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    25 años del SELA: misión y perspectivas

    Sebastián Alegrett
    Economista venezolano.
    Fue Secretario Permanente del SELA entre 1983-1987.

    Caracas, 17 de Octubre de 2000.

    Afortunadamente la Secretaría Permanente tuvo la brillante idea de editar esta revista con motivo del 25 aniversario del SELA, y que contiene algunas reflexiones que hemos hecho los ex Secretarios Permanentes sobre esta noble Institución y que ustedes podrán revisar para sacar sus propias conclusiones.  Creo, además, que las reflexiones de los “padres fundadores”, como llaman a Jaime Moncayo y a Carlos Alzamora, han sido muy densas. 

    La intervención de Carlos Alzamora, que la tiene por escrito, contiene todos los argumentos posibles sobre la necesidad de un Foro Latinoamericano.  Yo recuerdo mucho los tiempos aciagos de muchos de nuestros compatriotas latinoamericanos exiilados, perseguidos, gente como Gabriel Valdés, que era una figura señera del Foro Latinoamericano, Alberto Fuentes Moros, fatalmente asesinado por sus ideas, Oswaldo Sunkel, Luciano Tomassini, Jorge Sábato, Helio Jaguaribe, un grupo de luminarios.  Se reunían en hotelitos con los escasos recursos que le permitía su movilización, pues casi ninguno de ellos tenía ningún cargo público, pero eran una llama viva en momentos difíciles de dictaduras fuertes en nuestra región y que mantenían ese espíritu latinoamericano, y se llamaba el Foro Latinoamericano. Esta era una asociación que no creo que tenga ni siquiera una acta constitutiva, pero era el Foro Latinoamericano.  Allí me formé, en esa maravillosa ilusión de nuestra América Latina, y aprendí mucho de ellos.  Yo era el único que tenía un cargo público pues mi país no estaba sometido a esos rigores políticos en aquel entonces, y gracias a esa posibilidad me convertí un poco en el contacto entre ellos y algunas formas institucionales.  Era una asociación medio subversiva, pero era realmente estimulante, creativa, y muy importante pues era la demostración palpable de lo que no podemos renunciar, que es el podernos reunir y conversar de nuestros problemas en las malas y en las buenas.

    La historia de esta institución tiene antecedentes importantes y, como dice el profesor Kaldone Nweihed, América Latina siempre existió.  Y yo creo que es así y que hay momentos culminantes de esa presencia como fue la convocatoria de (el Congreso Anfictiónico de) Panamá, en la época de la independencia; u otros momentos difíciles como cuando Venezuela fue bloqueada por cañoneras (de Inglaterra y Francia) para cobrarle la deuda, por lo aparecieron las defensas y surgió en Argentina la “Doctrina Drago”.  América Latina se sentía como que era una misma familia. Y de la misma manera el Caribe, que ha tenido influencias culturales diversas no solo ibéricas o latinas sino también de otras culturas, fue un punto donde se fraguaron, desde la independencia, conspiraciones libertarias. No olvidemos el papel de Petión y lo de (la carta de) Bolívar en Jamaica.  Casi todos los exiliados de esta parte, por lo menos de buena parte de América del Sur, del Norte de América del Sur, seguían la ruta del Caribe para armar allí sus revueltas y sus revoluciones para derrocar las tiranías, para poder respirar un poco de libertad.  De manera que el Caribe siempre estuvo inmerso dentro de eso que no es simplemente geografía, sino que es más que una geografía. Son relaciones muy profundas donde tenemos cosas muy diversas, pero hay un sentido de unidad.

     

    Después de la Segunda Guerra, cuando se crea la CEPAL, empieza a reunirse el pensamiento latinoamericano y empiezan a producir ideas, ideas nuestras, propias, sobre nuestras propias cosas y empezamos a cobrar conciencia ya más orgánica de todo aquello que estaba flotando en el ambiente pero que no había tenido organicidad después del fracaso, por decirlo así, del Congreso de Panamá y sus consecuencias posteriores.

