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XXV Reunión Ordinaria del Consejo
Latinoamericano Intervención del Dr. Juan F. Rojas
Penso*,
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Autor
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Secretaría Permanente del SELA |
La Evolución de la Integración No resulta fácil analizar en este momento el tema
de las opciones de América Latina en el marco de la crisis que está
enfrentando y, en particular, resulta más complicado analizar esas
opciones cuando precisamente esa crisis afectó la dinámica de la
integración en el año 1998 y, más aún, en el presente
año. En efecto, el 13 de enero de 1999 parece marcar un
hito importante en la historia integracionista de América Latina, al
interrumpirse una tendencia que se generaba entre los años 1985 y
1986, cuando Brasil y Argentina tomaron el camino de la cooperación
bilateral conjunta, y cuando lo que en aquel entonces era el Grupo
Andino, hoy Comunidad Andina de Naciones (CAN) comenzaba a transitar
el Sendero de su fortalecimiento, luego de un difícil proceso
negociador. Más tarde, con el relanzamiento que se concretó hacia
fines del año 1989, la integración andina comienza a superar
definitivamente el complicado período que debimos enfrentar a
principios de los años ochenta, cuando la crisis de la deuda.
Tal vez contagiados por esos primeros hechos, desde inicios de la
década actual, se comienza a vivir una euforia integracionista que
llevó a pensar que en el transcurso de los próximos 6 años se podía
llegar a tener, por lo menos entre los 10 países de América del Sur
miembros de la ALADI, una zona de libre comercio plenamente
constituida o en vías de conformación a corto
plazo. Sin embargo, el proceso negociador se vio
retrasado en los últimos años. Ello debido, en primer lugar a
la crisis del “tequila”, que enfrentó México a fines de 1994, y que
repercutió en otros países de la región, ocasión en la cual se
apreció por primera vez en América Latina, una importante
manifestación de la globalización financiera. En segundo lugar,
cuando la crisis de varios países asiáticos en 1997, que se hizo
luego itinerante, pasando por Rusia y que arribó el 13 de enero del
presente año nuevamente a la región, esta vez en
Brasil. Como ya indicamos, el 13 de enero se debe marcar
como de singular importancia, dado que se venía construyendo
trabajosamente el proceso de integración sobre la base de un
conjunto de transformaciones muy importantes, que incluyen la
apertura unilateral de los países de América Latina, realizada sin
ningún tipo de contraprestación por parte de los países
desarrollados, acompañada por un conjunto de medidas que procuraban
una menor participación del estado en los procesos económicos
nacionales, así como con el tratamiento de una serie de temas que
anteriormente ni siquiera eran considerados como parte de las
políticas nacionales de los países
latinoamericanos. Lo fundamental es que hoy en día, todas estas
transformaciones no sólo hacen parte de esas políticas nacionales,
sino que su generalización implica que necesariamente tengamos que
adoptar posiciones conjuntas para enfrentar los diversos retos
negociadores que tenemos enfrente y que se dan en forma
simultánea. No obstante los retrasos que han podido
verificarse, se ha establecido una importante y significativa red de
acuerdos de integración económica, los cuales contribuyeron a
generar un crecimiento espectacular del intercambio comercial entre
los países miembros de la ALADI. En el año 1997 el comercio
intrarregional sobrepasó los 49 mil millones de dólares, lo cual
constituyó el 20 % del comercio exterior total del conjunto de los
países miembros de la Asociación. Este aumento sin precedentes del comercio
intrarregional, se dio en forma conjunta con una serie de otros
cambios de gran relevancia: en primer lugar, un crecimiento
espectacular de las inversiones, tanto de las foráneas, como también
de las inversiones intrarregionales, y, acompañando a este fenómeno,
se produjo un gran incremento de los arreglos interempresariales, en
