Titulo | Informe Final de la
XXVII Reunión Ordinaria del Consejo Latinoamericano CL/XXVII.O/DF Caracas 8-10 de octubre de 2000
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Autor | Secretaría Permanente
del SELA
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PANEL "LA
INTEGRACIÓN REGIONAL Y EL ALCA"
9 de octubre de
2001
Estados
Unidos en el mundo
Ponencia del Dr. Simón Alberto
Consalvi,
Ex-Ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela
México en la integración económica:
la globalidad, el ámbito hemisférico y América Latina
Ponencia del Sr. Jesús
Puente Leyva,
Embajador de México en Venezuela
El
ALCA y la integración de América Latina y el Caribe
Ponencia del
Dr. Eric Calcagno,
Consultor Internacional
El
ALCA y la integración de América Latina y el Caribe:
¿compatibilidad o
contradicción?
Ponencia del Prof. Norman Girvan,
Secretario
General de la Asociación de Estados del Caribe
(AEC)
Estados
Unidos en el mundo
Ponencia del Dr. Simón
Alberto Consalvi, ex ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela, en el
Panel "La Integración Regional y el ALCA", realizado en el marco de la
XXVII Reunión Ordinaria del Consejo Latinoamericano del SELA. Caracas 8-10
de octubre de 2001.
Antes de que el
"siglo americano" terminara, los analistas de la política mundial
apostaron a develar las incógnitas que pudiera guardar la Esfinge del
siglo XXI. Sobre todo, quisieron vislumbrar el papel de los Estados Unidos
en el mundo. Entre los más connotados magos del diagnóstico figuraron
Zbigniew Brzezinski, Samuel Huntington y, quizás también, Henry Kissinger.
Las piezas del rompecabezas de la política mundial en el siglo XXI
prometían ser estas, según los signos de la realidad: Estados Unidos,
China, la Unión Europea, Rusia, Japón, los países asiáticos, y,
finalmente, América Latina, con sus perspectivas de integración. Los
países árabes no figuraban en el tablero de esos diagnósticos.
Estados Unidos, sin duda alguna, será uno de los grandes
protagonistas. No obstante, el siglo XXI (que, al parecer, comenzó el 11
de septiembre), advirtió que los diagnósticos o las predicciones
estratégicas, generalmente ignoran los factores impredecibles de la
realidad. Cuando Raymond Aron escribió su ensayo Los últimos años del
siglo tuvo la sagacidad de registrar que, como ya estaba viejo, moriría
antes de que nadie pudiera reclamarle sus probables
equívocos.
Veamos, a manera de reflexión, las percepciones que se
formulaban en torno al papel y las posibilidades de EEUU en siglo XXI.
Eran contradictorias, como es natural. La unanimidad conspira siempre
contra la fecundidad de la imaginación. Una tesis es sostenida por
Mortimer Zuckerman (en "Foreign Affairs", Mayo-Junio, 1998), y la
llamaremos la "tesis optimista". Zuckerman postula la tesis de "un segundo
siglo norteamericano". Se basaba en hechos como éstos: a) la economía de
los EEUU está en su 8º año de desarrollo sostenido, aventajando a Japón y
Alemania. "La prosperidad norteamericana es estructural, no transitoria,
dice Zuckerman, y su ventaja sobre Europa y Asia se ampliará con el
tiempo". El analista terminaba con una afirmación casi desafiante:
"Tuvimos el siglo XX. También tendremos el XXI".
Otro analista, el
economista Paul Krugman, joven y ya famoso, sostiene una tesis diferente a
la excesivamente optimista de Zuckerman. La llamaremos "la tesis
prudente".
Krugman sostenía que "hace unos años ciertos "sabios" (o
"pundits") estaban convencidos de que EEUU iba siendo dejado atrás por
Europa y Asia, y debían emular sus más intervensionistas Estados para
mantenerse competitivos". Ahora, según Krugman, es un lugar común sostener
que EEUU es número UNO y que el resto del mundo debe adoptar sus políticas
de laisser-faire. "En efecto, dice Krugman, ninguna de estas caricaturas
es cierta". "Asia estaba floreciendo, ahora está marchitándose, pero
regresará".
Para el economista de Harvard, persistirá la
osificación europea. Pero lo que es importante es que mientras la economía
de EE.UU. atravesaba un período de florecimiento sólido, nada fundamental
había cambiado. La rata de crecimiento a largo plazo no se había
acelerado, la productividad no se había elevado y la rata de desempleo
estructural había disminuido sólo en 1%, cuando máximo. "Al venir la nueva
recesión, todo este triunfalismo aparecerá muy tonto", concluía Krugman.
A la crisis asiática se interpretaba en EE.UU. como la victoria
del estilo norteamericano, "the American style capitalism". Como la caída
del muro de Berlín en 1989 fue interpretada como el triunfo de la
"democracia liberal", la crisis asiática ha sido vista como el triunfo
inevitable del modelo norteamericano, del "free market Capitalism". Otro
analista, Donald Emmerson, pensaba que "sería extremadamente presuntuoso
predecir que la crisis asiática indicaría que esos países van a adoptar el
"camino norteamericano". La cuestión es mucho más compleja. Libertad
política y gobiernos competentes son las claves del regreso de Asia a la
prosperidad y no la adopción del "American way of business".
Sin
embargo, antes de los años de desarrollo sostenido, en EE.UU. la
percepción era otra: Zbigniew Brzezinski, en "Out of Control/Global
Turmoil on the eve of the 21st Century", (1994) sostenía que EE.UU. "no
podría ser ya más ni el policía global, ni el banquero global, ni el
moralista global". Para Brzezinski el protagonista fundamental del siglo
XXI no será un país o una potencia, sino un factor social: la desigualdad.
No es un factor nuevo, ciertamente. Pero reaparecerá con mayor fuerza en
un ambiente distinto.
Brzezinski, con lucidez, lo dijo así: "...la
desigualdad fue tolerada porque los continentes estaban separados por
inmensas distancias, caracterizados por culturas remotas o desconocidas
entre sí, pero en un mundo que se ha convertido en más próximo y más
íntimo, caracterizado por un despertar político masivo, la desigualdad se
está haciendo intolerable". La demografía contará decisivamente en las
complejidades de este factor: Dice Brzezinski: "El crecimiento demográfico
global es altamente desigual. Afectará de modo especial las porciones más
pobres de la humanidad. Así, mientras crece la población mundial, la
desigualdad en la distribución de la riqueza será mucho más
evidente".
