Informe Final de la XXII Reunión Ordinaria del Consejo Latinoamericano

Anexo no. 2: Sesión Inaugural: Panel sobre "La Agenda de Comercio Multilateral y América Latina y el Caribe"

 

Palabras introductorias del Excmo. Señor Embajador
Carlos Pérez Del Castillo, Ministro Interino de Relaciones Interiores
de la República Oriental del Uruguay

(Transcripción de la grabación magnetofónica)

En nombre del Gobierno del Uruguay quiero dar a ustedes una muy cordial bienvenida a nuestro país y expresar la satisfacción que sentimos por ser sede de esta XXII Reunión Consejo Latinoamericano del Sistema Económico Latinoamericano (SELA).

En los últimos dos días, en la Etapa Preparatoria de esta reunión del Consejo, se ha hablado mucho de la reestructuración del SELA, de la necesidad de fortalecer sus funciones, de racionalizarlas, de hacerlo un órgano más ágil, más operativo, y adecuarlo a las exigencias y a las realidades de la economía mundial. En otras palabras, se ha hablado de la modernización del SELA y, en línea con esta modernización, hemos acordado con el Embajador Carlos Moneta, Secretario Permanente del Sistema Económico Latinoamericano, cambiar un poco la forma tradicional en la cual se inauguran estos eventos. En ese sentido, hemos decidido en esta Etapa Ministerial, que inauguramos en el curso de esta mañana, salirnos un poco del formalismo de los discursos tradicionales y tratar de hacer una apertura un tanto diferente, la misma que consistirá en un panel de destacadas personalidades de América Latina, que están hoy día sentadas en esta mesa y que no necesitan mayor presentación.

Se trata del Presidente Julio María Sanguinetti, Presidente de la República Oriental del Uruguay; del Secretario General de la UNCTAD, Embajador Rubens Ricúpero; el Director General Adjunto de la Organización Mundial de Comercio, Dr. Jesús Seade; de nuestro anfitrión, el Secretario General de la ALADI, Ing. Antonio Antunes; del Embajador Carlos J. Moneta, Secretario Permanente del SELA; y del Secretario General de CARICOM, Embajador Edwin Carrington.

Hemos decidido presentarles unas preguntas comunes a todos ellos, que en cierta manera conjugan y abarcan los temas que vienen siendo tratados en este Consejo Latinoamericano y que reflejan también los grandes temas de la agenda económica de América Latina y el Caribe.

Las preguntas son las siguientes:

- ¿Cuáles deben ser las respuestas frente a los procesos de globalización, liberalización y regionalismo abierto que caracterizan el sistema de relaciones económicas internacionales?

- ¿Cómo reducir los riesgos de marginación de los más débiles en la economía global?

- ¿Cuál es el papel del comercio y la integración frente a estos desafíos?

Pensamos que, escuchando en primer lugar las reflexiones, puntos de vista y sugerencias de los organismos internacionales, a través de la UNCTAD y de la OMC; en segundo lugar, el punto de vista de los organismos regionales, a través de la ALADI y del SELA; y, finalmente, el punto de vista de un gobierno latinoamericano a través del Presidente de la República del Uruguay, ello nos dará una base dinámica y muy útil sobre la cual podremos debatir más adelante.

Voy a pedir a cada uno de los oradores que dispongan de la palabra, durante diez minutos, para hacer las reflexiones que consideren pertinentes sobre estos temas que, como he señalado, servirán de telón de fondo para el debate que vendrá a continuación.


 

Exposición del Embajador
Rubens Ricúpero,
Secretario General de la
Conferencia de las Naciones Unidas
sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD)
(Transcripción de la grabación magnetofónica)

La globalización no es solamente, o principalmente, un fenómeno económico por el cual la producción no ocurre sólo en el interior de un determinado país sino que pasó a ser un proceso en que las partes componentes de un producto son producidas en localizaciones geográficas distintas, según la lógica de costos y las inversiones de las empresas transnacionales.

Tampoco es solamente el resultado de la triple explosión que se ha registrado, primero, en el comercio mundial, con una apertura casi sin precedentes; segundo, en las inversiones de las empresas multinacionales que hoy suman más de 37 mil empresas con más de 200 mil filiales; y, finalmente, en las transacciones cambiarias y flujos financieros, donde, por ejemplo, en 1992 el promedio de las operaciones llegaba ya a 900 mil millones de dólares en un día, en tanto que, en ese mismo día, la producción mundial no pasaba de 62 mil millones y las exportaciones mundiales de 10 mil millones.

Más allá de su contenido económico, la globalización es en realidad la más reciente etapa de un proceso histórico empezado cinco siglos atrás con la apertura de las rutas marítimas y comerciales de las Américas y de Asia por los países ibéricos y la expansión del capitalismo mercantilista europeo.

Ese fenómeno rompió el aislamiento en que hasta entonces habían vivido las grandes familias de las civilizaciones humanas como la occidental, la china, la de India, la de Africa o de las Américas. La revolución industrial del siglo XIX fue otro de sus eslabones e hizo avanzar considerablemente ese grado de interdependencia.

La globalización actual es el resultado de los progresos evidentemente de la tecnología, de las telecomunicaciones, de los transportes y de la electrónica, pero es también el producto de cambios políticos que pusieron fin a la división ideológica del mundo y el enfrentamiento de la Guerra Fría. Debemos recordar, por ejemplo, que en este mes conmemoramos siete años de la caída del Muro de Berlín.

Dichas transformaciones hicieron posible el momento, quizás conclusivo, de ese proceso de unificación del espacio, que no es sólo la unificación del espacio económico, de los mercados, sino que también es político, porque estamos asistiendo al fin de las últimas islas de soledad. Pero ese proceso es esencialmente contradictorio. Si, por un lado, su vocación es de unificar y de incluir a todos, por el otro, contiene la amenaza de marginar y de excluir a muchos. ¿Cómo sería eso posible? Sencillamente porque, al abolir y reducir las barreras nacionales, ese movimiento elimina, al mismo tiempo, la protección que esas barreras ofrecían a las industrias y a los sectores económicos más débiles.

En consecuencia, ocurre una exacerbación de la competencia. Y si la competencia trae conquistas de eficiencia, es también un juego en el que ganan algunos pocos, los más fuertes y los preparados, y pierden otros. Así es que se producen áreas inmensas de marginalización y de exclusión, no sólo de países y regiones rezagadas, como Africa, por ejemplo, sino también de industrias obsoletas y sectores internos de los países industrializados, como estamos asistiendo hoy en Europa, donde hay un problema dramático de una desocupación de 35 millones de individuos, que es un nivel sólo visto en los años 30 de la Gran Depresión.

Por lo tanto, a fin de maximizar los beneficios de la globalización y minimizar sus riesgos, es preciso, a mi juicio, mirar a dos ejemplos, uno de la historia reciente y otro de la contemporánea.

El primero es el de la revolución industrial. No todos los europeos han aplicado el libre cambismo y otros métodos de Gran Bretaña. En la primera etapa de la globalización, entre 1870 y 1914, mientras Gran Bretaña tenía un arancel promedio entre 3 y 5 por ciento, Alemania, Francia y Japón se industrializaron protegidos por barreras de 14 por ciento de arancel promedio y Estados Unidos lo hacía con un 33 por ciento.

La lección es clara: hay que avanzar gradualmente y los modelos no son uniformes ni iguales, y el capitalismo americano es distinto del alemán y éste del japonés.

El segundo ejemplo contemporáneo es el éxito del desarrollo de las diez más grandes economías de Asia, incluso China, que empezaron con la exportación de productos primarios y se han elevado constantemente en la escala productiva con exportaciones de creciente valor agregado y aumento de sofisticación tecnológica. Lo hicieron, como Latinoamérica, con protección comercial y políticas industriales, pero desde el inicio con miras a integrarse en los mercados mundiales, a pesar de que no se han liberalizado tanto como nosotros recientemente.