     

    Entonces comienza a darse una cosa mucho más orgánica a partir de la CEPAL y de Raúl Prebisch: un pensamiento latinoamericano, una nueva cultura, una reacción, una visión de la necesidad del desarrollo y una reacción también frente al resto del mundo, frente a su realidad, y al contexto internacional en que estaba.  Y por eso en los sesenta nace la CECLA, la Comisión Especial de Coordinación Latinoamericana, que tiene su punto culminante -creo que en el año 69- con el Consenso de Viña del Mar, cuando Gabriel Valdés era Canciller de Chile. Eso fue realmente un momento importante donde nosotros dimos nuestra opinión sobre la realidad, sobre nuestras relaciones con América y con los países más poderosos. El CECLA funcionaba con Secretarías Pro Témpore.  Por eso nos gusta ese aporte del Caribe, de las tradiciones británicas, de llamar a la nuestra Secretaría Permanente, por oposición a aquellas itinerantes en la cual al país que le correspondió la siguiente vez convocar a la CECLA nunca lo hizo y la CECLA desapareció. 

     

    Entonces surgió el SELA como una necesidad de coordinación y consulta.  Se habla de lo económico porque al principio se creó más en ese ámbito.  Aquí hay algunos historiadores ilustres y actores de ese episodio como Eduardo Mayobre, que saben cómo se llegó al Convenio de Panamá para la creación del SELA.  Fue un paso notable porque por fin se institucionalizaba una instancia de reunión latinoamericana y caribeña. 

     

    Y cuando hablamos de Latinoamérica también se incluye a los caribeños.  Porque es un mundo especial que tiene la virtud de que -a pesar de que a veces tiene sus propias crisis de identidad internas-  los extranjeros nos señalan a todos como latinos, para bien y para mal.  Hoy en día estamos de moda por la salsa y otras cosas de nuestra imaginación y nuestra creación, pero nosotros todos somos identificados como latinos.  Aunque seamos rubios, morenos, medio morenitos o medio aindiados, tenemos una sola caracterización, la de  latinos, y yo creo que, en el fondo, eso revela una realidad.  Ellos nos ven así, ellos sí saben quienes somos nosotros, pero a veces nosotros no sabemos quienes somos.

     

    Cuando nació el SELA empezó a consolidarse la presencia latinoamericana, la conciencia latinoamericana.   Yo heredé eso de mis antecesores, una conciencia latinoamericana creciente a la que la administración de Jaime Moncayo le dio un impulso fundamental, y luego Carlos Alzamora le dio unas derivaciones de alto contenido político en los problemas más agudos que se plantearon con la crisis de la deuda externa.  Yo heredé eso, cuando ya se había convocado  la reunión de Quito, por parte del Presidente ecuatoriano Oswaldo Hurtado.  En el artículo que escribí (para el libro editado por el SELA) yo relato, aunque sin muchos detalles, una historia triste de deserciones, de traiciones, de inconsecuencias -llamémoslas así para ser menos ofensivo- y de cómo perdimos una inmensa oportunidad histórica que teníamos de poder lograr realmente soluciones adecuadas que nos hubieran evitado muchísimo sacrificio a todos nosotros, a todo nuestro pueblo.

     

    Eso ya pasó, pero es interesante tenerlo presente para aprender un poco la lección de la historia, de lo que nos ha pasado.  Siempre hemos sido así. De pronto nos envalentonamos y luego nos  quedamos a mitad de camino. No somos consecuentes, no terminamos de dar el paso necesario y eso nos pasa con todo.  Es una condena griega, el mito de Sísifo nos pasa a los que hacemos integración también.  Remontamos, remontamos y otra vez volvemos a montar, y las piedras gigantescas se devuelven hacia abajo y hay que volverlas a subir.  Yo aspiraría a que un día de verdad lográramos no sólo que las piedras se quedaran arriba, sino lanzarlas todavía más arriba y no tener que estar en esta tragedia. 

