Titulo 

    XXV Reunión Ordinaria del Consejo Latinoamericano
    Panel “Opciones de América Latina y el Caribe
    ante la crisis financiera internacional”

    Intervención del Dr. Juan F. Rojas Penso*,
    Secretario General de la Asociación
    Latinoamericana de Integración (ALADI)
    27 de Octubre 1999
     

Autor 

 

    Secretaría Permanente del SELA

La Evolución de la Integración
Latinoamericana en la Crisis Económica Regional

 

 

No resulta fácil analizar en este momento el tema de las opciones de América Latina en el marco de la crisis que está enfrentando y, en particular, resulta más complicado analizar esas opciones cuando precisamente esa crisis afectó la dinámica de la integración en el año 1998 y, más aún, en el presente año.

 

En efecto, el 13 de enero de 1999 parece marcar un hito importante en la historia integracionista de América Latina, al interrumpirse una tendencia que se generaba entre los años 1985 y 1986, cuando Brasil y Argentina tomaron el camino de la cooperación bilateral conjunta, y cuando lo que en aquel entonces era el Grupo Andino, hoy Comunidad Andina de Naciones (CAN) comenzaba a transitar el Sendero de su fortalecimiento, luego de un difícil proceso negociador. Más tarde, con el relanzamiento que se concretó hacia fines del año 1989, la integración andina comienza a superar definitivamente el complicado período que debimos enfrentar a principios de los años ochenta, cuando la crisis de la deuda.  Tal vez contagiados por esos primeros hechos, desde inicios de la década actual, se comienza a vivir una euforia integracionista que llevó a pensar que en el transcurso de los próximos 6 años se podía llegar a tener, por lo menos entre los 10 países de América del Sur miembros de la ALADI, una zona de libre comercio plenamente constituida o en vías de conformación a corto plazo.

 

Sin embargo, el proceso negociador se vio retrasado en los últimos años.  Ello debido, en primer lugar a la crisis del “tequila”, que enfrentó México a fines de 1994, y que repercutió en otros países de la región, ocasión en la cual se apreció por primera vez en América Latina, una importante manifestación de la globalización financiera. En segundo lugar, cuando la crisis de varios países asiáticos en 1997, que se hizo luego itinerante, pasando por Rusia y que arribó el 13 de enero del presente año nuevamente a la región, esta vez en Brasil.

 

 

Como ya indicamos, el 13 de enero se debe marcar como de singular importancia, dado que se venía construyendo trabajosamente el proceso de integración sobre la base de un conjunto de transformaciones muy importantes, que incluyen la apertura unilateral de los países de América Latina, realizada sin ningún tipo de contraprestación por parte de los países desarrollados, acompañada por un conjunto de medidas que procuraban una menor participación del estado en los procesos económicos nacionales, así como con el tratamiento de una serie de temas que anteriormente ni siquiera eran considerados como parte de las políticas nacionales de los países latinoamericanos.

 

Lo fundamental es que hoy en día, todas estas transformaciones no sólo hacen parte de esas políticas nacionales, sino que su generalización implica que necesariamente tengamos que adoptar posiciones conjuntas para enfrentar los diversos retos negociadores que tenemos enfrente y que se dan en forma simultánea.

 

No obstante los retrasos que han podido verificarse, se ha establecido una importante y significativa red de acuerdos de integración económica, los cuales contribuyeron a generar un crecimiento espectacular del intercambio comercial entre los países miembros de la ALADI. En el año 1997 el comercio intrarregional sobrepasó los 49 mil millones de dólares, lo cual constituyó el 20 % del comercio exterior total del conjunto de los países miembros de la Asociación.

 

Este aumento sin precedentes del comercio intrarregional, se dio en forma conjunta con una serie de otros cambios de gran relevancia: en primer lugar, un crecimiento espectacular de las inversiones, tanto de las foráneas, como también de las inversiones intrarregionales, y, acompañando a este fenómeno, se produjo un gran incremento de los arreglos interempresariales, en forma de alianzas estratégicas, y la radicación de empresas de algunos países latinoamericanos en otros países de la región. De esta forma, se fueron estableciendo mecanismos de comercialización mucho más fluidos que los existentes en el pasado y que parecen darle en estos momentos un fuerte sustento al proceso de integración regional.