China será otro de los grandes protagonistas del siglo
XXI. Con una población de 1.200 millones de habitantes, con un desarrollo
espectacular, China ha sido considerado por algunos analistas mundiales
como la potencia emergente. El mismo Brzezinski considera al siglo XXI,
como "el siglo de China", a diferencia de Mortimer Zukerman que lo
considera "el otro siglo norteamericano". China y los antiguos países de
la URSS, y en especial Rusia, son analizados dentro de un contexto
realista. Se contrasta la evolución de ambos países: la solidez de China
frente al caos económico de Rusia. Robert Kaplan ("Sometimes, Autocracy
breeds Freedom", NYT, 28.VI.98) compara ambos procesos. China tiene un
crecimiento económico de 8% en 1998, mientras a Rusia, por su pobreza se
le comienza a llamar en Europa "la segunda cortina de hierro". Hay un
evidente proceso de liberalización de la sociedad china, mientras el país
progresa económicamente; alrededor de 10 millones de chinos han
constituido empresas medianas.
El Presidente Jiang Zemin le dijo a
Clinton que China había rescatado en los últimos años a 200 millones de
chinos de la pobreza absoluta. De modo que todas las presiones sobre China
para que imite a la antigua URSS son absolutamente negativas. China tiene
su propio camino y será un protagonista de primera magnitud en el siglo
XXI.
La Unión Europea será otro de los protagonistas, quizás
pensando más en el bienestar de sus socios que en otros asuntos. Japón y
los asiáticos estarán, asimismo, en el gran mapa, con los altos y bajos
que son fatales a todas las economías. América Latina y sus diferentes
esquemas de integración y desarrollo tienen un papel y un desafío dentro
de ese contexto general.
La cuestión final radica en cómo van a
jugar tan variados factores en este complejo ajedrez del siglo XXI. La
globalización parte del evangelio del libre mercado, en sus formas más
ortodoxas. Si bien las economías controladas por el Estado habían caído en
sus propias crisis, y perecieron ante las tentaciones de la
burocratización, las crisis periódicas del mercado constituyen una
advertencia severa sobre la necesidad de fórmulas equilibradas. Ni
intervencionismo absoluto ni abdicación.
Pero, quizás, convenga
volver a Brzezinski, porque es la desigualdad el signo del siglo, y la
desigualdad insurge con una fuerza antes no imaginada. Frente a este
panorama, nos vemos obligados a revisar qué sucede con el ALCA y con su
principal protagonista.
El otro rostro del
ALCA
Además de la complejidad de las negociaciones y de
las crisis económicas de los 34 países comprometidos en el proceso, la
recesión en los Estados Unidos, las consecuencias de la competencia en la
América del Sur y el Caribe, la incertidumbre y la desconfianza parecen
imponerse, más como signos de la realidad que como discrepancia teórica.
En conclusión, pienso que el proceso de integración tiene prioridades que
no se deben desconocer. La consolidación de los esquemas subregionales
CAN, MERCOSUR, etc. Y luego en conjunto América del Sur -con Estados
Unidos en el ALCA.
La desigualdad la describe Mike Moore
con otras palabras
Advertencias de Mike Moore, ante el
Consejo General de la OMC, el 30 de julio,
2001.
"Sin embargo, estoy seguro de que hay en
esta sala personas de calidad y visión, que conocen los costos de la falta
de progresos, que saben cuál es el estado de la economía mundial y la
función que puede desempeñar el sistema multilateral de comercio. Sabemos
también que 3.000 millones de personas, la mitad de la población mundial,
subsisten con menos de 2 dólares diarios. Esta cifra podría alcanzar los
4.000 millones en los próximos 25 años. La oportunidad de hacer algo al
respecto está a nuestro alcance. Tenemos tiempo y debemos hacer uso de él.
Cuando nos reunamos de nuevo, la pregunta será ¿Qué ha
cambiado?"
La batalla de Robert Zoellick
El
representante de Estados Unidos para el Comercio Internacional, Robert
Zoellick, decidió dar un paso al frente luego de la catástrofe del 11 de
septiembre. Tenía que atender dos retos urgentes, y no podía darle tiempo
al tiempo, porque ambos, uno más que el otro, podría contagiarse del clima
de incertidumbre y de pesimismo, más o menos bien fundado, de la situación
económica mundial, en especial, de los Estados Unidos. El primero es la
conferencia de la Organización Mundial de Comercio en Qatar, el 7 de
noviembre, y la otra, quizás menos apremiante, el ALCA y el proceso de
negociaciones hemisféricas. Junto a esos dos desafíos, y frente al
compromiso de Estados Unidos, estaba, obviamente, la posición del congreso
y su renuencia a otorgarle al Presidente Bush la autorización del "fast
track" para negociar tratados comerciales.
Si el clima ha variado
en Washington en cuanto a políticas exteriores, Robert Zoellick parece
percibirlo como una oportunidad. En el Instituto de Economía
Internacional, en Washington, a los pocos días de la tragedia, Zoellick
dictó una amplia conferencia sobre comercio internacional y las ventajas
que el intercambio le ofrece a su país, ilustrada con argumentos de
variada naturaleza, y con cifras que tratan de ir más allá de la
persuasión al Congreso, y a los innumerables adversarios del proceso de
globalización que tienen sus cuarteles en los propios Estados Unidos, y,
sobre todo, en las páginas Web de los sindicatos.
Para Robert
Zoellick, "el sistema global de comercio ha demostrado que es la vía para
resolver los problemas de la pobreza": Citó, junto a Bush, al ex
Presidente Ernesto Zedillo de México: "Quienes se oponen al comercio,
parecen extrañamente decididos a salvar al mundo en desarrollo del
desarrollo". Al ir a las cifras, se remitió a un reciente estudio del
Banco Mundial, que compara las economías de países en desarrollo que
abrieron sus economías y los que rehusaron o no lo han emprendido. "El
ingreso per cápita creció en los primeros en un 5% anual, en tanto los
otros disminuyeron el suyo en 1%. El índice de pobreza absoluta, cayó en
los países abiertos al proceso de manera absoluta en los últimos 20 años y
el ingreso familiar creció con la economía"
Para dirigirse al
Congreso, en particular , Zoellick señaló la paradoja de lo que ocurría en
el mundo en materia de integración y negociaciones. Mientras Estados
Unidos, dijo, se mantienen al margen, y la autoridad para negociar (Trade
Promotion Authority) se mantiene congelada, ¿qué ocurre en el mundo?