     

    Pero entonces, cuando oigo a mis colegas, y pensando ahora que tuvimos una primera conversación sobre todas estas cosas, noto que lo que está en crisis no es el SELA, es la idea de América Latina.  Y  quiero que ustedes tengan esto muy presente porque es muy grave lo que está ocurriendo.  Yo no veo con preocupación el que haya distintos acuerdos de integración.  De hecho siempre se ha planteado siempre la necesidad de las convergencias y esto obedece a ciertas realidades que no podemos ignorar y que no las podemos tampoco considerar como fatalidades. Pero hay realidades que nos van aproximando y otras en que los vínculos son más tenues, que hacen muy necesario que este tipo de organismos como el SELA existan para que no nos desvinculemos, para que podamos aprovechar las oportunidades, para que tengamos una opción hacia el futuro.

     

    Entonces, decía que no veo con preocupación el que haya distintos acuerdos de integración.  Veo con más preocupación el que de alguna manera -y de nuevo no nosotros mismos, sino desde afuera- aprecien que hay dos América Latina: una que está pegada de la locomotora estadounidense directamente, que va de México a Centroamérica y el Caribe, que tiene una dinámica muy vinculada a todo el proceso de expansión del consumo gigantesco de esa gran nación; y otros que estamos en el sur, que no dejamos de tener vínculos importantes con Estados Unidos, pero que estamos en otra situación, que es América del Sur.  Empiezan a definirse esas dos Américas.  Esto lo ven ellos.  Ya hay artículos publicados sobre esas dos Américas.   Esto me preocupa mucho más porque empezamos a vernos con sentido de rivalidad, en una u otra opción.  Empezamos a tener otro tipo de percepciones y obviamente el efecto magnético, la atracción, el poderoso núcleo de la economía americana, tiene consecuencias de todo tipo. 

     

    Tampoco podemos negar que gracias a la frontera extensa de América Latina con Estados Unidos hemos venido creando pacíficamente -por lo menos por parte de los que van para allá, aunque a veces no los reciben tan pacíficamente- una cultura latina inmensa en Estados Unidos y eso es algo muy importante que no debemos descuidar.  Recuerdo que Carlos Alzamora tenía la idea de ver cómo involucraba de alguna manera a los puertorriqueños (en el SELA).  Creo que todo eso es siempre válido porque nosotros somos una realidad cultural innegable que la ven los otros y que nosotros tenemos que ver así, y por supuesto un divorcio entre la familia o por lo menos una separación, un distanciamiento, nos hace mucho daño.  El SELA es la única institución que tenemos donde estamos todos y en el que, a pesar de las diferencias entre los regímenes políticos en un momento dado, ha estado por encima el sentido de la unidad como valor supremo, como prioridad latinoamericana.   Hoy estamos un poco más homogéneos en nuestros estilos, con repúblicas democráticas con grados distintos de compromiso, de profundización, con ciertas diversidades institucionales.  Pero hay una mayor homogeneidad en ese sentido y ojalá se preserve por esa vía, para que podamos ir desarrollándonos, teniendo en cuenta que las democracias sólo sobrevivirán si nosotros hacemos lo que corresponde en materia social y con los niveles actuales en la distribución del ingreso las democracias no pueden convivir mucho más tiempo. Estos sacrificios que nosotros hacemos para mantener una fórmula civilizada de alternativa están siendo amenazados por una realidad que está estallando en todo el continente y que estamos viendo de manera creciente.  En todos nuestros países están pasando cosas nuevas y si la democracia trata de falsear las realidades, entonces pasará una aplanadora por encima y vendrán nuevas opciones que ojalá mantengan también un grupo democrático y ojalá puedan consolidarse como experiencia democrática.

