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25 años del SELA: misión y perspectivas

Jaime Moncayo
Economista ecuatoriano. Fue Secretario Permanente del SELA entre 1975-1979.

Caracas, 17 de Octubre de 2000.

Indudablemente que para mi es motivo de particular emoción estar aquí, al conmemorarse los 25 años de la aprobación del Convenio de Panamá y de la elección de la que fui objeto como  primer Secretario Permanente del SELA.

 

Considero que es una ocasión ineludible para reflexionar sobre la perspectiva y el futuro del proceso latinoamericano de unidad, cooperación, integración, democracia, paz y mayor influencia de la región en el ámbito mundial.  Estimo que en cualquier balance que se haga de estos 25 años y que indudablemente da lugar a perspectivas distintas, a opiniones encontradas a veces, hay algunos elementos que creo que son de consenso, y uno de ellos es recordar y apreciar con satisfacción los grandes avances que ha habido en América Latina en cuanto a cooperación, a integración, a búsqueda de identidad.

 

Es indudable que en estos años, bien sea por el ámbito sub-regional, bilateral o de conjunto, la integración latinoamericana, la cooperación latinoamericana registra capítulos de gran trascendencia.  Nos demostramos también una capacidad de dejar atrás, de ir superando grandes obstáculos y antiguos conflictos, me complace destacar entre esos esfuerzos el Acuerdo de Paz entre el Ecuador y el Perú logrado con la colaboración de otros países latinoamericanos y respondiendo mas que todo a la voluntad de los dos pueblos.

 

Veo, por tanto, que este tono positivo de recuento de lo que ha sido capaz de hacer América Latina en materia de cooperación e integración y sobre lo que no voy a entrar en mayores detalles, es un punto de referencia muy importante para el futuro. 

 

Otro aspecto que yo creo que no podemos dejar de destacar son los avances de la región en la construcción de la democracia.  Una construcción trabajosa, compleja, llena de vicisitudespero que indudablemente responde a una clara definición de nuestros pueblos para que se construya una democracia efectiva que incluya la cooperación, la identificación entre todos los pueblos de América Latina.

 

Por otra parte, cuando analizamos u observamos la situación de la economía y de la sociedad de los países latinoamericanos, se aprecia en muchos ambientes un sentimiento de decepción.  A veces, hasta la sensación de fracaso.  Subsisten problemas críticos y de crisis en algunos países.  Y eso nos obliga, creo yo, en esta oportunidad y hacia el futuro a que esta reunión del Consejo Latinoamericano con motivo de los 25 años sirva para organizar, para reflexionar sobre las acciones, los lineamientos y las orientaciones para el futuro.  No solamente el futuro del SELA como organismo regional sino, por encima de todo, el futuro de la determinación política de nuestros pueblos y de nuestros países para consolidar la unidad, la integración y la cooperación.

 

En ese sentido yo quisiera señalar algunos puntos para la reflexión de ustedes.  En primer lugar, el que nos ha constatado claramente de que este proceso latinoamericano transcurre por diferentes ámbitos y en diferentes niveles, múltiples niveles.  No es un proceso centralizado ni orgánico, es un proceso en el cual los diferentes elementos tienen y han tenido una participación determinante.  Así vemos, por ejemplo, cómo el Grupo Andino pudo superar una crisis grande, salir adelante, vitalizarse y buscar un nuevo camino.  La creación del MERCOSUR fue asimismo una decisión notable y estamos ya viendo frutos de gran trascendencia.  En América Central, el proceso de pacificación, de integración, de afirmación ha sido también notable.   En el Caribe, que tomó la decisión histórica de incorporarse al SELA hace 25 años, con la clara identificación con América Latina, también han ocurrido eventos de gran trascendencia. 

 

Pero actualmente daría la impresión de que por las circunstancias del corto plazo, por las características del funcionamiento del sistema internacional, se puede pensar en una especie de fragmentación de América Latina.  Por un lado, MERCOSUR, por otro lado el Grupo Andino, Centroamérica, el Caribe.  En esas circunstancias, yo creo que el SELA cobra mayor relevancia que nunca ya que creo que es indiscutible para los intereses de nuestros pueblos, el tener un mecanismo, un instrumento, una instancia de carácter regional.

