Titulo 

    XXV Reunión Ordinaria del Consejo Latinoamericano
    Panel “Opciones de América Latina y el Caribe
    ante la crisis financiera internacional”

    Intervención del Doctor Roberto Guarnieri,
    Presidente Ejecutivo del Fondo
    Latinoamericano de Reservas (FLAR)
    27 de Octubre 1999
     

Autor 

 

    Secretaría Permanente del SELA

Es a la vez un privilegio y una gran responsabilidad la invitación del Secretario Permanente del SELA, Dr. Carlos Moneta, en nombre del Consejo  Ministerial, para dirigirme a esta asamblea.

 

Lo hago como Presidente del FLAR, del Fondo Latinoamericano de Reservas, una institución financiera establecida hace 20 años como Fondo Andino de Reservas.

 

El FLAR sigue siendo, todavía, una Institución Andina  en cuanto a su membresía.

 

Yo espero que por poco tiempo mas. 

 

Estamos en pleno desarrollo de una gestión sistemática dirigida a convertirlo gradualmente en un autentico organismo Latinoamericano, conforme al propósito que fundamentó su adecuación estatutaria en el año de 1991.

 

En estos momentos la Asamblea Nacional de Costa Rica está considerando el proyecto de ley de adhesión al Fondo.

 

Otras gestiones bilaterales están en curso.

 

Mientras que, con motivo de las reuniones anuales del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, el mes pasado en Washington, se reiteró nuestro criterio de expansión institucional ante la Asamblea plenaria de gobernadores de Bancos Centrales Latinoamericanos.

 

Tal propósito no constituye una mera formalidad.

 

Responde a una evaluación rigurosa de los requerimientos actuales y futuros de los países de América Latina en las áreas que constituyen el ámbito de acción del Fondo Latinoamericano de Reservas:  La estabilización monetaria y la integración económica.

 

Nos lo hemos propuesto porque estamos convencidos de su extraordinaria importancia.

 

Porque creemos que es indispensable fortalecer la estructura institucional supranacional latinoamericana en el campo monetario a fin de compensar de manera efectiva la intensidad del contagio de las crisis externas y estabilizar las economías nacionales. Por que, a su vez, la estabilidad económica es crucial, para sostener el proceso mismo de la integración regional y latinoamericana.

 

En el fondo, nuestro objetivo último es ese: la unión económica de nuestros países.

 

Y no abrigamos, duda alguna en cuanto al camino a seguir para alcanzarlo.

 

Depende críticamente de la estabilidad económica, interna y externa.

 

Pero lo importante,  lo indispensable, es que nuestros Gobiernos y Bancos Centrales estén convencidos de ello y de sus consecuencias para la formulación de la política económica. 

 

De que ustedes, señores Ministros, lo consideren un objetivo prioritario del Estado, y respalden su instrumentación.

 

Por ello, dedicaré el resto de esta presentación a fundamentar su relevancia.

 

En particular, me concentraré en la estrecha relación existente entre moneda e integración. 

 

De su significado para la ulterior definición de políticas de Estado.

Y, por lo tanto, de sus implicaciones a los efectos del establecimiento de metas y procedimientos en cuanto a las políticas de cooperación económica y monetaria entre nuestros países.

 

Mi punto de partida –espero que inobjetable- es la convicción prevaleciente, en toda América Latina, de la relevancia de la integración.

 

Me parece que se aprecia cada vez mas – y el ejemplo europeo es determinante en este sentido-  su extraordinaria trascendencia económica, social y política.

 

Pero que, al mismo tiempo, hay una percepción igualmente generalizada  de su dificultad.

 

Y con razón.

 

Que el camino de la integración es largo y difícil lo saben bien los europeos.

 

Pero allí están, orgullosos –con todo derecho- de su magnífico logro: una moneda común, un Banco Central Europeo.

 

El Euro representa sin duda el símbolo mas acabado de la culminación de un proceso que sin exagerar se puede calificar de impresionante, por lo que significa y por el brevísimo lapso de tiempo, históricamente hablando, que ha requerido.

 

La moneda ha sido siempre la representación eximia de unidad política, de soberanía, de afirmación nacional.

 

Es por lo tanto y por excelencia un elemento esencialmente integrador.

 

Anteriormente, a nivel nacional y ahora, en este nuevo orden económico mundial que se está fraguando, a escala supranacional.

 

Y es que sin integración monetaria siempre será incompleta y precaria la integración de naciones o de regiones.

