Titulo Informe Final de la XXVII Reunión Ordinaria
del Consejo Latinoamericano
CL/XXVII.O/DF
Caracas 8-10 de octubre de 2000

 

Autor Secretaría Permanente del SELA

 

  
ANEXO III

PANEL "LA INTEGRACIÓN REGIONAL Y EL ALCA"
9 de octubre de 2001

Estados Unidos en el mundo

Ponencia del Dr. Simón Alberto Consalvi,
Ex-Ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela

México en la integración económica:
la globalidad, el ámbito hemisférico y América Latina

Ponencia del Sr.  Jesús Puente Leyva,
Embajador de México en Venezuela

El ALCA y la integración de América Latina y el Caribe

Ponencia del Dr. Eric Calcagno,
Consultor Internacional


El ALCA y la integración de América Latina y el Caribe:
¿compatibilidad o contradicción?

Ponencia del Prof. Norman Girvan,
Secretario General de la Asociación de Estados del Caribe (AEC)


 Estados Unidos en el mundo

Ponencia del Dr. Simón Alberto Consalvi, ex ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela, en el Panel "La Integración Regional y el ALCA", realizado en el marco de la XXVII Reunión Ordinaria del Consejo Latinoamericano del SELA. Caracas 8-10 de octubre de 2001.

Antes de que el "siglo americano" terminara, los analistas de la política mundial apostaron a develar las incógnitas que pudiera guardar la Esfinge del siglo XXI. Sobre todo, quisieron vislumbrar el papel de los Estados Unidos en el mundo. Entre los más connotados magos del diagnóstico figuraron Zbigniew Brzezinski, Samuel Huntington y, quizás también, Henry Kissinger. Las piezas del rompecabezas de la política mundial en el siglo XXI prometían ser estas, según los signos de la realidad: Estados Unidos, China, la Unión Europea, Rusia, Japón, los países asiáticos, y, finalmente, América Latina, con sus perspectivas de integración. Los países árabes no figuraban en el tablero de esos diagnósticos.

Estados Unidos, sin duda alguna, será uno de los grandes protagonistas. No obstante, el siglo XXI (que, al parecer, comenzó el 11 de septiembre), advirtió que los diagnósticos o las predicciones estratégicas, generalmente ignoran los factores impredecibles de la realidad. Cuando Raymond Aron escribió su ensayo Los últimos años del siglo tuvo la sagacidad de registrar que, como ya estaba viejo, moriría antes de que nadie pudiera reclamarle sus probables equívocos.

Veamos, a manera de reflexión, las percepciones que se formulaban en torno al papel y las posibilidades de EEUU en siglo XXI. Eran contradictorias, como es natural. La unanimidad conspira siempre contra la fecundidad de la imaginación. Una tesis es sostenida por Mortimer Zuckerman (en "Foreign Affairs", Mayo-Junio, 1998), y la llamaremos la "tesis optimista". Zuckerman postula la tesis de "un segundo siglo norteamericano". Se basaba en hechos como éstos: a) la economía de los EEUU está en su 8º año de desarrollo sostenido, aventajando a Japón y Alemania. "La prosperidad norteamericana es estructural, no transitoria, dice Zuckerman, y su ventaja sobre Europa y Asia se ampliará con el tiempo". El analista terminaba con una afirmación casi desafiante: "Tuvimos el siglo XX. También tendremos el XXI".

Otro analista, el economista Paul Krugman, joven y ya famoso, sostiene una tesis diferente a la excesivamente optimista de Zuckerman. La llamaremos "la tesis prudente".

Krugman sostenía que "hace unos años ciertos "sabios" (o "pundits") estaban convencidos de que EEUU iba siendo dejado atrás por Europa y Asia, y debían emular sus más intervensionistas Estados para mantenerse competitivos". Ahora, según Krugman, es un lugar común sostener que EEUU es número UNO y que el resto del mundo debe adoptar sus políticas de laisser-faire. "En efecto, dice Krugman, ninguna de estas caricaturas es cierta". "Asia estaba floreciendo, ahora está marchitándose, pero regresará".

Para el economista de Harvard, persistirá la osificación europea. Pero lo que es importante es que mientras la economía de EE.UU. atravesaba un período de florecimiento sólido, nada fundamental había cambiado. La rata de crecimiento a largo plazo no se había acelerado, la productividad no se había elevado y la rata de desempleo estructural había disminuido sólo en 1%, cuando máximo. "Al venir la nueva recesión, todo este triunfalismo aparecerá muy tonto", concluía Krugman.

A la crisis asiática se interpretaba en EE.UU. como la victoria del estilo norteamericano, "the American style capitalism". Como la caída del muro de Berlín en 1989 fue interpretada como el triunfo de la "democracia liberal", la crisis asiática ha sido vista como el triunfo inevitable del modelo norteamericano, del "free market Capitalism". Otro analista, Donald Emmerson, pensaba que "sería extremadamente presuntuoso predecir que la crisis asiática indicaría que esos países van a adoptar el "camino norteamericano". La cuestión es mucho más compleja. Libertad política y gobiernos competentes son las claves del regreso de Asia a la prosperidad y no la adopción del "American way of business".

Sin embargo, antes de los años de desarrollo sostenido, en EE.UU. la percepción era otra: Zbigniew Brzezinski, en "Out of Control/Global Turmoil on the eve of the 21st Century", (1994) sostenía que EE.UU. "no podría ser ya más ni el policía global, ni el banquero global, ni el moralista global". Para Brzezinski el protagonista fundamental del siglo XXI no será un país o una potencia, sino un factor social: la desigualdad. No es un factor nuevo, ciertamente. Pero reaparecerá con mayor fuerza en un ambiente distinto.

Brzezinski, con lucidez, lo dijo así: "...la desigualdad fue tolerada porque los continentes estaban separados por inmensas distancias, caracterizados por culturas remotas o desconocidas entre sí, pero en un mundo que se ha convertido en más próximo y más íntimo, caracterizado por un despertar político masivo, la desigualdad se está haciendo intolerable". La demografía contará decisivamente en las complejidades de este factor: Dice Brzezinski: "El crecimiento demográfico global es altamente desigual. Afectará de modo especial las porciones más pobres de la humanidad. Así, mientras crece la población mundial, la desigualdad en la distribución de la riqueza será mucho más evidente".

