Naciones Unidas, 16 de octubre de 2014.- Como familia humana, estamos envejeciendo. A nivel mundial, aproximadamente 700 millones de personas, a saber un 10% de la población mundial, son mayores de 60 años, y para 2030, por primera vez en la historia, habrá más personas de edad que niños.
Este año, la conmemoración del Día Internacional para la Reducción de los Desastres nos brinda una oportunidad para reconocer el papel que desempeñan los hombres y las mujeres de edad en el fomento de la resiliencia.
Cuando ocurre un desastre natural, las personas de edad sufren de forma desproporcionada altas tasas de muertes y lesiones. Para invertir esta trágica tendencia, es preciso elaborar planes, crear servicios y prestar apoyo a fin de reducir las vulnerabilidades de las personas de edad y aprovechar al máximo su contribución a nuestra seguridad y nuestro bienestar colectivos.
En la planificación para casos de desastre se debe tener en cuenta la reducción de la movilidad que experimentan muchas personas de edad. Tenemos que ayudarlos a prepararse para un posible desastre y para llegar a un lugar seguro y protegerse. Las necesidades de las personas de edad también deben tenerse en cuenta en los sistemas de alerta temprana, los mecanismos de protección social y los planes de evacuación y respuesta de emergencia, y en las campañas de información pública.
Al mismo tiempo, es importante reconocer que las personas de edad tienen importantes contribuciones que aportar a la comunidad en su conjunto. Su larga experiencia puede contribuir a reducir los riesgos que plantean los desastres. Debemos procurar que participen en la gestión del riesgo de desastres, así como en los procesos de planificación y adopción de decisiones. Las personas de edad también pueden enriquecer de manera significativa nuestros debates críticos a nivel mundial sobre la forma de enfrentar el cambio climático y lograr el desarrollo sostenible.
En este Día Internacional para la Reducción de los Riesgos de Desastre, recordemos que la tarea de aumentar la resiliencia ante los desastres no tiene límite de tiempo en la vida de las personas; comienza en la juventud y se hace más importante a medida que envejecemos.