     

    Pero básicamente tenemos esa homogeneidad.  Por lo menos tenemos un grueso sistema político.  Tenemos muchas diversidades y pluralidades en nuestro sistema político, en nuestros niveles de desarrollo económico, en nuestras percepciones sobre el modelo de desarrollo económico.  Hay países que han buscado una salida aislada, hay países que se han vinculado más a determinados centros ajenos a la región, hay países que están tratando de vincularse más entre ellos en los procesos de integración, y todo eso tiene alguna implicación en las visiones y los poderes económicos.  Esos poderes económicos no responden siempre a una concepción rígida, como algunos quisieran, sino que se van adaptando en la medida de las posibilidades.  Pero cuando esas posibilidades no se dan, cuando la aplicación de determinado modelo es inadecuado para esa realidad, estallan crisis de diversa naturaleza.   Y en buena parte nuestros modelos siguen siendo muy influidos por su forma de inserción a la economía mundial, los que tenemos materia prima, los que tienen oro, los países petroleros, los que dependen más de los metales, los que dependen de la banana, los que dependen de los jugos de naranja, de los que venden otras cosas, todas esas son formas distintas de inserción dentro de la economía que tienen sus consecuencias hacia adentro.  Esto también genera esa diversidad de situaciones entre nosotros. 

     

    Entonces, tenemos denominadores comunes y distintos niveles de compromiso.  Pero a pesar de esta diversidad existen elementos todavía muy poderosos, existen denominadores comunes que son fundamentales, existen expectativas que tienen que ser comunes para nosotros, porque nosotros, como decía Bolívar en su tiempo, no somos ni españoles ni americanos.  Somos un pequeño género humano, ya no tan pequeño, porque sumamos unos cuantos, somos una cosa distinta que no existía de mestizajes, algo realmente muy importante.  Este género humano tiene una expresión hacia afuera, se defiende por sobrevivir, y no sólo por sobrevivir, sino que también desea participar en la construcción de un mundo nuevo, de un mundo más integrado, y ahora en un mundo globalizado que nos ofrece algunas opciones pero también, y sobre todo, mucho riesgo por las mismas realidades de nuestro desarrollo y las características de nuestra economía.

     

    Todos esos valores comunes, esos denominadores comunes es algo que tenemos, algo que todos compartimos, y eso que todos compartimos vale muchísimo y es lo que está ahora en juego.  Yo creo que el contexto internacional también ha cambiado mucho.  El fin de la guerra fría es un cambio que nos afectó directamente, que trajo una situación muy nueva para nosotros porque todos los países quedaron más aliviados de una manera u otra, pero cambió el juego y entonces nos lo situó en un mundo más plano en donde nuestros balances no los hemos encontrado, sin darnos cuenta de que el balance que realmente necesitamos es el de nosotros mismos, el de poner nuestro peso en ese juego, para defender mejor esa posibilidad de participación en la economía, en la cultura, en la sociedad mundial.  Ese es el peso que nosotros necesitamos tener.  Nadie va a venir a darnos ese peso. Ya no hay ese balance que existía en el pasado. Somos nosotros mismos los que tenemos que crear, somos nosotros mismos los que tenemos una posibilidad mayor uniéndonos, y no siendo simplemente atraídos como virutas a un imán por separado, en una posibilidad de hacer un contrapeso.  Yo creo que eso es lo que se nos plantea a nosotros ahora.  Hay una crisis latinoamericana que se refleja en la institución del SELA y si nosotros no tenemos la voluntad de resolver esa crisis pues será fatal.  El SELA no puede desaparecer, pues desaparecerá la visión, la idea de América Latina. 

     

    De allí que nosotros, en el caso de la Comunidad Andina -un grupo que dentro de la ALALC, de aquel movimiento, decidió aproximarse para celebrar su integración, con miras a favorecer la integración latinoamericana- vamos ahora y hemos sido precursores de la iniciativa para un acuerdo de asociación con MERCOSUR, de una convergencia.  Y ahora esto, dentro del marco político tan estupendo que ha brindado la oportunidad de la Cumbre de Brasil, se renueva y recoge todos estos elementos y le da una consistencia mayor.  