China será otro de los grandes protagonistas del siglo XXI. Con una población de 1.200 millones de habitantes, con un desarrollo espectacular, China ha sido considerado por algunos analistas mundiales como la potencia emergente. El mismo Brzezinski considera al siglo XXI, como "el siglo de China", a diferencia de Mortimer Zukerman que lo considera "el otro siglo norteamericano". China y los antiguos países de la URSS, y en especial Rusia, son analizados dentro de un contexto realista. Se contrasta la evolución de ambos países: la solidez de China frente al caos económico de Rusia. Robert Kaplan ("Sometimes, Autocracy breeds Freedom", NYT, 28.VI.98) compara ambos procesos. China tiene un crecimiento económico de 8% en 1998, mientras a Rusia, por su pobreza se le comienza a llamar en Europa "la segunda cortina de hierro". Hay un evidente proceso de liberalización de la sociedad china, mientras el país progresa económicamente; alrededor de 10 millones de chinos han constituido empresas medianas.

El Presidente Jiang Zemin le dijo a Clinton que China había rescatado en los últimos años a 200 millones de chinos de la pobreza absoluta. De modo que todas las presiones sobre China para que imite a la antigua URSS son absolutamente negativas. China tiene su propio camino y será un protagonista de primera magnitud en el siglo XXI.

La Unión Europea será otro de los protagonistas, quizás pensando más en el bienestar de sus socios que en otros asuntos. Japón y los asiáticos estarán, asimismo, en el gran mapa, con los altos y bajos que son fatales a todas las economías. América Latina y sus diferentes esquemas de integración y desarrollo tienen un papel y un desafío dentro de ese contexto general.

La cuestión final radica en cómo van a jugar tan variados factores en este complejo ajedrez del siglo XXI. La globalización parte del evangelio del libre mercado, en sus formas más ortodoxas. Si bien las economías controladas por el Estado habían caído en sus propias crisis, y perecieron ante las tentaciones de la burocratización, las crisis periódicas del mercado constituyen una advertencia severa sobre la necesidad de fórmulas equilibradas. Ni intervencionismo absoluto ni abdicación.

Pero, quizás, convenga volver a Brzezinski, porque es la desigualdad el signo del siglo, y la desigualdad insurge con una fuerza antes no imaginada. Frente a este panorama, nos vemos obligados a revisar qué sucede con el ALCA y con su principal protagonista.

El otro rostro del ALCA


Además de la complejidad de las negociaciones y de las crisis económicas de los 34 países comprometidos en el proceso, la recesión en los Estados Unidos, las consecuencias de la competencia en la América del Sur y el Caribe, la incertidumbre y la desconfianza parecen imponerse, más como signos de la realidad que como discrepancia teórica. En conclusión, pienso que el proceso de integración tiene prioridades que no se deben desconocer. La consolidación de los esquemas subregionales CAN, MERCOSUR, etc. Y luego en conjunto América del Sur -con Estados Unidos en el ALCA.

La desigualdad la describe Mike Moore con otras palabras

Advertencias de Mike Moore, ante el Consejo General de la OMC, el 30 de julio, 2001.

"Sin embargo, estoy seguro de que hay en esta sala personas de calidad y visión, que conocen los costos de la falta de progresos, que saben cuál es el estado de la economía mundial y la función que puede desempeñar el sistema multilateral de comercio. Sabemos también que 3.000 millones de personas, la mitad de la población mundial, subsisten con menos de 2 dólares diarios. Esta cifra podría alcanzar los 4.000 millones en los próximos 25 años. La oportunidad de hacer algo al respecto está a nuestro alcance. Tenemos tiempo y debemos hacer uso de él. Cuando nos reunamos de nuevo, la pregunta será ¿Qué ha cambiado?"

La batalla de Robert Zoellick

El representante de Estados Unidos para el Comercio Internacional, Robert Zoellick, decidió dar un paso al frente luego de la catástrofe del 11 de septiembre. Tenía que atender dos retos urgentes, y no podía darle tiempo al tiempo, porque ambos, uno más que el otro, podría contagiarse del clima de incertidumbre y de pesimismo, más o menos bien fundado, de la situación económica mundial, en especial, de los Estados Unidos. El primero es la conferencia de la Organización Mundial de Comercio en Qatar, el 7 de noviembre, y la otra, quizás menos apremiante, el ALCA y el proceso de negociaciones hemisféricas. Junto a esos dos desafíos, y frente al compromiso de Estados Unidos, estaba, obviamente, la posición del congreso y su renuencia a otorgarle al Presidente Bush la autorización del "fast track" para negociar tratados comerciales.

Si el clima ha variado en Washington en cuanto a políticas exteriores, Robert Zoellick parece percibirlo como una oportunidad. En el Instituto de Economía Internacional, en Washington, a los pocos días de la tragedia, Zoellick dictó una amplia conferencia sobre comercio internacional y las ventajas que el intercambio le ofrece a su país, ilustrada con argumentos de variada naturaleza, y con cifras que tratan de ir más allá de la persuasión al Congreso, y a los innumerables adversarios del proceso de globalización que tienen sus cuarteles en los propios Estados Unidos, y, sobre todo, en las páginas Web de los sindicatos.

Para Robert Zoellick, "el sistema global de comercio ha demostrado que es la vía para resolver los problemas de la pobreza": Citó, junto a Bush, al ex Presidente Ernesto Zedillo de México: "Quienes se oponen al comercio, parecen extrañamente decididos a salvar al mundo en desarrollo del desarrollo". Al ir a las cifras, se remitió a un reciente estudio del Banco Mundial, que compara las economías de países en desarrollo que abrieron sus economías y los que rehusaron o no lo han emprendido. "El ingreso per cápita creció en los primeros en un 5% anual, en tanto los otros disminuyeron el suyo en 1%. El índice de pobreza absoluta, cayó en los países abiertos al proceso de manera absoluta en los últimos 20 años y el ingreso familiar creció con la economía"

Para dirigirse al Congreso, en particular , Zoellick señaló la paradoja de lo que ocurría en el mundo en materia de integración y negociaciones. Mientras Estados Unidos, dijo, se mantienen al margen, y la autoridad para negociar (Trade Promotion Authority) se mantiene congelada, ¿qué ocurre en el mundo? Zoellick ilustró la respuesta de esta manera: La Unión Europea ha suscrito 27 acuerdos bilaterales de libre comercio, 20 de los cuales fueron negociados en la década de los 90, y está negociando 15. Después de suscribir el NAFTA, México ha negociado 8 acuerdos de libre comercio con 32 países. Japón trabaja en un acuerdo con Singapur, y explora opciones con Canadá, Corea, México y Chile. Zoellick añadió estas cifras: en la actualidad están en vigencia 130 acuerdos de libre comercio, y Estados Unidos es parte sólo de dos. En el hemisferio occidental hay 30 acuerdos, y Estados Unidos pertenece sólo a uno, el NAFTA.