 

Hemos visto que lo regional no se contrapone con lo subregional ni con lo nacional.  Hemos visto que no depende de un trabajo estructurado, burocrático sino de la voluntad política que se pueda aplicar en el proceso latinoamericano.  En esas circunstancias, la primera afirmación que me atrevo a presentar con plena convicción, es que los objetivos y propósitos que fueron plasmados en el Convenio de Panamá tienen plena vigencia y actualidad.  Y si miramos los dos elementos fundamentales que dieron origen al SELA, creo que encontraremos pautas para las decisiones hacia el futuro.

 

En cuanto a la coordinación y consulta en las relaciones de América Latina con el resto del mundo, es incuestionable que el SELA registra experiencias de gran valía y que esa necesidad de coordinación, esa necesidad de acción conjunta latinoamericana en los foros mundiales, en las Naciones Unidas y ante temas de carácter internacional, se mantiene  totalmente vigente. 

 

Tenemos un orden económico internacional.  Se ha instaurado un nuevo orden, distinto de ese nuevo orden al que aspiraban nuestros países hace más de 25 años.  Tenemos desafíos, problemas, y circunstancias que yo creo que nos obligan, más que antes, a la coordinación, a la consulta y a la acción ante ese orden económico vigente.

 

Es incuestionable que en el plano de las finanzas, por ejemplo, en el plano del financiamiento externo, en el plano de los temas especializados, la necesidad de coordinación y de posiciones conjuntas es apremiante y necesaria.

 

El comercio ha organizado sus propios canales en la OMC, en los acuerdos subregionales, en los instrumentos multilaterales.  Pero hay una serie de otros temas en los que afortunadamente América Latina tiene la capacidad de ser pionera, de actuar conjuntamente, ya sea a través de los grupos latinoamericanos de representantes o ya sea mediante un mecanismo permanente, una actitud permanente de consulta y coordinación. 

 

En cuanto a la cooperación, otro elemento fundamental del SELA, tengo la sensación de que sería necesario que imprimamos a nuestro organismo una capacidad de contribuir eficazmente al mejoramiento de la calidad de nuestras democracias por la vía de ocuparse, de concertar, consultar, de aprender e intercambiar experiencias y organizar acciones y políticas, más que todo en las áreas del desarrollo social.  Yo creo que una de las deficiencias de nuestras democracias es que a veces el desarrollo social se queda como relegado, como de segundo plano de lo que queda de los ajustes, de las políticas de ajuste o de los apremios presupuestarios y políticos.  Yo creo que un elemento central para el mejoramiento de nuestras democracias, es poner al desarrollo social, el combate a la pobreza, la desigualdad, en un nivel de preocupación y de acción preeminente.  Creo que allí el papel del SELA como lugar de encuentro, como lugar de reflexión puede llevar, cuando menos, a que cada país se beneficie de conocer los éxitos de los otros, o los problemas de los otros, como elementos de apoyo para vitalizar el desarrollo social y como elemento para enriquecer la acción externa de nuestros países para el servicio de la educación, de la salud.  Esta puede ser un área de enorme trascendencia para el futuro de nuestros países, y donde el concepto de región se vaya afirmando cada vez más.

 

Por ejemplo, tengo la sensación de que en estos 25 años y gracias, en buena medida, a los avances que el SELA ha  podido propiciar y que los países a través del SELA o desde el SELA pudieron propiciar, ha producido que el mundo reconozca a América Latina como una región, como un conjunto, como una identidad y que por otro lado, a nivel internacional, se le trate a América Latina en esa condición.  De modo que el concepto de segregación me parece que ni siquiera responde a cómo nos miran desde afuera.

 

No quisiera extenderme más y aportar solamente tres o cuatro ideas adicionales.  Por una parte, el hacer notar que desde el incendio del local del SELA, y quizá desde antes aún, me da la sensación que nuestro organismo vive un período de transición, de crisis, y que necesita un relanzamiento, una renovación que coincide, por una parte, con el inicio del nuevo milenio con situaciones preocupantes y a la vez de gran perspectiva en América Latina, y que coincide con situaciones internacionales que le dan nuevas oportunidades.  Me refiero, por ejemplo, a los acontecimientos que están ocurriendo en América Latina en lo político, a la coincidencia de que habrá una nueva administración en los Estados Unidos a partir de enero del año próximo, a la situación que tiene la Unión Europea con respecto a su relacionamiento con nuestros países, y las negociaciones internacionales que han sido comprometidas y que están en curso, tales como el ALCA o como a las que tienen lugar en la OMC o a nivel internacional.