 

Asimismo, se avanzó también en el campo de la infraestructura y del transporte, tanto del lado de la oferta como del de la demanda, así como en la explotación conjunta de recursos energéticos, así como en el intercambio de servicios entre los países latinoamericanos.

 

Desde un punto de vista mas general, se marcaron también hitos importantes durante esta última década.  En primer lugar debe subrayarse la incorporación de Cuba a la ALAD, primer país que adhiere al Tratado de Montevideo 1980 en 19 años de existencia.  Asimismo, debe destacarse la expansión de las relaciones entre los países de la región latinoamericana, trascendiendo lo económico, y avanzando en el terreno político. Un ejemplo de ello, que por primera vez sucede y merecería ser destacado con mayor asiduidad, es el que protagonizaron los países miembros del MERCOSUR (el cual en nuestro concepto constituye el acuerdo subregional de mayor éxito que se ha ensayado entre los países de América Latina) los cuales, acompañados de sus dos países asociados que son Chile y Bolivia dentro del marco de la ALADI, han establecido entre ellos una Zona de Paz.

 

Esto tiene una significación de fundamental importancia en materia de cooperación política para la integración latinoamericana. Es la primera vez dentro de la historia de la integración, la cual consta de los 20 años que cumplirá la ALADI el año próximo, y de cuarenta años contando desde los primeros esfuerzos integracionistas con la creación de nuestra antecesora la ALALC, que 6 países de la región se declaran constituyendo una Zona de Paz y libre de armamento, hecho de gran trascendencia en materia de cooperación política.

 

Con frecuencia se discute acerca de los aspectos institucionales de los procesos de integración en la región, enfatizando sus carencias con respecto, por ejemplo, a un modelo de instituciones consolidadas a lo largo de 40 años, como es el caso de la Unión Europea. Al MERCOSUR, en particular, sistemáticamente se le critican sus problemas institucionales. Es claro que, en primer lugar, todos los procesos de integración han tenido alguna manifestación de estos problemas en algún momento de su historia; pero además, lo que sí resulta definitivo, es que este hito en materia de cooperación política supera ampliamente muchas críticas que en materia institucional se le puedan hacer a este proceso.

 

Corresponde en este momento apartarse de la visión de mediano y largo plazo del proceso de integración, para detenerse un momento en la coyuntura actual. En el año 1998, como se mencionó anteriormente, como consecuencia de la crisis asiática, su posterior manifestación en Rusia y sus consecuencias en los mercados mundiales de commodities y de capital, se apreció un decaimiento de las relaciones comerciales entre los países miembros de la Asociación, el cual se está profundizando en el presente año.  Estos flujos comerciales, que habían llegado a sobrepasar los 49 mil millones de dólares en 1997, y que hasta ese momento venían creciendo a una tasa del 12 % acumulativa anual, sufrieron una primera caída el año pasado y tendrán una segunda en el presente año, con lo cual habrá una reducción del comercio intrarregional en el año 1999 con respecto a 1997, que se estima en un  30% lo cual es, en términos relativos, semejante a lo sucedido entre los años 1981 y 1983, cuando la gran crisis de la deuda. Es claro, con todo, que en términos absolutos estamos considerando, aún en crisis, un comercio que alcanza niveles definitivamente muy importantes, sobre todo para algunos de los países miembros de la Asociación, para los cuales el mercado de los países copartícipes dentro de la ALADI se ha convertido en el principal destino de sus exportaciones, así como el principal origen de sus importaciones.

 

El incremento de las relaciones comerciales hasta 1997, y la posterior caída, nos llevan a reflexionar, por un lado, acerca de los orígenes de la explosión integracionista que se ha vivido desde inicios de la década; y por otro, en las consecuencias que sobre las posibilidades de consolidación de los procesos de integración de América Latina, puede tener la actual coyuntura de crisis.