Zoellick ilustró la respuesta de esta manera: La Unión Europea ha suscrito
27 acuerdos bilaterales de libre comercio, 20 de los cuales fueron
negociados en la década de los 90, y está negociando 15. Después de
suscribir el NAFTA, México ha negociado 8 acuerdos de libre comercio con
32 países. Japón trabaja en un acuerdo con Singapur, y explora opciones
con Canadá, Corea, México y Chile. Zoellick añadió estas cifras: en la
actualidad están en vigencia 130 acuerdos de libre comercio, y Estados
Unidos es parte sólo de dos. En el hemisferio occidental hay 30 acuerdos,
y Estados Unidos pertenece sólo a uno, el NAFTA.
Las oportunidades
que ofrecen estos acuerdos están cerradas para los comerciantes y
trabajadores norteamericanos, dijo Zoellick, e invocó una anécdota más, y
se refirió al caso de Chile. Expresó: "En 1994, el entonces Presiente de
México, Ernesto Zedillo, el Primer Ministro Chretien, de Canadá, y el
Presidente Clinton, dijeron, "vamos a negociar un acuerdo de libre
comercio con Chile". Lo hizo México, lo hizo Canadá, Estados Unidos no lo
hizo": A esto añadió las consecuencias negativas para Estados Unidos, bien
señaladas con ejemplos. "Lo que otros están haciendo sin nosotros, dijo
casi sombríamente Mr. Zoellick, determinarán las reglas del futuro en
materia de comercio, sanidad (stardards fitosanitarios para la
agricultura), manufacturas, nuevas tecnologías, sistemas de
comunicaciones, propiedad intelectual, acuerdos aduanales, servicios,
altas tecnologías, y nuevas redes de negocios". Un crítico del
unilateralismo no habría hablado con la elocuencia y el conocimiento del
Representante Comercial de Estados Unidos.
Para los críticos de la
globalización como dominio de las grandes corporaciones, Zoellick apeló a
otros datos, no menos elocuentes: se refirió a los pequeños negocios de
Estados Unidos, y a lo que significan. Dijo que generaban el 50% de PIB y
creaban el 75% de los nuevos empleos. Para ellos el comercio es cada vez
más importante. El 97% de las empresas exportadoras de EE.UU. tienen menos
de 500 empleados, y 60% de los exportadores tienen menos de 20 empleados.
29% del total de las exportaciones las llevan a cabo los pequeños
empresarios. De las exportaciones a América del Sur y Central, 40%
corresponde a esas empresas. El índice de pequeños exportadores a China
creció en 167% entre 1992 y 1998, y el valor de sus exportaciones creció
en 84%. Evidentemente, Zoellick respondía a los sindicatos de la poderosa
AFL-CIO que tienen una campaña intransigente contra el libre
comercio.
El representante comercial es optimista en cuanto a las
posibilidades de que el Presidente Bush logre este otoño la autoridad para
negociar por parte del Congreso. Antes se le llamaba "fast track", ahora
Trade Promotion Authority. El momento parece propicio. Roberto Zoellick no
se rinde. Su conferencia ante el Instituto Internacional de Economía es
una lección de cómo el unilateralismo puede dejar atrás a los Estados
Unidos, contra la percepción quizás equívoca que reina en el mundo. Una
cuestión es critica: los subsidios a la agricultura que ahora también
encontrarán sus justificaciones en una economía en
recesión.
El Congreso tiene la palabra
El
13 de junio de 2001, el congresista Phil Crane (republicano, de Illinois),
introdujo un proyecto de ley ante la Cámara de Representantes, mediante el
cual se le concedería al Presidente de los Estados Unidos la autoridad
equivalente a lo que antes se llamó "fast track" y, ahora, Trade Promotion
Authority (TPA). Con ese motivo, el Embajador Robert Zoellick,
Representante de Estados Unidos para el Comercio, o, United States Trade
Representative, (todo suena mejor en inglés en asuntos de negocios),
declaró: "La expansión del comercio beneficia a los consumidores, a los
agricultores, a los trabajadores y a los hombres de negocios. Los mercados
abiertos promueven también la libertad económica y la libertad política
alrededor del mundo".
Desde 1994, el Ejecutivo no ha contado con la
autoridad necesaria para negociar acuerdos críticos. Entre tanto, nuestros
socios comerciales han avanzado, suscribiendo numerosos acuerdos, poniendo
a los exportadores de Estados Unidos en desventaja competitiva,
bloqueándole a los norteamericanos oportunidades y alternativas. La
autorización (TPA) es necesaria para fortalecer el brazo de Estados Unidos
en la mesa de negociaciones. El Presidente debe tener la facultad de
firmar buenos acuerdos comerciales que amplíen el acceso de Estados Unidos
a los mercados de ultramar". También, añadió el Embajador Zoellick, la
autorización proveerá el marco adecuado para las consultas con el Congreso
en los momentos claves de las negociaciones": Era quizás una manera de
prometerle al Congreso que la ATP no significaba que el Ejecutivo actuaría
solo, y los parlamentarios podían contar con las consultas más frecuentes
posibles.
Sin embargo, en Washington: "Cuatro más
Uno"
La última semana de septiembre, Estados Unidos
intentó darle al proceso de integración hemisférica un cierto impulso,
quizás en un gesto fatalmente relacionado con los ataques terroristas del
11 de septiembre, y los efectos negativos que pudieran desencadenar en el
mundo, y de modo especial en las relaciones Estados Unidos-América del
Sur. La incertidumbre, con todo, persiste, pero en suma, Estados Unidos
tomó decisiones que es preciso registrar, más allá de lo que pudiera
suponerse como gesto simbólico.
En Washington se llevó a cabo una
reunión del grupo llamado "Cuatro más Uno", o sea, los países de MERCOSUR
y Estados Unidos. Otra reunión con iguales propósitos tuvo lugar,
paralelamente, en Nicaragua, a la cual asistieron los cinco países de la
América Central. (Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y
Nicaragua) que, en conjunto han expresado su interés en el libre comercio
con los Estados Unidos. También en Managua se convocó el Comité de
Negociaciones Comerciales del ALCA, con asistencia de los viceministros de
los 34 países participantes.
En Washington, el Representante
Comercial, Robert Zoellick, se reunió con los ministros de MERCOSUR que
tienen la responsabilidad del comercio y de las relaciones exteriores de
Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. El tema fue el proceso de
integración, las perspectivas del ALCA, los problemas económicos de los
países del Cono Sur y las consecuencias de la situación económica mundial.
A los ministros de MERCOSUR, le dijo el Embajador Zoellick: "El Presidente
Bush ha dejado en claro que la promoción del comercio y los mercados
abiertos es esencial para el liderazgo estadounidense. El comercio es la
fuerza motriz de la libertad económica, la prosperidad y la esperanza en
el Hemisferio Occidental y en el mundo entero. Me complace que a los pocos
días del 11 de septiembre podamos mantenernos unidos con dos grupos de
naciones latinoamericanas para promover nuestro compromiso común a la
apertura mediante la mayor liberalización comercial".