Hoy el gran hecho nuevo de la economía mundial es que esas diez más grandes economías asiáticas han logrado generar comercio e inversiones entre ellas mismas. Han mostrado la capacidad autónoma de crecer, aún cuando Japón y Europa estaban en recesión, y han demostrado la capacidad de desarrollo con un alto grado de autonomía en relación a las llamadas "locomotoras" del mundo industrializado.

¿Cuáles son entonces las conclusiones de ese análisis?

La globalización es inescapable y América Latina, que comenzó a integrarse al Occidente en el período de nacimiento de la globalización y alcanzó su independencia en la etapa de la revolución industrial, no puede estar ausente de su etapa conclusiva. Pero los ejemplos exitosos de desarrollo (el de Japón en el siglo pasado, el de Corea hoy y el de China más recientemente) indican que el éxito pasa: primero, por la capacidad de integrarse a la economía y a los mercados globalizados; segundo, por un proceso previo, autocentrado, de acumulación de capital, evolución tecnológica e inversiones en educación, en el cual un sector público eficaz (no gigantesco pero eficaz) crea el marco de la estabilidad legal y macroeconómica para que la economía de mercado demuestre su dinamismo.

Ese proceso debe incluir una creciente apertura a los mercados mundiales para ganar competitividad y eficacia. La apertura, sin embargo, como ha sido en Europa, Japón y Estados Unidos en el pasado y como es en el presente en Asia, tiene que ser gradual y prudente, de acuerdo con los ritmos específicos de cada economía. Debe sobre todo basarse en una competencia razonable. La competencia es un juego y, como todo juego, requiere normas y árbitros. Las normas deben buscar igualar las oportunidades en todos los mercados y equilibrar las fuerzas. Los árbitros deben ser los gobiernos y las organizaciones, como la OMC, que deben cuidar que las reglas no sean abusadas por el poder unilateral de los fuertes.

El camino hacia ese objetivo es la integración regional. Antes que integrarse con los más fuertes, hay que integrarse con los que son más simétricos, pero ahí también deben jugar las reglas de la búsqueda de equidad, y me permitiría decir que ése es el camino de Europa formalmente y que ese ha sido el camino de Asia informalmente. La única manera de hacer que la globalización no aparezca como una amenaza, como un símbolo de inestabilidad en el empleo como ocurre hoy en Europa, es justamente ese esfuerzo de cuidar la equidad. El deber de los estadistas y de las organizaciones es restituir al mundo una globalización que cree razones objetivas para tener esperanza en el futuro, que es algo que se está perdiendo en Europa.

Hay que humanizar la globalización. Hay que darle un rostro humano, y yo espero que nuestra integración de la América Latina se haga por ese camino humanizado.


 

Exposición del Dr. Jesús Seade,
Director General Adjunto de la
Organización Mundial de Comercio (OMC)
(Transcripción de la grabación magnetofónica)

Es un gran privilegio para mí representar a la Organización Mundial de Comercio en este foro tan importante y tan oportuno. Quisiera expresar el honor que sentimos por esta oportunidad y el aprecio por la invitación así como por las cortesías que se han rendido.

Nos encontramos a escasas seis semanas de la primera Conferencia Ministerial plenaria del organismo que, sin duda, representa el principal cambio en varias décadas en cuanto a la forma y alcance de la cooperación internacional en materia económica. Es apropiado hacer algunas reflexiones sobre lo logrado, así como sobre el importante camino adelante para todos nosotros y, en particular, sobre la contribución e influencia que los países de América Latina están llamados históricamente a tener, como lo hicieron en la concepción y en el éxito de la Ronda Uruguay que dio lugar a todo este cambio y que no por accidente lleva el nombre de esta querida República Oriental.

Voy a mencionar, casi a manera de listado, algunos hechos que considero incontrovertibles.

En primer lugar, diría que hay dos cambios fundamentales en la economía internacional en esta segunda mitad de siglo. Estos son, por una parte, el aumento sin precedente que ha tenido lugar -y ésto lo digo consciente de que es algo ofensivo para la mayoría de los habitantes de este planeta- en los niveles de vida promedio de la población mundial y, por tanto, en los niveles de ingreso y en los niveles de producción. En este medio siglo, la producción ha crecido -en términos reales, ajustados por la inflación- en un factor de cinco. ¿En qué momento de la historia se llegaba incluso a duplicar, en tan breve plazo, el nivel de vida? Ese es un cambio que considero fundamental, con todo lo que lleva atrás y adelante.

El segundo es la globalización. ¿Qué es la globalización? Por una parte, es la extensión de los mercados a nivel mundial a través del abaratamiento de los procesos de la transmisión de la información y, sobre todo, del transporte. Es decir, el avance tecnológico ha permitido que los mercados sean mundiales y ha permitido que el Uruguay exporte al Este Asiático, lo que antes no era posible. Ha permitido que un producto como el cemento sea sujeto de comercialización a nivel mundial, cuando aquí antes difícilmente cruzaba fronteras. Pero es mucho más que éso. No es solamente la creación de mercados a nivel mundial. El principal aspecto de la globalización es la integración de las economías a nivel mundial. Es decir, el hecho de que, en la búsqueda de la eficiencia, el productor de tal o cual país deja de llevar a cabo todas las actividades de su proceso productivo y las envía a otros países en forma de compra de partes, compra de piezas, compra de materiales o elaboración intermedia, mediante filiales o mediante operaciones de otra naturaleza, por ejemplo comercial.

Pero lo que sí es cierto, es que el proceso de elaboración de un producto, desde su forma más primitiva bajo tierra como recurso hasta el producto final que llega al consumidor, antes se hacía en un país típicamente y, para llevarlo a otro país, se exportaba y, si no se podía exportar, se invertía allá para hacer todo el proceso de elaboración en el segundo país. Mientras que, ahora, va y viene y la inversión crea comercio y el comercio otra inversión. Esta integración ha cambiado en forma fundamental las relaciones económicas, comerciales e incluso políticas entre los países. Eso es globalización a mi entender. Eso es integración, llevada a cabo por los productores, por los procesos económicos, a la cual los gobiernos pueden o no ajustarse mediante lo que es integración, como la entendemos normalmente. Pienso que los procesos económicos y políticos responden usualmente a las necesidades y a las realidades del sistema productivo y, en buena medida, eso es lo que estamos viendo, en algunos casos con más visión y liderazgo como es, por ejemplo, en nuestro continente y, en particular, en esta región del continente, donde tanto dinamismo tiene el proceso de integración regional.

Mencioné el crecimiento del comercio y el crecimiento de la producción por un factor de cinco. Otro elemento que cae atrás de éste, no es un elemento independiente sino una explicación del mismo. En cierta forma, es otro cambio fundamental que ha habido en la economía internacional en este medio siglo que consiste en que, si bien el ingreso y la producción crecieron en un factor de cinco, el comercio creció en un factor de 15 en estos cincuenta años. Algo impresionante si uno ve datos históricos a nivel global. Un factor de 15, es decir, tres veces más, como proceso sostenido, que la producción y el ingreso.

Por lo tanto, el comercio ha sido el factor dinámico de estos cambios. ¿Cómo es que ha cambiado el comercio? Por una parte, la tecnología se ha abaratado, pero el elemento sustancial fundamental que explica la posibilidad de hacer esto ha sido la apertura de los países y, por mucho que válidamente nos quejemos todos que hay barreras al comercio y que hay resistencia a la apertura, la realidad es que el mundo se ha abierto en una forma sin precedentes en estos 50 años. Desde la creación del GATT y, en buena parte, mediante negociaciones multilaterales, por ejemplo, el arancel industrial promedio del mundo cayó cerca del 50 por ciento hace 45 años a 3.5 por ciento, lo que se hará efectivo dentro de 3 ó 4 años cuando se complete la introducción de los cambios originados por la Ronda Uruguay. Esta apertura es, pues, la que ha dado lugar a esa posibilidad enorme de comercio y de integración de los países.