 

En este sentido, no está demás recordar el origen de la dinamización del proceso de integración, la cual partió de la base de una apertura unilateral realizada por los países de la región desde mediados de la década pasada (con excepción de Chile y México que lo iniciaron antes), así como de una profunda reforma de sus procesos económicos, al mismo tiempo que estaban inmersos en el actual esquema de globalización financiera, el cual es también parte de la apertura que los latinoamericanos hemos llevado adelante sin ninguna contraprestación. América Latina ha completado una apertura económica y financiera muy profunda de sus mercados domésticos, dentro del marco de la búsqueda de mejorar sus equilibrios macroeconómicos, con la concreción de grandes privatizaciones, en un contexto de lento crecimiento de las economías centrales las cuales, con la excepción de los Estados Unidos, han sido poco dinámicas en esta década. Esto último constituye un hecho importante a ser destacado, ya que explica gran parte del crecimiento del ingreso de capitales foráneos en los años recientes.

 

Resulta obvio que lo que hemos llamado la “explosión de la integración”, se apoyó, necesariamente, también en la recuperación del dinamismo económico que se dio de forma significativa en la región desde inicios de la década actual explicado, en gran medida, por las reformas estructurales realizadas y las políticas económicas que buscaron recuperar los equilibrios macroeconómicos.

 

Con todo, es necesario destacar que las reformas y las políticas mencionadas, y sobretodo el gran ingreso de capitales, tuvieron otras consecuencias, más vinculadas a la situación actual. En primer lugar, se dio una apreciación generalizadas de las monedas domésticas en la región que, acompañada por la rebaja arancelaria y el desmonte de otros instrumentos reguladores del comercio, explican los déficit comerciales con los mercados extrarregionales, así como desequilibrios en los flujos al interior de la región.

 

 En segundo lugar, dada la debilidad de los sistemas financieros de los países de América Latina para intermediar adecuadamente los ingresos masivos de capital de principios de la década, se produjo una inadecuada asignación de tales recursos, con un sesgo mayor al consumo que a la inversión productiva, por un lado, y  con un fuerte peso hacia sectores de bienes no comerciables de la economía, en detrimento del desarrollo de la producción de transables, por el otro.

 

En tercer lugar, se fue dando, con manifestaciones más evidentes en unos países que en otros, una creciente fragilidad financiera, con procesos de pérdida de la institucionalidad bancaria en ciertos casos, en función de la gran concentración de los flujos de capital en activos de alta liquidez.

 

Como consecuencia de todo lo anterior, se han producido procesos recesivos en las economías regionales, que están contribuyendo al agravamiento del deterioro social y la marginalidad entre los pueblos latinoamericanos, con peligro de comprometer seriamente la estabilidad de las democracias instauradas en nuestros países.

 

Dentro de este cuadro de crisis, ¿qué opciones se pueden ver para nuestro proceso de integración con respecto al sistema financiero? Es evidente que este es un tema que ha sido abandonado en la integración latinoamericana. La función de ALADI en el ámbito financiero está limitada al Convenio de Pagos y Créditos Recíprocos entre los países, el cual en un momento dado sirvió para financiar el 82 por ciento del comercio intrarregional, pero que en este momento apenas está financiando el 16 por ciento del mismo. Esta tendencia refleja el hecho de que la globalización financiera ha contribuido a la generación de una serie de mecanismos de financiamiento del comercio que hace que definitivamente ya no estén pasando por el Convenio garantizado por los bancos centrales.

 

Es recurrente en los foros internacionales, analizar la necesidad de establecer mecanismos reguladores al ingreso libre de capitales, sobre todo los capitales de corto plazo que se constituyen en fuente generadora de diversos problemas para las políticas económicas nacionales.

