se reúnen regularmente para rendir homenaje a la cooperación regional.
Pero el progreso ha variado en líneas generales de decepcionante a inexistente. Si bien se han logrado algunos éxitos, como las normas para exámenes escolares pan-CARICOM y un Tribunal de Justicia del Caribe, que recientemente ha comenzado a ganar fuerza, los esfuerzos más amplios han fracasado debido a la falta de voluntad política. “Hay un proteccionismo instintivo en el Caribe,” dice un diplomático occidental basado en la región.
En algunos aspectos, esto es comprensible. Los países del CARICOM se independizaron hace relativamente poco tiempo después de cortar los lazos con el Reino Unido en las décadas posteriores a la segunda guerra mundial, y renunciar a parte de su soberanía sigue siendo políticamente difícil.
Por otra parte, las preocupaciones populistas que han acechado el desarrollo de la Unión Europea se reflejan en el Caribe. Los países más grandes como Jamaica, o los más ricos, como Trinidad y Tobago, temen a verse obligados a desembolsar demasiado de los costos de la integración, o ser la minoría frente a sus minúsculos vecinos. Los estados más pequeños se preocupan de que serían socavados por mano de obra y productos baratos de los países más poblados, o simplemente de no tener voz en debates de temas contenciosos.
Sin embargo, los beneficios podrían ser significativos. Para los microestados del Caribe oriental el costo de las infraestructuras necesarias para una nación son particularmente onerosos: incluso una modesta red de embajadas en el exterior es una carga pesada. La totalidad de la unión monetaria del Caribe Oriental –que comprende Antigua y Barbuda, Dominica, Granada, Saint Kitts y Nevis, Santa Lucía, y San Vicente y las Granadinas– tiene una población de 600 mil. Tendría sentido combinar y racionalizar algunas funciones.
Un verdadero mercado común de mercancías, capitales y mano de obra podría ayudar a las empresas más grandes y reducir las graves ineficiencias económicas que aquejan a la región, especialmente en áreas como el transporte y la logística. “Es más caro para mí enviar una caja a Trinidad que a Liverpool (en el Reino Unido),” señala un hombre de negocios de Jamaica.
Hay numerosas áreas en las que la cooperación podría profundizarse fructíferamente, incluso si los países insisten en mantener su independencia política completa, dice Mottley.
“Tendremos que decidir que vamos a dar el salto político, o si queremos mantener la comunidad de estados soberanos, entonces tendremos que profundizar a mucho mayor ritmo la cooperación funcional, de manera que podamos eliminar la duplicación de gastos en toda una serie de cosas”.
Hay límites en cuanto a los logros que una integración mucho más estrecha alcanzará. Ayudaría a muchos países a recortar su factura salarial del gobierno, pero los problemas son mucho más profundos que un par de embajadas caras en el extranjero.
Las economías de los países del Caribe son quizás demasiado similares para beneficiarse enormemente de un mercado único. Sin embargo, con el tiempo la experiencia aleccionadora de los rescates internacionales y de la austeridad tal vez podría jugar el mismo papel en el encolado de los estados del Caribe que el recuerdo de dos guerras devastadoras para Europa.