Las oportunidades que ofrecen estos acuerdos están cerradas para los comerciantes y trabajadores norteamericanos, dijo Zoellick, e invocó una anécdota más, y se refirió al caso de Chile. Expresó: "En 1994, el entonces Presiente de México, Ernesto Zedillo, el Primer Ministro Chretien, de Canadá, y el Presidente Clinton, dijeron, "vamos a negociar un acuerdo de libre comercio con Chile". Lo hizo México, lo hizo Canadá, Estados Unidos no lo hizo": A esto añadió las consecuencias negativas para Estados Unidos, bien señaladas con ejemplos. "Lo que otros están haciendo sin nosotros, dijo casi sombríamente Mr. Zoellick, determinarán las reglas del futuro en materia de comercio, sanidad (stardards fitosanitarios para la agricultura), manufacturas, nuevas tecnologías, sistemas de comunicaciones, propiedad intelectual, acuerdos aduanales, servicios, altas tecnologías, y nuevas redes de negocios". Un crítico del unilateralismo no habría hablado con la elocuencia y el conocimiento del Representante Comercial de Estados Unidos.

Para los críticos de la globalización como dominio de las grandes corporaciones, Zoellick apeló a otros datos, no menos elocuentes: se refirió a los pequeños negocios de Estados Unidos, y a lo que significan. Dijo que generaban el 50% de PIB y creaban el 75% de los nuevos empleos. Para ellos el comercio es cada vez más importante. El 97% de las empresas exportadoras de EE.UU. tienen menos de 500 empleados, y 60% de los exportadores tienen menos de 20 empleados. 29% del total de las exportaciones las llevan a cabo los pequeños empresarios. De las exportaciones a América del Sur y Central, 40% corresponde a esas empresas. El índice de pequeños exportadores a China creció en 167% entre 1992 y 1998, y el valor de sus exportaciones creció en 84%. Evidentemente, Zoellick respondía a los sindicatos de la poderosa AFL-CIO que tienen una campaña intransigente contra el libre comercio.

El representante comercial es optimista en cuanto a las posibilidades de que el Presidente Bush logre este otoño la autoridad para negociar por parte del Congreso. Antes se le llamaba "fast track", ahora Trade Promotion Authority. El momento parece propicio. Roberto Zoellick no se rinde. Su conferencia ante el Instituto Internacional de Economía es una lección de cómo el unilateralismo puede dejar atrás a los Estados Unidos, contra la percepción quizás equívoca que reina en el mundo. Una cuestión es critica: los subsidios a la agricultura que ahora también encontrarán sus justificaciones en una economía en recesión.

El Congreso tiene la palabra

El 13 de junio de 2001, el congresista Phil Crane (republicano, de Illinois), introdujo un proyecto de ley ante la Cámara de Representantes, mediante el cual se le concedería al Presidente de los Estados Unidos la autoridad equivalente a lo que antes se llamó "fast track" y, ahora, Trade Promotion Authority (TPA). Con ese motivo, el Embajador Robert Zoellick, Representante de Estados Unidos para el Comercio, o, United States Trade Representative, (todo suena mejor en inglés en asuntos de negocios), declaró: "La expansión del comercio beneficia a los consumidores, a los agricultores, a los trabajadores y a los hombres de negocios. Los mercados abiertos promueven también la libertad económica y la libertad política alrededor del mundo".

Desde 1994, el Ejecutivo no ha contado con la autoridad necesaria para negociar acuerdos críticos. Entre tanto, nuestros socios comerciales han avanzado, suscribiendo numerosos acuerdos, poniendo a los exportadores de Estados Unidos en desventaja competitiva, bloqueándole a los norteamericanos oportunidades y alternativas. La autorización (TPA) es necesaria para fortalecer el brazo de Estados Unidos en la mesa de negociaciones. El Presidente debe tener la facultad de firmar buenos acuerdos comerciales que amplíen el acceso de Estados Unidos a los mercados de ultramar". También, añadió el Embajador Zoellick, la autorización proveerá el marco adecuado para las consultas con el Congreso en los momentos claves de las negociaciones": Era quizás una manera de prometerle al Congreso que la ATP no significaba que el Ejecutivo actuaría solo, y los parlamentarios podían contar con las consultas más frecuentes posibles.

Sin embargo, en Washington: "Cuatro más Uno"


La última semana de septiembre, Estados Unidos intentó darle al proceso de integración hemisférica un cierto impulso, quizás en un gesto fatalmente relacionado con los ataques terroristas del 11 de septiembre, y los efectos negativos que pudieran desencadenar en el mundo, y de modo especial en las relaciones Estados Unidos-América del Sur. La incertidumbre, con todo, persiste, pero en suma, Estados Unidos tomó decisiones que es preciso registrar, más allá de lo que pudiera suponerse como gesto simbólico.

En Washington se llevó a cabo una reunión del grupo llamado "Cuatro más Uno", o sea, los países de MERCOSUR y Estados Unidos. Otra reunión con iguales propósitos tuvo lugar, paralelamente, en Nicaragua, a la cual asistieron los cinco países de la América Central. (Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua) que, en conjunto han expresado su interés en el libre comercio con los Estados Unidos. También en Managua se convocó el Comité de Negociaciones Comerciales del ALCA, con asistencia de los viceministros de los 34 países participantes.

En Washington, el Representante Comercial, Robert Zoellick, se reunió con los ministros de MERCOSUR que tienen la responsabilidad del comercio y de las relaciones exteriores de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. El tema fue el proceso de integración, las perspectivas del ALCA, los problemas económicos de los países del Cono Sur y las consecuencias de la situación económica mundial. A los ministros de MERCOSUR, le dijo el Embajador Zoellick: "El Presidente Bush ha dejado en claro que la promoción del comercio y los mercados abiertos es esencial para el liderazgo estadounidense. El comercio es la fuerza motriz de la libertad económica, la prosperidad y la esperanza en el Hemisferio Occidental y en el mundo entero. Me complace que a los pocos días del 11 de septiembre podamos mantenernos unidos con dos grupos de naciones latinoamericanas para promover nuestro compromiso común a la apertura mediante la mayor liberalización comercial".

El Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Enrique Iglesias, se unió a los ministros del grupo "Cuatro Más Uno" para una conferencia de prensa después de la reunión. Según Iglesias, "en la medida en que los debates del "Cuatro Más Uno" permitan a las partes profundizar su entendimiento mutuo de los asuntos comerciales, serán beneficiosos no sólo para las relaciones bilaterales sino también, dadas su dimensión e importancia, para el fortalecimiento de las iniciativas hemisféricas y mundiales":

En la reunión de ministros del "Cuatro Más Uno" dos temas dominaron las conversaciones de los ministros: el progreso continuo con respecto al Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), y la importancia de emprender una nueva ronda de negociaciones comerciales en la reunión de la Organización Mundial de Comercio (OMC), el mes de noviembre en Qatar. Los ministros convinieron en temas específicos sobre un programa de trabajo y un cronograma de reuniones futuras de gobierno a gobierno. En una declaración conjunta reafirmaron "su compromiso con la promoción de un ambiente abierto para el comercio y las inversiones entre los cinco países, y el papel importante que desempeña el comercio en el fomento del crecimiento y del desarrollo económicos":

MERCOSUR es el acuerdo de comercio preferencial más amplio en América del Sur. Los ministros del "Cuatro más Uno" anunciaron que darían nuevo ímpetu al Consejo de Comercio e Inversión establecido por el Acuerdo del Jardín de las Rosas. Según las conclusiones de la reunión de Washington: "El Consejo llevará adelante un programa de trabajo diseñado para conseguir el objetivo común de libre comercio y, en el plazo inmediato, explorar las vías para contribuir al crecimiento económico y su sostenibilidad a través de un mejor acceso al mercado. Se han establecido grupos de trabajo dentro del Consejo en las áreas de comercio agrícola, comercio industrial, desarrollo de las inversiones y comercio electrónico":

Como quiera que los ministros extendieron sus convenios más allá del proceso de integración hemisférica, acordaron que representantes especiales de los cinco países revisen las perspectivas de la conferencia de la OMC, antes de noviembre. Paralelamente, tratarán de profundizar las relaciones comerciales en áreas específicas entre los del Sur y Estados Unidos. En representación de los cuatro países estuvieron en Washington, el Ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, Adalberto Rodríguez Giavarini; el Ministro de Relaciones Exteriores del Brasil, Celso Lafer; el Ministro de Relaciones Exteriores de Paraguay, José Antonio Moreno Ruffinelli, y el Ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay, Dr. Didier Opertti.


El ALCA y la integración de América latina y el Caribe

Ponencia del Dr. Eric Calcagno, consultor internacional, en el Panel "La Integración Regional y el ALCA", realizado en el marco de la XXVII Reunión Ordinaria del Consejo Latinoamericano del SELA. Caracas 8-10 de octubre de 2001.

                           

Naturaleza del problema

Ya se perfilan los rasgos del orden mundial del siglo XXI. Los hechos parecen indicar que Estados Unidos conservará el predominio que tiene, pero en el contexto de un escenario multipolar. Allí gravitarán la Unión Europea, Japón, China, Rusia, India, los países árabe-musulmanes. Cada uno de ellos hará valer su carácter, sus recursos, su voluntad política. ¿Cuál será la posición de América Latina y el Caribe?

La solución depende de tres líneas fundamentales. La primera es de carácter histórico. Aquí entra a jugar el papel de América Latina y el Caribe. No tanto por las definiciones de tipo "destino manifiesto" y "marcha al oeste" de Estados Unidos, que lo consolidaron primero como nación y luego como eje de integración en Norteamérica, sino que nuestra realidad como entidad política latinoamericana y caribeña futura es más bien la tensión entre dos opciones.

La primera opción tiende a la independencia e integración regional, cuya primera manifestación fue el Congreso de Panamá convocado por Bolívar en 1826. La otra posibilidad es aceptar la órbita hegemonizada por Estados Unidos, cuyos intentos remontan a la Primera Conferencia de la Unión Panamericana de 1889 y se mantienen con persistencia e intensidad hasta hoy.

La segunda línea fundamental es política. Constituye una disyuntiva ligada a nuestra independencia nacional, al tipo de países que seremos, frente a la realidad de naciones subordinadas con sociedades injustas. Así, entre el desafío político y la inacción, no sabemos si en el futuro de la integración latinoamericana y caribeña prevalecerán los negocios o la política; en qué grado el eje será el arancel cero o el desarrollo nacional. Por supuesto, no se trata de alternativas excluyentes; pero en general predomina uno de los términos.

La política regional puede articular tanto una integración plena con organismos con potestades y recursos que le permitan ejecutar políticas fuertes, como limitarla al plano comercial y de los negocios. Esta decisión determinará en gran medida qué pasará con los desafíos ligados a la integración: regiones atrasadas, proyectos de infraestructura regional, emprendimientos conjuntos, institucionalización de la integración y, acaso, generación de soberanía supranacional. Como veremos, existe una base concreta para avanzar en la integración; pero es un camino recién empezado. Todo queda por hacer: es un "modelo para armar".

Creo que lo que se decidirá en los próximos años excede a la mayor o menor prosperidad -o pobreza- que pueda tenerse con la pertenencia a uno u otro esquema de integración. Lo que estará en juego es si los países latinoamericanos y caribeños subsistirán como naciones que ejerzan su soberanía. Esta opción se visualiza con claridad en la alternativa entre Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) o MERCOSUR, Comunidad Andina, Mercado Común Centroamericano, CARICOM, Asociación de Estados del Caribe, que supera lo económico y tiene un claro significado político. La primera diferencia que existe se refiere a las relaciones de poder: es muy diferente una integración entre iguales o una unión del más poderoso con un débil.

La tercera línea es económica y se refiere a la estructura productiva. Para que una nación gravite en el contexto internacional y su población acceda a niveles altos de bienestar, es fundamental que la jerarquía de su sistema productivo sea elevada. No es lo mismo un país esencialmente agrícola o minero, que vive de la venta de sus materias primas y su mano de obra barata, que otro que ha llegado a altos niveles de productividad, con mayor crecimiento, con un mercado interno poderoso y menos vulnerabilidad externa, que genere empleo calificado y que exporte más valor agregado que materias primas.