 

Resulta imprescindible entonces la necesidad de reflexionar en materia de integración en el campo financiero, y así como también la búsqueda de alguna forma de domar este “potro financiero” que tenemos enfrente, ya que definitivamente los mecanismos de autorregulación internacional, que en algún momento fueron muy exitosos, parecieran haber sido superados por la propia realidad.

 

Algunos países han debido salir al encuentro de mecanismos que configuren una regulación efectiva mucho más fuerte que los instrumentados en el pasado, teniendo en cuenta que no es solamente un problema de regular la entrada, sino también un problema de ver la forma de regular la salida. En el momento actual, es virtualmente incontrolable; y es a través de ella, debido a efectos como el de “contagio” y el de “manada”, que se provocan los hechos que se temen, en forma de profecía auto cumplida.

 

Hay que hacer también una autocrítica como latinoamericanos, ya que a nuestro entender también existe un elemento de miopía del desastre: Muchas veces nos alegramos en demasía con las soluciones y los éxitos de corto plazo que logramos, no solamente en materia nacional sino también en materia de integración, pero hay una cierta miopía cuando comienzan a aparecer los primeros elementos indicativos del advenimiento de una crisis, cuando no somos capaces de identificar medidas o mecanismos preventivos para enfrentarla desde sus inicios.

 

Sin embargo, estas soluciones o estas alternativas de la integración financiera que habría que analizar en América Latina, no solamente están pasando por el ámbito de carácter regional, sino que pasan también por el ámbito internacional. El Acuerdo de Bretton Woods ya no responde a nuestras realidades actuales: la estructura de Bretton Woods resultó útil y eficiente para un momento en el cual, en primer lugar, no habían grandes movimientos de capitales; y, en segundo término, cuando el comercio mundial no había alcanzado los niveles en cuanto al monto y ni la calidad que lo caracteriza en estos momentos. No eran previsibles en aquel entonces los niveles de comercio y las formas de financiamiento del mismo, del tipo de los que están actualmente instrumentándose en el mundo.

 

Es necesario, entonces, crear una nueva arquitectura financiera. Obviamente, existen resistencias de carácter político; hay una resistencia muy clara de los Estados Unidos de Norteamérica frente a este fenómeno, pero es evidente que ya ni el Fondo Monetario Internacional ni el Banco Mundial son instituciones suficientes para atender la nueva realidad financiera que vive el mundo.

 

En el plano regional, si bien se han planteado algunas ideas, habría que analizarlas muy bien a la luz de las interrelaciones y la calidad de las interrelaciones que se han establecido entre los países latinoamericanos. Por supuesto, habría que pensar también en el nivel nacional, en qué tipos de acciones se deberían adoptar para prevenir este proceso dañino que puede generar la globalización de los mercados de capitales, a nivel de las economías nacionales de los países latinoamericanos.

 

Resulta evidente que en el momento actual el panorama no es muy claro, aunque es verdad que parecen despejarse algunas nubes en la región. Las previsiones originales de crecimiento de la región para este año, fueron mucho más pesimistas de lo que efectivamente está sucediendo y esto ha ido provocando sucesivas mejoras en las expectativas acerca del crecimiento de algunos países, aunque se da lo contrario con otros. En todo caso, hay un proceso de contracción del proceso económico en la región bastante fuerte, y que está incidiendo necesariamente sobre el proceso de integración de América Latina tal cual lo muestran distintos indicadores tanto cualitativos como cuantitativos.

 

La globalización financiera y los flujos internacionales de capital han jugado un fuerte papel en la situación económica de la región en el momento actual, con clara incidencia sobre el proceso de integración. Los intentos de enfrentar este problema por parte de cada país aisladamente no parecen la forma más efectiva de hacerlo; como otros varios aspectos de la integración regional y del desarrollo económico de nuestros países, parece necesario enfrentar la situación, por lo menos, de forma coordinada.


* Ponencia elaborada con base en su intervención en el Seminario “Opciones de América Latina y el Caribe ante la crisis financiera internacional”, en el marco de la XXV Reunión del Consejo Latinoamericano del SELA, Caracas, 27 de octubre de 1999.


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