 

Mirando todo este panorama, más los cambios que se han producido en el mundo, yo creo que no sería nada complejo si hay la voluntad para definir una agenda regional para los próximos años.  Una agenda regional que incluya los dos elementos fundamentales del SELA: la coordinación hacia afuera y la cooperación entre nosotros.  Tengo la impresión de que el hacer esa agenda puede ser un esfuerzo permanente.  No se necesita hacer una agenda total, una agenda completa, se podrían definir los asuntos que más interesan a corto plazo y suscitar que esa agenda sea relacionada y sea tratada a nivel de los Ministros y que estos en su momento, lo antes posible, consideren la necesidad de una reunión presidencial latinoamericana.  Una reunión con esfuerzo político de participación y de conceptualización que le dé a América Latina las orientaciones de su futuro para los próximos diez o quince años. 

 

Como ciudadano latinoamericano independiente, me permito decir con mucho entusiasmo que sería sumamente importante que el Consejo Latinoamericano organice un esfuerzo para que nuestros países, nuestros ministros, nuestros  presidentes, se reúnan en este foro propio, reflexionen y tomen decisiones sobre la hoja de ruta de América Latina hacia el futuro de los próximos diez o quince años.

 

Por otro lado, es incuestionable que los mecanismos subregionales que tienen su propia vitalidad, sus propios elementos, ya no buscan la convergencia entre sí desde el punto de vista comercial.  Creo que lo que requieren ahora son elementos adicionales que enriquezcan los procesos de integración más allá de lo comercial, y que a la vez le den a América Latina mayor capacidad de negociación con los organismos de carácter mundial.  No podemos ignorar, por ejemplo, los rigores y los problemas del endeudamiento externo, del condicionamiento, del financiamiento internacional.  Pero, a la vez, tampoco podemos ignorar los avances que se han registrado en la región en materia de las principales cuestiones sociales de los derechos humanos y de la parte cualitativa de la democracia de la región.  Creo que allí hay también material que debería ser materia de consulta, de coordinación, de convergencia en América Latina. 

 

Significaría el recuperar para el SELA su papel de lugar de encuentro latinoamericano.  Su papel de foro regional de participación, de interés de cada cual por juntarse con los demás miembros de la familia para hablar de lo importante, para hablar de lo esencial y de lo que más  preocupa a nuestros países.

 

Si dejamos al SELA que se ocupe de cosas poco relevantes, obviamente que el interés va a reducirse.  Si dejamos al SELA que a veces tenga que actuar como ONG, dependiendo de la cooperación internacional para que los cooperantes sean los que terminen la agenda de trabajo, obviamente que no estamos aprovechando lo que es el Sistema Económico Latinoamericano. 

 

Finalmente, es incuestionable que el SELA surgió como una manifestación de soberanía latinoamericana, una demostración de la voluntad del esfuerzo propio de los latinoamericanos, de la confianza en su propio esfuerzo.  Por lo tanto, tengo la impresión de que hacia el futuro, la definición de una agenda para el SELA, la organización de un esfuerzo político de señalamiento de pautas y de orientaciones de la acción regional y el funcionamiento de la Secretaría y de los demás órganos del SELA, tienen que ser precisamente eso, una manifestación de la soberanía regional, de la voluntad de nuestros países y del deseo de reafirmar la confianza en el organismo propio.  En esa forma creo que comenzaríamos este nuevo milenio, no con el cuestionamiento, sino con una manifestación clara de que este conjunto de países rechaza la fragmentación, rechaza el enfrentamiento, está dispuesto a combinar esfuerzos y a combinar procesos de diferentes órdenes geográficos, y a tener una voz cada vez más respetable en el ámbito mundial.

 

Esa es mi contribución.  Agradezco muy sinceramente la oportunidad de estar acá en esta conmemoración, la que espero sirva para un relanzamiento de los viejos propósitos que son totalmente vigentes y permanentes.

 

Muchas gracias.

 

 


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