Intervención del Dr. José V. Rangel Ministro de Relaciones Exteriores
de Venezuela en la inauguración de la etapa ministerial del XXV Consejo Latinoamericano del SELA

28 de Octubre de 1999.

Amigas y amigos todos:

Tengo un serio compromiso en la mañana de hoy. Por una parte, representar al Presidente Hugo Chávez, con quien regresamos hace pocas horas de un extenso viaje.  El se excusa por la inasistencia y ratifica a través mío su plena solidaridad con este Organismo. Y otro compromiso es prácticamente despedir a un amigo, el Embajador Carlos Moneta, quien como todos sabemos, reúne sabiduría, honestidad y ha demostrado un gran profesionalismo en la conducción del SELA. Tal como usted lo señaló, puede tener usted la seguridad, Embajador Moneta, de que ésta seguirá siendo siempre su tierra y que ahora, como vamos a consagrar en la Constitución la doble nacionalidad, desde ya le ofrezco la nuestra.

Resulta sin duda un placer venir a esta casa de América Latina y el Caribe e intercambiar ideas con ustedes.  El Sistema Económico Latinoamericano es la Casa de América Latina y el Caribe, ya que es el único organismo que agrupa de forma exclusiva a los países de la región y congrega a casi la totalidad de ellos, lo que ha posibilitado la coordinación de ideas y posiciones sobre temas y problemas tanto regionales como extraregionales.

Tiene lugar este XXV Consejo Latinoamericano en un contexto particularmente interesante para la región Latinoamericana y del Caribe. Las realidades y retos que justificaron su creación siguen aún vigentes, o mejor dicho, aún más vigentes. Ha cambiado, sin duda, la percepción que tenemos de esos problemas. Esta sola circunstancia debería hacernos meditar sobre el papel que deseamos otorgar al Sistema Económico Latinoamericano.

El contexto regional actual presenta ciertas características que conviene abordar aunque sea de manera muy parcial. La integración Latinoamericana, idea acariciada durante décadas como el esquema ideal de vinculación regional, pareciera hoy en día ser una realidad, al menos en el terreno comercial.  Pero en qué medida puede seguir siendo esa realidad, si la misma no se vincula a la integración humana y política, como dato fundamental hoy en día, que debemos empeñosamente distinguir. A mi manera de ver hay dos concepciones acerca de la integración. Una de tipo formal, ritual o que sólo contempla el dato económico y comercial. Y otra, de estirpe bolivariana, que tiene un sentido mucho más complejo, mucho más audaz, y que plantea el tema de la integración en forma dinámica, con un sentido histórico, en función de las realidades locales y regionales. En este sentido, los acuerdos de comercio preferencial han proliferado en número, alcance y dimensión en proporciones desconocidas hasta el presente.  Paralelamente, los organismos internacionales que creamos sobre la base de amplias expectativas presentan cierto grado de debilidad, lo cual a la vez que genera confusión produce también desconcierto.

Otra característica digna de resaltar tiene que ver con el proceso de globalización y la incorporación de la región a las grandes corrientes económicas y comerciales mundiales.  Este proceso, visto en general como un factor potencialmente perturbador del manejo tradicional de nuestras relaciones internacionales, ha dado muestras de una vitalidad que hace pensar en su carácter irreversible. Frente a este hecho, los latinoamericanos y caribeños debemos interrogarnos sobre la forma más conveniente de asumir los retos y posibilidades que el mismo nos presenta.

Para mí no existe la menor duda de que la verdadera integración mata a las perversiones de la globalización.

Parece también inaugurarse un nuevo contexto en las relaciones con los Estados Unidos de Norteamérica.  Relaciones tradicionalmente tensas durante varias décadas, parecieran estar dando cabida a una relación basada en el respeto mutuo y la admisión consensuada de diferencias y matices.  No cabe subestimar en ningún caso el papel preponderante de los Estados Unidos en la región, y la profunda influencia que las negociaciones para la conformación del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), vienen ejerciendo sobre el conjunto de los procesos comerciales en los que participamos.

Pero sin duda que la afirmación de la soberanía nacional es la mejor forma de relacionarnos con la gran potencia del Norte.

De la misma manera, estamos a las puertas del inicio de una nueva Ronda de Negociaciones Multilaterales en el marco de la Organización Mundial del Comercio (OMC). La variedad de temas que se abordarán, sus profundas repercusiones en nuestras economías, y la oportunidad que representan para el logro de un marco jurídico ordenado del comercio internacional, son elementos que deben ser evaluados con especial profundidad.

Resumiendo el contexto regional, cabría decir que éste se nos presenta particularmente intenso en la esfera de la integración, a la vez que presenciamos un simultáneo proceso de intensificación de la globalización, y asistimos a un acelerado proceso de negociaciones comerciales internacionales con nuestro principal socio comercial, los Estados Unidos. En medio de la complejidad que estos hechos suponen, la Ronda del Milenio que se avecina, nos coloca frente a un reto de particular trascendencia por sus implicaciones en la regulación del comercio internacional.