forma de alianzas estratégicas, y la radicación de empresas de
algunos países latinoamericanos en otros países de la región. De
esta forma, se fueron estableciendo mecanismos de comercialización
mucho más fluidos que los existentes en el pasado y que parecen
darle en estos momentos un fuerte sustento al proceso de integración
regional. Asimismo, se avanzó también en el campo de la
infraestructura y del transporte, tanto del lado de la oferta como
del de la demanda, así como en la explotación conjunta de recursos
energéticos, así como en el intercambio de servicios entre los
países latinoamericanos. Desde un punto de vista mas general, se marcaron
también hitos importantes durante esta última década. En
primer lugar debe subrayarse la incorporación de Cuba a la ALAD,
primer país que adhiere al Tratado de Montevideo 1980 en 19 años de
existencia. Asimismo, debe destacarse la expansión de las
relaciones entre los países de la región latinoamericana,
trascendiendo lo económico, y avanzando en el terreno político. Un
ejemplo de ello, que por primera vez sucede y merecería ser
destacado con mayor asiduidad, es el que protagonizaron los países
miembros del MERCOSUR (el cual en nuestro concepto constituye el
acuerdo subregional de mayor éxito que se ha ensayado entre los
países de América Latina) los cuales, acompañados de sus dos países
asociados que son Chile y Bolivia dentro del marco de la ALADI, han
establecido entre ellos una Zona de Paz. Esto tiene una significación de fundamental
importancia en materia de cooperación política para la integración
latinoamericana. Es la primera vez dentro de la historia de la
integración, la cual consta de los 20 años que cumplirá la ALADI el
año próximo, y de cuarenta años contando desde los primeros
esfuerzos integracionistas con la creación de nuestra antecesora la
ALALC, que 6 países de la región se declaran constituyendo una Zona
de Paz y libre de armamento, hecho de gran trascendencia en materia
de cooperación política. Con frecuencia se discute acerca de los aspectos
institucionales de los procesos de integración en la región,
enfatizando sus carencias con respecto, por ejemplo, a un modelo de
instituciones consolidadas a lo largo de 40 años, como es el caso de
la Unión Europea. Al MERCOSUR, en particular, sistemáticamente se le
critican sus problemas institucionales. Es claro que, en primer
lugar, todos los procesos de integración han tenido alguna
manifestación de estos problemas en algún momento de su historia;
pero además, lo que sí resulta definitivo, es que este hito en
materia de cooperación política supera ampliamente muchas críticas
que en materia institucional se le puedan hacer a este
proceso. Corresponde en este momento apartarse de la visión
de mediano y largo plazo del proceso de integración, para detenerse
un momento en la coyuntura actual. En el año 1998, como se mencionó
anteriormente, como consecuencia de la crisis asiática, su posterior
manifestación en Rusia y sus consecuencias en los mercados mundiales
de commodities y de capital, se apreció un decaimiento de las
relaciones comerciales entre los países miembros de la Asociación,
el cual se está profundizando en el presente año. Estos flujos
comerciales, que habían llegado a sobrepasar los 49 mil millones de
dólares en 1997, y que hasta ese momento venían creciendo a una tasa
del 12 % acumulativa anual, sufrieron una primera caída el año
pasado y tendrán una segunda en el presente año, con lo cual habrá
una reducción del comercio intrarregional en el año 1999 con
respecto a 1997, que se estima en un 30% lo cual es, en
términos relativos, semejante a lo sucedido entre los años 1981 y
1983, cuando la gran crisis de la deuda. Es claro, con todo, que en
términos absolutos estamos considerando, aún en crisis, un comercio
que alcanza niveles definitivamente muy importantes, sobre todo para
algunos de los países miembros de la Asociación, para los cuales el
mercado de los países copartícipes dentro de la ALADI se ha
convertido en el principal destino de sus exportaciones, así como el
