Madrid, 14 de julio de 2914.- Los latinoamericanos capitanean el emprendimiento mundial entre los países de economías emergentes, pero están en la cola de la innovación. Una ecuación mortal de la que no se libran ni las multilatinas, y que penaliza el crecimiento de la región y las exportaciones. Abundan los ejemplos.
Las multinacionales chinas invierten en I+D 34 veces más que las transnacionales latinoamericanas manufactureras, a excepción de Brasil, y las multinacionales de los países más desarrollados invierten 40 veces más. El porcentaje de las empresas exportadoras sobre el censo empresarial de Chile, Colombia y México (líderes de la exportación regional) es menor al de Bangladesh, Pakistán o Tanzania.
El Banco Mundial recoge la demoledora situación en su reciente informe El emprendimiento en América Latina: muchas empresas y poca innovación, y su economista jefe para América Latina y el Caribe, Augusto de la Torre, se reunió con los líderes de la innovación española en la Fundación Ramón Areces para analizarlo.
El informe ratifica la ebullición emprendedora en América Latina. Uno de cada tres trabajadores de la región es autónomo, pero la mayoría son empresarios transformadores o simples intermediarios de materias primas. “Es un autoempleo de quienes no logran trabajo en grandes empresas, un problema asociado a la pobreza que lastra la región”, asegura De la Torre. Además de este emprendimiento que no genera valor añadido, las empresas de cualquier tamaño son más pequeñas que las de otras regiones con niveles semejantes de desarrollo, y ni siquiera las gigantes crean tanto empleo como las de otras regiones.
Ningún segmento de empresa aprueba. Las pequeñas carecen de tecnología para crecer e incorporarse a la economía productiva. Las medianas carecen de prácticas de gestión modernas, y su crecimiento se estanca al llegar a un cierto tamaño. A los 40 años de vida, las empresas medianas de América Latina emplean a 110 personas, las de Asia oriental dan trabajo a casi 170, en Europa oriental rondan los 220 trabajadores, y en los países desarrollados alcanzan 250. Pero es que las empresas latinoamericanas empiezan a destruir empleo tras cumplir los 40 años.
La situación perjudica el crecimiento interno y la exportación. “Es imprescindible que las empresas sean innovadoras para no perder competitividad en el exterior, y deben estar capitaneadas por las multilatinas”, dice Ramón Casilda, consultor estratégico para América Latina. La realidad es tozuda. Las rutilantes multilatinas venden a menos mercados que sus hermanas de otras regiones, muchas se internacionalizan por temor a la inestabilidad de su país, y repiten su estructura en donde se implantan. “Salvo las mexicanas, no se enganchan a las cadenas mundiales de valor, al revés que las asiáticas. Pierden competitividad en el escenario mundial. Muchas, ni salen de la región”, aclara De la Torre.
Latinoamérica introduce productos nuevos a un ritmo menor que otras regiones en desarrollo, llega a gastar en I+D menos que Europa del Este y China. El abanico de productos exportadores es mucho menor que los de otras regiones, Brasil se salva de la quema. “La región se conformó con exportar su riqueza autóctona sin transformarla, y tampoco se preocupó por hacer otro tipo de productos innovadores para la exportación. Es su mayor riesgo”, explica José Miguel Benavente, jefe de la División de Innovación y Competitividad de BID, que denuncia escasez de capital humano cualificado hasta entre los dueños de las empresas. La escasa demanda local para comprar productos innovadores, paso necesario para salir al exterior, es otro problema.
El entramado social coarta las salidas. “Las innovadoras suelen ser firmas emergentes de jóvenes formados con necesidad de financiación, pero los bancos no realizan este tipo de préstamos en ninguna parte del mundo, y el capital-semilla de Silicon Valley no existe en América Latina”, asegura Benavente. La solución debe estar impulsada por los Gobiernos. “Apenas dedican recursos a este apoyo. ¿Quién lo va a hacer?”, se pregunta.
El BID ha identificado los instrumentos para superar la situación, ha dado más de 3.500 millones de euros en 10 años para apoyarlos, y tiene a dos personas por país para ponerlos en marcha desde hace ocho años. Corrigen el sistema educativo para formar en el emprendimiento innovador desde la escuela, aconsejan los cambios legislativos para crear un entorno competitivo, e indican la creación de líneas de ayuda. El programa Matching Grant es un ejemplo, las empresas reciben del Estado la misma cantidad invertida en innovación, en Chile ha sido un éxito.