Para llegar a este objetivo, se debe consolidar un mercado nacional y regional amplio y una capacidad de oferta diversificada; en otras palabras, poseer empleos de buena calidad y llegar a una distribución del ingreso que desarrolle ese mercado, lo cual implica la provisión nacional y regional de insumos y servicios necesarios para la producción.

Para Argentina y Brasil esta es la única alternativa de desarrollo sustentable. Otros países pueden especializarse con más éxito en exportaciones de materias primas o en la maquila, aunque seguirán siendo muy vulnerables a los avatares de los precios de las materias primas y del nivel de actividad de Estados Unidos. Pero en todos los casos -repito-, tanto en los países más industrializados de la región como en aquellos que lo están en un grado menor, es fundamental aumentar la jerarquía de su aparato productivo.

Pues bien, por el lado de las exportaciones sudamericanas, el 55,4% de las manufacturas "nuevas" de origen industrial (las de mayor complejidad tecnológica, como bienes de capital, material de transporte y productos farmacéuticos) se exportan a la misma Sudamérica, el 20,6% a Estados Unidos y el 11,6% a la Unión Europea.

El 75% de las exportaciones a Estados Unidos consisten en materias primas, manufacturas de origen agropecuario e insumos básicos; ese porcentaje se eleva al 85% en el caso de la Unión Europea. Con respecto a las importaciones desde Estados Unidos, el 67% son manufacturas; ese porcentaje es del 72% para la Unión Europea. Repetimos así el esquema colonial clásico.

Queda demostrado lo obvio: nuestros intercambios con los países centrales se realizan entre sectores económicos (por ejemplo, Sudamérica exporta productos primarios e importa manufacturas), mientras que entre los países de nuestra región el comercio es entre ramas de los mismos sectores.

Argentina vende oleaginosas, carne y cereales a Europa, y Venezuela petróleo a Estados Unidos; desde los países desarrollados, ambos importan manufacturas. Pero Argentina y Brasil, por ejemplo, tienen un comercio recíproco de autopartes y vehículos terminados, que les permite desarrollar una capacidad de exportación hacia fuera del propio MERCOSUR. Es otra situación en términos de valor agregado y de manejo de tecnología.

El problema no son sólo las exportaciones sino también las importaciones: con el arancel cero del ALCA, las manufacturas estadounidenses barrerán del mercado sudamericano a los productos nacionales. Se terminarán así nuestras veleidades industrializadoras y volveremos al redil de los productores de materias primas y mano de obra barata, a excepción de las actividades que las empresas transnacionales consideren que cuesta menos desarrollarlas en América Latina y el Caribe.

Creo que este es un punto fundamental y deberá ser materia de discusión entre los países latinoamericanos y caribeños. Hace medio siglo, cuando era una herejía económica sostener que los países pobres debían industrializarse, la CEPAL fundamentó de modo irrefutable esta tesis.

Ahora se replantea el tema, ya que puede existir una diferencia de intereses según el grado de industrialización al que haya llegado cada país. Para los menos industrializados, lo importante es el acceso que tengan al mercado de Estados Unidos sus exportaciones con poco valor agregado; piénsese cómo cambia el panorama de un país con producciones primarias o con poco procesamiento, si puede entrar al mercado de Estados Unidos.

Pero también está el interés legítimo de los países más desarrollados de la región, para los cuales pasa a primer plano el desarrollo de su industria, cuya expansión está vinculada al mercado regional, pero que no aguanta el arancel cero con Estados Unidos. En la negociación deberán resguardarse ambos intereses, de tal modo que los países más avanzados expandan su industrialización y los menos desarrollados accedan a ella.

La agenda de la discusión


La discusión sobre el ALCA está abierta y existen varias agendas. La primera es la que propone Estados Unidos, que es elemental y lógica en la defensa de su interés nacional.

El primer punto se refiere a la eliminación de las tarifas comerciales; los productos de procedencia de Estados Unidos deberán tener libre acceso y estar a salvo de restricciones arancelarias y no arancelarias, como las que imponen a terceros países los esquemas de integración regional.

El segundo requerimiento atañe al acceso irrestricto a las licitaciones y contratos de abastecimiento del sector público, con lo cual se abre un importante mercado para los productos estadounidenses.

La tercera restricción concierne al control de la propiedad intelectual; en particular, a la vigencia y exclusividad de las patentes de empresas transnacionales; un ejemplo típico de este punto es la presión constante del gobierno de Estados Unidos para que se otorgue exclusividad a las patentes de sus empresas, lo cual es importante sobre todo en la industria farmacéutica. Otra reivindicación es la remoción de cualquier restricción a la entrada de sus empresas al sector de servicios (inclusive financieros). Este es el tratamiento que propone Estados Unidos; pero su conducta al respecto no se ajusta a su posición teórica y contradice lo que solicita a los demás.

En primer lugar, restringe la transferencia de tecnologías de punta. Sea porque se trate de emprendimientos militares, porque quiera tenerse el monopolio de las innovaciones o porque se pretende mantener la rentabilidad de tecnologías ya superadas, Estados Unidos sólo transfiere la tecnología que le interesa desde el punto de vista comercial. De tal modo, esas transferencias, que podrían ser fundamentales para el desarrollo económico y tecnológico de los países, están sujetas a las mayores restricciones.

En segundo lugar, Estados Unidos protege su agricultura. Antes el eje eran los pagos para que los agricultores se abstuvieran de producir; ahora son los subsidios. Para que se advierta su magnitud y progresión, basta con señalar que los subsidios agrícolas se triplicaron en 10 años, de 9.300 millones en 1990 a 32.000 millones de dólares en 2000. De tal modo, más de la mitad de la renta líquida de los agricultores tiene origen en subsidios del gobierno. Ello configura una práctica desleal desde el punto de vista del libre comercio y no sólo afecta la entrada de productos agrícolas al mercado estadounidense, sino que significa una competencia desleal en terceros mercados.

Así llegamos a las negociaciones del ALCA. América Latina y el Caribe ya están acostumbrados: en cualquier negociación gana el más fuerte, que es Estados Unidos. Tal es la experiencia histórica. Sin embargo, el caso del ALCA es atípico. Estados Unidos podrá ejercer toda su influencia y alinear a su lado a casi todos los países de la región; pero si Brasil y Venezuela no entran, no hay ALCA. Entre los dos totalizan el 42% del producto interno bruto de América Latina y el Caribe y si se suma la Argentina, se llega al 56% . ¿Qué área de libre comercio puede hacerse con el resto de los países, que no llegan a sumar la mitad del producto regional?