El Presidente
del Banco Interamericano de Desarrollo, Enrique Iglesias, se unió a los
ministros del grupo "Cuatro Más Uno" para una conferencia de prensa
después de la reunión. Según Iglesias, "en la medida en que los debates
del "Cuatro Más Uno" permitan a las partes profundizar su entendimiento
mutuo de los asuntos comerciales, serán beneficiosos no sólo para las
relaciones bilaterales sino también, dadas su dimensión e importancia,
para el fortalecimiento de las iniciativas hemisféricas y
mundiales":
En la reunión de ministros del "Cuatro Más Uno" dos
temas dominaron las conversaciones de los ministros: el progreso continuo
con respecto al Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), y la
importancia de emprender una nueva ronda de negociaciones comerciales en
la reunión de la Organización Mundial de Comercio (OMC), el mes de
noviembre en Qatar. Los ministros convinieron en temas específicos sobre
un programa de trabajo y un cronograma de reuniones futuras de gobierno a
gobierno. En una declaración conjunta reafirmaron "su compromiso con la
promoción de un ambiente abierto para el comercio y las inversiones entre
los cinco países, y el papel importante que desempeña el comercio en el
fomento del crecimiento y del desarrollo económicos":
MERCOSUR es
el acuerdo de comercio preferencial más amplio en América del Sur. Los
ministros del "Cuatro más Uno" anunciaron que darían nuevo ímpetu al
Consejo de Comercio e Inversión establecido por el Acuerdo del Jardín de
las Rosas. Según las conclusiones de la reunión de Washington: "El Consejo
llevará adelante un programa de trabajo diseñado para conseguir el
objetivo común de libre comercio y, en el plazo inmediato, explorar las
vías para contribuir al crecimiento económico y su sostenibilidad a través
de un mejor acceso al mercado. Se han establecido grupos de trabajo dentro
del Consejo en las áreas de comercio agrícola, comercio industrial,
desarrollo de las inversiones y comercio electrónico":
Como quiera
que los ministros extendieron sus convenios más allá del proceso de
integración hemisférica, acordaron que representantes especiales de los
cinco países revisen las perspectivas de la conferencia de la OMC, antes
de noviembre. Paralelamente, tratarán de profundizar las relaciones
comerciales en áreas específicas entre los del Sur y Estados Unidos. En
representación de los cuatro países estuvieron en Washington, el Ministro
de Relaciones Exteriores de Argentina, Adalberto Rodríguez Giavarini; el
Ministro de Relaciones Exteriores del Brasil, Celso Lafer; el Ministro de
Relaciones Exteriores de Paraguay, José Antonio Moreno Ruffinelli, y el
Ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay, Dr. Didier
Opertti.
El ALCA y
la integración de América latina y el Caribe
Ponencia del Dr. Eric Calcagno, consultor
internacional, en el Panel "La Integración Regional y el ALCA", realizado
en el marco de la XXVII Reunión Ordinaria del Consejo Latinoamericano del
SELA. Caracas 8-10 de octubre de
2001.
Naturaleza del problema
Ya se perfilan los rasgos del orden mundial del siglo XXI. Los hechos parecen indicar que Estados Unidos conservará el predominio que tiene, pero en el contexto de un escenario multipolar. Allí gravitarán la Unión Europea, Japón, China, Rusia, India, los países árabe-musulmanes. Cada uno de ellos hará valer su carácter, sus recursos, su voluntad política. ¿Cuál será la posición de América Latina y el Caribe?
La solución depende de tres líneas fundamentales. La primera es de carácter histórico. Aquí entra a jugar el papel de América Latina y el Caribe. No tanto por las definiciones de tipo "destino manifiesto" y "marcha al oeste" de Estados Unidos, que lo consolidaron primero como nación y luego como eje de integración en Norteamérica, sino que nuestra realidad como entidad política latinoamericana y caribeña futura es más bien la tensión entre dos opciones.
La primera opción tiende a la independencia e integración regional, cuya primera manifestación fue el Congreso de Panamá convocado por Bolívar en 1826. La otra posibilidad es aceptar la órbita hegemonizada por Estados Unidos, cuyos intentos remontan a la Primera Conferencia de la Unión Panamericana de 1889 y se mantienen con persistencia e intensidad hasta hoy.
La segunda línea fundamental es política. Constituye una disyuntiva ligada a nuestra independencia nacional, al tipo de países que seremos, frente a la realidad de naciones subordinadas con sociedades injustas. Así, entre el desafío político y la inacción, no sabemos si en el futuro de la integración latinoamericana y caribeña prevalecerán los negocios o la política; en qué grado el eje será el arancel cero o el desarrollo nacional. Por supuesto, no se trata de alternativas excluyentes; pero en general predomina uno de los términos.
La política
regional puede articular tanto una integración plena con organismos con
potestades y recursos que le permitan ejecutar políticas fuertes, como
limitarla al plano comercial y de los negocios. Esta decisión determinará
en gran medida qué pasará con los desafíos ligados a la integración:
regiones atrasadas, proyectos de infraestructura regional, emprendimientos
conjuntos, institucionalización de la integración y, acaso, generación de
soberanía supranacional. Como veremos, existe una base concreta para
avanzar en la integración; pero es un camino recién empezado. Todo queda
por hacer: es un "modelo para armar".
Creo que lo que se decidirá
en los próximos años excede a la mayor o menor prosperidad -o pobreza- que
pueda tenerse con la pertenencia a uno u otro esquema de integración. Lo
que estará en juego es si los países latinoamericanos y caribeños
subsistirán como naciones que ejerzan su soberanía. Esta opción se
visualiza con claridad en la alternativa entre Área de Libre Comercio de
las Américas (ALCA) o MERCOSUR, Comunidad Andina, Mercado Común
Centroamericano, CARICOM, Asociación de Estados del Caribe, que supera lo
económico y tiene un claro significado político. La primera diferencia que
existe se refiere a las relaciones de poder: es muy diferente una
integración entre iguales o una unión del más poderoso con un débil.
La tercera línea es económica y se refiere a la estructura
productiva. Para que una nación gravite en el contexto internacional y su
población acceda a niveles altos de bienestar, es fundamental que la
jerarquía de su sistema productivo sea elevada. No es lo mismo un país
esencialmente agrícola o minero, que vive de la venta de sus materias
primas y su mano de obra barata, que otro que ha llegado a altos niveles
de productividad, con mayor crecimiento, con un mercado interno poderoso y
menos vulnerabilidad externa, que genere empleo calificado y que exporte
más valor agregado que materias primas.