 

Con ella, se hace irreversible.

 

No puede haber integración económica real y permanente en un espacio geográfico determinado si no se establecen las bases de una moneda común.

 

Si creemos realmente en la integración esa debería ser nuestra meta: La unión monetaria.

 

¿Es  ambiciosa?  Ciertamente!

 

Es de difícil logro?  Por supuesto.

 

Pero debemos preguntarnos: es posible?  Sin duda.

 

Está en nuestras propias manos lograrlo y depende exclusivamente de la voluntad, la decisión y el esfuerzo propios. 

 

Yo pienso que no solo es posible hacerlo sino que sería –si se me permite- irresponsable, renunciar a ello, si estamos convencidos que constituye una meta deseable y, en su proyección, un logro histórico formidable.

 

Qué hay que hacer entonces?

 

Muchísimo.  No nos equivoquemos. El trabajo que tenemos por delante es complejo.  Requiere inteligencia, decisión, constancia y tiempo.

 

Presupone acciones nacionales sistemáticas y coordinadas y una acción supranacional que las complemente y refuerce.

 

El punto de partida que a su vez impone en si mismo la necesidad de una extraordinaria disciplina y visión política, es la estabilidad de las monedas nacionales.

 

Mientras no se consolide una situación de moneda sana en cada uno de nuestros países todo progreso en materia de integración será precario e incierto.

 

Este es, sin lugar a dudas, el mayor obstáculo que confronta la integración de América Latina,   la presente situación de inestabilidad  monetaria.

 

Se han hecho progresos importantes en años recientes en todas nuestras naciones pero todavía estamos muy lejos de ella.  En algunas, mucho más que en otras. 

 

Pero hay un hecho muy importante y, por asombroso que parezca, es relativamente reciente. 

 

Y es que en toda América Latina se está arraigando el convencimiento de la prioridad absoluta que debe tener la estabilidad monetaria dentro de la política económica general.

 

Esto es así, en primer lugar, por supuesto, en los Bancos Centrales pero también cada vez mas en otros sectores y, sobre todo, a nivel de los propios Gobiernos.

 

Es un desarrollo muy auspicioso pues reconoce, aún al nivel político, mas inclinado u obligado, a veces, al cálculo de corto plazo, la importancia de una moneda sana para sostener continuamente –sin fluctuaciones ni retrocesos- el proceso de crecimiento, la canalización del ahorro a la inversión productiva, la eficiente asignación de los recursos y, con ello, la mas efectiva realización del potencial económico nacional.

 

Pero no basta con la voluntad para abatir la inflación. 

 

La decisión de hacerlo debe estar respaldada por instituciones y mecanismos de intervención adecuados para asegurar el mantenimiento de la estabilidad a lo largo del tiempo.

 

De instituciones diseñadas para la neutralización de impactos aleatorios, internos o externos, sobre el curso económico que atenúen los efectos iniciales adversos de tales choques que de lo contrario producirían consecuencias acumulativas y la pérdida –nuevamente- del equilibrio monetario y con ello del tipo de cambio.

 

Porque la otra cara de la estabilidad de precios es la propia estabilidad de las relaciones cambiarias.

 

Y  destruido, o en estado precario, el equilibrio de los tipos de cambio entre países que pretenden prosperar hacia su efectiva integración económica. Qué mercado único –que es su esencia-  puede haber?

 

Estrictamente hablando ninguno. 

 

Conceptualmente, un mercado integrado presupone ausencia de factores que afecten de manera diferencial la formación de los precios dentro del territorio relevante.

 

Significa por lo tanto uniformidad desde diversos puntos de vista. 

 

El impositivo y arancelario por ejemplo. 

 

Y por eso será indispensable la convergencia hacia una normativa común en esta y otras áreas determinantes en la formación de precios.

 

Pero eso no basta. 

 

La condición necesaria adicional -mientras no haya una moneda única- es que sea posible establecer a lo largo del tiempo las relaciones de valores monetarios en todo el espacio geográfico pertinente, con igual grado de certidumbre con el cual puede hacerse en cada uno de los países individuales.

 

Lo cual implica una situación tal de equilibrio monetario en nuestros países que permita el mantenimiento de tipos de cambio relativamente estables entre las monedas nacionales.

 

Es importante apreciar la importancia e implicaciones de esta condición pues evidentemente no bastaría con fijar por disposición oficial una paridad entre las monedas. 