En este proceso tan dinámico cabe cuestionarse ¿en qué sentido esto es relevante en estos términos tan globalizadores, absolutistas, para América Latina? Porque para los países de América Latina la realidad es más inmediata y lo que políticamente se palpa como una vivencia cotidiana es la gran energía que tienen los procesos de integración regionales, subregionales, MERCOSUR, MERCOSUR con vecinos, varias combinaciones de países en la región a todo lo largo y ancho de América Latina con los países de América del Norte, México con el Tratado de Libre Comercio del Norte, otros países que están negociando ya sea con México o con otros países anglosajones de América del Norte, negociaciones en marcha en distintas latitudes del continente, con Europa, etc. ¿Por qué es que esto no es suficiente? Y, lo más importante, ¿Por qué tenemos que estar hablando de globalización y de integración a nivel mundial?

Yo diría que existen varias razones por las cuales no sólo es necesario pensar en términos estratégicos mundiales para países como el Uruguay, para países como todos los de la región. No sólo es necesario pensar en términos globales. Pienso que debe ser el punto de referencia, la base sobre la cual lo regional se monta, porque los procesos más ambiciosos, más inmediatos, pueden continuar siendo los regionales. La cuestión es cómo se conciben, cómo se diseñan, cuál es la estrategia, cuál es la visión.

En primer lugar voy a darles algunos ejemplos y algunos detalles.

La Ronda Uruguay: uno de sus logros, quizás el de menor alcance, junto a toda la extensión de reglas, áreas nuevas y demás, fue la reducción global de aranceles, a lo largo y ancho del planeta, en un 40 por ciento, que es casi la mitad del 100 por ciento. Es decir, que de un plumazo, como consecuencia de siete años de negociación muy ardua, se logró casi la mitad de un área de libre comercio planetaria. Los países de MERCOSUR, por ejemplo, mediante la Ronda Uruguay habrían logrado casi la mitad del libre comercio que han logrado con su integración. Es muchísimo, porque no fue sólo entre ellos sino con todos los demás del continente y todos los demás del planeta. Ese es un elemento: la liberalización que se logra a nivel global mediante los foros globales.

En segundo lugar, las reglas: existen muchas áreas de reglas que varían de acuerdo a acuerdo. Los acuerdos regionales no son todos iguales, desde luego, pero, por lo general, es muy común que existan áreas importantes de las reglas del comercio que no se llevan a los acuerdos regionales, notablemente las normas antidumping. Entre los países de la Comunidad Europea no se aplica el antidumping, al igual que en casi ningún otro acuerdo regional y en muchas otras áreas de reglas, como las relativas a subvenciones agrícolas e industriales, no existen reglas regionales. Por lo tanto, es fundamental para todos contar con un marco multilateral fuerte que les dé seguridad en estas áreas ante vecinos y ante socios comerciales de otras partes del mundo.

Esto me lleva a un tercer factor, que es incluso seguridad comercial entre vecinos: no hay sociedad más sana que aquella que tiene reglas claras y fuertes y, entre vecinos, el tener un marco multilateral que les de seguridad es fundamental.

Finalmente, está el factor central por el cual debe pensarse en términos globales. Creo que el interés de los países de la región en asociarse entre ellos no puede ser, no debe ser y creo que no es el lograr la expansión de mercados entre sí, es decir, pasar de un mercado local relativamente pequeño a nivel global a uno bastante más grande, pero aún regional. El objetivo es insertarse en estos procesos planetarios tan dinámicos que están en marcha. Insertarse, no quedarse fuera, no marginarse, sino todo lo contrario: conquistarlo, salir adelante, y la única forma de hacerlo es asegurarse que dentro de diez años habrá mucha mayor inversión, japonesa o finlandesa, en esos países que la que hay actualmente y mayor comercio con ellos. La forma de lograrlo es mediante la negociación que liga a los bloques económicos, es decir, la integración global.

Es por esto que pienso que es de la mayor importancia reflexionar cuidadosamente sobre cuál es la contribución que los países de la región, en lo individual y a través de coordinaciones como la que ofrece el SELA, deben hacer, en particular, en la Conferencia Ministerial de la OMC que tendremos en seis semanas en Singapur, en la cual se hará un repaso a fondo de lo que se ha logrado y qué falta para hacerlo mejor, pero en la que, sobre todo, se trazará la agenda futura. Por ejemplo, qué tiene que hacer la colectividad mundial, pero en particular ustedes, para continuar con la liberalización agrícola, en la que hay compromisos de negociación a fin de siglo. ¿Debe empezar a prepararse o se va a entrar a una negociación tan dolorosa y lenta como la Ronda Uruguay? Sería deseable que las cosas se movieran en otra forma y podrían ustedes presionar, en forma constructiva pero válida, para que esto avance. Así como ésta hay varias áreas de negociación ya establecidas para unos años más adelante, en las cuales ya deben empezar las preparaciones.

Por otra parte está la temática nueva, es decir, aquella que refleja la evolución cualitativa que va teniendo la economía mundial y en la cual un elemento central es la liga de la cual yo hablaba, totalmente íntima, entre comercio e inversión. Existen propuestas ambiciosas de llevar a la OMC un foro de reflexión, complementario al que ya tenemos en UNCTAD, pero en el marco de reglas compromisorias, sobre la vinculación entre comercio e inversión. ¿Qué es lo que hace falta hacia el futuro? Esta es una área en la cual la mayoría de los países de América Latina están de acuerdo en que se lleve a cabo este proceso. Pero creo que no es suficiente estar de acuerdo. El punto central -que a mí me parece ha faltado- es que, para que el tema sea interesante para ustedes, tiene que ponerse sobre la mesa la agenda positiva de nuestros países, es decir, qué es lo que quieren, y no simplemente aceptar o no aceptar lo que los industrializados están proponiendo, que es válido, pero que es lo que refleja sus intereses como exportadores de capitales. Ustedes como importadores de capitales tienen sus intereses y es algo muy importante que habría que conseguir para tener una participación afirmativa y no meramente de aceptación de lo que se está haciendo.

En todo caso, esperamos con gran interés la participación de los países de América Latina, que tanto han hecho por el sistema multilateral en el pasado y que sin duda lo seguirán haciendo en el futuro, y muy en particular el país que nos acoge hoy.


 

Exposición del Ing. Antonio Antunes,
Secretario General de la
Asociación Latinoamericana de
Integración (ALADI)
(Transcripción de la grabación magnetofónica)

Es un gran honor para esta Secretaría participar de este panel con personas tan ilustres como el Presidente, Doctor Julio María Sanguinetti; el Ministro Interino de Relaciones Exteriores, Embajador Carlos Pérez del Castillo; el amigo Embajador Rubens Ricúpero, Secretario General de la UNCTAD; el Director General Adjunto de la Organización Mundial de Comercio, Dr. Jesús Seade, y nuestro gran amigo el Embajador Carlos Moneta, Secretario Permanente del SELA.

Creo que es también muy significativo que, por iniciativa del Gobierno uruguayo, se haya hecho una reunión del SELA en el ambiente de la ALADI, que es la casa de la integración. Eso muestra que los organismos están asumiendo una responsabilidad de coordinación para responder a las preguntas fundamentales que fueron definidas por el Embajador Pérez del Castillo para este Panel.

Creo que las tres preguntas ya están siendo respondidas en los hechos y por la voluntad política de los países de la ALADI. Los hechos son cinco: el entramado de acuerdos bilaterales subregionales de esos países; el extraordinario dinamismo del comercio entre los mismos; la recuperación de las inversiones extranjeras, acompañada por la nueva estrategia de alianzas y expansión transfronteriza de sus empresarios; la proliferación de grandes proyectos entre esos países integrando sus redes de transporte y de energía; y la multiplicación de iniciativas de sus propios ciudadanos en favor de la integración, representada por la proliferación de encuentros de asociaciones de carácter regional representativas de los intereses específicos de segmentos de la sociedad civil.

