Washington, 1 de octubre de 2014.- Tras casi una década de rápido crecimiento en 2003–11, en los últimos tres años la actividad en América Latina y el Caribe ha perdido ímpetu. Recientemente, la desaceleración se ha acentuado, y en el primer semestre de este año el crecimiento prácticamente se ha estancado en varias economías. ¿A qué se debe esto? ¿Y qué se necesita hacer para reactivar el crecimiento en la región?
Las próximas Reuniones Anuales del FMI y el Banco Mundial brindarán una oportunidad para examinar a fondo estas cuestiones. En este blog adelantamos algunos de los temas clave a los que nos referiremos en la conferencia de prensa del viernes 10 de octubre, día en que publicaremos la nueva edición de nuestro informe Perspectivas económicas: Las Américas. Esperamos que puedan ver la transmisión de la rueda de prensa por Internet en imf.org.
Frenos al crecimiento
Los frenos que han reprimido la actividad económica en la región son en parte de origen externo (los vientos a favor se han tornado en contra) y en parte de origen interno (los motores del crecimiento han empezado a flaquear).
Por el lado externo, algunos importantes socios comerciales no han estado creciendo tan rápido como antes, y de hecho han mostrado un crecimiento menor al proyectado. En particular, la desaceleración de la demanda de China, sumada a un aumento de la oferta mundial, ha hecho que el auge de precios de las materias primas que duró ocho años haya entrado en declive desde mediados de 2011. Para las economías sudamericanas exportadoras de materias primas, el fin del auge ha implicado la desaparición de un importante impulso.
El resultado ha sido una fuerte desaceleración de la inversión y el crecimiento en toda la región. Mientas tanto, la recuperación de la economía estadounidense ha demorado más de lo previsto en materializarse, retrasando la propagación de los efectos positivos a México y otras economías que mantienen vínculos estrechos con Estados Unidos. Los datos más recientes indican que el crecimiento en Estados Unidos finalmente se está afianzando, pero esto no ha sido aún suficiente —y muy probablemente no lo será— para contrarrestar la debilidad de una buena parte de América del Sur que no está tan estrechamente vinculada a la economía estadounidense.
Además de los vientos externos en contra, hay factores internos que también han frenado el crecimiento. Por un lado, varias economías de América Latina alcanzaron sus límites de capacidad productiva en los últimos años: el fuerte crecimiento durante los años de auge redujo el desempleo a mínimos históricos y dejó en evidencia importantes cuellos de botella en materia de infraestructura y capital humano. Sin mejoras en la productividad y una mayor acumulación de capital, será difícil volver a lograr un crecimiento vigoroso en el futuro. Es más, en algunas economías la política económica ha contribuido recientemente a generar incertidumbre en el sector privado, propiciando una actitud de espera entre los inversores. En ciertos casos, como el de México, la incertidumbre surge del conjunto de propuestas de reforma de gran alcance que muy probablemente rendirán fruto a mediano plazo. Por lo tanto, el costo a corto plazo —reflejado en una merma del gasto privado mientras las reformas eran definidas e implementadas— definitivamente valió la pena. Pero en otros casos, las reformas estructurales se han estancado, y las políticas no parecen estar claramente enfocadas en dar prioridad a un crecimiento sostenible, lo cual repercute en la confianza del sector privado.
El camino por recorrer: Cuesta arriba, con riesgos de condiciones resbalosas
Es probable que las perspectivas continúen siendo difíciles. Por ejemplo, si China se desacelerara más de lo que se proyecta actualmente, la demanda de exportaciones de materias primas de América Latina se debilitaría aún más. Los mercados financieros también podrían volver a crear un terreno resbaloso. Por ejemplo, la volatilidad podría dispararse y podrían surgir presiones para la salida de capitales si las tasas de interés en Estados Unidos aumentaran más bruscamente de lo previsto. Sin duda, las autoridades deberán estar atentas a las condiciones del camino y cerciorarse de que el coche esté preparado para atravesar terrenos más escabrosos.
Poner a punto los motores del crecimiento
¿Qué más deberían hacer los países? Las condiciones externas son como son y así hay que aceptarlas.
Lo que las autoridades sí pueden hacer es influir en el grado de preparación de sus economías y en su capacidad de crecimiento sostenido en el futuro. Mejorar los resultados de los sistemas educativos es una prioridad importante en la mayoría de los países de la región. También será necesario incrementar la inversión en infraestructura, ciñéndose a dotaciones presupuestarias más restringidas. En este contexto, mejorar el clima de negocios es una importante condición para fomentar la inversión privada, crear empleo y estimular el crecimiento. Mientras tanto, las autoridades deben mantener la estabilidad macroeconómica lograda en base a tanto esfuerzo en la última década, para lo cual es necesario garantizar un espacio fiscal suficiente, preservar marcos monetarios creíbles y contener los riesgos en el sistema financiero. Con estas condiciones, la región podrá asegurar un recorrido más seguro aún si el camino por delante es más complicado.