Para llegar a este
objetivo, se debe consolidar un mercado nacional y regional amplio y una
capacidad de oferta diversificada; en otras palabras, poseer empleos de
buena calidad y llegar a una distribución del ingreso que desarrolle ese
mercado, lo cual implica la provisión nacional y regional de insumos y
servicios necesarios para la producción.
Para Argentina y Brasil
esta es la única alternativa de desarrollo sustentable. Otros países
pueden especializarse con más éxito en exportaciones de materias primas o
en la maquila, aunque seguirán siendo muy vulnerables a los avatares de
los precios de las materias primas y del nivel de actividad de Estados
Unidos. Pero en todos los casos -repito-, tanto en los países más
industrializados de la región como en aquellos que lo están en un grado
menor, es fundamental aumentar la jerarquía de su aparato
productivo.
Pues bien, por el lado de las exportaciones
sudamericanas, el 55,4% de las manufacturas "nuevas" de origen industrial
(las de mayor complejidad tecnológica, como bienes de capital, material de
transporte y productos farmacéuticos) se exportan a la misma Sudamérica,
el 20,6% a Estados Unidos y el 11,6% a la Unión Europea.
El 75% de
las exportaciones a Estados Unidos consisten en materias primas,
manufacturas de origen agropecuario e insumos básicos; ese porcentaje se
eleva al 85% en el caso de la Unión Europea. Con respecto a las
importaciones desde Estados Unidos, el 67% son manufacturas; ese
porcentaje es del 72% para la Unión Europea. Repetimos así el esquema
colonial clásico.
Queda demostrado lo obvio: nuestros intercambios
con los países centrales se realizan entre sectores económicos (por
ejemplo, Sudamérica exporta productos primarios e importa manufacturas),
mientras que entre los países de nuestra región el comercio es entre ramas
de los mismos sectores.
Argentina vende oleaginosas, carne y
cereales a Europa, y Venezuela petróleo a Estados Unidos; desde los países
desarrollados, ambos importan manufacturas. Pero Argentina y Brasil, por
ejemplo, tienen un comercio recíproco de autopartes y vehículos
terminados, que les permite desarrollar una capacidad de exportación hacia
fuera del propio MERCOSUR. Es otra situación en términos de valor agregado
y de manejo de tecnología.
El problema no son sólo las
exportaciones sino también las importaciones: con el arancel cero del
ALCA, las manufacturas estadounidenses barrerán del mercado sudamericano a
los productos nacionales. Se terminarán así nuestras veleidades
industrializadoras y volveremos al redil de los productores de materias
primas y mano de obra barata, a excepción de las actividades que las
empresas transnacionales consideren que cuesta menos desarrollarlas en
América Latina y el Caribe.
Creo que este es un punto fundamental y
deberá ser materia de discusión entre los países latinoamericanos y
caribeños. Hace medio siglo, cuando era una herejía económica sostener que
los países pobres debían industrializarse, la CEPAL fundamentó de modo
irrefutable esta tesis.
Ahora se replantea el tema, ya que puede
existir una diferencia de intereses según el grado de industrialización al
que haya llegado cada país. Para los menos industrializados, lo importante
es el acceso que tengan al mercado de Estados Unidos sus exportaciones con
poco valor agregado; piénsese cómo cambia el panorama de un país con
producciones primarias o con poco procesamiento, si puede entrar al
mercado de Estados Unidos.
Pero también está el interés legítimo
de los países más desarrollados de la región, para los cuales pasa a
primer plano el desarrollo de su industria, cuya expansión está vinculada
al mercado regional, pero que no aguanta el arancel cero con Estados
Unidos. En la negociación deberán resguardarse ambos intereses, de tal
modo que los países más avanzados expandan su industrialización y los
menos desarrollados accedan a ella.
La agenda de la
discusión
La discusión sobre el ALCA está abierta y
existen varias agendas. La primera es la que propone Estados Unidos, que
es elemental y lógica en la defensa de su interés nacional.
El
primer punto se refiere a la eliminación de las tarifas comerciales; los
productos de procedencia de Estados Unidos deberán tener libre acceso y
estar a salvo de restricciones arancelarias y no arancelarias, como las
que imponen a terceros países los esquemas de integración regional.
El segundo requerimiento atañe al acceso irrestricto a las
licitaciones y contratos de abastecimiento del sector público, con lo cual
se abre un importante mercado para los productos estadounidenses.
La tercera restricción concierne al control de la propiedad
intelectual; en particular, a la vigencia y exclusividad de las patentes
de empresas transnacionales; un ejemplo típico de este punto es la presión
constante del gobierno de Estados Unidos para que se otorgue exclusividad
a las patentes de sus empresas, lo cual es importante sobre todo en la
industria farmacéutica. Otra reivindicación es la remoción de cualquier
restricción a la entrada de sus empresas al sector de servicios (inclusive
financieros). Este es el tratamiento que propone Estados Unidos; pero su
conducta al respecto no se ajusta a su posición teórica y contradice lo
que solicita a los demás.
En primer lugar, restringe la
transferencia de tecnologías de punta. Sea porque se trate de
emprendimientos militares, porque quiera tenerse el monopolio de las
innovaciones o porque se pretende mantener la rentabilidad de tecnologías
ya superadas, Estados Unidos sólo transfiere la tecnología que le interesa
desde el punto de vista comercial. De tal modo, esas transferencias, que
podrían ser fundamentales para el desarrollo económico y tecnológico de
los países, están sujetas a las mayores restricciones.
En segundo
lugar, Estados Unidos protege su agricultura. Antes el eje eran los pagos
para que los agricultores se abstuvieran de producir; ahora son los
subsidios. Para que se advierta su magnitud y progresión, basta con
señalar que los subsidios agrícolas se triplicaron en 10 años, de 9.300
millones en 1990 a 32.000 millones de dólares en 2000. De tal modo, más de
la mitad de la renta líquida de los agricultores tiene origen en subsidios
del gobierno. Ello configura una práctica desleal desde el punto de vista
del libre comercio y no sólo afecta la entrada de productos agrícolas al
mercado estadounidense, sino que significa una competencia desleal en
terceros mercados.
Así llegamos a las negociaciones del ALCA.