principal origen de sus importaciones. El incremento de las relaciones comerciales hasta
1997, y la posterior caída, nos llevan a reflexionar, por un lado,
acerca de los orígenes de la explosión integracionista que se ha
vivido desde inicios de la década; y por otro, en las consecuencias
que sobre las posibilidades de consolidación de los procesos de
integración de América Latina, puede tener la actual coyuntura de
crisis. En este sentido, no está demás recordar el origen
de la dinamización del proceso de integración, la cual partió de la
base de una apertura unilateral realizada por los países de la
región desde mediados de la década pasada (con excepción de Chile y
México que lo iniciaron antes), así como de una profunda reforma de
sus procesos económicos, al mismo tiempo que estaban inmersos en el
actual esquema de globalización financiera, el cual es también parte
de la apertura que los latinoamericanos hemos llevado adelante sin
ninguna contraprestación. América Latina ha completado una apertura
económica y financiera muy profunda de sus mercados domésticos,
dentro del marco de la búsqueda de mejorar sus equilibrios
macroeconómicos, con la concreción de grandes privatizaciones, en un
contexto de lento crecimiento de las economías centrales las cuales,
con la excepción de los Estados Unidos, han sido poco dinámicas en
esta década. Esto último constituye un hecho importante a ser
destacado, ya que explica gran parte del crecimiento del ingreso de
capitales foráneos en los años recientes. Resulta obvio que lo que hemos llamado la
“explosión de la integración”, se apoyó, necesariamente, también en
la recuperación del dinamismo económico que se dio de forma
significativa en la región desde inicios de la década actual
explicado, en gran medida, por las reformas estructurales realizadas
y las políticas económicas que buscaron recuperar los equilibrios
macroeconómicos. Con todo, es necesario destacar que las reformas y
las políticas mencionadas, y sobretodo el gran ingreso de capitales,
tuvieron otras consecuencias, más vinculadas a la situación actual.
En primer lugar, se dio una apreciación generalizadas de las monedas
domésticas en la región que, acompañada por la rebaja arancelaria y
el desmonte de otros instrumentos reguladores del comercio, explican
los déficit comerciales con los mercados extrarregionales, así como
desequilibrios en los flujos al interior de la
región. En segundo lugar, dada la debilidad de los
sistemas financieros de los países de América Latina para
intermediar adecuadamente los ingresos masivos de capital de
principios de la década, se produjo una inadecuada asignación de
tales recursos, con un sesgo mayor al consumo que a la inversión
productiva, por un lado, y con un fuerte peso hacia sectores
de bienes no comerciables de la economía, en detrimento del
desarrollo de la producción de transables, por el
otro. En tercer lugar, se fue dando, con manifestaciones
más evidentes en unos países que en otros, una creciente fragilidad
financiera, con procesos de pérdida de la institucionalidad bancaria
en ciertos casos, en función de la gran concentración de los flujos
de capital en activos de alta liquidez. Como consecuencia de todo lo anterior, se han
producido procesos recesivos en las economías regionales, que están
contribuyendo al agravamiento del deterioro social y la marginalidad
entre los pueblos latinoamericanos, con peligro de comprometer
seriamente la estabilidad de las democracias instauradas en nuestros
países. Dentro de este cuadro de crisis, ¿qué opciones se
pueden ver para nuestro proceso de integración con respecto al
sistema financiero? Es evidente que este es un tema que ha sido
abandonado en la integración latinoamericana. La función de ALADI en
el ámbito financiero está limitada al Convenio de Pagos y Créditos
Recíprocos entre los países, el cual en un momento dado sirvió para
financiar el 82 por ciento del comercio intrarregional, pero que en
este momento apenas está financiando el 16 por ciento del mismo.