De tal modo, Brasil y Venezuela (y acaso Argentina) tienen un poder implícito de veto. Repito: sin ellos, no hay ALCA. Por eso, se puede negociar fuerte. Este hecho fue señalado por el canciller de Brasil Celso Lafer, quien afirmó que "el poder en el ámbito del comercio es el tamaño del mercado propio. En ese contexto, tenemos recursos de poder. Una acción conjunta es siempre mejor, pero no le temo al aislamiento, si eso es necesario para defender los intereses nacionales".

En toda negociación, lo primero es decidir quiénes y cómo intervienen; lo segundo, qué se discute.

Es fundamental que todos los países de América Latina y el Caribe participen en bloque. Además, al mismo tiempo que se negocia con Estados Unidos también deberían discutirse temas análogos con la Unión Europea.

En cuanto a la agenda, deben plantearse la difusión de tecnologías de punta y las medidas antidumping, en especial la supresión de los subsidios que otorga Estados Unidos a sus agricultores. Un tema fundamental es la defensa de la industria latinoamericana, en especial la de mayor complejidad, que de otro modo desaparecería.

No puede olvidarse que la industria latinoamericana está sometida a problemas que no tienen las de los países desarrollados, como es el escaso acceso al crédito (que es además caro), la menor protección contra el contrabando y los presuntos dumpings, la menor disposición de un mercado interno fuerte y con menos altibajos, gracias a la redistribución del ingreso y al gasto público mucho más elevado en los países desarrollados.

Es decir, no se trata de pedir protección sin ningún compromiso de las empresas en términos de desempeño, inversión y empleo, sino hacer posible que éstas sobrevivan y se desarrollen, pese a contar con un marco mucho más desfavorable que el de sus competidoras del norte.

Este temario choca con el de Estados Unidos: eliminación de tarifas comerciales, acceso a contratos del sector público, patentes y libre entrada al sector de servicios. Aquí es donde los países de América Latina y el Caribe deben hacer valer su poder de veto implícito.

Futuros posibles


Veamos cuál será el panorama internacional probable y qué función podrían tener América Latina y el Caribe. Si no ocurriera una alteración sustancial de la actual situación, en el siglo XXI podrían existir dos formas de distribución del poder mundial.

La primera consiste en la hegemonía única de Estados Unidos, con todos los demás países subordinados (en diferente grado según su importancia relativa).

La segunda hipótesis es la de multipolaridad; en este caso, si bien es probable que Estados Unidos continúe siendo la mayor potencia, habrá otras que -como señalé al principio- participarán de un sistema mundial más complejo: la Unión Europea, China, Rusia, India, Japón, países musulmanes, cada uno enraizado en su estilo de civilización. En ambos casos es importante la constitución de una América Latina y el Caribe integrados, sea para negociar mejor con la potencia hegemónica o para convertirse en uno de los grandes bloques mundiales. Esta última alternativa nos daría un margen de acción mucho más amplio.

En el inicio de todo proceso histórico se vislumbra una realidad futura. Imaginemos la hipótesis "independentista", de aquí a veinte años. En lo político, América Latina y el Caribe sería uno de los bloques que participarían en la elaboración de las decisiones mundiales. Formaría parte del G-7 ampliado y tendría su asiento en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Sus Estados nacionales ejercerían una soberanía compartida sobre emprendimientos regionales (tecnología, infraestructura, transporte, comunicaciones, energía).

En lo económico, existiría un mercado común con elevado grado de industrialización obtenido sobre la base del abastecimiento a los mercados internos de los países latinoamericanos y del Caribe (lo cual a su vez permitiría un aumento extraordinario de las exportaciones). En lo tecnológico y cultural, la vinculación y el trabajo en común entre los países haría posible acceder a otro nivel de excelencia.

En el extremo opuesto, ¿qué podría ocurrir con el modelo neoliberal y la integración con Estados Unidos? Dentro de veinte años, se mantendría el esquema básico de funcionamiento de la economía y la sociedad. Los resultados ya los conocemos. Seguiríamos siendo exportadores de productos básicos y procesadores de manufacturas elementales o de maquila. La generación de empleos seguirá siendo insuficiente en cantidad y calidad y se acentuará la estratificación social.

Sin embargo, lo importante para los acreedores externos estaría a salvo: los intereses de la deuda se seguirían cobrando. Las excepciones serían las implantaciones de empresas transnacionales que produzcan con alta tecnología y poca ocupación de mano de obra.

Lo fundamental: fortalecer los procesos de integración de América Latina y el Caribe

No parece correcto ni pertinente poner a la integración latinoamericana y caribeña frente a un antagonismo del estilo "política o negocios". No se trata de eso. Cualquier proyecto de integración regional comprende una dimensión política, que fija sus alcances, objetivos y límites, así como una fuerte dimensión económica, donde encontramos la coordinación de políticas, la esfera industrial y los flujos comerciales y financieros. Esta faz económica es la dimensión operativa del proyecto político.

En las actuales circunstancias y en esta etapa de las tratativas del ALCA, a mi juicio, es indispensable la ampliación y consolidación del proceso de integración latinoamericano y del Caribe. Es la mejor forma de crear poder para encarar las negociaciones.

En primer lugar, es necesario que se fortalezcan los esquemas de integración subregional y que exista un proceso de convergencia entre ellos. Si América Latina y el Caribe habla con una sola voz, será más escuchada.

La segunda expansión es la de la industria. Con el mercado subregional extendido, existe la posibilidad de lanzarse a varios tipos de industrialización: de alta tecnología, pesada y sustitutiva de importaciones. Sólo la industria puede llevar a los países a altos grados de desarrollo. Es cierto que los países desarrollados tienen un sector importantísimo de servicios; pero antes tuvieron industria, la conservan, defienden y amplían. Además, son servicios de alta productividad, mientras que los nuestros suelen ser desocupación disfrazada.

La tercera ampliación es la de las políticas comunes. Existe un extenso campo de acción, en todos los ámbitos. No sólo incluye el ámbito comercial, sino también los posibles acuerdos sobre infraestructura, industria, comunicaciones, tecnología, cultura, educación. Debería impulsarse el cumplimiento de la agenda convenida en la reunión de Presidentes de Brasilia de agosto de 2000.