América Latina y el Caribe ya están acostumbrados: en cualquier
negociación gana el más fuerte, que es Estados Unidos. Tal es la
experiencia histórica. Sin embargo, el caso del ALCA es atípico. Estados
Unidos podrá ejercer toda su influencia y alinear a su lado a casi todos
los países de la región; pero si Brasil y Venezuela no entran, no hay
ALCA. Entre los dos totalizan el 42% del producto interno bruto de América
Latina y el Caribe y si se suma la Argentina, se llega al 56% . ¿Qué área
de libre comercio puede hacerse con el resto de los países, que no llegan
a sumar la mitad del producto regional?
De tal modo, Brasil y
Venezuela (y acaso Argentina) tienen un poder implícito de veto. Repito:
sin ellos, no hay ALCA. Por eso, se puede negociar fuerte. Este hecho fue
señalado por el canciller de Brasil Celso Lafer, quien afirmó que "el
poder en el ámbito del comercio es el tamaño del mercado propio. En ese
contexto, tenemos recursos de poder. Una acción conjunta es siempre mejor,
pero no le temo al aislamiento, si eso es necesario para defender los
intereses nacionales".
En toda negociación, lo primero es decidir
quiénes y cómo intervienen; lo segundo, qué se discute.
Es
fundamental que todos los países de América Latina y el Caribe participen
en bloque. Además, al mismo tiempo que se negocia con Estados Unidos
también deberían discutirse temas análogos con la Unión Europea.
En cuanto a la agenda, deben plantearse la difusión de tecnologías
de punta y las medidas antidumping, en especial la supresión de los
subsidios que otorga Estados Unidos a sus agricultores. Un tema
fundamental es la defensa de la industria latinoamericana, en especial la
de mayor complejidad, que de otro modo desaparecería.
No puede
olvidarse que la industria latinoamericana está sometida a problemas que
no tienen las de los países desarrollados, como es el escaso acceso al
crédito (que es además caro), la menor protección contra el contrabando y
los presuntos dumpings, la menor disposición de un mercado interno fuerte
y con menos altibajos, gracias a la redistribución del ingreso y al gasto
público mucho más elevado en los países desarrollados.
Es decir,
no se trata de pedir protección sin ningún compromiso de las empresas en
términos de desempeño, inversión y empleo, sino hacer posible que éstas
sobrevivan y se desarrollen, pese a contar con un marco mucho más
desfavorable que el de sus competidoras del norte.
Este temario
choca con el de Estados Unidos: eliminación de tarifas comerciales, acceso
a contratos del sector público, patentes y libre entrada al sector de
servicios. Aquí es donde los países de América Latina y el Caribe deben
hacer valer su poder de veto implícito.
Futuros
posibles
Veamos cuál será el panorama internacional
probable y qué función podrían tener América Latina y el Caribe. Si no
ocurriera una alteración sustancial de la actual situación, en el siglo
XXI podrían existir dos formas de distribución del poder mundial.
La primera consiste en la hegemonía única de Estados Unidos, con
todos los demás países subordinados (en diferente grado según su
importancia relativa).
La segunda hipótesis es la de
multipolaridad; en este caso, si bien es probable que Estados Unidos
continúe siendo la mayor potencia, habrá otras que -como señalé al
principio- participarán de un sistema mundial más complejo: la Unión
Europea, China, Rusia, India, Japón, países musulmanes, cada uno enraizado
en su estilo de civilización. En ambos casos es importante la constitución
de una América Latina y el Caribe integrados, sea para negociar mejor con
la potencia hegemónica o para convertirse en uno de los grandes bloques
mundiales. Esta última alternativa nos daría un margen de acción mucho más
amplio.
En el inicio de todo proceso histórico se vislumbra una
realidad futura. Imaginemos la hipótesis "independentista", de aquí a
veinte años. En lo político, América Latina y el Caribe sería uno de los
bloques que participarían en la elaboración de las decisiones mundiales.
Formaría parte del G-7 ampliado y tendría su asiento en el Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas. Sus Estados nacionales ejercerían una
soberanía compartida sobre emprendimientos regionales (tecnología,
infraestructura, transporte, comunicaciones, energía).
En lo
económico, existiría un mercado común con elevado grado de
industrialización obtenido sobre la base del abastecimiento a los mercados
internos de los países latinoamericanos y del Caribe (lo cual a su vez
permitiría un aumento extraordinario de las exportaciones). En lo
tecnológico y cultural, la vinculación y el trabajo en común entre los
países haría posible acceder a otro nivel de excelencia.
En el extremo opuesto, ¿qué podría ocurrir con el modelo neoliberal y la integración con Estados Unidos? Dentro de veinte años, se mantendría el esquema básico de funcionamiento de la economía y la sociedad. Los resultados ya los conocemos. Seguiríamos siendo exportadores de productos básicos y procesadores de manufacturas elementales o de maquila. La generación de empleos seguirá siendo insuficiente en cantidad y calidad y se acentuará la estratificación social.
Sin embargo, lo
importante para los acreedores externos estaría a salvo: los intereses de
la deuda se seguirían cobrando. Las excepciones serían las implantaciones
de empresas transnacionales que produzcan con alta tecnología y poca
ocupación de mano de obra.
Lo fundamental: fortalecer los
procesos de integración de América Latina y el Caribe
No
parece correcto ni pertinente poner a la integración latinoamericana y
caribeña frente a un antagonismo del estilo "política o negocios". No se
trata de eso. Cualquier proyecto de integración regional comprende una
dimensión política, que fija sus alcances, objetivos y límites, así como
una fuerte dimensión económica, donde encontramos la coordinación de
políticas, la esfera industrial y los flujos comerciales y financieros.
Esta faz económica es la dimensión operativa del proyecto político.
En las actuales circunstancias y en esta etapa de las tratativas
del ALCA, a mi juicio, es indispensable la ampliación y consolidación del
proceso de integración latinoamericano y del Caribe. Es la mejor forma de
crear poder para encarar las negociaciones.
En primer lugar, es
necesario que se fortalezcan los esquemas de integración subregional y que
exista un proceso de convergencia entre ellos. Si América Latina y el
Caribe habla con una sola voz, será más escuchada.
La segunda
expansión es la de la industria. Con el mercado subregional extendido,
existe la posibilidad de lanzarse a varios tipos de industrialización: de
alta tecnología, pesada y sustitutiva de importaciones. Sólo la industria
puede llevar a los países a altos grados de desarrollo. Es cierto que los
países desarrollados tienen un sector importantísimo de servicios; pero
antes tuvieron industria, la conservan, defienden y amplían. Además, son
servicios de alta productividad, mientras que los nuestros suelen ser
desocupación disfrazada.