     

    Muchos pensamos que cada cual tiene que afirmar su propia institución, su propia constitución, su propio proceso de integración para no perder lo que se ha logrado, pero al mismo tiempo se debe ir convergiendo hacia adelante y entonces hacer, con el MERCOSUR, una América del Sur, pero no para encerrarse y aislarse del mundo, sino para contribuir mejor a avanzar hacia nuestra idea latinoamericana y eso, en la medida en que vamos, fatalmente, como destino, a un espacio económico hemisférico del cual ya México hace una parte directa en el Grupo de América del Norte. 

     

    Nuestra realidad va a exigir, más que nunca, que los latinos estemos unidos frente a ese  proceso que se viene encima. Muy pronto tendremos la Cumbre de Québec.  ¡Yo quisiera saber si en cuatro reuniones de funcionarios de nuestras Cancillerías se va a decidir lo que vamos a decir en la Cumbre de Québec! ¿Qué pasa en los papeles o qué país va a imponer su ideas  en esta nueva reunión de la Cumbre de las Américas? ¿Quién va a hacer algo consistente para el diálogo con la Unión Europea, que está jugando con un pedacito de nosotros, con un grupo de nosotros, cada uno con una diferenciación que viene de allá y que lo sitúan en una relación más de rivalidad que de complementaridad o de cooperación entre nosotros? ¿Quién va a preparar las discusiones, la cultura para enfrentar el sistema?  Los países andinos tienen un trabajo sobre ALCA bien importante.  ¿Por qué, por ejemplo, o dónde y cómo nosotros podemos recibir algún insumo útil de la experiencia mexicana sobre su negociación con la Unión Europea?.  Muchos dirán que eso está publicado en Internet, y tal vez así es, pero es escaso. ¿Dónde lo vamos a discutir para saber porqué ellos hicieron esto o aquello? ¿Por qué no nos transmitimos esta experiencia? ¿Dónde vamos a discutir esto?. 

     

    Hace no sé cuantos años nosotros teníamos, regularmente, un encuentro en donde venían importantes figuras norteamericanas de academias, del Consejo de Seguridad Nacional, y se reunía con gente nuestra, con cabezas nuestras, y hacíamos un ejercicio anual de relaciones Estados Unidos-América Latina. Allí también participaba Cuba.  Estaban todos.  Ese ejercicio daba una cultura sobre el tema y nosotros nos preparábamos mejor para entender las cosas.  Cuando salió la ley de comercio en los Estados Unidos, allí estuvimos nosotros reaccionando inmediatamente porque había una cultura sobre el tema.  En los intereses que eran esenciales y comunes a todos, en eso teníamos denominadores comunes. Entonces yo creo que ustedes tienen una gran responsabilidad, y el nivel que tengan ustedes en sus gobiernos no importa, lo que importa es la convicción que ustedes tengan en defender estas ideas ante sus gobiernos.  Yo le dije al Canciller de Brasil, después de la Cumbre Latinoamericana, que ahora teníamos que ir a rescatar al SELA, porque nuestros países no van a tener cómo encontrarse de nuevo, ni tendrán dónde encontrarse caribeños y latinos o hispanoparlantes.  ¿Dónde nos vamos a encontrar si no tenemos al SELA? ¿En la OEA? ¿Será la OEA un foro para discutir estas cosas? ¿Dónde nos vamos a encontrar con los centroamericanos? ¿Será que tenemos que ir a México, para vernos allá?.  ¿Con México, que es una esencia fundamental de América Latina, la presencia, nuestra primera frontera cultural dónde vamos a encontrarnos con México? ¿En qué esquema, si no hay el SELA? ¿A nivel de relaciones bilaterales o en un Grupo de Río que cada vez pierde más consistencia, sobre todo con estas cosas nuevas? ¿Por qué no terminamos de armar algo en serio los latinoamericanos y no seguir destruyendo las cosas buenas que hacemos?

     

    Cuando teníamos un SELA que iba boyante, con una presencia política cada vez mayor que le creamos, porque se creó un Consejo de Ministros de Relaciones Exteriores del SELA, que era la instancia política adecuada, paralelamente, la puñalada trapera del Grupo de Río nos quitó el piso. Se creó una instancia política y dejaron al SELA sin piso.  Todos destruimos lo que más amamos. Cobarde con un beso y valiente con una espada.  Aquí pasó.  Aquí pasó.