Estoy plenamente seguro que no agoto el tema, tampoco es esa mi intención. Resalto tan sólo algunas áreas que exigen atención. La debilidad institucional que observamos en algunos organismos, no contribuye, desde luego, a su mejor tratamiento. Ofrece el Sistema Económico Latinoamericano (SELA) un escenario conveniente y adecuado.  Por una parte, participan en él países latinoamericanos y caribeños como no lo hacen en ningún otro foro.  Por la otra, durante sus veinticinco años de existencia, ha acumulado un acervo y una experiencia dignas de ser tomadas en cuenta.

Sin embargo, hemos podido observar como nuestro Organismo ha venido perdiendo de forma gradual su importancia en vista de la proliferación de otras instancias regionales de coordinación de políticas, y especialmente tras la creación del Grupo de Río, el cual lo despojó de su capacidad de coordinación política. Esta crisis, existencial si se quiere, la cual también se ha manifestado por un persistente desinterés de los Estados Miembros en sus reuniones y en el cumplimiento de sus compromisos de pago, ha generado una crónica crisis financiera que amenaza su existencia.

Sucede a menudo que en los esfuerzos propios a veces somos menos diligentes que en aquellos en los cuales queremos lucirnos ante terceros, y que a organismos propios, como el SELA, le demos menos apoyo, le restemos importancia y le escatimemos los recursos necesarios para su óptimo funcionamiento.

Un ejemplo de lo que acabo de describir es cómo no supimos aprovechar la figura de los Comités de Acción, mecanismo original que nos permite trabajar de forma conjunta en asuntos y temas concretos.  En el pasado se crearon Comités de Acción tales como el de Apoyo al Desarrollo de Centro América (CADESCA), antecesor al Grupo de Contadora y de Grupo de Río. Hoy, por el contrario, no hay Comités de Acción ante las dificultades que los Países Miembros tuvieron para su financiación.

En este contexto, el SELA sólo ha podido concretar exitosamente una parte de sus tareas -muy importante por cierto- la relativa a estudios y reuniones y a su contribución para ampliar el marco de acción externo y la cooperación regional, pero poco o nada ha podido realizar en el ámbito de la coordinación y concertación de políticas económicas.

Sin embargo, lo que ha hecho hasta ahora ha sido muy bien realizado, superando hasta incendios que destruyeron sus instalaciones y bienes. Le correspondería ahora cumplir con una tarea ambiciosa: la de actuar como lugar para la concertación política en materia económica entre los países de América Latina y el Caribe.

Por esta razón, me permito ante ustedes, reiterar la conveniencia en que utilicemos más y mejor al SELA, que hagamos el esfuerzo necesario e indispensable para cumplir con los compromisos financieros contraídos y brindemos nuestro aporte intelectual para que la institución pueda abordar de manera eficaz el Programa de Trabajo que durante esta reunión se ha aprobado, el cual, como sabemos, nos permitirá avanzar en nuestro proceso de desarrollo.

Creemos que muchos de los retos que nos impone la dinámica de la globalización, podrían ser estudiados y mejor comprendidos y enfrentados a través de la reconocida capacidad del SELA para organizar con otras instituciones regionales y extraregionales eventos de análisis y prospectiva, así como por su reconocida capacidad en la difusión de publicaciones que han constituido aportes fundamentales sobre el tema.

El lanzamiento de una nueva ronda de negociaciones comerciales multilaterales en el marco de la OMC, conocida como la Ronda del Milenio, y la configuración de una Zona de Libre Comercio Hemisférica para el año 2005, ALCA, son objetivos que plantean un nuevo reto para América Latina y el Caribe; de ali que el SELA, en su carácter de mecanismo de consulta y coordinación para asuntos económicos, tiene la oportunidad de jugar nuevamente el papel de importancia que tuvo durante las décadas de los setenta y ochenta.

En el ámbito de la integración económica, no se deberían descartar los valiosos aportes y experiencias del SELA. Por ello, deberíamos promover en el marco de este Organismo, acciones y actividades que faciliten y den apoyo a los diferentes procesos y esquemas de integración que se verifican en América Latina y el Caribe, propiciando su convergencia y articulación.

El fortalecimiento de los esquemas de concertación regional forma parte prioritaria de la política exterior del actual Gobierno de Venezuela. Desde que asumimos funciones en febrero pasado, la integración regional ha ocupado la mayor atención de las autoridades nacionales. Lo hacemos por una profunda convicción, de hondas raíces históricas, que nos señala que ésta es una opción estratégica de primer orden. Asimismo, estimamos que de la integración emanan obligaciones que no podemos desatender, pues los riesgos de quedar aislados y debilitados son evidentes.