La tercera ampliación es la de las
políticas comunes. Existe un extenso campo de acción, en todos los
ámbitos. No sólo incluye el ámbito comercial, sino también los posibles
acuerdos sobre infraestructura, industria, comunicaciones, tecnología,
cultura, educación. Debería impulsarse el cumplimiento de la agenda
convenida en la reunión de Presidentes de Brasilia de agosto de
2000.
La cuarta acción común debe ser la coordinación de la defensa
sudamericana. El Plan Colombia y la guerra contra el terrorismo, ponen de
manifiesto la necesidad de preservar la independencia nacional de los
países. De hecho, es coherente la defensa de industrias y mercados junto
con los territorios y el orden legítimo, la viabiliza y le otorga una
dinámica eficiente.
La irrupción en el plano internacional de un
grupo latinoamericano y del Caribe coherente le otorgaría un poder de
negociación ahora inexistente. Sobre todo, restituiría a cada país su
independencia en un haz común: América Latina y el Caribe. Esta tesis no
es original, remonta a los primeros interrogantes que tuvieron nuestros
ancestros en el momento de optar por la libertad hace ya casi dos siglos.
El ALCA y
la integración de América Latina y el Caribe:
¿compatibilidad o
contradicción?
Ponencia del
Profesor Norman Girvan, Secretario General de la Asociación de Estados del
Caribe , (AEC ) en el Panel "La Integración Regional y el ALCA", realizado
en el marco de la XXVII Reunión Ordinaria del Consejo Latinoamericano del
SELA. Caracas 8-10 de octubre de
2001.
Comencemos suponiendo que el
objetivo máximo de todo esquema de integración hemisférica sea la
promoción del desarrollo humano equitativo y sostenible. Una consecuencia
que de esto se deriva es que la forma de integración hemisférica debe
tomar en cuenta, en toda su magnitud, las amplias diferencias existentes
entre los países en cuanto a dimensiones, dotación de recursos y niveles
de desarrollo. Estas disparidades conducen a profundas desigualdades en la
capacidad competitiva de las economías y, por ende, en su capacidad para
obtener beneficios de la integración de los mercados.
En
específico, se discute el hecho de que la forma de integración debe (i)
ofrecer oportunidades para un desarrollo acelerado de los países y
regiones menos desarrolladas (incluyendo las regiones dentro de los
países), (ii) abordar las vulnerabilidades de los países más pequeños, las
cuales se derivan de sus dimensiones reducidas, e (iii) incluir mecanismos
de compensación para los "perdedores" como consecuencia de la integración
del mercado, como son el seguro social, programas de re-entrenamiento del
trabajo y esquemas de crédito para la reconversión industrial. Una de las
razones para el récord relativamente bueno de la Unión Europea hasta
ahora, son las providencias que se han tomado para los países y regiones
menos desarrolladas, así como también con respecto a la seguridad social y
otros mecanismos de compensación.
Una característica significativa
del ALCA, hasta el momento, es la ausencia de disposiciones para este tipo
de oportunidades y mecanismos. El Borrador del Tratado, que contiene 9
capítulos que se desarrollan en 438 páginas2, solamente cubre las normas
para la integración del mercado y los derechos afines de propiedad
intelectual y de capital. Aunque la Declaración Ministerial y la
Declaración de la Cumbre de Québec prometen tomar en cuenta las
diferencias en tamaño y niveles de desarrollo, en la práctica estas
providencias tiene que ser negociadas caso por caso en cada una de las
nueve disciplinas. Los temas involucrados son vastos y complejos desde el
punto de vista técnico, y sólo los países más grandes y más desarrollados
pueden desplegar equipos de negociación con el rango y la experiencia
necesarias para llevar adelante sus intereses en todas las disciplinas.
Dada la escasez de recursos humanos en las economías pequeñas, que es
precisamente una de las consecuencias de las pequeñas dimensiones en
tamaño y del bajo nivel de desarrollo, la necesidad de negociar caso por
caso en cada una de las 9 disciplinas es quizás algo similar a asegurarle
a una persona que está sufriendo por la pobreza, que puede tener toda la
comida que desee siempre y cuando la pague.
Una reunión celebrada
recientemente entre las Secretarías de la AEC, SELA, SIECA, MNR CARICOM,
CAN, CEPAL y la OECO llegó a un acuerdo sobre una serie de principios
definidos para un Tratamiento Especial y Diferenciado para las Economías
más Pequeñas en el ALCA, que serán propuestos como lineamientos para la
negociación de las 9 disciplinas (ACS 2001). No obstante, llevar estos
principios a posiciones negociadoras específicas y detalladas representará
un reto enorme para estos países.
Además, el Borrador del ALCA no
toma providencia alguna para la seguridad social o mecanismos de
compensación sociales y económicos que se hacen necesarios ante los
resultados negativos que ocasiona la integración del mercado. La Cumbre de
Québec hizo una gran cantidad de promesas referidas a la esfera social,
pero estas no se vieron acompañadas por compromisos financieros firmes y
que haya que cumplir para una agenda social, a lo que se suma que los
mecanismos de aplicación fueron débiles. Mayor importancia reviste el
hecho de que la agenda social y los mecanismos de compensación no forman
parte en modo alguno de las negociaciones del ALCA, sino que son
independientes del Acuerdo. Es decir, que el no abordar la agenda social
no retrasará ipso facto el calendario para la culminación de las
negociaciones y la entrada en vigor del ALCA a fines del 2005. La
disponibilidad de fondos para la agenda social estará ahora aún más en
duda, como resultado de la recesión norteamericana y los costos de la
recuperación y la acción militar tras los sucesos acaecidos el 11 de
septiembre.
La perspectiva a corto plazo del ALCA tiene que ser,
por lo tanto, la "integración de mercado de desigualdades, sobre la base
de una igualdad asumida, donde uno de los resultados más probables es una
mayor desigualdad". Además de la exclusión de Cuba de las negociaciones,
todo esto hace que el ALCA se presente muy problemática como base "ideal"
para una integración de América Latina y el Caribe.
Esta nota
propone un patrón alternativo a la integración de América Latina y el
Caribe que es aglutinador, tanto en cuanto a membresía (es decir, todos
los países de la región de América Latina y el Caribe), como en alcance
(es decir, abordar las inquietudes sociales y medioambientales y las
económicas). Antes de pasar a ello, sería bueno presentar algunas
evidencias sobre las diferencias que se manifiestan en el hemisferio en
cuanto a tamaño y niveles de desarrollo y las implicaciones que esto
implica.
