Ciudad de México, 22 de abril.- La exposición de Latinoamérica y el Caribe (LAC) a choques externos no es independiente del patrón de crecimiento basado en la demanda interna que se observa en la región, dice el Banco Mundial en su informe titulado “Financiación externa en América Latina: ¿razones de zozobra?”, presentado en Washington el 9 de abril último en el marco de las reuniones de primavera del FMI.
Como hemos comentado en otros informes de esta serie, dijo Augusto de la Torre, economista jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, transformó los fuertes vientos a favor de los años 2000 (altos precios de materias primas y financiación externa barata) en una dinámica de crecimiento de su demanda interna (consumo e inversión). Este modelo, que contrasta con el modelo de demanda externa que se observa en el este asiático, ayuda a entender por qué los superávits de la cuenta corriente observados a mediados de la primera década del nuevo milenio duraron poco y revirtieron en déficit hacia el año 2007, incluso antes del comienzo de la crisis global. La otra cara de la moneda de estos déficits de cuenta corriente es la baja tasa de ahorro de la región y, por ende, su sistemática tendencia a depender del ahorro externo.
Lo cierto es que, a pesar de la necesidad crónica de financiar sus déficits externos, hoy por hoy LAC está mejor capacitada para proteger la actividad económica local y el empleo de los choques externos debido, al menos, a dos razones.
En primer lugar, la exposición a los choques externos, una consecuencia natural de la integración de LAC en los mercados internacionales, no tiene que traducirse en vulnerabilidad. A pesar de haber aumentado su exposición y en vivo contraste con los años 80 y 90, muchos países de la región han reducido su vulnerabilidad en las últimas décadas gracias al refuerzo de sus sistemas macrofinanciero inmunológicos. Los canales de amplificación monetarios, fiscales y financieros del pasado, que convertían choques externos en crisis nacionales, se han transformado, en muchos casos, en amortiguadores de choques.
Esto es cierto hasta el punto que se espera que los países de LAC con regímenes establecidos de metas de inflación (que representan aproximadamente el 75 por ciento del PIB y de la población de la región) experimenten fluctuaciones cíclicas en el futuro más parecidas a la coyuntura típica de los países avanzados, en lugar de los ciclos de auge y decadencia típicos del pasado de América Latina. Está claro que los amortiguadores en la región, especialmente los fiscales, son más débiles ahora en comparación con lo que fueron en septiembre del 2008 cuando comenzó la crisis global.
No obstante, muchos de los países medianos y grandes de la región mantienen márgenes para implementar políticas monetarias contracíclicas (es decir, bajando los tipos de interés y permitiendo que se deprecie la moneda sin consecuencias inflacionarias o financieras adversas), si bien es cierto existen diferencias en su capacidad para llevar a cabo estas políticas. Lamentablemente, un número importante de países en la región –especialmente en Centroamérica y el Caribe– están altamente expuestos y son vulnerables a los choques externos, dado que carecen de capacidad monetaria o fiscal para responder con políticas contra cíclicas.