 

No,  para que ello sea económicamente válido, es decir para que produzca las decisiones racionales deseadas en materia de comercio, de consumo y de inversión, esa situación de paridad cambiaria debe ser apreciada como invariable o con un muy estrecho margen de variabilidad a lo largo del período de tiempo relevante.

 

En otras palabras, debe haber ausencia de expectativas significativas de modificación cambiaria durante el horizonte temporal necesario para que la toma de decisiones sea eficiente desde el punto de vista económico.

 

Pero, para eso, es indispensable la ausencia de inflación.

 

Y para que se generalice y consolide la credibilidad en la estabilidad cambiaria, esa ausencia de inflación deberá primero mantenerse durante un lapso de tiempo relativamente largo

 

Por ello, el objetivo primordial de nuestras autoridades nacionales debe ser el de obtener la estabilidad de precios a mediano plazo a como de lugar.

 

Pero hay que destacar que esto no puede ser solamente -ni siquiera a veces principalmente-  la resultante del control monetario.

 

Es imprescindible, entre otras condiciones, que haya un grado suficiente de flexibilidad en la formación de precios y de salarios. 

 

Pues, en una economía dinámica y eficiente hay necesidad continua de ajustes en los precios relativos.

 

Solo así podrán asimilarse cambios en las respectivas condiciones de oferta y demanda sin que se reavive la inflación.

 

Y solo mediante una adecuada respuesta de los precios relativos puede haber ajustes en los comportamientos de los participantes en los mercados –de bienes y servicio- de trabajo y de capitales- consistentes con la eficiencia económica y el crecimiento sostenido, en un contexto de estabilidad.

 

Por eso la importancia de realizar las reformas estructurales pertinentes en sectores claves como el fiscal y el laboral que mejoren la movilidad de los factores productivos.

 

Este es un aspecto de la mayor trascendencia para el objetivo de la estabilidad monetaria.

 

Pero las reformas estructurales constituyen una tarea difícil por los intereses y ventajas, algunas mas imaginarias que reales, que se desprenden de la situación prevaleciente, para determinados sectores.  Requieren por lo tanto de una gran voluntad y respaldo políticos.

 

Lograrlo puede ser políticamente costoso pero es indispensable para establecer una base firme para el control efectivo de la inflación.

 

Además, la adecuación de la infraestructura normativa e institucional relevante, que abarca particularmente el sistema financiero y bancario, conjuntamente con el área fiscal y el mercado de trabajo ya citados, debería cumplirse dentro del contexto del proceso de integración, es decir sobre bases esencialmente comunes.

 

Esta es la actividad que corresponde a lo que se ha denominado armonización y convergencia de políticas, que además del área institucional y normativa, debe comprender,  en cuanto a variables económicas propiamente dichas, tasas de inflación, coeficientes de deuda externa, balance fiscal, tasas de interés y, por supuesto, los propios tipos de cambio como resultantes de todas las anteriores.

 

Pues, todo eso tenemos que confrontar y realizar.

 

Y si se puede.

 

Internamente, el pivote institucional de este  proceso de estabilización lo constituyen los Bancos Centrales que deben ser plenamente autónomos en la formulación de sus objetivos y políticas. Eficientes y creíbles en términos de su autoridad moral y de los instrumentos a su disposición.

 

Su complemento principal radica en un sistema bancario interno suficientemente capitalizado, solvente y responsable en la gestión de intermediación.

 

Ya es mucho decir.

 

Pero aún así, en las condiciones prevalecientes de globalización económica,  que es el contexto de referencia de este panel, eso no basta.

 

Y no basta porque la incidencia destabilizadora potencial de choques externos –que se manifiestan principalmente a través de los movimientos de capitales- es enorme y puede trascender la capacidad financiera e institucional interna de manejarlos.

 

La propia dinámica de los movimientos de capitales, su intensidad y duración y, por lo tanto, el impacto sobre las economías nacionales, los tipos de cambio y los precios también dependerá, críticamente, de la posición de reservas internacionales de los Bancos Centrales respectivos y de su capacidad de acceder a recursos adicionales de manera oportuna y en montos adecuados.

 

Con frecuencia, si los mercados perciben una debilidad en este sentido, aún en situación de relativa estabilidad interna inicial y de equilibrio en las variables económicas fundamentales, la generación de expectativas adversas puede desencadenar movimientos acumulativos indetenibles.

 

Es en estos casos donde debe entrar en juego con autoridad y fuerza el sistema institucional Latinoamericano.