La cuarta acción común debe ser la coordinación de la defensa sudamericana. El Plan Colombia y la guerra contra el terrorismo, ponen de manifiesto la necesidad de preservar la independencia nacional de los países. De hecho, es coherente la defensa de industrias y mercados junto con los territorios y el orden legítimo, la viabiliza y le otorga una dinámica eficiente.

La irrupción en el plano internacional de un grupo latinoamericano y del Caribe coherente le otorgaría un poder de negociación ahora inexistente. Sobre todo, restituiría a cada país su independencia en un haz común: América Latina y el Caribe. Esta tesis no es original, remonta a los primeros interrogantes que tuvieron nuestros ancestros en el momento de optar por la libertad hace ya casi dos siglos.



El ALCA y la integración de América Latina y el Caribe:
¿compatibilidad o contradicción?


Ponencia del Profesor Norman Girvan, Secretario General de la Asociación de Estados del Caribe , (AEC ) en el Panel "La Integración Regional y el ALCA", realizado en el marco de la XXVII Reunión Ordinaria del Consejo Latinoamericano del SELA. Caracas 8-10 de octubre de 2001.


Comencemos suponiendo que el objetivo máximo de todo esquema de integración hemisférica sea la promoción del desarrollo humano equitativo y sostenible. Una consecuencia que de esto se deriva es que la forma de integración hemisférica debe tomar en cuenta, en toda su magnitud, las amplias diferencias existentes entre los países en cuanto a dimensiones, dotación de recursos y niveles de desarrollo. Estas disparidades conducen a profundas desigualdades en la capacidad competitiva de las economías y, por ende, en su capacidad para obtener beneficios de la integración de los mercados.

En específico, se discute el hecho de que la forma de integración debe (i) ofrecer oportunidades para un desarrollo acelerado de los países y regiones menos desarrolladas (incluyendo las regiones dentro de los países), (ii) abordar las vulnerabilidades de los países más pequeños, las cuales se derivan de sus dimensiones reducidas, e (iii) incluir mecanismos de compensación para los "perdedores" como consecuencia de la integración del mercado, como son el seguro social, programas de re-entrenamiento del trabajo y esquemas de crédito para la reconversión industrial. Una de las razones para el récord relativamente bueno de la Unión Europea hasta ahora, son las providencias que se han tomado para los países y regiones menos desarrolladas, así como también con respecto a la seguridad social y otros mecanismos de compensación.

Una característica significativa del ALCA, hasta el momento, es la ausencia de disposiciones para este tipo de oportunidades y mecanismos. El Borrador del Tratado, que contiene 9 capítulos que se desarrollan en 438 páginas2, solamente cubre las normas para la integración del mercado y los derechos afines de propiedad intelectual y de capital. Aunque la Declaración Ministerial y la Declaración de la Cumbre de Québec prometen tomar en cuenta las diferencias en tamaño y niveles de desarrollo, en la práctica estas providencias tiene que ser negociadas caso por caso en cada una de las nueve disciplinas. Los temas involucrados son vastos y complejos desde el punto de vista técnico, y sólo los países más grandes y más desarrollados pueden desplegar equipos de negociación con el rango y la experiencia necesarias para llevar adelante sus intereses en todas las disciplinas. Dada la escasez de recursos humanos en las economías pequeñas, que es precisamente una de las consecuencias de las pequeñas dimensiones en tamaño y del bajo nivel de desarrollo, la necesidad de negociar caso por caso en cada una de las 9 disciplinas es quizás algo similar a asegurarle a una persona que está sufriendo por la pobreza, que puede tener toda la comida que desee siempre y cuando la pague.

Una reunión celebrada recientemente entre las Secretarías de la AEC, SELA, SIECA, MNR CARICOM, CAN, CEPAL y la OECO llegó a un acuerdo sobre una serie de principios definidos para un Tratamiento Especial y Diferenciado para las Economías más Pequeñas en el ALCA, que serán propuestos como lineamientos para la negociación de las 9 disciplinas (ACS 2001). No obstante, llevar estos principios a posiciones negociadoras específicas y detalladas representará un reto enorme para estos países.

Además, el Borrador del ALCA no toma providencia alguna para la seguridad social o mecanismos de compensación sociales y económicos que se hacen necesarios ante los resultados negativos que ocasiona la integración del mercado. La Cumbre de Québec hizo una gran cantidad de promesas referidas a la esfera social, pero estas no se vieron acompañadas por compromisos financieros firmes y que haya que cumplir para una agenda social, a lo que se suma que los mecanismos de aplicación fueron débiles. Mayor importancia reviste el hecho de que la agenda social y los mecanismos de compensación no forman parte en modo alguno de las negociaciones del ALCA, sino que son independientes del Acuerdo. Es decir, que el no abordar la agenda social no retrasará ipso facto el calendario para la culminación de las negociaciones y la entrada en vigor del ALCA a fines del 2005. La disponibilidad de fondos para la agenda social estará ahora aún más en duda, como resultado de la recesión norteamericana y los costos de la recuperación y la acción militar tras los sucesos acaecidos el 11 de septiembre.

La perspectiva a corto plazo del ALCA tiene que ser, por lo tanto, la "integración de mercado de desigualdades, sobre la base de una igualdad asumida, donde uno de los resultados más probables es una mayor desigualdad". Además de la exclusión de Cuba de las negociaciones, todo esto hace que el ALCA se presente muy problemática como base "ideal" para una integración de América Latina y el Caribe.

Esta nota propone un patrón alternativo a la integración de América Latina y el Caribe que es aglutinador, tanto en cuanto a membresía (es decir, todos los países de la región de América Latina y el Caribe), como en alcance (es decir, abordar las inquietudes sociales y medioambientales y las económicas). Antes de pasar a ello, sería bueno presentar algunas evidencias sobre las diferencias que se manifiestan en el hemisferio en cuanto a tamaño y niveles de desarrollo y las implicaciones que esto implica.