También, otros mecanismos de consulta y coordinación, como el Grupo de Río, podrían eventualmente nutrirse de la experiencia del SELA, el cual podría, porqué no pensar en ello, constituirse en una especie de Secretaría Técnica del mismo. La experiencia acumulada por el Organismo, a lo largo de veinticinco años, además de estar basada en un tratado internacional vigente y flexible, lo podrían convertir en una Secretaría Técnica natural a favor de nuestros esfuerzos para la unidad e integración Latinoamericana. Creo que se impone una reflexión en ese sentido.

Por otra parte, lo correspondiente a la definición de políticas de empleo y desarrollo, de promoción industrial y su vinculación con las políticas comerciales y financieras, como instrumentos esenciales en la lucha contra la desigualdad y la pobreza que nos afecta severamente, son responsabilidad nuestra y debemos asumirlos como propios. Para ello, el SELA se presenta como el escenario natural de la región, para nuestro intercambio de experiencias y toma de decisiones tanto coordinadas como compartidas.

Para mi gobierno, apoyar y promover la integración de América Latina y el Caribe no es una simple exhortación, no es algo ritual, retórico, sino un deber constitucional, ya que tanto en la Constitución vigente, la del 61, como en el preámbulo de nuestra nueva Constitución, la que está en proceso de elaboración y pronto será aprobada, se contempla el impulso de la integración de la Comunidad de Naciones Latinoamericanas y del Caribe.  Es decir que para nosotros la integración tiene rango constitucional.

Aunque para muchos de los aquí presentes no es desconocido, deseo hacer una breve mención al proceso de cambio que se verifica actualmente en Venezuela. Como varios de ustedes conocen, sobre la base de un proceso que ha implicado la elección de una Asamblea Nacional Constituyente, se ha venido elaborando, a partir de un esquema de amplia participación, una nueva Constitución. Esta Constitución amplía los canales de participación democrática, acerca los Poderes Públicos al ciudadano, y procura garantizar sobre bases efectivas el conjunto de los derechos individuales, sociales y políticos.

En la nueva Constitución la integración regional adquirirá toda la jerarquía que nos merece. No sólo se intenta comprometer la acción del ejecutivo hacia su fortalecimiento, sino que habrán de fijarse caminos para facilitar el cumplimiento de los compromisos que en este ámbito puedan adquiriese. En sintonía con estas obligaciones, el Despacho que presido ha realizado un considerable esfuerzo doctrinario, teórico, para adecuarse a las nuevas realidades. A una participación activa en el contexto internacional, sin distingos de tipo ideológico, hemos añadido un proceso de reflexión profunda sobre los alcances y orientaciones de la política exterior. Deseamos asimismo, atender los requerimientos de formación de nuestro personal, para lo cual adelantamos un conjunto de actividades.

Señores Delegados, estimo especialmente propicia la oportunidad de este XXV Consejo Latinoamericano para reflexionar sobre el papel futuro del SELA. No sólo la elección de un nuevo Secretario Permanente contribuye a este propósito. Esta reunión se verifica en medio de un proceso de evaluación del organismo, el cual se ha venido cumpliendo desde hace algún tiempo y que pensamos debe profundizarse. Creo en este sentido, que nuestros debates deben estar presididos de una gran franqueza.

En conclusión, reconocemos que tenemos ante nosotros la oportunidad y también la posibilidad de aprovechar de forma eficiente y mejor esta Institución que nos pertenece a todos por igual. Para ello es necesario que cumplamos con nuestras obligaciones presupuestarlas y así darle la posibilidad al SELA de que cumpla con los compromisos pautados en el Programa de Trabajo para el año 2000.

De otra forma, el Organismo verá seriamente comprometida su existencia y estaríamos condenándolo a un futuro incierto. Por el contrario, un Sistema Económico Latinoamericano fortalecido, podría ser una garantía adicional para la consecución de los objetivos de desarrollo de los países de la región.

Estimo, por consiguiente, que debemos hacer esfuerzos honestos por la orientación de las actividades del SELA hacia las grandes áreas que me permití señalar y que parecen configuran el contexto regional, a saber: Integración, ALCA y Globalización. Tenemos en el SELA un foro privilegiado, grandes retos por afrontar y oportunidades que debemos saber aprovechar. El compromiso del Gobierno de Venezuela, del Presidente de la República, Hugo Chávez, con el Organismo es inquebrantable e irreversible. Tiene en esta ciudad su sede, y continuará brindándosele, como hasta ahora, todo el apoyo que pueda requerir.

Sabemos que en el futuro inmediato, para encarar los grandes problemas de la región, como acaba de decir el Embajador Moneta, no hay remedios, no hay recetas. Afortunamente todo depende de nosotros mismos, de nuestra capacidad para actuar.  En lugar de magia tenemos que apelar, sin duda, a la imaginación y éste quizá sea el gran desafío de los latinoamericanos y caribeños en este momento y en estas circunstancias.

Les deseo en nombre del Gobierno de Venezuela el mayor éxito en estas deliberaciones.

 


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