La voluntad política de los gobiernos de los países de la ALADI se manifiesta como una respuesta dinámica y pragmática a las tres preguntas, mediante el progresivo establecimiento de un conjunto de acuerdos bilaterales subregionales y, ahora, mediante el redoblado esfuerzo de convergencia de esos acuerdos.

Tales hechos y acuerdos están verdaderamente configurando la creación de un nuevo espacio económico y cultural entre esos países, que les da condiciones necesarias, aunque no suficientes, para enfrentar los desafíos de la actual globalización. Una globalización en que los países desarrollados se organizan en bloques económicos, se articulan en foros selectos y poderosos y practican nuevos tipos de proteccionismo, conviviendo con la mise en scène de las normas multilaterales de la Organización Mundial de Comercio.

Los países de la ALADI están practicando una integración abierta en la medida en que la actual convergencia de sus acuerdos es compatible con sus propios procesos de apertura, con los compromisos en el ámbito de la OMC y, al mismo tiempo, esos acuerdos constituyen el capital que esos países aportan para la construcción del Area de Libre Comercio de las Américas. Además, esos países, individualmente o mediante las instancias de sus acuerdos bilaterales subregionales, están también estableciendo conversaciones y acuerdos con Europa y otras regiones y países, siempre con miras a ampliar las relaciones económicas que permitan a cada uno enfrentar a la globalización con menos debilidad y aprovechar las oportunidades que esa globalización ofrece.

Los acuerdos de nueva generación, es decir, aquellos en que los países están comprometidos con la liberación del grueso del comercio de bienes y con la complementación en temas de sectores específicos entre los signatarios, están constituidos por el Grupo Andino, el MERCOSUR, los acuerdos de Chile y México entre sí y con los países andinos, incluyéndose el Grupo de los Tres compuesto por Colombia, Venezuela y México.

Ultimamente fueron firmados los acuerdos de Chile con MERCOSUR y de Bolivia con MERCOSUR que tienen gran significado para la convergencia puesto que representan más del 55 por ciento del comercio entre los once países y acentúan la tendencia de entretejer los acuerdos, mediante la participación de los países en más de un acuerdo de libre comercio.

La decisión de negociar grupo a grupo entre los andinos y mercosureños para llegar a una zona de libre comercio y la reactivación de las negociaciones de MERCOSUR con México, en este caso para llegar a un acuerdo transitorio de profundización y diversificación de las preferencias en los acuerdos existentes, es otra evidencia de la respuesta de los países de la ALADI a las cuestiones planteadas.

La fuerza de los hechos se manifiesta en la dinámica del comercio, en la recuperación de las inversiones extranjeras, en la nueva estrategia de expansión transfronteriza y de alianzas estratégicas de los empresarios latinoamericanos. De 1990 a 1995 las exportaciones se multiplicaron por tres entre los países de la ALADI, alcanzando 35 mil millones de dólares, lo que representa un 17 por ciento de las exportaciones totales y, lo que es más importante, este mercado intrarregional hace un papel de apoyo y de entrenamiento para la inserción competitiva de los países de la región en el mercado mundial debido a la gran participación de las manufacturas en el mismo.

La inversión extranjera directa en los países de la ALADI se ha triplicado entre 1990 y 1995, pasando de algo más de 7.000 a 22.000 millones de dólares por año. Aunque todavía es de poca importancia en el total, la participación de la inversión intra-latinoamericana es creciente debido a que los grupos económicos privados de la región siguen también una nueva estrategia transfronteriza.

Los hechos de la integración física, en que mucho todavía queda por hacer, son ilustrados por las conexiones previstas entre Argentina y Chile en el acuerdo MERCOSUR-Chile; por Itaipú y Yaciretá; por el gaseoducto entre Bolivia y Brasil, que es el tercero del mundo; la hidrovía Paraguay-Paraná; las políticas de cielos abiertos de Chile, México y países andinos; las conexiones energéticas de Venezuela con Brasil, y muchos otros más.

El papel de las Secretarías de Integración, como el de la Secretaría de ALADI, debe ser el de suministrar servicios de apoyo a las negociaciones, de proyectar alternativas viables para los próximos pasos en el progreso de la integración, de seguimiento y evaluación del proceso, siempre en una permanente y estrecha interacción con la voluntad política de los países, atentas a las negociaciones y compromisos en el ámbito del ALCA, de la OMC y de acuerdos con otros países regionales.

En el actual proceso de globalización, la única posibilidad de no marginalización de los países menores es la de pertenecer a un bloque de integración, a algún espacio económico integrado. Ello es así porque, en tal proceso de globalización, las organizaciones transnacionales se extienden a todo el globo en sus redes de comercialización e inversión, tercerizando los eslabones de sus cadenas productivas, a través de las cuales las empresas menores pueden participar en el proceso de mundialización cuando pertenecen a un espacio económico ampliado en donde se ubiquen producciones de empresas transnacionales. También porque, cuando se trata de productos de servicios que están en segmentos no dominados por las transnacionales, del mismo modo las empresas menores necesitan sobrevivir en espacios más grandes que los de los países de menor porte, fenómeno que se acentúa por la competencia originada por la apertura practicada por todos los países, y por el intenso proceso de innovación y de exigencia de calidad de los bienes y servicios.

En tal sentido, el comercio ampliado mediante la integración cumple el papel de crear la condición necesaria, aunque no suficiente, para dar acceso viable a la expansión de la producción y el empleo de los países en general y de los menores en particular.

Sin embargo, surgen ahora grandes desafíos para que los países de la ALADI sigan respondiendo dinámicamente a esas tres preguntas fundamentales. Esos desafíos son los siguientes:

En primer lugar, continuar intensamente las negociaciones para su propia articulación y convergencia, tales como las negociaciones del MERCOSUR y Grupo Andino, MERCOSUR con México.

En segundo lugar, intensificar las negociaciones en marcha para ampliar el marco normativo común necesario para la regulación del comercio y para compatibilizar compromisos del entramado de acuerdos, cuando fuere el caso.

En tercer lugar, ampliar e intensificar el tratamiento subregional y regional de nuevos temas, incluyéndose particularmente la consideración de armonizaciones ad-hoc de políticas nacionales que incidan en la radicación de inversiones productivas extranjeras, en la movilidad de capitales, en el desarrollo científico y tecnológico, en la propiedad intelectual, en las normas y reglamentos técnicos, y en los impactos en el comercio.

Es imprescindible vencer esos desafíos para mantener el equilibrio de los intereses de los países miembros en los esquemas subregionales y en el proceso de convergencia actual y también para aumentar el poder de negociación de esos países en la construcción del ALCA y en la instrumentación de las medidas en el ámbito de la OMC.


 

Exposición del Embajador
Carlos J. Moneta,
Secretario Permanente del
Sistema Económico
Latinoamericano (SELA)
(Transcripción de la grabación magnetofónica)

Cuando algunos meses atrás conversara por primera vez con Carlos Pérez del Castillo sobre la idea de este Panel, encontré en él no sólo comprensión sino la más entusiasta y creativa participación. Este Panel responde a un elemento, pequeño quizás, de este paradigma de cambio y continuidades que pretendemos plantear como telón de fondo subyacente para este Consejo. El propósito es claro: este Panel, en el cual contamos con la presencia de una personalidad del nivel intelectual del Presidente Sanguinetti y con tan distinguidos colegas y amigos de organismos internacionales y regionales, representa para nosotros la posibilidad de una mayor movilización para concitar el interés de los Ministros y Delegados a fin de que el SELA recupere el papel de foro político, de espacio de debate, de discusión profunda que deseamos fortalecer.