     

    ¿Porqué el Grupo de Río? Eso tiene una evolución muy divertida porque empezó con los famosos países disidentes, los grandes deudores que abandonan la posición latinoamericana de Quito y a partir de allí el grupo pierde su sentido, empiezan a buscar que hacer, les inventan aunque sea un apoyo al Contadora que es un ejemplo exitoso.  Entonces se crea un grupo de ocho, después pasa a once, y aparece una cosa que después se termina llamando Grupo de Río para no seguir hablando de los números, de cuántos eran.  Y con ese Grupo de Río se crea una cúpula política paralela a la institución que habíamos creado, que es la instancia de consulta y coordinación no obligante para nadie que se manejaba por consenso. ¿Cuál es el sentido de destruir ese foco, ese centro, ese “brain storm” que teníamos para ayudarnos a pensar, aunque pensáramos diferente, para que encontráramos también los puntos comunes que teníamos. Entonces allí vino ese proceso lamentable de caída.  Yo creo que en ese mundo plano en que vivimos ahora -y que quisiéramos que fuera multipolar pero que no lo es todavía- nosotros estamos como a la deriva, cada uno por sí mismo, ante ese espejismo, aprovechando la oportunidad, como se hizo con la deuda.  Cada vez que un país declaraba una moratoria, los demás aprovechaban para decir que ellos eran buenos y así conseguir unos mendrugos con los cuales ellos salían contentos, y al mismo tiempo todos íbamos perdiendo porque se deshacía la unidad.  Eso se relata muy genéricamente en mi presentación (en el libro del SELA).



    Entonces, yo creo que nosotros no podemos perder de ninguna forma esta dimensión.  Pero eso no se va a hacer por arte de magia. Eso tiene que tener una motivación política.   ¿Por qué no se transforma el Grupo de Río, y se abre aún más para darle cabida plena a los países del Caribe y el SELA pasa a ser una Secretaría Técnica que le de apoyo a las Pro Témpore, pero con densidad y con capacidad técnica?  Allítendríamos una cosa muyclara. Esto ya se planteó hace un tiempo y no se hizo, pero ahora tendría que hacerse de un modo institucionalizado.  Es decir, el Grupo de Río puede seguir siendo intergubernamental a nivel de Jefes de Estado, pero tenemos a los Cancilleres del SELA, esta sería la instancia previa, o serviría para ayudar hacer todas las consultas del caso, que para eso se creó el SELA.  ¿Toda la experiencia, todo el acervo que tiene el SELA se va a tirar por la borda por cuatro centavos que es lo que cuesta el SELA, por una visión miope?.

    Yo quiero decir, con toda franqueza, que mi recomendación es determinar con quien contamos y que los países que tengan verdadero interés empiecen, y los que quieran se vayan sumando después al carro latinoamericano, a esta vanguardia para ampliarlo de nuevo.  Oojalá lleguemos a ser los mismos.  Y los que no tienen interés que se queden en estado latente. Con reunir a tres o cuatro países es suficiente para empezar, para renovar la idea de América Latina, para darle un contenido nuevo a América Latina.  , Los que quieran se suman al carro, los que no, ya nos encontraremos en el camino, porque todo esto tiene sus idas y venidas. Yo soy partidario de esto porque me parece que hay que hacer un esfuerzo desesperado, todos los esfuerzos necesarios para que el SELA no desaparezca, para que el SELA entre en una ruta, en una vía clara de recuperación.  No se trata de grandes burocracias.  Yo creo incluso que si el presupuesto -que ya ha sido disminuido- que le han asignado a la Secretaría Permanente, lo pagaran, podría permitir tener un soporte técnico de muy buen nivel, una cierta capacidad de contratación que siempre se necesita.   Además siempre hay algunos fondos de cooperación que  pueden ayudar. f Yo le he dicho al Secretario Permanente que estoy dispuesto, cuando me convoquen, cuando convoquen a todos los organismos de integración, a venir de nuevo a reunirnos como hacíamos siempre, a coordinar.