 

Por ello mantengo que para asegurar la continuidad de los esfuerzos nacionales y hacer frente con éxito a los choques de origen externo, es de importancia crucial contar con un organismo supranacional propio, de carácter monetario, que respalde debidamente a los Gobiernos y a los Bancos Centrales cuando sea necesario.

 

Puede ser la diferencia entre estabilidad y crecimiento o volatilidad y recesión.

 

Entre integración económica genuina o solo aparente e insustancial.

 

Y quiero reiterar con énfasis dos consideraciones: la condición de monetario y el carácter de propio de ese organismo.

 

Monetario, porque su función es de estabilización y debe ejecutarse dentro del circuito monetario propiamente dicho:  Los Bancos Centrales y los sistemas bancarios nacionales.

 

Y propio, porque sus normas y actuaciones deben ser convenidas por nosotros mismos, sin condicionamientos externos, en función del objetivo último de la integración  y en atención a sus requerimientos de carácter monetario y cambiario.

 

Permítaseme decir que el Fondo Latinoamericano de Reservas, dentro de su ámbito geográfico, ha venido cumpliendo una acción significativa a este respecto.  El crédito a un país miembro de 411 millones de dólares, en octubre del pasado año y la reciente provisión de facilidades de liquidez a otro, por hasta 500 millones de dólares,  son prueba de ello.

 

Pero, nuestra capacidad actual de intervención podría verse rápidamente superada por las crecientes necesidades potenciales de liquidez y de crédito a mediano plazo que las circunstancias económicas mundiales de volatilidad de las corrientes de capital pueden imponer a  nuestros países.

 

Y para ese evento debemos estar preparados. 

 

Para atender con oportunidad esas posibles demandas.

 

Para hacerlo en montos y términos consistentes con el mantenimiento de la estabilidad monetaria.

 

Para mantener la autonomía de nuestros países miembros en la formulación de sus políticas económicas.

 

Para reducir su dependencia de fuentes tradicionales de liquidez cuya condicionalidad y demora de giro pueden ser inconsistentes con objetivos nacionales y de integración prioritarios.

 

Y para ampliar el alcance de su función estabilizadora al resto de América Latina.

 

Por ello, el incremento sostenido del capital actual de 1000 millones de dólares y la expansión de la membresía a otros Bancos Centrales, constituyen nuestros objetivos fundamentales.

 

Estamos convencidos de que ambos son necesarios para respaldar una estabilización monetaria efectiva en la región y para contribuir a mantener el curso de la integración andina y latinoamericana.

 

No, por cierto, como aparentemente se habría comentado durante la recién terminada Asamblea del Banco Mundial en Washington, para quitarle espacio al Fondo Monetario Internacional. 

 

Ni mas faltaba.

 

Al contrario, consideramos que debería haber una acción complementaria entre las dos instituciones.

 

Nuestros propósitos son sin duda coincidentes en parte pero la razón de ser del Fondo Latinoamericano de Reservas trasciende al objetivo del FMI.

 

Y eso determina enfoques, procedimientos, mecanismos crediticios y condicionalidades específicas.

 

Nuestra apreciación de la relevancia para nuestros países de esta función monetaria supranacional es tal que nos hemos propuesto convertir al FLAR en un auténtico Fondo Monetario Latinoamericano.

 

Pocos dudan de que el nuevo orden económico internacional se articulará sobre la base de bloques de países.  La competencia será integral y cada vez más exigente.

 

En tales circunstancias la participación de América Latina dentro del contexto mundial, será mucho más efectiva si cuenta con una institución monetaria supranacional fuerte y prestigiosa, por su capacidad financiera y por su autoridad técnica.

 

De un centro propio de provisión complementaria, óptima y significativa de reservas internacionales, directamente y mediante su captación previa de los mercados mundiales de capital, para atender tanto a los Bancos Centrales como a los sistemas bancarios nacionales, de ser ello necesario y en términos convenidos colectivamente.

 

Ese Organismo que vislumbramos y hacia el cual estamos dirigiendo nuestra gestión será un instrumento esencial para consolidar la integración económica de América Latina afirmando el camino hacia una moneda común.

 

La historia nos enseña que la unificación monetaria ha sido siempre precursora de la unidad política.  Y eso, en el fondo es, para nosotros, la meta. 

 

La culminación de un ideal –que es el ideal bolivariano y que ha estado allí, demasiado tiempo, esperando su realización.

 

Señores Ministros

Señores representantes plenipotenciarios de los Gobiernos Latinoamericanos.

Solo depende de nosotros.


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