Respecto al tema de la globalización, tengo que comenzar expresando mi total coincidencia con lo expuesto por el Embajador Ricúpero con gran experiencia y riqueza conceptual. Permítaseme, entonces, algunas reflexiones, tal vez laterales, y algunos comentarios sobre el comercio multilateral.

La globalización es un proceso altamente complejo y dinámico, pleno de contradicciones. De ese proceso sólo se tiende a observar su dimensión económica, olvidando o reduciendo sus dimensiones política y cultural, con serios efectos de distorsión en la percepción y, consecuentemente, en la capacidad de respuesta.

El primer elemento que surge, entonces, para una acción adecuada, es la necesidad de contar con una visión y comprensión más integral y completa de esos procesos. La respuesta, por lo tanto, no podrá ser exclusivamente económica o como sucede actualmente, actuando como si las restantes dimensiones, política, social y cultural, sólo constituyeran derivadas dependientes de la economía. Ese reduccionismo atenta contra la identificación de oportunidades positivas en la globalización y en la apertura para América Latina y el Caribe.

En forma previa, tenemos que clarificar qué tipo de resultados está generando esta globalización. Existe una leyenda blanca y una leyenda negra sobre la globalización; tal vez se aproxime a la verdad la leyenda gris. Existen efectos positivos pero, como planteó el Embajador Ricúpero, debemos tener muy en claro que se produjo una segmentación, una fragmentación, una concentración de la riqueza, y una mayor presencia de la pobreza en todos sus niveles. Este es uno de los resultados de la globalización con el cual tenemos que enfrentarnos.

En forma esquemática, nos aventuraríamos a señalar, a modo de ejemplo, distintos tipos de respuesta, algunas de las cuales se combinan parcialmente entre sí.

La respuesta "mimética" está basada en el principio de " haré lo que el mercado haga". Esto representa una sujeción acrítica y simplista a los cambios. Tenemos ejemplos de ello en el mundo.

La respuesta "entrópica" señala: "dada mi pequeñez, mi falta de recursos de todo tipo, sólo me está permitido achicarme, no crecer". Una respuesta casi de abandono, de aceptación fatalista de los hechos.

La respuesta "conservadora" propone: "me adapto, pero no trato de cambiar mis percepciones, de reconocer los cambios más profundos". Cabe aquí considerar el papel de la capacidad del Estado y de las sociedades en el sistema internacional, el creciente rol político-económico de los actores no gubernamentales en las mutaciones de los regímenes políticos y en los cambios de valores culturales, etc. Esta respuesta privilegia la continuidad frente a los cambios.

Por último, la respuesta "creativa y crítica", basada en el cambio ponderado y selectivo, requiere capacidad crítica y autonomía de pensamiento, concepción y acción frente a las mutaciones. Identifica correctamente dónde residen los cambios y las continuidades y conduce a la aplicación de modelos diferenciados que combinan de distinta forma y con diferentes proporciones los elementos de la ecuación "mercado-sociedad-Estado". Esa respuesta existe, es obtenible. Los ejemplos, tanto provenientes de países pequeños como grandes, pueden hallarse en nuestra región y en Asia-Pacífico, en cuanto corresponde al nivel de los países en desarrollo, y allí me refiero a los ejemplos que ha dado el Embajador Ricúpero.

Señalamos que la globalización es un proceso vigoroso pero pleno de contradicciones. La más importante es la creciente disparidad entre las estructuras políticas, basadas en el Estado-nación, y el carácter crecientemente global de las interacciones y flujos que vinculan entre sí a las distintas economías nacionales. Pero la consiguiente disminución de la autonomía plantea, indudablemente, desafíos a la soberanía política. No obstante, este último principio, la continuidad racionalmente organizada de la acción pública, sigue constituyendo uno de los elementos organizadores fundamentales y es, en base a su mantenimiento, que debemos contar con un Estado orientador de los procesos, en el mismo sentido en que lo dijo el Embajador Ricúpero al referirse a los procesos económicos y a quiénes y cómo lograron éxito en América Latina y en el Pacífico.

Como señalamos al principio, la globalización tiene la virtud de abrir ventanas de oportunidad, que se derivan de la aparición de escenarios alternativos para el orden internacional de fin de siglo.

Pero, ¿cuáles son las preguntas-guía que nos estamos haciendo al respecto? ¿Cuáles van a ser las potencias más importantes en diez o quince años? ¿Cuáles son los procesos tecnológicos que pueden estar generando importantes modificaciones en la estructura de los flujos de comercio e inversión y en las capacidades productivas? ¿Cuál será la forma de gestión y de organización social? Aquí, sin extenderme en ello, me parece fundamental señalar el papel del regionalismo y de la integración en nuestra región y de las vinculaciones económicas con otras regiones del mundo, tal como lo han expuesto los anteriores miembros del Panel.

Estos escenarios posibles en el campo económico, se determinan, en gran medida, en función de la intensidad y rumbo con que operan el mercado y las instancias públicas de los países en el sistema económico internacional, pero también incide la adecuada incorporación de innovaciones tecnológicas que modificarán profundamente las situaciones futuras.

¿Quiénes están pensando sobre todo esto en América Latina? Por ejemplo, en el invento japonés, ya en operación, de barcos mercantes que van a navegar a 160 kilómetros por hora. Eso podría transformar, quizás en sólo diez años, los flujos de comercio y la concepción de distancia y acercamiento de los mercados.

Con respecto al comercio multilateral, un escenario posible, quizás el más favorable, pensamos nosotros, y que tendríamos que promover, es el que asigna un papel importante a los mecanismos de coordinación, es decir, uno que asigna un rol activo al mercado, combinado con una dosis elevada de supervisión colectiva, representada por la gestión del Estado a nivel interno y por los organismos internacionales a nivel externo. Un orden internacional de este tipo tiene un carácter más equilibrado que el que resulta de las meras dinámicas de mercado o de poder.

En ese contexto, pensamos que el Organismo que puede encarar este espíritu de coordinación internacional en el terreno del comercio es precisamente la Organización Mundial de Comercio. En ese contexto, la consolidación institucional de la OMC dependerá, en gran medida, de la eficiencia y efectividad con que funcione el Mecanismo de Solución de Diferencias. Este es el responsable de brindar la solidez y credibilidad al sistema multilateral de comercio. También lo exige el cumplimiento de lo acordado en la Ronda Uruguay. En efecto, la instrumentación de lo acordado es de suma importancia para fortalecer la legitimidad de la institución, ya que de nada vale continuar haciendo compromisos que luego no se llevan a la práctica.

De igual manera, a la OMC le corresponde monitorear el largo proceso de aplicación de los compromisos de todos los países en las distintas materias de negociación y velar por su cumplimiento como organismo administrador de todos sus acuerdos.

Por último, el tratamiento a las asimetrías nos parece otro factor fundamental. Vemos con preocupación algunas políticas aplicadas por los países desarrollados, particularmente en las áreas de agricultura y de los textiles, que son de enorme importancia para América Latina y el Caribe, que se alejan visiblemente de los compromisos contraídos en la Ronda Uruguay.

Por último, tenemos el tema de la coherencia global o la gobernabilidad económica internacional. Se nos está sometiendo con gran presión al concepto de gobernabilidad, enfocándolo hacia el interior de los Estados. Creo que una respuesta positiva y asertiva es señalar, con la misma fuerza, la necesidad de contar con una gobernabilidad económica internacional. Allí, nuevamente, el centro sería la vinculación de los temas de comercio, moneda y finanzas a nivel internacional, y también en este campo la OMC y la UNCTAD tienen un papel clave que desempeñar.

La visión que he ofrecido, quizás con un enfoque humanista, creo que está basada en hechos muy concretos. Considero que no podemos continuar basándonos solamente en un reduccionismo económico. Cuando todo es economía, se llega al fin de la economía como destino, a la aparición de la economía como cultura y a la miseria inmediata de esa cultura económica.