Gutiérrez (1996), desarrolló un índice para mostrar la variación en dimensiones y dotación de recursos entre los países que participan en el ALCA. El tamaño se mide por la población y el superficie que cubre, la fuente de recursos por el PNB en dólares PPP (una representación para el capital físico) y un Índice de Desarrollo Humano (una representación para el capital humano). El indicador se conoce como el índice PSPH, según las siglas en español de las cuatro iniciales de sus cuatro variables: Población, Superficie, PNB e Índice de Desarrollo Humano. En esencia, el Índice expresa la relación de los valores de las cuatro variables en los países del ALCA con respecto a sus valores para los Estados Unidos (que tiene la mayor cantidad de población y de PNB) y Canadá (que cuenta con la mayor superficie y el Indice de Desarrollo Humano más alto).

Según el Índice computado para 1999 (Romero, 2001), los únicos países que se acercan remotamente a la cifra de 96.66 de los Estados Unidos son Brasil con 48.35 y Canadá con 39.87. Luego viene México con 18.88 y Argentina con 14.85. Los países de la Comunidad Andina y Chile alcanzan cifras entre 8.78 (Colombia) y 2.15 (Ecuador). República Dominicana, Guatemala, Paraguay y Uruguay llegan todos a cifras por debajo de 2 y los demás países, donde se incluye a los que integran la CARICOM, cuatro de los cinco países de Centroamérica y Panamá, tienen una cifra inferior a 1. Los resultados ponen de manifiesto las profundas diferencias en dimensiones y dotación de recursos: 23 de los 34 países negociadores del ALCA muestran valores que son el 2 por ciento o menos de la cifra para los E.U.A y un 5 por ciento o menos que el número que corresponde a Brasil y Canadá con respecto al tamaño y la fuente de recursos, y están bastante rezagados con relación a México y Argentina.

Otro grupo de datos, computado por Escaith (2001), compara el crecimiento per cápita de los ingresos para grupos de países de diferentes tamaños en los países de América Latina y el Caribe para la década de los 80 y 90 del siglo XX y para el periodo 1981-2000 como un todo. Los resultados muestran:

- El Caribe en conjunto se contrajo a una misma tasa que América Latina en el periodo 1981-1990, pero se recuperó a una tasa más baja que la de Latinoamérica en el periodo 1991-2000.

- Los países con una población de entre 1-10 millones se contrajeron a una tasa más alta en los años 1981-1990, y se recuperaron a una tasa más baja, en el periodo 1991-2000, que los países con más de 10 millones de personas.

-  Los países con una población menor de 1 millón tuvieron un mejor crecimiento en ambas décadas que los dos grupos de países más grandes.

Sin embargo, aunque los "mini estados" experimentaron un crecimiento más elevado en el periodo 1981-2000, estos mostraron también una mayor vulnerabilidad. De ahí que un estudio efectuado por la Secretaría de la Mancomunidad Británica muestre que cuando la vulnerabilidad se mide por la volatilidad en el crecimiento, la mayoría de los países más vulnerables del mundo son los países pequeños con una población inferior a 1.5 millones. Un Informe preparado por la CEPAL (Watson, 2001) dio a conocer los resultados utilizando cuatro índices diferentes de vulnerabilidad desarrollados en los últimos años. Entre los 15 países más vulnerables, los países pequeños del Caribe contabilizaban 8, 10, 5 y 5 en los cuatro índices.

Resultaría útil considerar patrones alternativos para la integración de América Latina y el Caribe que estén orientados específicamente a elevar los niveles de desarrollo y las capacidades competitivas de las economías más pequeñas y menos desarrolladas, al tiempo que se aborda la agenda social. Por ejemplo, uno de ellos podría concebir la consolidación de los bloques subregionales y las zonas de cooperación antes de una integración hemisférica más amplia, encaminado a mejorar las capacidades competitivas de las economías nacionales y subregionales y al establecimiento de patrones y normas sociales mínimas, como una plataforma para la participación en un esquema de integración del hemisferio. Los "bloques" de un modelo como este podrían ser:

-  Dos bloques compuestos por las "pequeñas economías" generalmente con bajos niveles de desarrollo: CARICOM y MCCA/SIECA. Panamá, República Dominicana y Cuba se podrían unir a uno de estos dos bloques o podrían permanecer en la Zona de Cooperación del Caribe (ver más abajo).

-  Un tercer bloque, la Comunidad Andina, integrado por países medianos en dimensiones, con niveles de desarrollo bajos o medios.

-  Un cuatro bloque, MERCOSUR y Chile, compuesto por países grandes y pequeños con niveles medios de desarrollo.

-  La Zona de Cooperación del Caribe, que incluye a los territorios no independientes del Caribe, que desarrolle un espacio económico en el Gran Caribe (Cuenca del Caribe) sobre los pilares del Comercio, el Transporte, el Turismo Sustentable y el Manejo del Medioambiente Natural, como un mecanismo de cooperación entre la CARICOM, SIECA, SICA, MCCA y CAN; y

-  Un quinto bloque es el TLCAN, con México, los Estados Unidos y Canadá.

En este modelo cada bloque consolidaría su integración interna mediante el establecimiento de un mercado común de mercancías, servicios y capital, e instaurando un programa social con patrones sociales mínimos y quizás mecanismos de compensación. El objetivo que se persigue es fortalecer la competitividad interna y una posición negociadora del bloque como una condición previa a la participación en un esquema más amplio de integración hemisférica sobre la base de una mayor igualdad.


Referencias

Association of Caribbean States (ACS) (2001)
Special and Differential Treatment for Small Economies in the Context of the Free Trade Area of the Americas (FTAA). ACS/2001/MTG TRADE MIN/INF.001/Annex II

ECLAC (2001)
Small Economies of the Greater Caribbean and Preparedness for Globalisation. Report prepared for the Association of Caribbean States. ACS/2001/BSE/INF.001

Escaith, Hubert (2001)
"Las economías pequeñas de América Latina el Caribe", Revista de la CEPAL. 74 (agosto).


Gutiérrez, Mario (1996)
"Observaciones respecto a las economías pequeñas en el proceso de integración económica en el Hemisferio Occidental". El Trimestre Económico, México, pp. 1171-1227; citado por Romero (2001)

Romero Gómez, Antonio (2001)
"El Gran Caribe y La IV Conferencia de la OMC". Paper presented to the IV Taller Anual del Observatorio de la Integración en el Gran Caribe. Santo Domingo, R.D. 28-29 September.

 


http://www.sela.org
sela@sela.org
   SELA,  Secretaría Permanente
Av Francisco de Miranda, Torre Europa, Piso 4, Urb. Campo Alegre,
Caracas 1060- Venezuela
Tlf: (58) (212) 955.71.11 Fax: (58) (212) 951.52.92