Esta tendencia refleja el hecho de que la globalización financiera
ha contribuido a la generación de una serie de mecanismos de
financiamiento del comercio que hace que definitivamente ya no estén
pasando por el Convenio garantizado por los bancos
centrales. Es recurrente en los foros internacionales,
analizar la necesidad de establecer mecanismos reguladores al
ingreso libre de capitales, sobre todo los capitales de corto plazo
que se constituyen en fuente generadora de diversos problemas para
las políticas económicas nacionales. Resulta imprescindible entonces la necesidad de
reflexionar en materia de integración en el campo financiero, y así
como también la búsqueda de alguna forma de domar este “potro
financiero” que tenemos enfrente, ya que definitivamente los
mecanismos de autorregulación internacional, que en algún momento
fueron muy exitosos, parecieran haber sido superados por la propia
realidad. Algunos países han debido salir al encuentro de
mecanismos que configuren una regulación efectiva mucho más fuerte
que los instrumentados en el pasado, teniendo en cuenta que no es
solamente un problema de regular la entrada, sino también un
problema de ver la forma de regular la salida. En el momento actual,
es virtualmente incontrolable; y es a través de ella, debido a
efectos como el de “contagio” y el de “manada”, que se provocan los
hechos que se temen, en forma de profecía auto
cumplida. Hay que hacer también una autocrítica como
latinoamericanos, ya que a nuestro entender también existe un
elemento de miopía del desastre: Muchas veces nos alegramos en
demasía con las soluciones y los éxitos de corto plazo que logramos,
no solamente en materia nacional sino también en materia de
integración, pero hay una cierta miopía cuando comienzan a aparecer
los primeros elementos indicativos del advenimiento de una crisis,
cuando no somos capaces de identificar medidas o mecanismos
preventivos para enfrentarla desde sus
inicios. Sin embargo, estas soluciones o estas alternativas
de la integración financiera que habría que analizar en América
Latina, no solamente están pasando por el ámbito de carácter
regional, sino que pasan también por el ámbito internacional. El
Acuerdo de Bretton Woods ya no responde a nuestras realidades
actuales: la estructura de Bretton Woods resultó útil y eficiente
para un momento en el cual, en primer lugar, no habían grandes
movimientos de capitales; y, en segundo término, cuando el comercio
mundial no había alcanzado los niveles en cuanto al monto y ni la
calidad que lo caracteriza en estos momentos. No eran previsibles en
aquel entonces los niveles de comercio y las formas de
financiamiento del mismo, del tipo de los que están actualmente
instrumentándose en el mundo. Es necesario, entonces, crear una nueva
arquitectura financiera. Obviamente, existen resistencias de
carácter político; hay una resistencia muy clara de los Estados
Unidos de Norteamérica frente a este fenómeno, pero es evidente que
ya ni el Fondo Monetario Internacional ni el Banco Mundial son
instituciones suficientes para atender la nueva realidad financiera
que vive el mundo. En el plano regional, si bien se han planteado
algunas ideas, habría que analizarlas muy bien a la luz de las
interrelaciones y la calidad de las interrelaciones que se han
establecido entre los países latinoamericanos. Por supuesto, habría
que pensar también en el nivel nacional, en qué tipos de acciones se
deberían adoptar para prevenir este proceso dañino que puede generar
la globalización de los mercados de capitales, a nivel de las
economías nacionales de los países
latinoamericanos. Resulta evidente que en el momento actual el panorama no es muy claro, aunque es verdad que parecen despejarse algunas nubes en la región. Las previsiones originales de crecimiento de la región para este año, fueron mucho más pesimistas de lo que efectivamente está sucediendo y esto ha ido provocando sucesivas mejoras en las expectativas acerca del crecimiento de algunos países, aunque se da lo contrario con otros. En todo caso, hay un proceso de contracción del proceso económico en la región bastante fuerte, y que está incidiendo necesariamente sobre el proceso de integración de América Latina tal cual lo muestran distintos indicadores tanto cualitativos como cuantitativos. La globalización financiera y los flujos
internacionales de capital han jugado un fuerte papel en la
situación económica de la región en el momento actual, con clara
incidencia sobre el proceso de integración. Los intentos de
enfrentar este problema por parte de cada país aisladamente no
parecen la forma más efectiva de hacerlo; como otros varios aspectos
de la integración regional y del desarrollo económico de nuestros
países, parece necesario enfrentar la situación, por lo menos, de
forma coordinada. * Ponencia elaborada con base en su intervención en
el Seminario “Opciones de América Latina y el Caribe ante la crisis
financiera internacional”, en el marco de la XXV Reunión del Consejo
Latinoamericano del SELA, Caracas, 27 de octubre de
1999. |
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