 

Exposición del Excmo. Señor
Doctor Julio María Sanguinetti,
Presidente de la República
Oriental del Uruguay
(Transcripción de la grabación magnetofónica)

Yo me siento más o menos como Paganini delante de los temas de Liszt, obligado a hacer variaciones sobre el mismo tema. No creo que podamos en esta ocasión y creo que es muy agradable comprobarlo al intentar una nueva partitura.

Siento que de diversos orígenes estamos hoy aquí realmente dando una misma respuesta y ella se centra en cuatro o cinco factores, todos ellos sustantivos y todos ellos igualmente trascendentes.

Simplemente hago variaciones sobre esos temas. Ricúpero nos habla del fenómeno de la globalización y nos dice: esto es una nueva etapa del proceso de globalización que comenzó hace quinientos años. No hay duda. Hace quinientos años se produjo lo que un gran geógrafo francés llamaba el "salto planetario". El descubrimiento de América es el primer momento en que el mundo toma conciencia de que existe como tal y de que los humanos tomamos posesión material de todo eso que llamamos tierra y ello está asociado a una gran expansión de comercio.

A partir de allí hemos vivido etapas diversas pero naturalmente se dejó atrás la llamada Edad Media que era básicamente aquella de las sociedades cerradas, las sociedades comarcales basadas en la tierra, aisladas entre sí. Fue básicamente un cambio cultural y lo que hoy ocurre sigue siendo un cambio cultural.

Creo que al fenómeno de globalización le cabe introducir dos perspectivas:

Una primera es que, fundamentalmente, es un fenómeno cultural y, sólo como consecuencia, un fenómeno económico. ¿Por qué? Porque el asunto nace en la ciencia, no nace en la economía. Esto es el resultado de una combinación de factores intelectuales que produce una revolución científica igual a la que hace quinientos años permitió un día inventar la carabela. Pero la carabela -eso que decimos que era una cáscara de nuez con la cual Colón heroicamente llegó- era una maravilla tecnológica que sustituyó al enorme galeón, que no hubiera podido jamás cruzar el Océano Atlántico y cada vez que lo cruzaba se hundía. La carabela fue un producto de una altísima tecnología para la época y ese fue el resultado del avance geométrico, del avance de la matemática que se expresó en todas las artes y las ciencias de la época. Eso ocurre hoy también.

Los historiadores, que tanto nos explican y nos alumbran, a veces también nos confunden porque, en la necesidad de periodificar y de segmentar, es imposible explicar ese fluido que es la vida como consecuencia de la historia, que es como un río. ¿Cómo se explica éso? ¿Cómo se aprehende? Hay que traicionarlo porque hay que detenerlo un instante, fotografiar y decir ésto es un río. Sin embargo, no es un río pues el río es un flujo permanente de agua. La vida es igual, la historia es igual.

Nos confunden porque dicen tal día tal hora empezó la Edad Media, tal día tal hora empezó el Renacimiento, poco menos. Y un día, cuando se terminó la Guerra Fría, dijeron, bueno, ahora empezó la Globalización. Lo que ocurrió es que estábamos encerrados en un gran conflicto político-ideológico y cuando él se clausura, recién ese día prestamos atención que había ocurrido detrás nuestro una revolución científica y que esa revolución científica nos había cambiado los modos de producción y nos había introducido un fenomenal cambio cultural, que es el gran asunto: nuestro homo-sapiens se había transformado. Basta ver una fotografía del Japón, del comienzo de la fotografía, y otra de hoy, de una calle de Tokio: tendríamos que mirar algún anuncio para saber que no es de Nueva York.

Es decir, que este homo-sapiens ha pasado ahora a globalizarse en sus hábitos como consecuencia de sus demandas. Allí viene el impacto económico, porque todos demandamos lo mismo: queremos el mismo video, la misma televisión. Este homo-sapiens hoy es algo como que podríamos llamar un homo-collaginens, porque nos vestimos igual, tomamos la misma bebida, tenemos los mismos hábitos. Los domingos ahora ya miramos todos el mismo partido de fútbol en todo el mundo: estamos todos detrás del mismo aparato mirando el mismo partido. Este es un fenómeno que luego se traduce económicamente, porque genera demandas totalmente distintas a las que se produjeron antes. También esto es lo que produjo naturalmente la entrada en crisis del estado nacional, porque un estado más encerrado es más seguro. Puede darle a los ciudadanos y a las empresas más seguridad pero lo que no le puede dar son los niveles de consumo que el ciudadano demanda hoy. Es imposible hoy tener un hospital y no tener un aparato de resonancia magnética. Eso es muy discutible, quizás hasta desde el punto de vista de las políticas sanitarias, pero es así. Es un hecho y como consecuencia de este fenómeno cultural entonces estamos enfrentados a la globalización.

El gran asunto es este: la globalización es un hecho. No es una ideología. Allí está el punto. No podemos transformar lo que es un hecho en una visión en función de la cual vamos a interpretar todos los episodios del mundo, asumiendo que ciertos parámetros o ciertos elementos de esa globalización constituyen una ideología. Eso es una transfiguración tramposa de la realidad y una trampa mortal en la cual no podemos introducirnos. Eso es lo que le pasó a Freud con muchos de sus seguidores, lo mismo que a Marx y a Adam Smith. ¿Por qué? Se produce una ideologización de algo que es un hecho. Un hecho científico, económico, político. Allí vienen las ideas: ¿Cómo administramos ese hecho, pues ese hecho está produciendo consecuencias fantásticas?

En cincuenta años aumentó cinco veces la producción y quince veces el comercio. Este es un hecho cualitativamente muy importante. Quiere decir que, así como en la Edad Media era la tierra y en la Revolución Industrial era el producto manufacturado, hoy estamos frente a otros fenómenos porque así como aumentó quince veces el comercio también aumentó quince veces la moneda, los capitales. Es decir, los capitales aumentaron infinitamente más que la producción, lo que quiere decir que la riqueza no es sólo el producto físico, el producto material.

Yo siempre digo que basta pensar que el hombre más rico del mundo es un joven que se hizo rico en diez años y que no produjo ni una hoja de papel, solamente productos intelectuales. Ese es el símbolo de esta economía inmaterial, que nos ha generado una situación distinta.

¿Esto qué supone? Primero, la rotura de los modos tradicionales de producción. Ese es un fenómeno que hay que administrar en todos los países: no podemos seguir produciendo como antes y el resultado es el fenómeno de desocupación en el mundo entero, hasta en el Japón. En Alemania, ver una manifestación de desocupación resultaba una cosa casi impensable hasta hace muy poco tiempo. ¿Porqué? Porque se produce una quiebra de los mecanismos tradicionales de producción y hoy nos están conduciendo otros factores. Tenemos una mejor asignación de recursos, tenemos más gente que accede a más cosas, tenemos una dinámica de crecimiento mucho mayor, pero tenemos esta quiebra de fenómenos tradicionales.

Tenemos un segundo asunto, también de enorme trascendencia. Como consecuencia de la necesidad de competencia, los estados nacionales han quedado limitados enormemente en su poder, recortados fundamentalmente en su capacidad de contribución. Es decir, que el estado nacional que antes tenía límites muy amplios, una cierta impunidad si se quiere, para establecer gravámenes y para establecer impuestos en función de los cuales luego desarrollaba determinadas programaciones, hoy está limitado. ¿Porqué? Porque si aumenta sus impuestos no puede competir el país porque sus exportaciones se vuelven no competitivas. Allí empieza este proceso que también a su vez conduce a la reforma del estado, y allí tenemos la misma variante, la misma derivación. En la búsqueda de la competencia nos encontramos con una secuela social indiscutible que se va produciendo y un proceso de necesidad de adaptación a este tiempo. Y allí vienen entonces las respuestas.