Gutiérrez (1996), desarrolló un índice para mostrar la
variación en dimensiones y dotación de recursos entre los países que
participan en el ALCA. El tamaño se mide por la población y el superficie
que cubre, la fuente de recursos por el PNB en dólares PPP (una
representación para el capital físico) y un Índice de Desarrollo Humano
(una representación para el capital humano). El indicador se conoce como
el índice PSPH, según las siglas en español de las cuatro iniciales de sus
cuatro variables: Población, Superficie, PNB e Índice de Desarrollo
Humano. En esencia, el Índice expresa la relación de los valores de las
cuatro variables en los países del ALCA con respecto a sus valores para
los Estados Unidos (que tiene la mayor cantidad de población y de PNB) y
Canadá (que cuenta con la mayor superficie y el Indice de Desarrollo
Humano más alto).
Según el Índice computado para 1999 (Romero,
2001), los únicos países que se acercan remotamente a la cifra de 96.66 de
los Estados Unidos son Brasil con 48.35 y Canadá con 39.87. Luego viene
México con 18.88 y Argentina con 14.85. Los países de la Comunidad Andina
y Chile alcanzan cifras entre 8.78 (Colombia) y 2.15 (Ecuador). República
Dominicana, Guatemala, Paraguay y Uruguay llegan todos a cifras por debajo
de 2 y los demás países, donde se incluye a los que integran la CARICOM,
cuatro de los cinco países de Centroamérica y Panamá, tienen una cifra
inferior a 1. Los resultados ponen de manifiesto las profundas diferencias
en dimensiones y dotación de recursos: 23 de los 34 países negociadores
del ALCA muestran valores que son el 2 por ciento o menos de la cifra para
los E.U.A y un 5 por ciento o menos que el número que corresponde a Brasil
y Canadá con respecto al tamaño y la fuente de recursos, y están bastante
rezagados con relación a México y Argentina.
Otro grupo de datos,
computado por Escaith (2001), compara el crecimiento per cápita de los
ingresos para grupos de países de diferentes tamaños en los países de
América Latina y el Caribe para la década de los 80 y 90 del siglo XX y
para el periodo 1981-2000 como un todo. Los resultados muestran:
-
El Caribe en conjunto se contrajo a una misma tasa que América Latina en
el periodo 1981-1990, pero se recuperó a una tasa más baja que la de
Latinoamérica en el periodo 1991-2000.
- Los países con una
población de entre 1-10 millones se contrajeron a una tasa más alta en los
años 1981-1990, y se recuperaron a una tasa más baja, en el periodo
1991-2000, que los países con más de 10 millones de
personas.
- Los países con una población menor de 1 millón
tuvieron un mejor crecimiento en ambas décadas que los dos grupos de
países más grandes.
Sin embargo, aunque los "mini estados"
experimentaron un crecimiento más elevado en el periodo 1981-2000, estos
mostraron también una mayor vulnerabilidad. De ahí que un estudio
efectuado por la Secretaría de la Mancomunidad Británica muestre que
cuando la vulnerabilidad se mide por la volatilidad en el crecimiento, la
mayoría de los países más vulnerables del mundo son los países pequeños
con una población inferior a 1.5 millones. Un Informe preparado por la
CEPAL (Watson, 2001) dio a conocer los resultados utilizando cuatro
índices diferentes de vulnerabilidad desarrollados en los últimos años.
Entre los 15 países más vulnerables, los países pequeños del Caribe
contabilizaban 8, 10, 5 y 5 en los cuatro índices.
Resultaría útil
considerar patrones alternativos para la integración de América Latina y
el Caribe que estén orientados específicamente a elevar los niveles de
desarrollo y las capacidades competitivas de las economías más pequeñas y
menos desarrolladas, al tiempo que se aborda la agenda social. Por
ejemplo, uno de ellos podría concebir la consolidación de los bloques
subregionales y las zonas de cooperación antes de una integración
hemisférica más amplia, encaminado a mejorar las capacidades competitivas
de las economías nacionales y subregionales y al establecimiento de
patrones y normas sociales mínimas, como una plataforma para la
participación en un esquema de integración del hemisferio. Los "bloques"
de un modelo como este podrían ser:
- Dos bloques
compuestos por las "pequeñas economías" generalmente con bajos niveles de
desarrollo: CARICOM y MCCA/SIECA. Panamá, República Dominicana y Cuba se
podrían unir a uno de estos dos bloques o podrían permanecer en la Zona de
Cooperación del Caribe (ver más abajo).
- Un tercer bloque,
la Comunidad Andina, integrado por países medianos en dimensiones, con
niveles de desarrollo bajos o medios.
- Un cuatro bloque,
MERCOSUR y Chile, compuesto por países grandes y pequeños con niveles
medios de desarrollo.
- La Zona de Cooperación del Caribe,
que incluye a los territorios no independientes del Caribe, que desarrolle
un espacio económico en el Gran Caribe (Cuenca del Caribe) sobre los
pilares del Comercio, el Transporte, el Turismo Sustentable y el Manejo
del Medioambiente Natural, como un mecanismo de cooperación entre la
CARICOM, SIECA, SICA, MCCA y CAN; y
- Un quinto bloque es el
TLCAN, con México, los Estados Unidos y Canadá.
En este modelo cada
bloque consolidaría su integración interna mediante el establecimiento de
un mercado común de mercancías, servicios y capital, e instaurando un
programa social con patrones sociales mínimos y quizás mecanismos de
compensación. El objetivo que se persigue es fortalecer la competitividad
interna y una posición negociadora del bloque como una condición previa a
la participación en un esquema más amplio de integración hemisférica sobre
la base de una mayor
igualdad.
Referencias
Association of Caribbean States (ACS)
(2001)
Special and Differential Treatment for Small Economies in the
Context of the Free Trade Area of the Americas (FTAA). ACS/2001/MTG TRADE
MIN/INF.001/Annex II
ECLAC (2001)
Small Economies of the Greater
Caribbean and Preparedness for Globalisation. Report prepared for the
Association of Caribbean States. ACS/2001/BSE/INF.001
Escaith,
Hubert (2001)
"Las economías pequeñas de América Latina el Caribe",
Revista de la CEPAL. 74 (agosto).
Gutiérrez, Mario
(1996)
"Observaciones respecto a las economías pequeñas en el proceso
de integración económica en el Hemisferio Occidental". El Trimestre
Económico, México, pp. 1171-1227; citado por Romero (2001)
Romero
Gómez, Antonio (2001)
"El Gran Caribe y La IV Conferencia de la OMC".
Paper presented to the IV Taller Anual del Observatorio de la Integración
en el Gran Caribe. Santo Domingo, R.D. 28-29 September.
http://www.sela.org
sela@sela.org
SELA,
Secretaría Permanente
Av Francisco de Miranda, Torre Europa, Piso 4,
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