    Yo no sé qué está pasando en el mercado centroamericano porque los veo de vez en cuando en Naciones Unidas. No sé, por ejemplo, de México, país que nos podría ayudar tanto en nuestras relaciones con Europa, dada la experiencia que ellos han tenido. Lo que están haciendo los países del MERCOSUR es una cosa relativamente difusa, porque uno ya tiene bastante con sus propias preocupaciones. Pero en el SELA tendríamos un sitio donde nos podríamos encontrar, donde podríamos renovar nuestros compromisos, establecer nuestras operaciones, es decir, estar informados y, de esa información, de  ese diálogo culto, obtener una experiencia compartida y hasta posiciones concertadas o cooperaciones posibles.  Yo no tocaría los estatutos del SELA, porque son perfectos así como están. 

    Un viejo amigo diplomático me decía que el SELA es un organismo de reserva.  Piénselo así.  Mantengamos esa opción de los Comités de Acción, de pueden volver a funcionar. Antes funcionaron en unos casos á y en otros no, pero algunos viven aún como instituciones útiles, como el caso de OLDEPESCA.  Ni hablar de lo que fue el CADESCA de Centroamérica, del esfuerzo gigantesco que se hizo allí y el tremendo trabajo de captación de recursos de cooperación que se montó a través de mecanismos y que ayudó, de manera efectiva, a América Central, hoy en día bastante ausente de estos parajes.  Entonces le propongo a mis colegas que hagamos un esfuerzo grande por lograr tres o cuatro voluntades y empezar denuevo.  No se trata de cobrarle cuentas a nadie del pasado, sino que se trata de que la gente tenga convicción, de que los gobiernos tengan la convicción de que es necesaria la participación. Si no tienen esa convicción, bueno, quédense por allí.  No hay nada que cobrar, no somos enemigos, seguimos siendo de la misma familia, pero lo que creo es que no se puede seguir con estoas indefiniciones trágicas que, en definitiva, están llevando a que la Iinstitución, poco a poco, vaya muriendo, vaya careciendo del apoyo necesario para funcionar.

    Hoy más que nunca, y justamente porque estamos trabajando a niveles subregionales en América Latina, porque estamos incluso construyendo una nueva gran subregión que es un subcontinente, que es América del Sur, porque tenemos la perspectiva siempre permanente de la integración latinoamericana, creo que no podemos abandonar.  Porque esa integración no solamente es económica, puede ser integración económica, pero es fundamentalmente cultural, social, política.  Por eso creo que nosotros, en definitiva, tenemos que salvar este esfuerzo, no perder esta extraordinaria experiencia, darle el mayor apoyo para sacarlo adelante.  Y como les dije eso depende, sobre todo, de que quienes están acá   puedan llevar a sus gobiernos este mensaje, un mensaje claro, si tienen la convicción. 

    Sólo así podremos empezar el camino para una recuperación.  Aún estamos a tiempo. Y tenemos por delante un desafío muy grande no soólo en la arquitectura del sistema financiero internacional, la nueva arquitectura financiera donde hay muchísimo que decir y donde un país o cuatro o cinco países no cuenstan, mientras que una región entera sí tiene un peso.  Es tan así, que si observan las últimas posiciones, luego de tantos fracasos y desgracias, del Fondo Monetario, observarán una apertura completamente distinta a la de hace algunos años.  El discurso del nuevo Director-Gerente del FMI asoma las instancias regionales, e incluso los fondos monetarios regionales como una cosa útil, como una concepción visión operativa para manejar con mucho más pragmatismo y menos ortodoxia y menos pontificado las relaciones de esta iInstitución con los demás países.  Lo mismo el Banco MundialMundial.   qQuieren cooperar regionalmente, saben que el esfuerzo regional es más productivo que el esfuerzo individudual y los recursos de cooperación son escasos.  Gracias.

     

     


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