Antunes nos habla de que la globalización no ha excluido los bloques. Esto me parece también un gran hecho. Estamos hablando, por un lado, de una globalización universal que nos genera esos mecanismos, esos hábitos: prendemos la TV, vemos las mismas cosas, prendemos la Internet (ayer estaba con un amigo de un diario español y me decía: mira, yo tengo tantos diarios pero lo que más me entusiasma es que tengo 15 mil lectores en Internet. Yo le comenté: pero esos no te pagan. Y me respondió: pero ya es un hecho, tener 15 mil lectores en Internet). Son hechos que están ocurriendo, fenómenos indiscutibles.

Sin embargo, por otro lado, los países se agrupan. Aún la economía más grande del mundo, la única super potencia militar del mundo, Estados Unidos, se asocia y hace su NAFTA y busca ampliar su espacio. Es decir que hay un cierto reflejo distinto también: no todo el mundo transforma ésto en ideología y dice "como vino la globalización somos todos globales, vamos a la aldea global de la comunicación, la aldea global del comercio, la aldea global de la industria, la aldea global de la cultura". No es así. Por algo formamos un club aquí para distinguirnos y otro club allá.

Quiere decir que esto es también un hecho. De allí las necesidades de respuesta en nuestra región. De allí que el proceso de integración, lejos de desvanecerse, cobra nuevo vigor en nuestros escenarios. Eso fue lo que nosotros sentimos en el año 1985/1986 cuando empezamos a construir el MERCOSUR, tratando no de enfrentar el viejo proceso de integración sino de acelerar en nuestra región ese proceso. Dentro de lo que era el marco de un proceso de liberalización progresiva y asociación progresiva de América Latina, había una región que sentíamos que podía andar más rápido porque estábamos juntos, éramos vecinos, teníamos muchas cosas en común. Decidimos entonces avanzar adaptándonos tanto a la estructura de ALADI como luego a la estructura del comercio. No es casual que la Ronda Uruguay naciera acá. Nosotros insistimos mucho en aquello. Fue la primera vez que el viejo GATT se reunió fuera de Europa. Nosotros en el gobierno en aquel momento, con el apoyo de nuestros vecinos, sentíamos que ese debate iba a ser el debate del fin del siglo (o el debate del siglo que estaba comenzando, porque en 1989 ya había empezado el nuevo siglo) y que teníamos que estar en la vanguardia de ese debate y no en la retaguardia de él. Que ese proceso de liberalización teníamos que tratar de conducirlo, de impulsarlo y de estar desde el primer momento en él.

No asumimos la actitud, como decíamos, de transformar hechos en ideologías ni tampoco la actitud anti-histórica de renegar de lo que eran fenómenos que se estaban produciendo allí adelante. Y allí es que entonces nace toda esta estructura luego de tantos debates. Allí está y nosotros hemos construido nuestra regionalización con esas perspectivas. No es un mecanismo de neo-encierro sino, por el contrario, es un mecanismo de nueva inserción en el mundo.

En eso estamos contentos y por eso es que nuestra acción en el caso de la Organización Mundial de Comercio es fundamentalmente insistir en el cumplimiento de lo que hemos acordado, que no todo se cumple del todo bien. Nos dice Seade que no es comparable lo que son las protecciones hoy con lo que eran antes. Pero tampoco son comparables en ningún sentido. No son comparables en cantidad ni tampoco en calidad, porque quieren decir cosas distintas.

Cuando antes había una restricción textil en Europa quería decir una cosa, pero nosotros acá teníamos una industria textil también muy protegida y que era muy poderosa, como la había también en Colombia, en aquellos años extraordinaria, y la había en Brasil con el algodón, o sea que era otro mundo también. Hoy cuando uno encuentra una restricción textil en los países desarrollados quiere decir otra cosa. Quiere decir que una industria textil nuestra -que en cualquiera de esos países ocupa una mitad o un tercio de gente, porque la que haya sobrevivido ha tenido que hacer un proceso de tecnificación muy fuerte y perder muchos puestos de trabajo- hoy tampoco podría tener las condiciones de expansión por una restricción de un país desarrollado. Naturalmente esto es algo que no podemos aceptar, porque querría decir que si no podemos estar en la alta tecnología tampoco es posible que estemos en la industria textil avanzada, lo que sería muy grave.

Lo mismo pasa con la agricultura. Si en la agricultura nos encontramos eso, quiere decir cosas mucho más graves que antes porque hoy ya no estamos nosotros queriendo colocar un trigo subsidiado, o una soja subsidiada, o una cebada subsidiada. Nosotros estamos todos compitiendo.

Por consiguiente, no es posible que tengamos hoy que enfrentar ese tipo de situaciones porque allí el tema no es vender más o menos: es sobrevivir o morir, lo que hace el problema cualitativamente muy distinto. El valor de una restricción hoy es infinitamente mayor al valor de una restricción hace treinta años cuando un arancel del 30 por ciento se contestaba con uno de 80 y entonces ni nos comprábamos ni nos vendíamos. Apenas discutíamos, nos enojábamos y cada uno a su casa con su cosa. Hoy es diferente, una restricción es en nuestros países la capacidad de vivir o no. Es diferente, es mucho más grave.

De allí entonces que países como los nuestros, que no somos los dueños del poder militar del mundo, tenemos más que nunca que apostar a las organizaciones internacionales, a su fuerza, a su capacidad para ser el celoso custodio de los acuerdos que alcanzamos.

Y, en segundo lugar, seguir nutriendo el mundo de las ideas, el mundo del conocimiento que sigue aún hoy vigorizando y marcando la dinámica.

De allí que una visión humanista como la que señala Moneta es, en definitiva, la que a todos nos tiene que inspirar. Los reduccionismos ideológicos le han costado demasiado al mundo. El reduccionismo de la raza nos llevó al nazismo, el reduccionismo del estado nos llevó al fascismo, el reduccionismo de la clase social nos llevó al comunismo, los reduccionismos económicos de los últimos años han llevado a situaciones de inequidad social muy graves aún en países ricos.

De modo y manera que es fundamental que asumamos una visión global porque global es la globalización, porque cultural es en definitiva la transformación que el mundo ha tenido para tratar de lograr que este nuevo homo-sapiens, este homo-collaginens del que yo hablo, no sólo se uniforme a la hora de beber un refresco o de ponerse un pantalón sino que siga asumiendo la diversidad enriquecedora de la vida.

De allí el papel de los estados, de allí el papel de la Organización Internacional de Comercio, de allí el papel de la res publica -como decían los romanos- para regular una res privada que nos tendrá que dar la dinámica. Pero la res publica, que es al final la colectividad organizada, es la que tiene que dar las reglas de juego, los fines y los objetivos de la civilización.


 

Exposición del Embajador
Edwin Carrington,
Secretario General de la
Comunidad del Caribe (CARICOM)
(Transcripción de la grabación magnetofónica)

Permítanme comenzar diciendo cuánto me alegro de regresar a Uruguay. Sólo he tenido antes el placer de venir una vez y esperaba ansioso esta oportunidad. Quisiera dar las gracias a mi colega, el Secretario Permanente del SELA, por su invitación, y quiero agradecerle a Uruguay por haber hecho, al menos desde mi punto de vista, dos aportes duraderos: la Ronda Uruguay y Enrique Iglesias.

Debo decir que me complacieron enormemente las exposiciones que he escuchado esta mañana. La primera, hecha por el Embajador Ricúpero, y la exposición de su Excelencia el Presidente, por poco hacen innecesario que les quite mucho tiempo con mis propias visiones puesto que dijeron tantas cosas que yo quería decir, y ellos lo dijeron de mejor manera.

Estuve muy complacido por el hecho de que el vínculo entre el desarrollo mercantil mediante la industrialización y la globalización fuera establecido con claridad y que se identificaran los beneficios y desventajas, y en especial, la principal desventaja de la marginalización.

Estoy especialmente interesado en esa dimensión puesto que yo, obviamente, represento a un gran número de países pequeños, los países del CARICOM, que entiendo que entre todos los países del hemisferio, con seguridad, y, quizá, entre la comunidad internacional, son los que más temen el peligro de la marginalización. Por lo tanto, nosotros estamos especialmente interesados en que el proceso de globalización -que, según fue señalado, es en cierto sentido irreversible e ineludible- venga con un rostro humano. Por ello, queremos asegurar que el proceso de marginalización sea abordado, a nivel regional en el hemisferio, así como en el ámbito internacional, de frente.

El primer punto que deseo hacer a este respecto es que la manera más efectiva de marginalizar a un país o a un grupo de países es excluirlo del proceso en sí. Si a los países no se les permite participar en el proceso, la marginalización es segura y esto representa para mí la primera preocupación: que veo aquí la mesa y anhelo el día en que una mayor cantidad de países del CARICOM, que pertenecen a este hemisferio, sean realmente parte de este proceso.

Pienso que una de las razones tiene que ver con la cuestión de la participación en la OMC, que estos países deben resolver por sí mismos. Actualmente, doce -de los trece países que son aptos- son miembros de la OMC y tienen contemplado tener una discusión seria con el país que aún falta por unirse.

Nosotros vemos la OMC como un mecanismo que con seguridad nos garantizará el mejor paso a los regímenes mundiales económicos y de comercio. Sin embargo, debemos recalcar el punto de que la participación en ese proceso debe ser facilitada por varios mecanismos de apoyo, algunos de los cuales ya existen en la OMC. Desafortunadamente, otros no lo están.

Esto me lleva a los detalles de un mecanismo que consideramos necesario a fin de asistir a estos países en su participación tanto en los procesos regional y hemisférico como en el proceso de la OMC. Han sido propuestos de diversas formas, incluyendo fondos de desarrollo regional. Nosotros lo vemos como un mecanismo de integración regional, un mecanismo que facilite la participación de esos países en el proceso de integración, e involucrarse en él.

Esta parte de la cara humana que debe ser incorporada, no sólo en el proceso de la OMC sino también en el proceso hemisférico. Nos complace ver que esto ahora ha pasado a formar parte del Programa de Trabajo del SELA, por ser un mecanismo indispensable para asistir a los países de esta pequeña subregión en ser partes efectivas en este proceso a nivel hemisférico y mundial.

El tercer punto que quisiera mencionar es aquél gran interrogante sobre lo que consideramos debe ser el tema de preocupación de la reunión en Singapur. Por demás está decir que compartimos la opinión de que es imprescindible hacer una evaluación. Es necesario no sólo por lo que ella representa, sino también por que es una vía para conocer la medida en que estos países han podido cumplir con las obligaciones que asumieron al subscribir el Convenio de Marrakesh.

Debo confesar que ha sido una ardua labor el cumplir con los requerimientos de informe y notificación. Ha sido difícil procurar entrenar nuestro personal para hacer cosas viejas por medios nuevos y cosas nuevas por medios nuevos. Hemos tenido dificultades en lograr que nuestro sector privado se uniese a nosotros, por ejemplo; y nos ha sido difícil confirmar que nuestra confianza en la OMC es, de alguna forma, consistente con nuestra confianza y participación en los procesos de integración hemisférico y subregional.

Hemos tenido que hacer este ejercicio simultáneo, con escasos recursos humanos e incluso menos capacidad en otros campos. Todo esto sin mencionar la necesidad de confirmar nuestra presencia en acuerdos tales como los que se planea establecer en la Unión Europea respecto de los convenios Lomé.

Consideramos que tomar inventario nos aseguraría, en gran parte, que las virtudes de los programas que la OMC ha estado montando en materia de asistencia técnica -los cuales aplaudimos y deseamos- sean reforzados y se continúen.

Esto nos trae al siguiente punto fundamental: ¿Qué más hay en la Agenda? No creemos que sólo tomar inventario será suficiente. Estamos esperando llegar a un acuerdo sobre algunos otros temas que se incluyan en la Agenda como nuevas áreas para adelantar. Por otra parte, me complació enormemente escuchar algunas de las sugerencias que han sido adelantadas y ciertamente endosamos la necesidad de movernos en esa dirección.

Esto me lleva al interés conceptual y central de nuestros países. No se trata de "no ser parte del proceso de globalización o trilateralización": ya nosotros participamos y eso es ineludible. No se trata de " ser miembros de la OMC o no ser miembros de la OMC", puesto que ya somos miembros. Creemos que es el mejor lugar para nosotros y queremos participar y tener un papel activo. Sin embargo, sí se trata de cómo manejar la transición en aquellas economías que fueron diseñadas, desarrolladas y mantenidas mediante mecanismos preferenciales artificiales, economías pequeñas y de escasos recursos que avanzan hacia los canales y las corrientes más grandes de la integración hemisférica y buscan adentrarse en la corporación más grande que representa el sistema de comercio mundial.

Este será uno de los principales retos para la OMC, como lo es para el proceso de integración hemisférica: ¿cómo manejar el proceso de transición para aquellos países pequeños, cuando muchas de sus economías han sido desarrolladas con base en esos pilares artificiales? Es decir, ¿cómo construir una vía por medio de la cual se pueda apoyar a estas economías y a las personas de las respectivas sociedades para que participen efectivamente no sólo en el proceso hemisférico sino en el proceso mundial?

Es por este motivo que estuve tan complacido al escuchar la referencia a una OMC con rostro humano, así como el reconocimiento de que la competencia, la eficiencia y competitividad deben ser acompañadas por la dimensión humana, por una consideración de tiempo, velocidad y extensión, si estos países no van a sucumbir en el proceso sino que dispondrán de los medios para participar efectivamente en un movimiento a escala mundial, lo que hará que todos nosotros, digamos en unos 20 años, miremos atrás hacia estos esfuerzos como unos de los más prudentes emprendidos por la humanidad a finales del siglo XX.


 

Conclusiones del Excmo.
Señor Embajador Carlos Pérez Del Castillo,
Ministro Interino de Relaciones Exteriores
de la República Oriental del Uruguay
(Transcripción de la grabación magnetofónica)

No voy a pretender a esta altura de los debates hacer un resumen de lo que se dijo, pues se han dicho muchas cosas importantes. Simplemente quisiera rescatar quizás algunos titulares que me parecieron importantes para la labor del SELA y de otros organismos presentes.

En cuanto al tema de la respuesta frente a la "globalización", creo que de todas las intervenciones que hemos escuchado sale como un planteo prioritario la consolidación de nuestros propios procesos de integración regional, como una respuesta para estar mejor capacitados. Es decir, proyectos que no están orientados a ser un fin en sí mismos, sino justamente a lograr mayor eficiencia, mayor competitividad, para podernos insertar mejor en un mundo lleno de desafíos y de complejidades.

En segundo lugar, en cuanto al tema de la próxima reunión de Singapur, también acá se han dicho una serie de cosas importantes: la necesidad de que sea una oportunidad para hacer una evaluación de lo que se ha hecho y ajustar el rumbo en cuanto a compromisos que no se vienen cumpliendo pero, al mismo tiempo, tratar de abordar nuevos temas de la agenda, teniendo en consideración algunos conceptos que nos parecen básicos y que se han expresado con mucha vehemencia hoy acá, como es el concepto del equilibrio, un concepto de equilibrio que venimos arrastrando desde la Ronda Uruguay y que no se puede perder en nuevas reuniones ministeriales.

En tercer lugar, se ha hablado de cómo insertarse en este mundo nuevo y, sobre todo, de los problemas de los países de menor desarrollo. Creo que acá surgen como prioritarios los temas de la gestión en estos procesos de transición que tienen que ser graduales, que tienen que contar con la cooperación para lograr esa competencia.

Finalmente, están temas de la compatibilidad entre el regionalismo y el multilateralismo y creo que el consenso aquí es que estamos en la dirección correcta, que el regionalismo que estamos instrumentando, lejos de debilitar, es un factor que incide justamente en el fortalecimiento multilateral.

 


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